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La devoción al Sagrado Corazón y su crisis

Estaba ya en las revelaciones de Paray la conexión del amor infinitamente misericordioso que Jesús, el Verbo hecho carne, nos tiene, con su bíblicamente profetizado, anunciado y prometido reinado intrahistórico en todos y cada uno de nosotros los hombres, varones y mujeres, y en todas las naciones. Lo puso de relieve el jesuita ignaciano Enrique Ramière. Es el reinado social del Sagrado Corazón de Jesucristo, nuestro Señor; lógicamente lo más contrapuesto a la revolución moderna y posmoderna; antropocentrista, inmanentista, racionalista, liberal, socialista y posterior. Pero la reducción de lo social a lo asistencial sin Dios, realizado al margen de Dios, sirvió al objetivo de Satanás de desactivar la conexión sobrenatural de la vida de muchos eclesiásticos seculares y mucho más aún de los mejores y más numerosos religiosos, y por consiguiente le sirvió para matar en ellos la vida sobrenatural, también le sirvió para poner en crisis la devoción al Sagrado Corazón en los que no la tenían ya ante todo en su dimensión personal, que es la primordial, por cierto, como fue puesto de relieve por nuestra doctora con su doctrina del caminito y con su vida. Y le sirvió a Satanás para intentar, ya en última instancia, lo que más desea, que es impedir la implantación del Reino de Dios en la sociedad humana, que Él quiere implantar por el amor infinitamente misericordioso que nos tiene, y que Satanás quiere frustrar a toda costa, y para ello conseguir que, si alguna vez se habla de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, sea reduciéndolo a lo sentimental y sustituyendo su reinado social por lo asistencial desvinculado de lo sobrenatural, desconectado de Dios, realizado como si Dios no existiera.
La pseudoteología del colectivo anticristiano, (del anticristo), es hablar de hacer las obras de misericordia, sin la misericordia divina, materialmente, o carnalmente, al margen de Dios, no por caridad, no por el amor de Dios, infundido por Él en nuestros corazones con el Espíritu Santo que nos da; no porque Dios lo quiere; no por la gracia, ni en gracia; suplantar la caridad, el amor de Dios, el reino de Dios, por lo "social", reducido a lo asistencial sin Dios; y encima realizado por pseudojusticia social, para más inri.

Sin caridad todo es nada, lo asistencial es nada sin caridad:

"Aunque repartiera todos mis bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, de nada me serviría" (1 Cor 13,3).

Y menos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Tener caridad es vivir y obrar unidos a Dios, estar enraizados en el amor de Dios, en el amor infinitamente misericordioso que Dios nos tiene; no desarraigarnos de su amor; lo cual tiene un mínimo, que es estar en gracia de Dios: cometer un pecado mortal es poner un obstáculo que impide por completo que nos llegue la acción de Dios que infunde y mantiene en nosotros la caridad.

Porque tener caridad es recibir de Dios Su gracia, la Gracia Increada, el Espíritu Santo, a causa de que la caridad no es un hábito adquirido por nosotros mismos, sino que es un hábito infuso, como explica Santo Tomás de Aquino en la Suma Teológica (2a-2ae, q. 24, a. 12c).

Por consiguiente, los actos asistenciales realizados en pecado mortal son nulos, como enseña Dios por medio de san Pablo en el lugar citado (1 Cor 13,3). Y cometer un pecado mortal anula todo el valor sobrenatural de los actos que hemos realizado en gracia. Pero al recuperar la gracia, porque Dios por su infinita misericordia nos perdona, por ejemplo, al recibir el sacramento de la penitencia o confesión, entonces recuperamos con creces todo el valor de los actos que habíamos realizado en gracia

Al final nos examinarán del amor: si dimos de comer al hambriento, si visitamos a los enfermos y presos, si hicimos las demás obras de misericordia corporales; y si esas obras se nos pueden contar como válidas, es decir, si como mínimo, hemos muerto en gracia de Dios; en ese caso, el Rey Jesús, el Verbo hecho carne, nos dirá que vayamos con Él al Cielo, pero si no hicimos obras de misericordia corporales que se nos puedan contar como válidas, es decir, si no hemos muerto en gracia de Dios, nos dirá que vayamos al fuego eterno. Como Él mismo nos enseñó refiriéndose a su segunda venida como rey (Mt 25,31-46). Y sin olvidarnos de las obras de misericordia espirituales, ni de realizar unas y otras por amor de Dios.

Estar en gracia al morir es un mínimo; hay que hacer las obras de misericordia corporales y espirituales formalmente por amor de Dios, hacerlas porque Dios lo quiere; hacerlas por caridad, hacerlas unidos a Dios. Porque, como enseña santo Tomás de Aquino allí mismo (Suma Teológica, 2a-2ae, q. 24, a. 12c), la caridad esencialmente "consiste en que Dios sea amado sobre todas las cosas y que el hombre le esté sometido por completo, enderezando todo lo suyo a Él, ... la amistad divina nos manda cumplir su voluntad". Hay que hacer las obras de misericordia en unión con Dios y en completa sumisión a Dios, si no, no tiene valor de vida eterna; y si se alardea de que se hacen por "justicia", aún valen menos; y si se hacen para ser vistos, ya tenemos nuestra paga en eso, como enseñó el Señor; y si se hacen porque uno mismo lo quiere, políticamente o socialmente, entonces es hacerlas carnalmente, como quiere Satanás. La pseudoteología del anticristo es hablar de hacer las obras de misericordia, materialmente, o carnalmente, o por "pseudojusticia" social, al margen de Dios, no por caridad, ni por amor, no porque Dios lo quiere, no por la gracia, ni estando en gracia, como mínimo, al morir; suplantar la caridad, el amor de Dios, el reino de Dios, por lo "social" sin Dios, lo asistencial, sin Dios; y encima por pseudojusticia social, para más inri.

El amor al prójimo ha de ser formalmente por amor de Dios; como Nuestro Señor Jesucristo, el Verbo hecho carne, nos ha amado; y ha de ser porque Él lo manda, si es sólo porque nosotros queremos, es solo materialmente o según la carne, carnalmente, y no sirve:

"Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros. Como yo os he amado, amaos también vosotros los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os tenéis amor los unos a los otros" (Jn 13,34-35; Jn 15,12; Jn 15,10; 1Jn 2,7; 2Jn 5).

