Maialen, 100 Km diarios para ir a la escuela


Maialen es una niña de doce años que recorre cien kilómetros, todos los días, para ir al colegio. No vive en el altiplano boliviano sino en una de las comunidades de mayor nivel de vida de Europa –dicen–: Navarra. Sí, han leído bien. Cien kilómetros para acudir a un centro escolar de educación obligatoria.

Maialen es diferente y si alguien todavía no sabe lo que puede suponer ser diferente en una sociedad como la nuestra, éste es un ejemplo muy clarificador.

Al terminar Sexto de Educación Primaria en el Colegio Público de Tafalla, nos informaron de la existencia de una norma educativa por la cual quien no sabe leer ni escribir no puede matricularse en un instituto ordinario de Educación Secundaria Obligatoria. Por otra parte, el servicio de orientación rechazó la posibilidad de que la niña continuara sus estudios en el aula alternativa existente en el mismo Colegio de Tafalla y recomendó su preinscripción inmediata en un Centro de Educación Especial de Navarra, con la única opción del servicio de internado para toda la semana.

Pero no queríamos perder a nuestra hija. No ahora. No tan pronto. No queríamos dejar de verla crecer día a día, ni privarla del cariño de sus padres, de su relación con su hermana pequeña… ¿Qué delito había cometido Maialen para recibir semejante castigo? Nos preguntábamos.

A partir de ese momento empezamos a informarnos y a plantear posibles soluciones al Departamento de Educación cuyo personal, todo hay que decirlo, nos atendió de forma impecable. Sin embargo, nos encontramos con un muro infranqueable: la normativa en cuestión. Nosotros pedíamos la contratación de un profesor para atender a este alumnado de Educación Especial en el Instituto de Tafalla y conseguir que tanto ella como otros niños y niñas de pueblos limítrofes pudieran vivir en su casa sin necesidad de dejar a sus familias. Pero esto no era posible por lo que decidimos escolarizar a Maialen en el Centro de Educación Especial Isterria, en Ibero, de forma externa. A continuación, como cualquier otro niño navarro, pedimos el transporte escolar, hecho que nos fue denegado pues, legalmente, sólo podían ofrecer la posibilidad de llevar a la niña el lunes y devolverla a su casa el viernes.

Ante esta situación, mi mujer y yo decidimos priorizar la educación y el bienestar de Maialen ante cualquier otra circunstancia personal, económica, profesional y familiar. Mi mujer renunció a su trabajo para dedicarse a ella en cuerpo y alma, llevándole todos los días al colegio desde nuestra casa en Tafalla.

Y así han pasado el curso madre e hija, viajando todos los días cien kilómetros para ir al colegio con lluvia, con nieve, con tráfico… Muchas veces cansada, a veces dormida, mareada en ocasiones… Maialen acudía contenta a su colegio (el centro de Isterria y su personal es inmejorable) y volvía a casa feliz de estar con nosotros.

Hemos hecho muchos sacrificios personales, profesionales y económicos, especialmente mi mujer a la que desde aquí muestro mi admiración y gratitud, por si en casa no lo hago suficientemente. Pero estamos contentos de tener a nuestra hija en casa y ser una familia normal.

¿Y por qué escribo ahora esta carta? Pues porque jamás utilizaría a mi hija como lanza de nada ni permitiría el menor atisbo de acusación de intencionalidad política en esto, y ya que hemos decidido que Maialen se quede interna (ha madurado lo suficiente, se ha integrado a la perfección, el centro ya he dicho que es sencillamente maravilloso y –por qué no– también tenemos nuestros límites…) me resisto a aceptar que no haya otra solución que romper una y cien familias y obligarlas a ver a sus hijos sólo el fin de semana como si de un tercer grado se tratase.

Y ahora, una vez celebradas las elecciones y en vísperas de la formación de un nuevo gobierno y de la elección de un nuevo Consejero de Educación, considero que es el momento de pedir que Navarra, esa tierra próspera y plural de cuento de hadas que nos han vendido en la campaña electoral, destine una partida presupuestaria suficiente para cuidar, como se merecen, a estos niños y niñas especiales que, como los príncipes y princesas de los cuentos, esperan que un día les despierten con el beso de la justicia y la solidaridad.

Futuro señor Presidente, futura señora o señor Consejero de Educación, hagan algo por favor. Maialen no se lo agradecerá, no se enterará nunca, pero los padres de otros niños y niñas como ella sí.

Carta al Director, publicada en el Diario de Navarra y Diario de Noticias

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