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El pricipio de subsidiaridad generalizado
Según el principio de subsidiaridad generalizado con el que Dios rige el reino de los cielo y semejantemente regirá en plenitud la tierra, como le pedimos, no en vano, enseñados por Jesús, Nuestro Señor, el Verbo hecho carne. Según este pricipio, se ve que Dios ha dispuesto que todos los seres personales que ha creado se encarguen de realizar sus designios en vez de realizarlos Él directamente. Al coronar a María como reina de cielos y tierra, Dios ha dispuesto que Ella se encargue de todos nosotros los miembros de la Iglesia militante, secundada por los millones y millones de docenas de legiones de ángeles del cielo que la ayudan con mucho gusto, y secundada también por los santos, empezando por san José, con las legiones de ángeles que Dios ha puesto a su disposición para que "pasen su cielo haciendo el bien en la tierra", como decía que quería hacer santa Teresa del Niño Jesús, nuestra doctora de la Iglesia.
Jesús el Verbo hecho carne, ya explicó en el evangelio que ser rey le hace ser el servidor de todos; y demostró que lo es hasta dar su vida para que tengamos la máxima vida, el reinado de Dios en nosotros, para que reine Dios del todo en nosotros, que es nuestro máximo bien. Y María, lo mismo. Coronada como reina de cielos y tierra, como enseña el quinto misterio de gloria, al aceptar ser nuestra reina, se entrega totalmente a nuestro servicio para administrar para nosotros y dispensarnos las gracias innumerables, continuas e inmensas que Dios nos concede por su medio.
Ya al sernos entregada como madre por Jesús, su hijo e Hijo de Dios, asumió nuestro cuidado total y universal. Y por eso es reina y madre, como enseña la oración con la que la Iglesia nos enseña a saludarla y a suplicarle que nos muestre a Jesús, fruto bendito de su vientre.
Afirma el Vaticano II que, en la glorificación de Dios y la salvación de los hombres, obra inmensa, «Cristo asocia siempre consigo a su amadísima esposa la Iglesia» (Sacrosanctum Concilium 7).