Es nuevo este mandamiento, porque amar al prójimo como a sí mismo, a uno mismo, ya estaba en el Antiguo Testamento, Pero ya éste antiguo, ha de ser por amor de Dios y porque Él lo manda; si quitamos el palo vertical, el horizontal se cae.

No se puede, no se debe separar el reinado de Jesucristo de su amor. Amarle a Jesús, el Verbo hecho carne es tenerle como rey, obedecerle, cumplir sus mandamientos:

"Si me amáis, guardaréis mis mandamientos (Jn 14,15).

Juan Leal comenta: "El amor está en la obediencia, cf v.21", (en La Sagrada Escritura, comentario por profesores de la Compañía de Jesús, Nuevo Testamento, vol. I, pg. 1.017)

Y este versículo 21 dice en efecto:

"El que conoce mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama. Y el que me ama será amado de mi Padre, y yo le amaré y yo me manifestaré a él" (Jn 14,21)... "Todo el que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y moraremos en él. El que no me ama no guarda mis palabras... El Paráclito, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, Élos enseñará todo y os recordará cuanto os he dicho" (Jn 14,23-26)

Tarancón tiene un libro sobre el Sagrado Corazón. Pero excluye su reinado. Por ahí, por la exclusión del reino de Dios, del reinado de Jesús, ha venido la crisis de la devoción al Sagrado Corazón y la crisis de la Iglesia. Por ahí, porque es la reducción de la vida cristiana a lo asistencial sin caridad infusa por Dios y, por consiguiente, la eliminación de lo sobrenatural, prescindir de Dios, una religión sin Dios, con el hombre, el colectivo humano, como ser supremo.

Cuando se convocó el Concilio Vaticano I, un manifiesto masónico convocó un anticoncilio y en el manifiesto está la vieja táctica de reducir la vida cristiana a lo asistencial sin caridad infusa por Dios, sin lo sobrenatural.

"Nosotros, los librepensadores,deseosos del bien general

Y eso de nada vale. Es lo que quiere el demonio.

En Cáritas actúan a sus anchas socialistas ateos.

Se trata de la paz de Cristo en el reino de Cristo, y si no, no ha de haber paz.

"La paz os dejo, mi paz os doy, yo os la doy, no como la da el mundo

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LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, se va desarrollando en torno a la "cuestión social", que es la explotación de los trabajadores, no sólo en la utilización de su trabajo para obtener como sea el máximo beneficio los explotadores dirigentes de empresas capitalistas o de empresas estatalizadas,
sino más aún en la utilización del malestar de los trabajadores (engendrado en ellos por sus explotadores económicos) para lanzarlos a la revolución para conquistar el poder los dirigentes revolucionarios.
Junto a las prácticas de acción social y benéfica promovida por las instituciones de la Iglesia en beneficio de los necesitados y marginados a lo largo de los siglos, en el siglo XIX se desarrolla su doctrina social, que culmina, como primera formulación pontificia en la encíclica Rerum Novarum de 1891. Seguirán otros desarrollos en el siglo XX. Y se basa en:

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La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se centra inicialmente, como le pide el propio Jesús, el Verbo hecho carne, a santa Margarita María Alacoque, no sólo en el culto, sino principalmente en el amor, consagración y reparación al amor divino de Jesús simbolizado en su Corazón humano, que le muestra a ella. Y las primeras imágenes son dibujos hechos por santa Margarita María, no de la figura completa de Jesús, sino sólo de su Corazón, llevando, eso sí, todas las expresiones de su amor apasionado por nosotros, que no se quedan en palabras, sino que son obras de su corazón ardiente: la corona de espinas, la cruz, las llamas con su luz y la enorme herida de la lanzada.

Nosotros los hombres, varones y mujeres, no debemos quedarnos sólo en palabras, sino que tenemos que hacer la voluntad de Dios:

«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande».
(Mt 7,21;24-27).

Lo contrario, aclamar a Jesús como Dios y recibir sus enseñanzas de la Iglesia sin obrar y vivir según la voluntad de Dios, sino pretendiendo compatibilizar en alguna medida esas enseñanzas y el obrar y vivir según lo que al yo le parezca apetecible y social y políticamente rentable, es el catolicismo liberal y el socialista. No es aceptar el reino de Dios, sino el imperio de Satanás, del que nos liberará el propio Jesús, el Verbo hecho carne, al implantar en nosotros el reinado de su Sagrado Corazón, es decir, que lo hará por el infinito amor misericordioso que nos tiene.

La devoción al Sagrado Corazón es por consiguiente, radicalmente opuesta al liberalismo y al socialismo. Como constató el jesuita ignaciano Enrique Ramière. Por eso ha sido ahora descartado en las formulaciones oficiales, no en las reales: lo que queda de la devoción al Sagrado Corazón es ramierista. No queda mucho, pero Jesús, el Verbo hecho carne, reinará al final, reinará en la larga época final de la historia, en todas las almas y en todas las naciones, pese a sus enemigos y a los que a ello se opongan, y su reino no tendrá fin, continuará por los siglos de los siglos, más allá de la historia, eternamente en el cielo.

Porque a mayor abundamiento, como explica también santo Tomás de Aquino en el mismo lugar citado, la caridad esencialmente "consiste en que Dios sea amado sobre todas las cosas y que el hombre le esté sometido por completo, enderezando todo lo suyo a Él, ... la amistad divina nos manda cumplir su voluntad" (Suma de Teología, 2ª-2ae, 24, 12c).

