La II República en España (1931-1936) ...Todos los temas y "fuentes" de Historia de España para la Selectividad en Navarra 2024...Todos los temas de Historia de España..HISTORIA UNIVERSAL......INDEX
LA
REVOLUCIÓN DE 1934 (golpe armado a la República por parte de la
izquierda, que seguía sin aceptar su derrota electoral, con
especial importancia en Asturias y en Barcelona)
El anuncio de que va a haber tres ministros de la CEDA en el gobierno es utilizado por la izquierda, la conjunción republicano-socialista, para lanzarse a la insurrección armada. La realizan en nombre del antifascismo en la acepción dialéctica de esta palabra, la que utiliza la Komintern para aniquilar a los que no se someten al marxismo.
El Socialista llegó a publicar que
«transigir con la Ceda es conformarse buenamente con la
restauración borbónica ... ¿Se avienen a eso los republicanos?
Nosotros, no».
Citado por el socialista Juan-Simeón Vidarte en El bienio
Negro y la insurrección de Asturias, Ediciones Grijalbo,
Barcelona-Buenos Aires-México D.F. 1978, pág. 239.
El Gobierno formado el 4 de octubre de 1934,
fue el siguiente: Presidencia, Alejandro Lerroux (radical);
Estado, Ricardo Samper (radical); Guerra, Diego Hidalgo (radical);
Justicia, Rafael Aizpún (CEDA); Marina, Juan
José Rocha (radical); Hacienda, Manuel Marraco (radical);
Gobernación, Eloy Vaquero (radical); Instrucción, Filiberto
Villalobos (liberal demócrata); Trabajo, José Oriol Anguera
de Sojo (CEDA); Obras Públicas, José María Cid (agrario);
Comunicaciones, César Jalón (radical); Agricultura, Manuel Jiménez
Fernández (CEDA), Industria y Comercio, Andrés Orozco
(radical) y ministros sin Cartera, José Martínez de Velasco (agrario)
y Leandro Pita Romero (independiente).
Y Alejandro Lerroux, manifestaba que la política a seguir por el
Gobierno iba a ser el «olvido de los agravios, cordialidad
republicana, respeto a la Constitución y mantenimiento de la ley
para consolidar la República; autoridad máxima para bien del
orden público y defensa de los obreros, siempre que estos se
muevan dentro de la legalidad». Diario La Voz de Asturias,
5 octubre 1934, 1ª página. [El Catoblepas número
32 octubre 2004; http://nodulo.org/ec/2004/n032p10.htm#kn04].
Estalla en octubre de 1934 la insurrección
planificada como guerra civil, y protagonizada por el PSOE, la
Esquerra, los comunistas y parte de los anarquistas.
El PNV, aunque no era izquierdista, pareció a punto de participar también, pero
esperó un
par de días a ver quiénes ganaban, y al ver que no eran los
golpistas, se abstuvo.
Más imprudentes resultaron los republicanos, que se precipitaron
a anunciar su apoyo político a la rebelión, para luego hacerse
los olvidadizos.
Preparada en toda España, la falta de entendimiento en muchos sitios de los socialistas con la CNT y la carencia de apoyos populares masivos hizo que, excepto en dos lugares, sólo se manifestase en que los insurrectos fueron al choque con las fuerzas del orden y en que cometieron múltiples asesinatos.
Pero en Asturias
fue una cruenta revolución, la más virulenta y catastrófica de
Europa Occidental hasta esa fecha, y el gobierno tuvo que
afrontar una verdadera guerra para controlar la situación.
Funcionó en Asturias el
acuerdo entre la UGT
socialista y la CNT controlada por los anarquistas; el PSOE introdujo armas y los
mineros manejados por esas centrales sindicales se adueñaron de
la situación; se apoderaron de los explosivos de las minas y de
las fábricas de armas y de explosivos. Formaron
el Ejército Rojo Asturiano con unos 30.000
sindicalistas. Cometieron
asesinatos, en especial de eclesiásticos. El gobierno puso el
mando central del ejército de la República en manos del general
Franco, el cual tuvo que enviar unidades militares con el general
López Ochoa al frente, las cuales consiguieron finalmente
dominar la zona. Hubo unos 1.000 muertos; de ellos, alrededor de
800 en acción de guerra, 256 gubernamentales y más de 500
revolucionarios; y unos 100 asesinados por los insurrectos y
otros 80 por algunos de los agentes de la represión.
