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LA REVOLUCIÓN DE 1934 (golpe armado a la República por parte de la izquierda, que seguía sin aceptar su derrota electoral, con especial importancia en Asturias y en Barcelona)
 

El anuncio de que va a haber tres ministros de la CEDA en el gobierno es utilizado por la izquierda, la conjunción republicano-socialista, para lanzarse a la insurrección armada. La realizan en nombre del antifascismo en la acepción dialéctica de esta palabra, la que utiliza la Komintern para aniquilar a los que no se someten al marxismo.

El Socialista llegó a publicar que «transigir con la Ceda es conformarse buenamente con la restauración borbónica ... ¿Se avienen a eso los republicanos? Nosotros, no».
Citado por el socialista Juan-Simeón Vidarte en El bienio Negro y la insurrección de Asturias, Ediciones Grijalbo, Barcelona-Buenos Aires-México D.F. 1978, pág. 239.

El Gobierno formado el 4 de octubre de 1934, fue el siguiente: Presidencia, Alejandro Lerroux (radical); Estado, Ricardo Samper (radical); Guerra, Diego Hidalgo (radical); Justicia, Rafael Aizpún (CEDA); Marina, Juan José Rocha (radical); Hacienda, Manuel Marraco (radical); Gobernación, Eloy Vaquero (radical); Instrucción, Filiberto Villalobos (liberal demócrata); Trabajo, José Oriol Anguera de Sojo (CEDA); Obras Públicas, José María Cid (agrario); Comunicaciones, César Jalón (radical); Agricultura, Manuel Jiménez Fernández (CEDA), Industria y Comercio, Andrés Orozco (radical) y ministros sin Cartera, José Martínez de Velasco (agrario) y Leandro Pita Romero (independiente).
Y Alejandro Lerroux, manifestaba que la política a seguir por el Gobierno iba a ser el «olvido de los agravios, cordialidad republicana, respeto a la Constitución y mantenimiento de la ley para consolidar la República; autoridad máxima para bien del orden público y defensa de los obreros, siempre que estos se muevan dentro de la legalidad». Diario La Voz de Asturias, 5 octubre 1934, 1ª página.
[El Catoblepasnúmero 32 • octubre 2004; http://nodulo.org/ec/2004/n032p10.htm#kn04].

Estalla en octubre de 1934 la insurrección planificada como guerra civil, y protagonizada por el PSOE, la Esquerra, los comunistas y parte de los anarquistas.
El PNV, aunque no era izquierdista, pareció a punto de participar también, pero esperó un par de días a ver quiénes ganaban, y al ver que no eran los golpistas, se abstuvo.
Más imprudentes resultaron los republicanos, que se precipitaron a anunciar su apoyo político a la rebelión, para luego hacerse los olvidadizos.

Preparada en toda España, la falta de entendimiento en muchos sitios de los socialistas con la CNT y la carencia de apoyos populares masivos hizo que, excepto en dos lugares, sólo se manifestase en que los insurrectos fueron al choque con las fuerzas del orden y en que cometieron múltiples asesinatos.

Pero en Asturias fue una cruenta revolución, la más virulenta y catastrófica de Europa Occidental hasta esa fecha, y el gobierno tuvo que afrontar una verdadera guerra para controlar la situación. Funcionó en Asturias el acuerdo entre la UGT socialista y la CNT controlada por los anarquistas; el PSOE introdujo armas y los mineros manejados por esas centrales sindicales se adueñaron de la situación; se apoderaron de los explosivos de las minas y de las fábricas de armas y de explosivos. Formaron el Ejército Rojo Asturiano con unos 30.000 sindicalistas. Cometieron asesinatos, en especial de eclesiásticos. El gobierno puso el mando central del ejército de la República en manos del general Franco, el cual tuvo que enviar unidades militares con el general López Ochoa al frente, las cuales consiguieron finalmente dominar la zona. Hubo unos 1.000 muertos; de ellos, alrededor de 800 en acción de guerra, 256 gubernamentales y más de 500 revolucionarios; y unos 100 asesinados por los insurrectos y otros 80 por algunos de los agentes de la represión.
Quedaron 15.000 prisioneros entre los mineros de la UGT y de la CNT insurrectos vencidos.

En Barcelona, fue el propio presidente de la Generalidad, Companys, sucesor de Maciá, quien el 6.10.1934, proclamó el Estat Catalá, rompiendo así el Estatuto de Autonomía de Cataluña, además de la Constitución de la II República, como una manera de situarse en rebeldía frente al gobierno general de España, con el objetivo de impulsar a la revuelta a los otros enemigos de ese gobierno y así desestabilizarlo y hacerlo caer:

"Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República han logrado su objetivo y han asaltado el poder. Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy el soporte de las actuales instituciones (...).
En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal Española, y al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica".

