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«Los castigos no vienen
para la destrucción, sino para la corrección de nuestro
pueblo» (2Macab 6,12). Como enseñaba san Juan Pablo II en la carta apostólica Salvifici doloris,
"El Apocalipsis, sin embargo, es muy principalmente un libro de consolación, que anuncia las grandiosas y definitivas victorias de Cristo Salvador sobre todos los males del mundo, logrando que Dios reine en la tierra como reina en el cielo". (José María Iraburu, sacerdote, 2.05.2011) |
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Obrar
y no sólo escuchar la palabra de Dios
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Uno de los mayores males de nuestro
tiempo es la mediocridad en las cuestiones de fe.
No nos hagamos ilusiones. O somos católicos o no lo somos. Si lo
somos, es preciso que se manifieste en todos los campos de
nuestra vida
(Palabras pronunciadas por el beato mártir Stepinac en 1943,
citadas por el papa Benedicto XVI en su visita pastoral a Croacia
de 2011).
Antinatalidad
y eutanasia
- Por eso la conversión el día de la segunda venida de Cristo será no sólo de los hijos a los padres, sino también de los padres a los hijos:
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Los libros deuterocanónicos de la Biblia
Los
judíos no son responsables colectivamente de la muerte
de Jesús (Catecismo de la Iglesia Católica de 1992, 597-598) Catecismo de la Iglesia Católica: 597 Teniendo en cuenta la complejidad histórica manifestada en las narraciones evangélicas sobre el proceso de Jesús y sea cual sea el pecado personal de los protagonistas del proceso (Judas, el Sanedrín, Pilato), lo cual solo Dios conoce, no se puede atribuir la responsabilidad del proceso al conjunto de los judíos de Jerusalén, a pesar de los gritos de una muchedumbre manipulada (Cf. Mc 15, 11) y de las acusaciones colectivas contenidas en las exhortaciones a la conversión después de Pentecostés (cf. Hch 2, 23. 36; 3, 13-14; 4, 10; 5, 30; 7, 52; 10, 39; 13, 27-28; 1 Ts 2, 14-15). El mismo Jesús perdonando en la Cruz (cf. Lc 23, 34) y Pedro siguiendo su ejemplo apelan a "la ignorancia" (Hch 3, 17) de los judíos de Jerusalén e incluso de sus jefes. Menos todavía se podría ampliar esta responsabilidad a los restantes judíos en el tiempo y en el espacio, apoyándose en el grito del pueblo: "¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!" (Mt 27, 25), que equivale a una fórmula de ratificación (cf. Hch 5, 28; 18, 6):
Todos los pecadores fueron los autores de la Pasión de Cristo 598 La Iglesia, en el magisterio de su fe y en el testimonio de sus santos, no ha olvidado jamás que "los pecadores mismos fueron los autores y como los instrumentos de todas las penas que soportó el divino Redentor" (Catecismo Romano del Concilio de Trento, 1, 5, 11; cf. Hb 12, 3). Teniendo en cuenta que nuestros pecados alcanzan a Cristo mismo (cf. Mt 25, 45; Hch 9, 4-5), la Iglesia no duda en imputar a los cristianos la responsabilidad más grave en el suplicio de Jesús, responsabilidad con la que ellos con demasiada frecuencia, han abrumado únicamente a los judíos:
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El Apostolado de la Oración y el
Sagrado Corazón
"Dios quiso entrar en los límites de la historia y
de la condición humana, tomó un cuerpo y un corazón, de modo
que pudiéramos contemplar y encontrar lo infinito en lo finito, el
Misterio invisible e inefable en el Corazón humano de Jesús,
el Nazareno
Toda persona necesita tener un "centro" de su vida:
Cristo, corazón del mundo
Os invito a renovar durante el mes de junio vuestra devoción
al Corazón de Cristo
También la tradicional oración de ofrecimiento de la
jornada y teniendo presentes las intenciones que propuse
a toda la Iglesia". (Benedicto XVI, Angelus,
1.06.2008)
Unirse a Jesucristo en su
sacrificio de la cruz y del altar La Cruz es el único sacrificio de Cristo «único mediador entre Dios y los hombres» (1 Tm 2,5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, «se ha unido en cierto modo con todo hombre» (GS 22,2), Él «ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida, se asocien a este misterio pascual» (GS 22,5). El llama a sus discípulos a «tomar su cruz y a seguirle» (Mt 16,24) porque él «sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas» (1 P 2, 21). Él quiere, en efecto, asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios (cf. Mc 10,39; Jn 21,18-19; Col 1,24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35): «Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo» (Sta. Rosa de Lima, Vida). |
Santa Hildegarda de Bingen amonesta al Papa
Santo Tomás de
Aquino y el magisterio de la Iglesia Durante siglos los Papas han recomendado
atenerse al magisterio de santo Tomás de Aquino. Así lo
dispuso también el concilio Vaticano
II (OT 16).