Quedaron 15.000 prisioneros entre los mineros de la UGT y de la
CNT insurrectos vencidos.
En Barcelona, fue el propio presidente de la Generalidad, Companys, sucesor de Maciá, quien el 6.10.1934, proclamó el Estat Catalá, rompiendo así el Estatuto de Autonomía de Cataluña, además de la Constitución de la II República, como una manera de situarse en rebeldía frente al gobierno general de España, con el objetivo de impulsar a la revuelta a los otros enemigos de ese gobierno y así desestabilizarlo y hacerlo caer:
"Catalanes: Las fuerzas monarquizantes y fascistas que de un tiempo a esta parte pretenden traicionar a la República han logrado su objetivo y han asaltado el poder. Los partidos y los hombres que han hecho públicas manifestaciones contra las menguadas libertades de nuestra tierra, los núcleos políticos que predican constantemente el odio y la guerra a Cataluña, constituyen hoy el soporte de las actuales instituciones (...).
En esta hora solemne, en nombre del pueblo y del parlamento, el gobierno que presido asume todas las facultades del poder en Cataluña, proclama el Estado Catalán de la República Federal Española, y al establecer y fortificar la relación con los dirigentes de la protesta general contra el fascismo, les invita a establecer en Cataluña el gobierno provisional de la República, que hallará en nuestro pueblo catalán el más generoso impulso de fraternidad en el común anhelo de edificar una República Federal libre y magnífica".
Pero no se le unieron ni el
ejército, aunque estaba en Cataluña al mando del general Batet,
republicano izquierdista, ni los anarquistas de la CNT.
A los anarquistas y a Batet, el Estat Catalá les sonaba
como algo ajeno.
Los golpistas de la Generalidad con Companys a la cabeza fueron
rápidamente derrotados y encarcelados. Y suspendido el Estatuto
de autonomía de Cataluña.
Hubo 46 muertos en Barcelona y algunos más en otras localidades
catalanas y fueron incendiadas toda una serie de iglesias. La misma noche del 6 de octubre de 1934 asesinaron a
Mosén Josep Morta, párroco de Navàs, incendiaron el templo
parroquial, al igual que profanaron y quemaron los templos de
Villafranca del Panadés, Villanueva y Geltrú, Morell,
Castellvell de la Marca y Sant Jaume dels Domenys.
El seis de octubre de
1934 tiene un amplio significado en la historia de la
rauxa desconectada de la sensatez.
En esa fecha Companys, presidente del gobierno autónomo de la
Generalidad de Cataluña tiró por tierra la
autonomía de Cataluña y su propia jefatura del gobierno de la
Generalidad, yendo a parar a la cárcel, al sublevarse, aliado
con los golpistas del PSOE, contra el gobierno de la II
República española, porque no admitía que gobernasen en
España las derechas vencedoras en las elecciones del año anterior.
Esa sublevación del 6 de octubre de 1934 ocasionó la
suspensión del Estatuto de Autonomía que tenía en aquel
entonces Cataluña y el encarcelamiento de todo el gobierno de la
Generalidad con Companys a la cabeza.
Un seis de octubre significa tirar por tierra
los propios catalanistas a Cataluña, su autonomía, su libertad.
Un 6 de octubre significa tirarlo todo por
tierra.
El seny y la
rauxa
La
rauxa se suele presentar, en una
contraposición maniquea, como contraria En realidad, la rauxa
sí que tiene traducción, es el entusiasmo, que no es
malo, sino bueno, si no se separa y contrapone a la
mesura, porque lo humano es llevar unidos la
cordura y el entusiasmo, el seny y la
rauxa juntos. |
CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN DE 1934
La izquierda proporciona una
victoria total a la derecha.