Pero no se le unieron ni el ejército, aunque estaba en Cataluña al mando del general Batet, republicano izquierdista, ni los anarquistas de la CNT.
A los anarquistas y a Batet, el Estat Catalá les sonaba como algo ajeno.
Los golpistas de la Generalidad con Companys a la cabeza fueron rápidamente derrotados y encarcelados. Y suspendido el Estatuto de autonomía de Cataluña.
Hubo 46 muertos en Barcelona y algunos más en otras localidades catalanas y fueron incendiadas toda una serie de iglesias.
La misma noche del 6 de octubre de 1934 asesinaron a Mosén Josep Morta, párroco de Navàs, incendiaron el templo parroquial, al igual que profanaron y quemaron los templos de Villafranca del Panadés, Villanueva y Geltrú, Morell, Castellvell de la Marca y Sant Jaume dels Domenys.

El seis de octubre de 1934 tiene un amplio significado en la historia de la rauxa desconectada de la sensatez. En esa fecha Companys, presidente del gobierno autónomo de la Generalidad de Cataluña tiró por tierra la autonomía de Cataluña y su propia jefatura del gobierno de la Generalidad, yendo a parar a la cárcel, al sublevarse, aliado con los golpistas del PSOE, contra el gobierno de la II República española, porque no admitía que gobernasen en España las derechas vencedoras en las elecciones del año anterior.
Esa sublevación del 6 de octubre de 1934 ocasionó la suspensión del Estatuto de Autonomía que tenía en aquel entonces Cataluña y el encarcelamiento de todo el gobierno de la Generalidad con Companys a la cabeza.
Un seis de octubre significa tirar por tierra los propios catalanistas a Cataluña, su autonomía, su libertad. Un 6 de octubre significa tirarlo todo por tierra.

El seny y la rauxa

La rauxa se suele presentar, en una contraposición maniquea, como contraria
a la sensatez, a la mesura, a la cordura, a la ponderación, al tiento, al tacto, a la serenidad, a la ecuanimidad, a la cautela, a la discreción, al juicio, al buen sentido, al sentido común, al aplomo, a la precaución, a la circunspección, a la seriedad, a la madurez, a la formalidad, etc., etc.,
en una palabra, al seny.

En realidad, la rauxa sí que tiene traducción, es el entusiasmo, que no es malo, sino bueno, si no se separa y contrapone a la mesura, porque lo humano es llevar unidos la cordura y el entusiasmo, el seny y la rauxa juntos.
Lo malo es la rauxa sin el seny, el entusiasmo alocado, la impulsividad irreflexiva.
También el seny sin la rauxa queda falseado, desvirtuado, sin fuerza. Es mentira que se tenga una idea seria, si no entusiasma. Si no entusiasma una idea justa, pensada con madurez, es que no se cree en la justicia de la idea.
Contraponer o simplemente separar dos dimensiones de la realidad es maniqueísmo, gnosticismo.
Pregonar que se tiene el seny en exclusiva es una agresión enrauxada, insensata; decir que no tiene traducción es racismo. Ocultar las veces en que se han dejado arrastrar los que lo pregonan por el entusiasmo sin cordura es ignorar que los demás estamos enterados también de eso.
Todo ello es fruto menguado del complejo de superioridad, tan empequeñecedor y canijo. Es un complejo de origen nacionalista, pero del que se contagian otros insensiblemente.

CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN DE 1934

La izquierda proporciona una victoria total a la derecha.
La derecha, dueña de la situación, no establece el fascismo, ni la dictadura, ni la monarquía, sino que mantiene la República y la Constitución de 1931.
La izquierda ha roto la Constitución de 1931.
La Esquerra Republicana ha roto además el Estatut y ha provocado la pérdida de la autonomía de Cataluña, al quedar en suspenso dicho Estatuto.
La derecha mantiene y consolida la II República frente al intento de la izquierda de conseguir el poder, aunque fuese derribando la República.

Pero la CEDA sigue sin atreverse a gobernar como le exigía el ser el grupo mayor en las Cortes.
El Presidente de la República, Alcalá Zamora, que rivaliza con la CEDA en conseguir el apoyo del electorado derechista y quiere seguir ligado a los izquierdistas, se lo impide sin muchas dificultades.
Todo lo más a lo que se atreve la CEDA es a aumentar la presencia de sus miembros en el gobierno: en mayo de 1935, entraban 5 ministros de la CEDA en el Gobierno, entre ellos Gil Robles, pero sin asumir la presidencia que seguía en el Partido Radical de Lerroux.
La derecha no establece una legislación "reaccionaria", ni antisocial. Pero no se entera de que en los objetivos insurreccionales no se trataba de eso, de preocuparse por los desfavorecidos, sino de utilizarlos para hacer la revolución.
Las organizaciones que han protagonizado la acción armada, como son de izquierda, no son ilegalizadas. Y aún siguen hablando dogmáticamente de la democracia como si fueran sus propietarios y diciendo y decidiendo quién es demócrata y quién no.
Los del Partido Radical son impulsados por su cabecilla Lerroux a ser "los defensores y rehabilitadores del socialismo derrotado". No se daba cuenta Lerroux de que los directivos del PSOE, como siempre, iban a buscar el poder por encima de todo y, por de pronto, pasando por encima del cadáver político del propio Lerroux.
La izquierda prepara la revancha y de ahí se desembocará en la guerra de 1936 y, superpuesta a ella, en otra revolución inmensamente más cruenta aún, con su correspondiente represión muchísimo más cruenta también.