Y en 1983 el Código de Derecho Canónico ordenó
que la teología dogmática, fundada en la Biblia y la
Tradición, fuera estudiada «teniendo
principalmente como maestro a santo Tomás» (c.252,3).
Por eso es llamado el Doctor común, porque
extiende su luz a todas las escuelas católicas de
pensamiento. La iconografía del Doctor angélico suele
poner en su pecho el sol de la Eucaristía, centro de su
doctrina y devoción. Canonizado en 1323, fue declarado
Doctor de la Iglesia en 1567, y Patrón de las
universidades y centros católicos de estudio en 1880. Dice santo Tomás:
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Un intento de interpretación del tercer secreto de Fátima por Ratzinger en 2000
Santa
Teresa de Jesús fue la verdadera promotora de la
devoción a san José Los textos del capítulo VI del Libro de la Vida de santa Teresa sobre san José han tenido "una influencia incomparable en la historia de la piedad cristiana", como dice Canals, que añade que con estos textos Santa Teresa "marca el comienzo de una nueva época en la historia de la Iglesia". De estos textos parte la costumbre, antes inexistente, de poner el nombre de José y de Josefa a los hijos como indicador de la universalización de esta devoción y patrocinio (Francisco Canals Vidal: San José en la fe de la Iglesia, pág., 90). Selección de textos sobre san José del Libro de la Vida de santa Teresa (capítulo 6, números 6, 7 y 8):
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La Santa Sede demuestra que el Papa no firmó la condena a Galileo
Las cinco vías o pruebas filosóficas de la existencia de Dios de santo Tomás de Aquino
San Alfonso María de Ligorio (1696-1787), Doctor de la Iglesia, afirma la existencia de «la gracia intrínsecamente eficaz con la que nosotros infaliblemente, aunque libremente, obramos el bien No puede negarse que San Agustín y Santo Tomás han enseñado la doctrina de la eficacia de la gracia por sí misma y por su propia naturaleza» (Tratado de la oración II p., cp. IV). |
La interpretación de la Biblia en la Iglesia. Documento de la Pontificia Comisión Bíblica de 1993
CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA DEI VERBUM SOBRE LA DIVINA REVELACIÓN Concilio Vaticano II
«La Carta de la Tierra, un monismo panteísta», dice Schooyans
Los 5 años de la muerte de Sor Lucía con un artículo de Monseñor Munilla
Un intento de interpretación acomodaticia del secreto de Fátima por Ratzinger en 2000
"Cuando el católico Joe Biden
fue elegido vicepresidente de Barack Obama, el entonces
obispo de Denver, Charles J. Chaput, hoy en Filadelfía,
dijo que el apoyo dado por Biden al llamado "derecho"
al aborto es una culpa pública grave y "en
consecuencia, por coherencia él se debería abstener de
presentarse a recibir la comunión". Es un hecho que el pasado 19 de marzo, en la Misa de inauguración del pontificado de Francisco, el vicepresidente Biden y la presidente del Partido Demócrata, Nancy Pelosi, también ella católica pro aborto, formaron parte de la representación oficial de Estados Unidos. Y ambos dos recibieron la comunión. Pero no de las manos del papa Bergoglio, quien estaba sentado detrás del altar". (Sandro Magister. Religión en Libertad. 9 de mayo de 2013. http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=29097 ) |
La Iglesia aporta la esperanza: La confesionalidad católica de todos los pueblos en el futuro será de palabra y de obra, como proclamó el Concilio Vaticano II
La nueva síntesis de fe y vida, el reinado de Dios, en las enseñanzas de la Iglesia
Los precursores de Jesucristo en su primera venida y en su segunda venida
Jesús se aplica a Sí mismo el nombre de Dios YO SOY
La rosa deshojada Santa Teresita del Niño
Jesús
En memoria de Luis Creus Vidal y en oración por su
alma.