En un primer viernes de 1674, tiene lugar la segunda de las cuatro grandes revelaciones a santa Margarita María Alacoque, que ella refiere así:

"Se me presentó el Corazón divino como en un trono de llamas... Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado de los hombres y de apartarlos del camino de perdición, adonde Satanás los precipita en tropel, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón... Es preciso honrarle bajo la figura de ese Corazón de carne, cuya imagen quería que se expusiera... Me aseguró que tiene singular placer en ser honrado bajo la figura de este Corazón de carne, cuya imagen quería que se expusiera en público a fin de mover, añadió, por este medio el corazón insensible de los hombres. Me prometió que derramaría en abundancia todos los dones de que está lleno sobre el corazón de todos los que le honren...
Esta devoción era como un supremo esfuerzo de su amor que quería favorecer a los hombres en estos últimos tiempos con esta redención amorosa, para sacarlos del imperio de Satanás que Él pretendía arruinar para colocarnos bajo la dulce libertad del imperio de su amor, el cual quería establecer en los corazones de todos los que que quisieran abrazar esta devoción".
(Carta 133, cuarta de Aviñón, al Padre Juan Croisset, S. I. del 3 de noviembre de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Págs. 460-461).

Después, en la época del triunfo de esta devoción, proliferan las imágenes de la figura completa de Jesús mostrando su Corazón. Y el rostro es lo que atrae más la atención, debido a la condición humana, tal como le dijo Dios a Samuel.

El Señor dijo a Samuel:
«El hombre mira a los ojos, mas el Señor mira el corazón»
(1 Sam 16,7).

Empiezan las críticas de las imágenes por el aspecto poco satisfactorio del rostro. También comienza la fase inicial de la crisis de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, cuando algunos toman el Sagrado Corazón como bandera de combate político sin tomarlo primordialmente como total entrega personal a Jesús, el Verbo hecho carne, a su Amor divino expresado y simbolizado en su corazón de carne; y cuando proclaman y propugnan el Reinado social del Sagrado Corazón sin entregarse primordialmente de forma total a la obediencia personal absoluta a Jesús, el Verbo hecho carne, sin buscar antes el reino de Dios y su justicia (Mt 6,33) en la propia persona primero y en la de los demás después, como base de Su reinado social.

Santa Teresita, no. Ella dice que no ve como todo el mundo la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que ella lo quiere como centro de su persona, como núcleo total de ella misma, instalada en el Corazón de Jesús:

“Tú sabes que yo no veo el Sagrado Corazón como todo el mundo. Pienso que el Corazón de mi Esposo es para mí sola, como el mío es para Él solo, y le hablo entonces en la soledad de este delicioso corazón a corazón esperando contemplarlo un día cara a cara”.
(Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, Carta del 14 octubre 1890 dirigida a su hermana Celina, con ocasión de una peregrinación de ésta a Paray-le-Monial).

Por eso enseña santa Teresa del Niño Jesús, como doctora de la Iglesia que es, que el amor al Sagrado Corazón de Jesús había de ser personal, en contraste con la corriente dominante.

De esta manera, santa Teresita del Niño Jesús tiene la devoción al Sagrado Corazón como santa Margarita María Alacoque la recibió del propio Jesús, el Verbo hecho carne, y fielmente la transmitió: centrada en el reinado del Sagrado Corazón de Jesús en el corazón de cada persona humana.

Sobre la transmisión por santa Margarita María Alacoque de la enseñanza del reinado total del Sagrado Corazón de Jesús en la propia persona, tenemos el dato del inapreciable testimonio de la madre Saumaise, superiora de Paray le Monial en la época de santa Margarita María. Este testimonio está contenido nada menos que en la Bula de canonización de santa Margarita María Alacoque por el papa Benedicto XV en 1920:

«La madre de Saumaise, concluido el sexenio de su cargo por aquellas fechas, es decir, en 1678, se retiró de Paray. En sus escritos dejó este testimonio de Margarita María:
»en los seis años que vivió familiarmente con ella, jamás se enfrió en su propósito, que ciertamente era
que Dios reinase en ella en todo, ante todo y sobre todo; no dio gusto alguno ni a su cuerpo ni a su alma; esta constante fidelidad le consiguió de la divina largueza eximias gracias y singulares favores; en contrapartida, estas cosas la movían a buscar cruces, aflicciones y menosprecios con todas sus fuerzas; sin que nadie busque con tanta diligencia honores y placeres, como ella deseaba con avidez cruces y desprecios; estas eran sus delicias, aunque a su muy delicada naturaleza le repugnaban y pesadamente las llevaba».

«Mater de Saumaise, absoluto sexennio sui magisterii, sub eodem fere tempore, idest anno millesimo sexcentésimo septuagesimo octavo, Paraedio decessit: in commentariis suis huiusmodi testimonium reddiderat de Margarita Maria: per sex annos, quibus familiariter ea usa erat, numquam propositum illius refrixisse, quo certum erat, ut in se Deus in omnibus regnaret, ante omnia et prae omnibus; nulli unquam oblectamento aut animi, aut corporis eam induisisse; hac constanti fidelitate, eximias gratias a divina largitate et singularia beneficia sibi conciliasse; haec vicissim, ad cruces, afflictiones, despicientias magno opere persequendas, eam excitasse; exstare neminem, qui tantis studiis honores et voluntates concupiscat, quant a illa aviditate cruces et contemptus appetebat: hac erant eius deliciae, quamquam delicatior natura eius talia stomachabatur et graviter ferebat».

(Bula Ecclesiae consuetudo de canonización por Benedicto XV de santa Margarita María Alacoque de 13 de mayo de 1920, AAS 1920, pág. 495. http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-12-1920-ocr.pdf)
(Se puede ver y copiar aquí el original en latín y una traducción de la
Bula de canonización de santa Margarita María Alacoque).

Santa Margarita María Alacoque transmitió así con su ejemplo, y no sólo con lo que dice en la Carta 133, la enseñanza que recibió del propio Jesús, el Verbo hecho carne, de que Su Sagrado Corazón anhela darnos nuestro máximo bien que es la total plenitud del reino de Dios en nosotros, concedernos que vivamos totalmente según Dios, con la renuncia a darnos cualquier gusto y con la aceptación e incluso la búsqueda de los padecimientos y humillaciones que Dios disponga y su ofrecimiento alegre.

"Esta devoción era como un supremo esfuerzo de su amor que quería favorecer a los hombres en estos últimos tiempos con esta redención amorosa, para sacarlos del imperio de Satanás que Él pretendía arruinar para colocarnos bajo la dulce libertad del imperio de su amor, el cual quería establecer en los corazones de todos los que que quisieran abrazar esta devoción".
(Carta 133, cuarta de Aviñón, al Padre Juan Croisset, S. I. del 3 de noviembre de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Págs. 460-461).