Hubo unos 1.400 muertos en 26 provincias incluyendo los 1.000 de Asturias, ocasionados por la insurrección.
En Vizcaya y Guipúzcoa hubo más de 40 muertos, entre ellos algunos dirigentes locales carlistas de Eibar y Mondragón asesinados por los izquierdistas y el diputado tradicionalista Marcelino Oreja Elósegui, que fue conducido a la Casa del Pueblo de Mondragón donde fue asesinado.

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Alcalá Zamora impone el indulto de los jefes militares de la insurrección de la Generalidad de Cataluña. Y de esa forma el gobierno tampoco impulsa ya ningún otro castigo de personajes políticos. Hay al final 4 ejecutados de último rango entre los insurrectos de Asturias, como el sargento Diego Vázquez, que desertó con las armas en la mano para pasarse a los revolucionarios, y el minero Jesús Argüelles «El Pichilatu», que mandó el pelotón que fusiló a ocho guardias civiles. Ambos fueron condenados a muerte en Consejo de Guerra y fusilados el 2 de febrero de 1935.
La impunidad fue el primer paso para el viraje hacia la revancha de la derrota de esa insurrección y guerra de 1934.
Para esa revancha, las izquierdas utilizaron el victimismo, proclamando engañosamente que había miles y miles de víctimas de la represión,
y que los 15.000 prisioneros debían ser liberados.

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Cuando la revolución de 1934 en Asturias:

El poeta comunista Rafael Alberti le dedicó un poema que terminaba de esta manera:

«Mi mano y mi corazón, / ¡contigo!, que Asturias grita, / como ayer: ¡Viva el Nalón / y viva la dinamita».

Dinamitaron los revolucionarios la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, construida en el siglo IX por Alfonso II el Casto, para guardar en ella el arca de madera de cedro, cubierta con placas de plata sobredorada, de 0,70 metros de alta, 1,19 de larga y 0,93 de ancha, que contenía las reliquias que los cristianos habían traído de Jerusalén cuando los musulmanes invadieron Palestina y que al llegar a Asturias, primero estuvo resguardada y escondida en una cueva del monte denominado Monsacro, en el concejo de Morcín, inmediato a Oviedo, para ser traída, según las antiguas crónicas, por el citado rey Alfonso II a la catedral que levantaba en la capital de su reino. También se guardaba en la Cámara Santa la Cruz de los Ángeles, símbolo de la ciudad de Oviedo. Arqueólogos alemanes e ingleses hacían patente su enorme preocupación y disgusto por lo ocurrido en la Cámara Santa y que calificaban de monstruosidad. Dictaminaron: «Ha sido una de las pérdidas más considerables que pudo acontecer en el mundo, porque España guarda un tesoro artístico romano-bizantino, que tenía su mejor representación en la Cámara Santa de Oviedo».

La Universidad de Oviedo fundada en el siglo XVI fue incendiada quedando sólo en pie los muros gruesos y la arquería del lado norte del patio. El incendio trajo consigo la destrucción de su biblioteca con la quema de unos 55.000 libros, 250 manuscritos, 66 incunables, valiosas obras impresas en el siglo XVI y muchos miles de libros de los siglos XVII y XVIII. Esto en la biblioteca general. Además destruyeron la biblioteca de la Facultad de Derecho, independiente de la general, que tenía unos 14.000 ejemplares. Destruyeron además cuadros de Zurbarán, de Ribera y de pintores del XVIII y XIX; y muebles y tapices del siglo XVII.

Incendiaron también la biblioteca del Seminario que tenía 22.000 volúmenes entre los que se encontraban la colección completa de la Patrología de Migne, en griego y latín, una colección completa de todos los Santos Padres y de los escolásticos, los comentarios del escriturista Juan Maldonado, todo el Cursus de la Universidad de Lovaina; ediciones magníficas de la Biblia, etc. También la biblioteca de los Dominicos que tenía unos 15.000 ejemplares.