La derrota de la ETA y la victoria completa
A san José de Cupertino,
patrón de los estudiantes, cuya fiesta es el 18 de septiembre,
se le pide ayuda para aprobar con ésta oración:
"Haz que me toquen en suerte puntos en los que yo está más
fuerte".
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El abandono no es la inacción,
sino por el contrario, aplicarse con todas las facultades
a lo que Dios manda cada día Santa Joaquina Vedruna en una carta a uno de sus nueve hijos le exhortaba al abandono en manos de la divina Providencia. Ahora se oye hablar en ambientes buenos del abandono, pero a la Providencia no se la nombra, al revés de lo que se hacía en la época de esta santa. Y Dios, Padre amoroso, cariñoso y misericordioso sigue actuando providentemente, sigue permanentemente actuando la divina Providencia. San Claudio de la Colombière, propulsor de esta espiritualidad del abandono en la misericordia de Dios, lo concreta luminosamente en la divina Providencia. Y aclara que el abandono no es la inacción, sino todo lo contrario. Esto es muy importante tenerlo claro, porque se oye tanto decir que "lo único" que tenemos que hacer es abrirnos a la gracia, que "lo único" que tenemos que hacer es dejar actuar a la gracia, que nos podría parecer que no tenemos que hacer nada, sino que todo lo hará la gracia, menos abrirnos o abandonarnos, que eso es lo que hemos de hacer nosotros. ¡Como si abrirnos y dejar actuar a Dios no fuese también una gracia! Y algo que sólo podemos hacer movidos por la gracia. Pero es que la gracia nos hace actuar y nos mueve a no parar y a hacer todo lo que está en nuestra mano para cumplir la voluntad de Dios. Esto es lo que se ve que Jesús dice continuamente en los Evangelios: que obremos, que hagamos lo que Dios quiere, lo que Jesús manda. Dice san Claudio de la Colombiére:
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Cristo constituyó a los Apóstoles y a
sus sucesores «intérpretes auténticos de toda ley moral, es
decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la
natural»
(Beato Pablo VI, enc. Humanæ vitae 25-VII-1968, 4). [Citado
por Iraburu en Infocatólica, 14.12.2012]
La esperanza es un ancla en el
cielo Como explicaba Canals, la esperanza es un ancla en el cielo. En Dios (Hb 6,19). Como ha recordado el papa Francisco recientemente (Catequesis en la audiencia general del 3 de abril se 2013), y el papa Benedicto XVI (Regina Coeli del 4 de mayo de 2008). "La esperanza es "el ancla
del alma", segura y firme, que penetra... a donde
entró por nosotros como precursor Jesús" (Hb 6, 19-20) Como dice san Claudio de la Colombière la certeza está en la esperanza misma, pues es Dios el que pone esta esperanza en el alma y no la pone en balde, sino para colmarla. |
Hay que recaptar el
espíritu de la cristiandad y crear una nueva cultura
cristiana
(Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los
Obispos desde 2010, antes Arzobispo de Québec y Primado de
Canadá).
Arcángel San Miguel, defiéndenos en la batalla; sé nuestro amparo contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes; y tú, príncipe de la celestial milicia, lanza al infierno, con el divino poder, a Satanás y a otros malignos espíritus que discurren por el mundo para la perdición de las almas.
"La historia
demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse.
La verdadera racionalidad no queda garantizada por el
consenso".