El beato papa Pío IX explicó que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús la quiso Nuestro Señor para encender la caridad en todos y para que así caminemos según su Corazón como Dios quiere:

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es para encender la caridad en todos y que, inflamados de amor, caminemos según su Corazón agradándole a Dios
Así lo enseñó en 1864 el beato Pío IX, Papa, en el Breve de beatificación de Margarita María Alacoque y en la encíclica Quanta Cura que venía con el Syllabus

El propio Jesús, el Verbo hecho carne, le reiteró también a sor María del Divino Corazón que el verdadero núcleo de esta devoción es la unión personal con Él:

"Una vez, hablando de este mismo asunto de las comuniones, dijo que su deseo había sido establecer el culto de su Divino Corazón, y que ahora que este culto exterior estaba introducido por sus apariciones a la bienaventurada Margarita María y extendido por todas partes, Él quería también que el culto interno se estableciese más y más; es decir, que las almas se habituasen a unirse cada vez más con Él interiormente y a ofrecerle sus corazones como morada".
(Soeur Marie du Divin Coeur, Luis Chasle, cap. VIII, pg. 240, ed. 1925, París).

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Claro que para vivir del todo según Dios y nada según uno mismo hay que sufrir.

«Querer amar a Dios sin sufrir por su amor no es más que una ilusión».
(Carta nº 108. A la Hermana Joly, del 28 de agosto de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 397).

"Nunca debe, quien al cielo aspira, buscar otro camino que la cruz"
(Autobiografía, 5. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 449, pág. 122).

No basta con la vida cristiana dulcita y blandita -sin cruz- que se solía difundir ad usum Delphini, sino aceptar todos los sufrimientos y humillaciones que Dios quiera que se tengan, mortificarse con los sufrimentos de las privaciones; e incluso, imitando a los santos, pedir más sufrimientos y humillaciones, y darle las gracias por los que nos conceda, porque el amor ha de ser obviamente verdadero, es decir, amor con locura, como el que nos tiene Jesús, el Verbo hecho carne.

Y para ello hay que hablar seriamente con Él y recordarle nuestra incapacidad para sufrir nada y que es preciso que nos dé su gracia, creada e Increada, el Espéritu Santo, porque vamos a pedirle que reine del todo en nosotros, a toda costa y a todo riesgo, que es lo más sensato.

Porque el placer es un obstáculo para que reine el Sagrado Corazón de Jesús, como explica santa Margarita María:

"No olvido a la otra persona de quien me habláis en vuestra carta. Pero el Sagrado Corazón de Nuestro Señor reinará con dificultad en el suyo, porque en él hace reinar con exceso el placer".
(Carta nº 38. A la Madre Saumaise, 1685. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 277).

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Este reinado de Jesús, el Verbo hecho carne, en cada persona, como enseña san Agustín, es la base del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en toda la sociedad humana. Así lo enseñaron el jesuita ignaciano Enrique Ramiére y sus continuadores, entre los que destacan el también jesuita ignaciano Ramón Orlandis y el gran teólogo seglar y padre de familia, Francisco Canals.

Obedecerle a Satanás no consiste en considerarle y venerarle como el ser supremo explícitamente, sino que a lo que Satanás induce es a que cada uno viva según él mismo y no según Dios, como si Dios no existiera.

Así lo explica san Agustín (La Ciudad de Dios, XIV) cuando aclara aquella doctrina enseñada de parte de Dios por san Pablo que proscribe obrar según la carne (Gal 5,16-25; Gal 6,7-8; 8,5-14).
San Agustín aclara que vivir según la carne, no es solamente vivir según el cuerpo humano o simplemente según los deseos sexuales, sino que es vivir según uno mismo, porque Satanás no tiene cuerpo carnal y es el jefe y modelo de obrar según la carne.

"No se hizo semejante al diablo el hombre por tener carne, de que carece el diablo; sino por vivir según él mismo, es decir, según el hombre. También el diablo quiso vivir según él mismo, cuando no se mantuvo en la verdad. Y de este modo habló mentira, no de Dios, sino de sí propio, que no sólo es mendaz, sino el padre de la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 3. BAC, 1958, pág. 927).

"Cuando el hombre vive según el hombre y no según Dios, es semejante al diablo. Porque ni el ángel debe vivir según el ángel, sino según Dios, para mantenerse en la verdad y hablar la verdad que viene de Dios; no la mentira que nace de sí mismo... Cuando el hombre vive según la verdad, no vive según él mismo, sino según Dios".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 927).

"El hombre no fue creado recto para vivir según él mismo, sino según su Hacedor, esto es para hacer la voluntad de Dios antes que la suya. No vivir como su condición exigía que viviera, eso es la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 928).

San Pablo mismo dice con todas las letras que ser carnal es vivir según el hombre:

«Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?»
(I Cor 3,3).

Parece lo más impactante que vivir según uno mismo, vivir como si Dios no existiera, es lo que quiere Satanás que hagamos; y por consiguiente es estar sometido al imperio de Satanás. Intentar compatibilizar vivir según Dios y vivir según uno mismo es autoengañarse y darle entrada a Satanás para que domine e impere. No es ya vivir del todo según Dios.

Pero aún es más impactante que San Pablo enseña de parte de Dios que a Nuestro Señor le costó la vida, dio la vida, para liberarnos, al hacer posible que vivamos para Él y no para nosotros mismos, como si Dios no existiera:

"El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.
Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
(2 Cor 5,14-15)

El imperio de Satanás también es sobre la sociedad, pero conviene insistir en que su raíz más profunda y más sometedora es el sometimiento de cada persona humana a vivir según ella misma y no según Dios. Y vivir según uno mismo lleva a odiar a Dios.

El imperio de Satanás es todo sistema que impone vivir y obrar según uno mismo, como si Dios no existiera. Todo sistema políticamente correcto en la modernidad y en la posmodernidad impone vivir como si Dios no existiera. Es el imperio de las estructuras de pecado cada vez más ineludiblemente dominantes hoy en lo político, en lo económico, en lo social y en lo personal.