La derecha, dueña de la situación, no establece el fascismo, ni la dictadura, ni la
monarquía, sino que mantiene la República y la Constitución de 1931.
La izquierda ha roto la Constitución de 1931.
La Esquerra Republicana ha roto además el Estatut y ha provocado
la pérdida de la autonomía de Cataluña, al quedar en suspenso
dicho Estatuto.
La derecha mantiene y consolida la II República frente al
intento de la izquierda de conseguir el poder, aunque fuese
derribando la República.
Pero la CEDA sigue sin atreverse a
gobernar como le exigía el ser el grupo mayor en las Cortes.
El Presidente de la República, Alcalá Zamora, que rivaliza con
la CEDA en
conseguir el apoyo del electorado derechista y quiere seguir
ligado a los izquierdistas, se lo impide sin muchas dificultades.
Todo lo más a lo que se atreve la CEDA es a aumentar la
presencia de sus miembros en el gobierno: en mayo de 1935,
entraban 5 ministros de la CEDA en el Gobierno, entre ellos Gil
Robles, pero sin asumir la presidencia que seguía en el Partido
Radical de Lerroux.
La derecha no establece una legislación "reaccionaria",
ni antisocial. Pero no se entera de que en los objetivos
insurreccionales no se trataba de eso, de preocuparse por los
desfavorecidos, sino de utilizarlos para hacer la revolución.
Las organizaciones que han protagonizado la acción armada, como
son de izquierda, no son ilegalizadas. Y aún siguen hablando
dogmáticamente de la democracia como si fueran sus propietarios
y diciendo y decidiendo quién es demócrata y quién no.
Los del Partido Radical son impulsados por su cabecilla Lerroux a ser
"los defensores y rehabilitadores del socialismo
derrotado". No se daba cuenta Lerroux de que los
directivos del PSOE, como siempre, iban a buscar el poder por
encima de todo y, por de pronto, pasando por encima del cadáver
político del propio Lerroux.
La izquierda prepara la revancha y de ahí se
desembocará en la guerra de 1936 y, superpuesta
a ella, en otra revolución inmensamente más cruenta
aún, con su correspondiente represión
muchísimo más cruenta también.
Hubo unos 1.400 muertos en 26
provincias incluyendo los 1.000 de Asturias, ocasionados por la
insurrección.
En Vizcaya y Guipúzcoa hubo más de 40 muertos, entre ellos
algunos dirigentes locales carlistas de Eibar y Mondragón
asesinados por los izquierdistas y el diputado tradicionalista
Marcelino Oreja Elósegui, que fue conducido a la Casa del Pueblo
de Mondragón donde fue asesinado.
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Alcalá Zamora impone el
indulto de los jefes militares de la insurrección de la
Generalidad de Cataluña. Y de esa forma el gobierno tampoco
impulsa ya ningún otro castigo de personajes políticos. Hay al
final 4 ejecutados de último rango entre los insurrectos de
Asturias, como el sargento Diego Vázquez,
que desertó con las armas en la mano para pasarse a los
revolucionarios, y el minero Jesús Argüelles «El Pichilatu»,
que mandó el pelotón que fusiló a ocho guardias civiles. Ambos
fueron condenados a muerte en Consejo de Guerra y fusilados el 2
de febrero de 1935.
La impunidad fue el primer paso para el viraje
hacia la revancha de la derrota de esa insurrección y
guerra de 1934.
Para esa revancha, las izquierdas utilizaron el victimismo,
proclamando engañosamente que había miles y miles de víctimas
de la represión,
y que los 15.000 prisioneros debían ser liberados.
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Cuando la revolución de 1934 en Asturias:
El poeta comunista Rafael Alberti le dedicó un poema que terminaba de esta manera:
«Mi mano y mi corazón, / ¡contigo!, que Asturias grita, / como ayer: ¡Viva el Nalón / y viva la dinamita».