(Benedicto XVI, 5 de octubre de
2007W.W.LEER MÁS )
Los primeros reformadores protestantes identificaban el pecado heredado por cada hombre con la tendencia al mal, que sería insuperable (CEC Cat Igl Cat, 406)
Nada temas, Yo
reinaré a pesar de Mis enemigos y de todos aquellos que
quieran oponerse (Santa Margarita Mª de Alacoque: Autobiografía, 92). -----------------------
«Reinará por fin el divino Corazón, a pesar de los que a ello querrán oponerse. Satanás quedará confuso con todos sus partidarios. ¡Dichosos aquellos de quienes será servido para establecer su imperio! Paréceme que Él es semejante a un rey que no piensa en dar sus recompensas mientras va haciendo sus conquistas y triunfando de sus enemigos, pero sí cuando reine victorioso en su trono. El adorable Corazón de Jesús quiere establecer su reinado de amor en todos los corazones y destruir y arruinar el de Satanás». (Carta de Santa Margarita de 1690). «Yo creo que se cumplirán aquellas palabras que hacía oír de continuo al oído del corazón de su indigna esclava, entre las dificultades y oposiciones que fueron grandes en los principios de esta devoción: ¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos aquellos que se opondrán a ello!"» (Carta de Santa Margarita de 1689 al Padre Croisset). «Él me fortificaba con estas palabras, que oía yo en lo más íntimo de mi corazón con un regocijo inconcebible: ¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos los que a ello querrán oponerse!» (Otra carta de Santa Margarita al Padre Croisset). «Reinaré en España y con
más veneración que en otras partes». -------------------- Cristo constituyó a los
Apóstoles y a sus sucesores «intérpretes auténticos
de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley
evangélica, sino también de la natural» "La civilización del Amor es el Reino del Corazón de Cristo"
"La civilización del Corazón de Cristo"
"La civilización del Amor punto de llegada de la historia humana"
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El Reino con relación a Cristo y a la Iglesia
Redemptoris Missio de san Juan Pablo II, 7 12 1990
17. Hoy se habla mucho del Reino, pero no siempre en sintonía con el sentir de la Iglesia. En efecto, se dan concepciones de la salvación y de la misión que podemos llamar «antropocéntricas», en el sentido reductivo del término, al estar centradas en torno a las necesidades terrenas del hombre. En esta perspectiva el Reino tiende a convertirse en una realidad plenamente humana y secularizada, en la que sólo cuentan los programas y luchas por la liberación socioeconómica, política y también cultural, pero con unos horizontes cerrados a lo trascendente. Aun no negando que también a ese nivel haya valores por promover, sin embargo tal concepción se reduce a los confines de un reino del hombre, amputado en sus dimensiones auténticas y profundas, y se traduce fácilmente en una de las ideologías que miran a un progreso meramente terreno. El Reino de Dios, en cambio, « no es de este mundo, no es de aquí » (Jn 18, 36).
Se dan además determinadas concepciones que, intencionadamente, ponen el acento sobre el Reino y se presentan como « reinocéntricas », las cuales dan relieve a la imagen de una Iglesia que no piensa en si misma, sino que se dedica a testimoniar y servir al Reino. Es una «Iglesia para los demás», se dice como «Cristo es el hombre para los demás». Se describe el cometido de la Iglesia, como si debiera proceder en una doble dirección; por un lado, promoviendo los llamados «valores del Reino», cuales son la paz, la justicia, la libertad, la fraternidad; por otro, favoreciendo el diálogo entre los pueblos, las culturas, las religiones, para que, enriqueciéndose mutuamente, ayuden al mundo a renovarse y a caminar cada vez más hacia el Reino.
Junto a unos aspectos positivos, estas concepciones manifiestan a menudo otros negativos. Ante todo, dejan en silencio a Cristo: el Reino, del que hablan, se basa en un « teocentrismo », porque Cristo dicen no puede ser comprendido por quien no profesa la fe cristiana, mientras que pueblos, culturas y religiones diversas pueden coincidir en la única realidad divina, cualquiera que sea su nombre. Por el mismo motivo, conceden privilegio al misterio de la creación, que se refleja en la diversidad de culturas y creencias, pero no dicen nada sobre el misterio de la redención. Además el Reino, tal como lo entienden, termina por marginar o menospreciar a la Iglesia, como reacción a un supuesto «eclesiocentrismo» del pasado y porque consideran a la Iglesia misma sólo un signo, por lo demás no exento de ambigüedad.