El mismo san Agustín explica que la base de la dimensión social del imperio de Satanás está en que hay quienes viven según la carne, es decir, viven y obran según ellos mismos, como si Dios no existiera. Y basa el reino de Dios, la ciudad de Dios, en que hay otros que viven y obran según el espíritu, es decir, según Dios; y en eso mismo explica que está la contraposición y enfrentamiento entre ambas ciudades o sociedades humanas:

"De que hay unos que viven según la carne y otros según el espíritu, se han originado dos ciudades diversas y contrarias entre sí... Con claridad meridiana escribe san Pablo a los de Corinto: «Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?» (I Cor 3,3). Luego proceder según el hombre es igual a ser carnal... Poco antes había llamado [hombres] animales a los mismos que ahora llama [hombres] carnales. Dice así: «... El hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para todos son necedad» (I Cor 2, 11-14)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, págs. 928-929).

"Siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra... no forman más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la de los que quieren vivir según el espíritu".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. I. BAC, 1958, pág. 921).

"Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma, y la segunda, en Dios; porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Aquella se engríe en gloria, y ésta dice a su Dios: "Tú, mi gloria..." (Sal 3,4)... En aquella, sus sabios, que viven según el hombre... se desvanecieron en sus pensamientos y su necio corazón se oscureció... En esta, en cambio, no hay sabiduría humana, sino piedad, que funda el culto legítimo al Dios verdadero, en espera del premio en la ciudad de los santos... «con el fin de que Dios sea todo en todas las cosas»." (I Cor 15,28).
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. BAC, 1958, pág. 985-986 ).

Y así llegó a ser doctrina de la Iglesia la del reinado social del Sagrado Corazón de Jesús en toda la sociedad humana. Y así queda expresada esta doctrina en la liturgia con la proclamación como solemnidades de la fiesta del Sagrado Corazón y de la fiesta de Cristo Rey.

Y sin embargo la crisis de la devoción al Sagrado Corazón fue a más en el siglo XX, por no asentarla en su reinado primero en los corazones y sobre esta base, en las naciones; porque cuando no se vive como se piensa se acaba pensando como se vive; y vivir no según Dios, sino vivir como si Dios no existiera, llevó a no creer en Dios e incluso a creer que Dios no existe. Canals dijo en 1997:

"Muchas de las causas de la crisis de que se ha hablado en nuestro siglo [el XX] sobre esta devoción no son otra cosa sino la debilitación de aquellas verdades dogmáticas".
(Francisco Canals, Obras Completas, vol. 4A, pág. 249)

Verdades dogmáticas a las que alude en el mismo escrito:

"Al afirmar que este culto está plenamente fundado en el dogma católico, y por esto mismo deriva de la divina revelación expresada en la sagrada Escritura y en la Tradición de la Iglesia, en modo alguno hay que negar que su crecimiento y evolución progresiva sería incomprensible sin las revelaciones recibidas con carisma profético por santa Margarita María Alacoque. Si se quisiese prescindir de ellas, no se hablaría de la devoción aprobada en el Magisterio y presente en la liturgia" (ib.).

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"En este día de gracia, pido a Jesús que fortalezca vuestra fe y se convierta en el Soberano de vuestras vidas"
(Mensaje anual de la Virgen de la paz de Medjugorje del 25.12.2022)

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La síntesis de la religión y la vida

La Iglesia no concede la aprobación a ninguna organización apostólica, aunque presente como objetivos el llevar a todos a la santidad o promover la ayuda a los más necesitados del mundo entero, si no antepone a esos loables objetivos el de la vida cristiana para conseguir la santidad personal de los propios miembros de esa organización.

La Iglesia, para beatificar a alguien, examina ante todo la santidad personal de la persona propuesta, la heroicidad de sus propias virtudes, y, sobre esta base, sus acciones exteriores, que son fruto y señal de su vida personal unida a Cristo.

La tarea de todo cristiano es realizar la síntesis de la religión y de la vida en sí mismo ante todo y, consiguientemente, porque el bien es difusivo, contribuir a su realización en su prójimo, en toda la sociedad y en todos los aspectos de la vida social y política. Debe configurar su vida con Cristo prioritariamente, y, en consecuencia, pero al mismo tiempo, procurar la misma configuración con Cristo en la vida de su prójimo y en todos los aspectos de la civilización y de la cultura de su época. Si los cristianos de la Edad Media lograron que empezase a fructificar el desarrollo de su civilización al cristianizarla aunque imperfectamente, la sociedad cristiana no es algo exclusivamente medieval. La humanización de la vida es el objetivo de todas las épocas, y la cristianización es siempre la clave de la civilización. Así lo expresó en 1947 Pío XII con ocasión de la canonización de san Nicolás de Flüe ante los peregrinos suizos que honraban a su compatriota:

"¿Caéis en la cuenta, amados hijos de la hora presente y de la dolorosa antítesis que ofrece a nuestros ojos? De una parte nosotros, que cantamos la gloria de los santos de la Edad Media, de aquellos santos que han realizado en sí mismos, en la unidad de la religión y de la vida, la «devoción a Dios», y de la otra, en el polo opuesto, una parte excesivamente grande del Mundo llevando a la práctica la «devoción al Mundo», la idolatría del Mundo hasta la negación de Dios, hasta la profesión del ateísmo más absoluto.
¿Cuál será prácticamente la solución en lo que a vosotros concierne, vosotros que vivís en medio de este desconcierto de los más altos valores espirituales y morales? ¿La vuelta a la Edad Media? Nadie ha soñado con eso: pero sí la vuelta a aquella síntesis de la religión y la vida. Ésta de ningún modo fue un monopolio de la Edad Media: supera infinitamente todas las contingencias y es siempre actual, porque es la clave de arco de toda civilización; el alma que ha de vivificar toda cultura, so pena de que se destruya con sus propias manos y se precipite en el abismo de la malicia humana, que ante sus pasos se abre desde el momento en que con la apostasía comienza a separarse de Dios" (Pío XII, 16.05.1947. Cristiandad, Barcelona, 1.07.1947).
[Discurso del papa Pío XII del 16.05.1947 a los peregrinos suizos llegados a Roma para la canonización de San Nicolás de Flüe. (De Ecclesia)]
[Discorsi e Radiomessaggi di Sua Santità Pio XII, IX,  2 marzo 1947- 1° marzo 1948, pp. 71-80. Tipografia Poliglotta Vaticana]