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Prieto confesó su responsabilidad en los hechos de la revolución de 1934 como culpabilidad. Dijo en el Círculo Cultural Pablo Iglesias, de México, el 1º de mayo de 1942:

«Me declaro culpable ante mi conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro, como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el programa del movimiento. Y yo –algunos que me están escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero– acepté misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder la honra. Sin embargo las asumí».
Indalecio Prieto, Discursos en América. Confesiones y rectificaciones, Fundación Privada Indalecio Prieto, 1991. Editorial Planeta, Barcelona 1991, págs. 112 y 113.

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El republicano antifranquista Salvador de Madariaga escribió que «con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936». (Salvador de Madariaga, España, Espasa-Calpe, Madrid 1979.14ª edic., pág. 363. ).

El también republicano antifranquista Claudio Sánchez-Albornoz dictaminó: «la revolución de Asturias y el movimiento de Barcelona dieron una estocada a la República que acabó a la postre con ella». (Prólogo del libro de José Tarín-Iglesias, La rebelión de la Generalidad, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1988, pág. 12.), y lo reiteró: «La revolución de octubre, lo he dicho y lo he escrito muchas veces, acabó con la República». (Claudio Sánchez-Albornoz, Mi testamento histórico-político, Editorial Planeta, Barcelona 1975, pág. 44).

Y Julián Marías: «La República murió entonces. Fue la negación de la democracia, el no aceptar el resultado de unas elecciones limpísimas». (Diario La Nueva España, 6 junio 1996, pág. 54).

Marañón dejó escrito: «La sublevación de Asturias en octubre de 1934 fue un intento en regla de ejecución del plan comunista de conquistar España». (Gregorio Marañón, Obras completas, tomo IV, Espasa Calpe, Madrid 1968, pág. 378).

José Maldonado, que fue presidente de la República en el exilio, dijo que «si en España había una democracia, no era legítimo que se preparara una subversión y es un error frente a una República democrática preparar una revolución social, que desde el principio está condenada al fracaso». (Diario La Voz de Asturias, 5 octubre 1984, pág. 30).

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Una acción quirúrgica del Gobierno republicano de derechas en 1934 habría evitado la guerra civil de 1936, según Stanley G. Payne

LD 31 08 2011

lag dijo el día 30 de Agosto de 2011:

Dice Payne en la página 224 de su libro sobre esa actitud poco decidida del gobierno radical-cedista ante la violencia social-comunista (y nacionalista) desplegada en Octubre de 1934:

"El centro-derecha no dejó de mantener el régimen democrático; el apoyo al fascismo, prácticamente inexistente, no aumentó... Puede que, al igual que en el caso de la República de Weimar entre 1932-1933, una represión más expeditiva hubiera sido la única manera de frenar el proceso revolucionario y de preservar el régimen parlamentario y las elecciones democráticas. En ambos países, las políticas benevolentes para con los extremistas abrieron las puertas al desastre".

Además, la "derecha" pecó de pusilánime ante la insurrección violenta del PSOE, el PCE y ERC en octubre de 1934. Ante tamaño ataque a la legalidad y a la Nación ("la insurrección deberá tener el carácter de una guerra civil", Instrucción nº. 54 de Largo Caballero), el gobierno radical-cedista podía y debía, como hizo Adolph Thiers en 1871 con la insurrección de la Comuna de París, haber lanzado un desmantelamiento de los partidos insurrectos (ilegalización incluida), que con su acción se manifestaron incompatibles con las reglas de una democracia liberal. Tal acción quirúrgica del Gobierno republicano de "derechas" habría evitado la guerra civil, como se evitó en Francia.

Como señala Payne (pág. 223):

"El PSOE nunca fue ilegalizado... La benevolencia desplegada por la Segunda República española durante la represión carecía de precedentes históricos y no se podía comparar en absoluto con las políticas infinitamente más brutales aplicadas en circunstancias bastante similares por la Tercera República francesa (1871), la República alemana de Weimar (1918-1923), el régimen parlamentario italiano (1920-1922) y otros países".

Una característica de las sociedades que llevan ya siglos con sistemas democráticos, como las anglosajonas (más de 200 años de práctica democrática), es la contundencia contra los que violan la ley (desde una infracción de tráfico hasta los intentos insurreccionales, como el de los "Black Panthers"-Panteras Negras en los EE.UU.). Esos países son todo menos pusilánimes en la aplicación de la ley (aunque también tienen sus élites "progres" y "bienpensantes", como los millonarios capitalistas que son estrellas de Hollywood).

 

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Según Gerald Brenan la revolución de 1934 fue «la primera batalla de la guerra civil». En la misma apreciación abunda, con mucha más autoridad, Pío Moa. Pero según Payne ya en 1930 la insurrección de Jaca fue el inicio de los asesinatos políticos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

En la imagen, un cartel del Socorro Rojo liga la Revolución de 1934 con la Guerra de 1936.

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