18. Ahora bien, no es éste el Reino de Dios que conocemos por la Revelación, el cual no puede ser separado ni de Cristo ni de la Iglesia.
Como ya queda dicho, Cristo no sólo ha anunciado el Reino, sino que en Él el Reino mismo se ha hecho presente y ha llegado a su cumplimiento: « Sobre todo, el Reino se manifiesta en la persona misma de Cristo, Hijo de Dios e Hijo del hombre, quien vino "a servir y a dar su vida para la redención de muchos" (Mc 10, 45) » (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 5) 22. El Reino de Dios no es un concepto, una doctrina o un programa sujeto a libre elaboración, sino que es ante todo una persona que tiene el rostro y el nombre de Jesús de Nazaret, imagen del Dios invisible (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, 22) 23. Si se separa el Reino de la persona de Jesús, no existe ya el reino de Dios revelado por Él, y se termina por distorsionar tanto el significado del Reino que corre el riesgo de transformarse en un objetivo puramente humano o ideológico como la identidad de Cristo, que no aparece ya como el Señor, al cual debe someterse todo (cf. 1 Cor l5,27).
Asimismo, el Reino no puede ser separado de la Iglesia. Ciertamente, ésta no es fin para sí misma, ya que está ordenada al Reino de Dios, del cual es germen, signo e instrumento. Sin embargo, a la vez que se distingue de Cristo y del Reino, está indisolublemente unida a ambos. Cristo ha dotado a la Iglesia, su Cuerpo, de la plenitud de los bienes y medios de salvación; el Espíritu Santo mora en ella, la vivifica con sus dones y carismas, la santifica, la guía y la renueva sin cesar (Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Lumen gentium, sobre la Iglesia, 4) 24. De ahí deriva una relación singular y única que, aunque no excluya la obra de Cristo y del Espíritu Santo fuera de los confines visibles de la Iglesia, le confiere un papel específico y necesario. De ahí también el vínculo especial de la Iglesia con el Reino de Dios y de Cristo, dado que tiene «la misión de anunciarlo e instaurarlo en todos los pueblos» (Ibid., 5) 25.
19. Es en esta visión de conjunto donde se comprende la realidad del Reino. Ciertamente, éste exige la promoción de los bienes humanos y de los valores que bien pueden llamarse «evangélicos», porque están íntimamente unidos a la Buena Nueva. Pero esta promoción, que la Iglesia siente también muy dentro de sí, no debe separarse ni contraponerse a los otros cometidos fundamentales, como son el anuncio de Cristo y de su Evangelio, la fundación y el desarrollo de comunidades que actúan entre los hombres la imagen viva del Reino. Con esto no hay que tener miedo a caer en una forma de «eclesiocentrismo». Pablo VI, que afirmó la existencia de « un vínculo profundo entre Cristo, la Iglesia y la evangelización» (Exh. Ap. Evangelii nuntiandi, 16. l.c., 15.) 26, dijo también que la Iglesia «no es fin para sí misma, sino fervientemente solícita de ser toda de Cristo, en Cristo y para Cristo, y toda igualmente de los hombres, entre los hombres y para los hombres» (Pablo VI: Discurso en la apertura de la III sesión del Conc. Ecum. Vat. II, 14 de septiembre de 1964: AAS 56 (1964), 810) 27.
La Iglesia al servicio del Reino
20. La Iglesia está efectiva y concretamente al servicio del Reino. Lo está, ante todo, mediante el anuncio que llama a la conversión; éste es el primer y fundamental servicio a la venida del Reino en las personas y en la sociedad humana. La salvación escatológica empieza, ya desde ahora, con la novedad de vida en Cristo: «A todos los que la recibieron les dio el poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre» (Jn 1, 12).