El Papa constata que aquella síntesis realizada en la Edad Media, aunque imperfectamente aún, entre la religión y la vida, se ha disgregado, desintegrado, hasta convertirse en "desconcierto" y producir la "antítesis" de "la profesión del ateísmo más absoluto". La civilización y la cultura van así a la autodestrucción, este es el pronóstico que sigue a ese diagnóstico. Y la solución es la siempre actual síntesis de la religión y de la vida. Esto es lo que vino Jesucristo a traer y lo que dejó como misión de la Iglesia, y que Él realizará`plenamente a su vuelta, no sólo lo sobrenatural propio de su divinidad, sino la inserción de lo sobrenatural, de lo divino, en lo natural humano. Para redimirlo, para sanarlo, para humanizarlo. Y para divinizarlo, para sobrenaturalizarlo, para darle valor de vida eterna. Para habilitar a cada hombre para ir al cielo. Y cristianizar también la sociedad para que pueda cumplir el deber de acatar a Dios como tal sociedad colectivamente, y porque esto, el reino de Dios en lo social y en lo político, es el bien del hombre, la vida según la voluntad de Dios, porque crear así el ambiente apropiado para que cada persona pueda llevar una vida cristiana es propiciar la vida plenamente humana, y de ahí vendrá el florecimiento y la fructificación de la civilización y de la cultura en su máximo esplendor terreno.

Esta síntesis de la vida humana individual y colectiva y de la vida divina, en la tierra, será realizada en el reinado de Cristo, que Él mismo implantará a su vuelta por el infinitamente misericordioso amor ardiente que nos tiene expresado en su Sagrado Corazón.

Pero en el segundo tercio del siglo XX no se extendió el reinado del Sagrado Corazón en las almas, sino que progresó su reducción, porque la inmensa mayor parte de la población mundial estaba sometida a regímenes descristianizadores e incluso perseguidores, y los creyentes en el Sagrado Corazón hablaban de su reinado social más de lo que obraban en la extensión de su reinado en lo personal propio y ajeno; y sin total entrega personal al reinado del Sagrado Corazón no hay reinado social, sino imperio de Satanás en casi todas las almas y en la sociedad. Mientras se extendía la pseudoteología del anticristo, que reduce lo social a lo asistencial, es decir, a hablar de hacer las obras de misericordia, materialmente, o carnalmente, o por "justicia" social, al margen de Dios, no por caridad, ni por amor, no porque Dios lo quiere, no por la gracia, ni estando en gracia, como mínimo, al morir; suplantar la caridad, el amor de Dios, el reino de Dios, por lo "social", lo asistencial; y encima por "justicia" social, para más inri; por pseudo justicia social.

Y así ha sobrevenido en el último tercio del siglo XX y en el XXI el retroceso hasta el eclipse total del amor al Sagrado Corazón de Jesús, incluso utilizando la devoción a la Divina Misericordia para eliminar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Ahora ya ni se nombra nunca el Sagrado Corazón de Jesús cuando se habla de la devoción a la Divina Misericordia. Siendo así que el sagrado Corazón de Jesús no se omite en las revelaciones de Jesús a santa Faustina, ni en el diario de ésta. Los dos rayos salen del Sagrado Corazón. Lógicamente, porque la Sangre y el Agua brotaron cuando la lanzada abrió el Corazón del Crucificado:

Uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua.
(Jn 19,34).

Y asi progresa aceleradamente la descristianización y el imperio de Satanás en la sociedad y en casi todas las almas, menos en un pequeño resto. En Alemania el 9% de los católicos frecuentaba los templos en 2019; en Navarra, menos: el 8'9% en 2018; en Barcelona, menos aún; en Guipúzcoa mucho menos todavía, etc. Eso antes de la plaga de Covid y de su utilización desde marzo de 2020 para reducir brutalmente esas ya escasísimas cifras de asistencia presencial a la santa misa y de la imprescindible recepción de Jesús sacramentado, que es un indicador, no sólo de la virtud de la religión, sino de la vida cristiana, de la vida en gracia, que es la caridad, que tiene un mínimo que es vivir en gracia (Cf. Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, 2a-2ae, q. 24, a. 12c; y todo su Tratado De Caritate).

Mientras, el katejon, persona moral o colectivo, que obstaculiza la plena dominación persecutoria anticristiana, parece ser que fue apartado desde la confirmación, el 7 de enero de 2021, de la caída de Trump. Aunque por lo mismo, su victoria electoral en 2024, lo prefigura de nuevo como katejon, o al menos como katejoncillo.

Siendo así que la gran persecución anticristiana ya está formulada como programa político desde 2015.

En el mundo comunista prosigue la política de control: el cabecilla del comunismo que tiene sometida totalitariamente a China Continental insiste en que toda religión en China debe someterse a la dictadura comunista

Y, aprovechando la plaga de Covid, en 2021 fue proclamado y anunciado en Davos para 2030, el Gran Reinicio o Gran Reseteo como síntesis del capitalismo y del comunismo en la común imposición de vivir como si Dios no existiera

Pero el Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, reinará en todas las almas. Es su promesa incondicional, su anuncio y su profecía absoluta transmitida por santa Margarita María Alacoque. Reinará en todas las almas y por consiguiente en la sociedad humana. El Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, reinará en todas las almas y en todas las naciones.

Parece ser que vamos de derrota en derrota (nuestra) hasta el triunfo final (de Él):

«El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal» (CEC 677)

La mayor promesa del Sagrado Corazón de Jesús es la de su reinado
Es una promesa absoluta, no condicionada. A diferencia de las otras promesas que le hizo Jesús a santa Margarita María Alacoque, ni siquiera está condicionada a una previa devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Al revés, esta devoción triunfará plenamente cuando Jesús, al evidenciar su segunda venida, elimine los obstáculos que se oponen a que reine en todos los corazones y consiguientemente en todas las naciones, los obstáculos de las estructuras de pecado políticamente correctas que imponen vivir como si Dios no existiera, los obstáculos anticristianos, los obstáculos del Anticristo, los obstáculos del misterio de iniquidad, los obstáculos del imperio de Satanás. Y mediante la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía.
Más que una promesa es una profecía con todos los aspectos de profecía absoluta, no condicionada. Un anuncio. Como en el tercer misterio luminoso que se nos manda rezar, no en vano:

"El anuncio del Reino de Dios por Jesús, invitando a la conversión".