Dinamitaron los revolucionarios la Cámara Santa de la catedral de Oviedo, construida en el siglo IX por Alfonso II el Casto, para guardar en ella el arca de madera de cedro, cubierta con placas de plata sobredorada, de 0,70 metros de alta, 1,19 de larga y 0,93 de ancha, que contenía las reliquias que los cristianos habían traído de Jerusalén cuando los musulmanes invadieron Palestina y que al llegar a Asturias, primero estuvo resguardada y escondida en una cueva del monte denominado Monsacro, en el concejo de Morcín, inmediato a Oviedo, para ser traída, según las antiguas crónicas, por el citado rey Alfonso II a la catedral que levantaba en la capital de su reino. También se guardaba en la Cámara Santa la Cruz de los Ángeles, símbolo de la ciudad de Oviedo. Arqueólogos alemanes e ingleses hacían patente su enorme preocupación y disgusto por lo ocurrido en la Cámara Santa y que calificaban de monstruosidad. Dictaminaron: «Ha sido una de las pérdidas más considerables que pudo acontecer en el mundo, porque España guarda un tesoro artístico romano-bizantino, que tenía su mejor representación en la Cámara Santa de Oviedo».
La Universidad de Oviedo fundada en el siglo XVI fue incendiada quedando sólo en pie los muros gruesos y la arquería del lado norte del patio. El incendio trajo consigo la destrucción de su biblioteca con la quema de unos 55.000 libros, 250 manuscritos, 66 incunables, valiosas obras impresas en el siglo XVI y muchos miles de libros de los siglos XVII y XVIII. Esto en la biblioteca general. Además destruyeron la biblioteca de la Facultad de Derecho, independiente de la general, que tenía unos 14.000 ejemplares. Destruyeron además cuadros de Zurbarán, de Ribera y de pintores del XVIII y XIX; y muebles y tapices del siglo XVII.
Incendiaron también la biblioteca del Seminario que tenía 22.000 volúmenes entre los que se encontraban la colección completa de la Patrología de Migne, en griego y latín, una colección completa de todos los Santos Padres y de los escolásticos, los comentarios del escriturista Juan Maldonado, todo el Cursus de la Universidad de Lovaina; ediciones magníficas de la Biblia, etc. También la biblioteca de los Dominicos que tenía unos 15.000 ejemplares.
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Prieto confesó su responsabilidad en los hechos de la revolución de 1934 como culpabilidad. Dijo en el Círculo Cultural Pablo Iglesias, de México, el 1º de mayo de 1942:
«Me declaro culpable ante mi
conciencia, ante el Partido Socialista y ante España entera, de
mi participación en aquel movimiento revolucionario. Lo declaro,
como culpa, como pecado, no como gloria. Estoy exento de
responsabilidad en la génesis de aquel movimiento, pero la tengo
plena en su preparación y desarrollo. Por mandato de la minoría
socialista, hube yo de anunciarlo sin rebozo desde mi escaño del
Parlamento. Por indicaciones, hube de trazar en el Teatro
Pardiñas, el 3 de febrero de 1934, en una conferencia que
organizó la Juventud Socialista, lo que creí que debía ser el
programa del movimiento. Y yo algunos que me están
escuchando desde muy cerca, saben a qué me refiero acepté
misiones que rehuyeron otros, porque tras ellas asomaba, no sólo
el riesgo de perder la libertad, sino el más doloroso de perder
la honra. Sin embargo las asumí».
Indalecio Prieto, Discursos en América. Confesiones y
rectificaciones, Fundación Privada Indalecio Prieto, 1991.
Editorial Planeta, Barcelona 1991, págs. 112 y 113.
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El republicano antifranquista Salvador de Madariaga escribió que «con la rebelión de 1934, la izquierda española perdió hasta la sombra de autoridad moral para condenar la rebelión de 1936». (Salvador de Madariaga, España, Espasa-Calpe, Madrid 1979.14ª edic., pág. 363. ).