La Iglesia, pues, sirve al Reino, fundando comunidades e instituyendo Iglesias particulares, llevándolas a la madurez de la fe y de la caridad, mediante la apertura a los demás, con el servicio a la persona y a la sociedad, por la comprensión y estima de las instituciones humanas.
La Iglesia, además, sirve al Reino difundiendo en el mundo los «valores evangélicos», que son expresión de ese Reino y ayudan a los hombres a acoger el designio de Dios. Es verdad, pues, que la realidad incipiente del Reino puede hallarse también fuera de los confines de la Iglesia, en la humanidad entera, siempre que ésta viva los «valores evangélicos» y esté abierta a la acción del Espíritu que sopla donde y como quiere (cf. Jn 3, 8); pero además hay que decir que esta dimensión temporal del Reino es incompleta, si no está en coordinación con el Reino de Cristo, presente en la Iglesia y en tensión hacia la plenitud escatológica (Pablo VI, Exh. Ap. Evangelii nuntiandi, 34: l.c, 28) 28.
Las múltiples perspectivas del Reino de Dios (Comisión Teológica Internacional, Temas selectos de eclesiología en el XX aniversario de la clausura del Conc. Ecum. Vat. II (7 de octubre de 1985), 10: «Indole escatológica de la Iglesia: Reino de Dios e Iglesia») 29 no debilitan los fundamentos y las finalidades de la actividad misionera, sino que los refuerzan y propagan. La Iglesia, es sacramento de salvación para toda la humanidad y su acción no se limita a los que aceptan su mensaje. Es fuerza dinámica en el camino de la humanidad hacia el Reino escatológico; es signo y a la vez promotora de los valores evangélicos entre los hombres (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual, 39) 30. La Iglesia contribuye a este itinerario de conversión al proyecto de Dios, con su testimonio y su actividad, como son el diálogo, la promoción humana, el compromiso por la justicia y la paz, la educación, el cuidado de los enfermos, la asistencia a los pobres y a los pequeños, salvaguardando siempre la prioridad de las realidades trascendentes y espirituales, que son premisas de la salvación escatológica.
La Iglesia, finalmente, sirve también al Reino con su intercesión, al ser éste por su naturaleza don y obra de Dios, como recuerdan las parábolas del Evangelio y la misma oración enseñada por Jesús. Nosotros debemos pedirlo, acogerlo, hacerlo crecer dentro de nosotros; pero también debemos cooperar para que el Reino sea acogido y crezca entre los hombres, hasta que Cristo «entregue a Dios Padre el Reino» y «Dios sea todo en todo» (1 Cor 15, 24.28).
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Cuán semejante a los latrocinios son
los reinos sin justicia
Sin la virtud de la justicia, ¿qué son los reinos sino unos
execrables latrocinios? Y éstos, ¿qué son sino unos reducidos
reinos? Estos son ciertamente una junta de hombres gobernada por
su príncipe la que está unida entre si con pacto de sociedad,
distribuyendo el botín y las conquistas conforme a las leyes y
condiciones que mutuamente establecieron. Esta sociedad, digo,
cuando llega a crecer con el concurso de gentes abandonadas, de
modo que tenga ya lugares, funde poblaciones fuertes, y
magnificas, ocupe ciudades y sojuzgue pueblos, toma otro nombre
más ilustre llamándose reino, al cual se le concede ya al
descubierto, no la ambición que ha dejado, sino la libertad, sin
miedo de las vigorosas leyes que se le han añadido; y por eso
con mucha gracia y verdad respondió un corsario, siendo preso, a
Alejandro Magno, preguntándole este rey qué le parecía cómo
tenía inquieto y turbado el mar, con arrogante libertad le dijo:
y ¿qué te parece a ti cómo tienes conmovido y turbado todo el
mundo? Mas porque yo ejecuto mis piraterías con un pequeño
bajel me llaman ladrón, y a ti, porque las haces con formidables
ejércitos, te llaman rey. (San Agustín La Ciudad de Dios, Libro
4, Cap 4).
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