Es la buena nueva. El Evangelio. La buena noticia:

Jesús, el Verbo hecho carne, reinará en todos los corazones y en todas las naciones.

Sí. Estamos muy felices y contentos porque está anunciada, como una profecía incondicionada y absoluta, la implantación universal en todos los corazones y en todas las naciones del Reinado del Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, y la previa destrucción del catastrófico sistema anticristiano actual, tras su próxima dominación total.

En todos los corazones, sí, en todos:

«He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahveh -. Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días - oráculo de Yahveh -: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande -- oráculo de Yahveh - cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme». (Jer 31, 31-34).

«Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades».
(Hch 3,26).

Y en todas las naciones, sí, en todas:

Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre. (Sal 86,9; Ap 15,4).

«En su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos».
(Lc 24,47 ).

Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones.
(Isaías 2,2).

Isaías (60,1-6)
¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y
la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti. Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.
(Isaías (60,1-6)

Así fue anunciada y proclamada con seguridad la esperanza cierta y firme de la Iglesia por el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar con toda seguridad la catolicidad de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo, y que todos los pueblos obrarán en consecuencia en el futuro, obedeciéndole a Dios. Y a la Iglesia y al Papa cuando enseñan con la autoridad que Dios les ha dado en materias de fe y de moral, estando la normativa ética de la política entre las materias sobre las que el Papa tiene autoridad, cuando la ejerce, lo mismo que la Iglesia Católica.

El Concilio Vaticano II proclama así como esperanza de la Iglesia cierta y segura la futura unidad católica mundial que se producirá no por la exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa y visible a reinar no visiblemente, y con la que, al evidenciar misericordiosamene Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Es la catolicidad mundial consecuente, que es lo mismo que decir la unidad religiosa de toda la humanidad, como dice Canals:

«Según el Apóstol, los judíos son todavía hoy muy amados de Dios por causa de sus padres… la Iglesia espera, con los Profetas y con el mismo Apóstol, el día sólo por Dios conocido en que todos los pueblos invocarán el nombre del Señor con una sola voz y le servirán con un solo hombro (Soph. 3, 9)» (Concilio Vaticano II. Nostra aetate, 4).
"Tratando de la religión judía, y afirmando la futura conversión de Israel, el texto anuncia la futura unidad religiosa de toda la humanidad".

(La teología de la historia del Padre Orlandis, S. I. y el problema del milenarismo, Francisco Canals, CRISTIANDAD, Barcelona. Año LV. Núms. 801-802. Marzo-Abril 1998. Págs. 23-28)

Y así fue proclamada por el Papa la misión de la Iglesia:

"Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios".
(Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Misiones de 2009).

Se ha de cumplir en el futuro la profecía de Ap 11,15
«El reino de este mundo se ha hecho de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos»

La mayor promesa del Sagrado Corazón de Jesús es la de su reinado.....

El anuncio del Reino de Dios es el núcleo central de la predicación de la Buena Nueva por Jesús, el Verbo hecho carne

Todavía no ha implantado Jesús el Reino de Dios en la tierra en su plenitud de ejercicio, pero lo implantará

La Cristiandad futura

La Buena Noticia de la implantación universal del Reino de Dios y la eliminación del actual sistema anticristiano, tras su próxima dominación total

Jesucristo quiere a toda costa reinar en cada alma porque ese es nuestro bien

Y el Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, reinará en España y con más veneración que en otras muchas partes

El anticoncilio Vaticano I
Como ya existían diversas obediencias masónicas y todos querían mandar, el Anticoncilio de Nápoles degeneró desde la primera sesión (en el teatro San Ferdinando el 9.01.1869, porque el día anterior estaba ocupado por una función teatral) en una bronca gigantesca (una vacarme). Y fue disuelta esa sesión por la policía. Una semana después se reunieron de nuevo, esta vez en un hotel y se produjo otra escandalera de gritos (otra vacarme); y esta vez fue el maitre del hotel el que los echó a la calle. Los demás hoteles no les admitieron ningún día. Y quedó abortado el Anticoncilio de Nápoles. Cuya finalidad no era sólo atacar a la Iglesia, sino, quizá como objetivo principal, adueñarse de la jefatura de toda la masonería y las diversas obediencias no se dejaron. Quedaron los textos: el del manifiesto de Ricciardi, el de su programa y el de los "librepensadores parisinos". En estos textos se pueden constatar las coincidencias con las ideas desacralizadoras que siglo y medio después se oyen y se leen en supuestos o aparentes miembros de la Iglesia. En esta Iglesia aparente, en efecto, se propugna la realización de obras asistenciales y la entrega de dinero para ellas al margen de Dios, al margen del amor o caridad infundida por el Espíritu Santo como hábito infuso, que consiste en obedecerle a Dios en todo, material y formalmente, es decir, hacerlo todo según la voluntad de Dios, habiendo recibido su reino por la efusión del Espíritu Santo que Él da a los que se lo piden, como no en vano nos enseñó Jesús, el Verbo hecho carne, a pedirle a Dios Padre en el padrenuestro. Sin tener en cuenta que conocemos la tajante advertencia divina de 1 Co 13, 3:
Si repartiera todos mis bienes entre los necesitados; si entregara mi cuerpo a las llamas, pero no tengo amor [en el original griego, agape], de nada me serviría.
La Iglesia aparente suplanta a la centrada en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es la Iglesia del Anticristo. Le llama caridad a lo mismo que aquí en estos textos del Anticoncilio de 1869:
"Nosotros atribuimos a la palabra Caridad un significado muy diferente del que le atribuyen los sacerdotes, pues, para nosotros Caridad es Justicia, y si no empleamos esta última expresión, es porque la otra es mejor comprendida por las masas".