El también republicano antifranquista Claudio Sánchez-Albornoz dictaminó: «la revolución de Asturias y el movimiento de Barcelona dieron una estocada a la República que acabó a la postre con ella». (Prólogo del libro de José Tarín-Iglesias, La rebelión de la Generalidad, Plaza & Janés Editores, Barcelona 1988, pág. 12.), y lo reiteró: «La revolución de octubre, lo he dicho y lo he escrito muchas veces, acabó con la República». (Claudio Sánchez-Albornoz, Mi testamento histórico-político, Editorial Planeta, Barcelona 1975, pág. 44).
Y Julián Marías: «La República murió entonces. Fue la negación de la democracia, el no aceptar el resultado de unas elecciones limpísimas». (Diario La Nueva España, 6 junio 1996, pág. 54).
Marañón dejó escrito: «La sublevación de Asturias en octubre de 1934 fue un intento en regla de ejecución del plan comunista de conquistar España». (Gregorio Marañón, Obras completas, tomo IV, Espasa Calpe, Madrid 1968, pág. 378).
José Maldonado, que fue presidente de la República en el exilio, dijo que «si en España había una democracia, no era legítimo que se preparara una subversión y es un error frente a una República democrática preparar una revolución social, que desde el principio está condenada al fracaso». (Diario La Voz de Asturias, 5 octubre 1984, pág. 30).
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Una acción quirúrgica del Gobierno republicano de derechas en 1934 habría evitado la guerra civil de 1936, según Stanley G. Payne
LD 31 08 2011
lag dijo el día 30 de Agosto de 2011:
Dice Payne en la página 224 de
su libro sobre esa actitud poco decidida del gobierno radical-cedista
ante la violencia social-comunista (y nacionalista) desplegada en
Octubre de 1934:
"El centro-derecha no dejó de mantener el régimen
democrático; el apoyo al fascismo, prácticamente inexistente,
no aumentó... Puede que, al igual que en el caso de la República
de Weimar entre 1932-1933, una represión más expeditiva hubiera
sido la única manera de frenar el proceso revolucionario y de
preservar el régimen parlamentario y las elecciones
democráticas. En ambos países, las políticas benevolentes para
con los extremistas abrieron las puertas al desastre".
Además, la "derecha" pecó de
pusilánime ante la insurrección violenta del PSOE, el PCE y ERC
en octubre de 1934. Ante tamaño ataque a la legalidad y a la
Nación ("la insurrección deberá tener el carácter de una
guerra civil", Instrucción nº. 54 de Largo Caballero), el
gobierno radical-cedista podía y debía, como hizo Adolph Thiers
en 1871 con la insurrección de la Comuna de París, haber
lanzado un desmantelamiento de los partidos insurrectos (ilegalización
incluida), que con su acción se manifestaron incompatibles con
las reglas de una democracia liberal. Tal acción quirúrgica
del Gobierno republicano de "derechas" habría evitado
la guerra civil, como se evitó en Francia.
Como señala Payne (pág. 223):
"El PSOE nunca fue ilegalizado... La benevolencia
desplegada por la Segunda República española durante la
represión carecía de precedentes históricos y no se
podía comparar en absoluto con las políticas infinitamente más
brutales aplicadas en circunstancias bastante similares por la
Tercera República francesa (1871), la República alemana de
Weimar (1918-1923), el régimen parlamentario italiano (1920-1922)
y otros países".
Una característica de las sociedades que llevan ya siglos con
sistemas democráticos, como las anglosajonas (más de 200 años
de práctica democrática), es la contundencia contra los que
violan la ley (desde una infracción de tráfico hasta los
intentos insurreccionales, como el de los "Black Panthers"-Panteras
Negras en los EE.UU.). Esos países son todo menos pusilánimes
en la aplicación de la ley (aunque también tienen sus élites
"progres" y "bienpensantes", como los
millonarios capitalistas que son estrellas de Hollywood).
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Según Gerald Brenan
la revolución de 1934 fue «la primera batalla de la guerra civil». En la misma apreciación abunda, con mucha más autoridad,
Pío Moa. Pero según Payne ya en 1930 la insurrección de Jaca
fue el inicio
de los asesinatos políticos.
En la imagen, un cartel del Socorro Rojo liga la Revolución de 1934 con la Guerra de 1936.
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