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[0:08, 10/2/2025]: Efectivamente las imágenes de personas nos hacen evocar a las personas representadas y no dirigirnos a las imágenes en sí. Así lo enseña Aristóteles. Y aunque era un pagano, por ser esto una verdad de razón natural ha podido servir de base a la doctrina de dar culto a las personas santas, incluso divinas, por medio de sus imágenes y de no dar la razón a los iconoclastas.

[0:09, 10/2/2025]: Aparte de la experiecia humana, la elección por la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús como símbolo del infinitamente misericordioso amor que nos tiene Jesús, el Verbo hecho carne, fue causada porque el propio Jesús, Nuestro Señor, lo eligió como símbolo y así nos lo comunicó a la Iglesia y al mundo por medio de santa Margarita María Alacoque, la monja que, por consiguiente, fue así enviada por el Señor a actuar como profeta y puede ser proclamada como tal profeta o profetisa, si el Papa así lo decide, como otros y otras han sido proclamados Doctores o Doctoras de la Iglesia cuando los Papas lo han tenido a bien. Como explicaba Canals.

[0:21, 10/2/2025]: El amor que pide Jesús, el Verbo hecho carne, al mostrarnos su Sagrado Corazón, es que aceptemos y recibamos el bien que tanto ansía darnos, que es reinar en nosotros, que hagamos la voluntad de Dios, que vivamos según Dios "el que me ama cumplirá mis mandamientos". "No el que me dice Señor, Señor, sino el que hace la voluntad de mi Padre".

[0:35, 10/2/2025]: No sé puede separar el reinado del Sagrado Corazón de su devoción. Separarla del reino de Dios es una horrenda mutilación. Por eso ha venido la crisis de esta devoción y de la Iglesia. Y precedentemente, la de la Orden encargada de propagar la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, que, de todas formas, reinará, como anunció y prometió reiteradamente Él al dar comienzo a esta devoción por medio de santa Margarita María Alacoque:
"Nada temas, reinaré a pesar de mis enemigos y de los que a ello quieran oponerse".
"Sobre las ruinas del imperio de Satanás..."
Tarancón también tiene un libro sobre el Sagrado Corazón. Prescinde en él de su reinado.

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Pero la Iglesia no es una ONG:

"La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y desean compartir esta experiencia de profunda alegría, compartir el mensaje de salvación que el Señor nos ha dado. Es el Espíritu Santo quien guía a la Iglesia en este camino. Quisiera animar a todos a ser portadores de la buena noticia de Cristo... Vivir en este aliento universal, respondiendo al mandato de Jesús “id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,19), es una riqueza para cada una de las Iglesias particulares, para cada comunidad".
(Mensaje del papa Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones, Domund de 2013, firmado el 19 de mayo de 2013, Fiesta solemne de Pentecostés).

"La Iglesia no es una asociación asistencial, cultural o política, sino que es un cuerpo viviente, que camina y actúa en la historia. Y este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que lo guía, lo nutre y lo sostiene. Este es un punto que desearía subrayar: si se separa la cabeza del resto del cuerpo, la persona entera no puede sobrevivir. Así es en la Iglesia: debemos permanecer unidos de manera cada vez más intensa a Jesús. Pero no sólo esto: igual que en un cuerpo es importante que circule la linfa vital para que viva, así debemos permitir que Jesús actúe en nosotros, que su Palabra nos guíe, que su presencia eucarística nos nutra, nos anime, que su amor dé fuerza a nuestro amar al prójimo. ¡Y esto siempre! ¡Siempre, siempre! Queridos hermanos y hermanas, permanezcamos unidos a Jesús, fiémonos de Él, orientemos nuestra vida según su Evangelio, alimentémonos con la oración diaria, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en los Sacramentos". (Francisco, Audiencia General del miércoles, 19 de junio de 2013)

“La Iglesia –lo repito una vez más– no es una organización asistencial, una empresa, una ONG, sino que es una comunidad de personas, animadas por la acción del Espíritu Santo, que han vivido y viven la maravilla del encuentro con Jesucristo y que propone a todo el mundo el mensaje de salvación”. (Francisco, martes, 6 de agosto de 2013).

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Oración del Jubileo de la esperanza 2025

Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado en
tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad
infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.

Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz
de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.

Amén.

Firma Papa Francisco. PNS. MSC

Muy bien dicho que la caridad es infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo. Es lo que dice Dios por medio de san Pablo: "el amor de Dios ha sido infundido en nosotros con el Espíritu Santo que se nos ha dado" (Rom 5, 5). Y lo que explica santo Tomás de Aquino: tener caridad es recibir de Dios Su gracia, la Gracia Increada, el Espíritu Santo, a causa de que la caridad no es un hábito adquirido por nosotros mismos, sino que es un hábito infuso, porque la caridad esencialmente "consiste en que Dios sea amado sobre todas las cosas y que el hombre le esté sometido por completo, enderezando todo lo suyo a Él, ... la amistad divina nos manda cumplir su voluntad" (Suma Teológica, 2a-2ae, q. 24, a. 12c)
Que es decir que la caridad o amor, que Dios nos infunde con el Espíritu Santo que nos da, es el reino de Dios en nosotros, en cada uno y en todos, el reino de Dios en su dimensión personal y en su dimensión social. Por lo que también está muy bien dicha la oración de petición de la esperanza del reino de Dios, que no sólo es el anhelo de los bienes del cielo en el que se manifestará para siempre la gloria de Dios porque le veremos cara a cara eternamente, sino la esperanza de la manifestación de Jesús, el Verbo hecho carne en el instante de su Parusía, su segunda venida en gloria y majestad, en la que establecerá su reino en la tierra intrahistóricamente, cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos, en un reinado no visible de suyo, muy diferente por tanto de la continuación de su reinado en el cielo en el que se hará ver en su gloria divina cara a cara para siempre. No nos debemos conformar por consiguiente con que no se nos haga pedir también la esperanza de que venga a nosotros el reino de Dios y que se haga su voluntad en la tierra, como no en vano nos mandó pedirle a nuestro Padre celestial, Jesús, el Verbo hecho carne.