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Fiesta solemne del nacimiento de san Juan Bautista
El anuncio del nacimiento de san Juan Bautista por el ángel Gabriel a Zacarías (Lc 1,5-17) incluye el cumplimiento de la misión de precursor del Mesías por parte de Juan, contenido en la profecía de Malaquías (Ml 3,23-24), referida a Elías y también en el Sirácida o Eclesiástico (Si 48,10-11).
"Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote, llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una mujer descendiente de Aarón, que se llamaba Isabel; los dos eran justos ante Dios, y caminaban sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. No tenían hijos, porque Isabel era estéril, y los dos de avanzada edad.
Sucedió que, mientras oficiaba delante de Dios, en el turno de su grupo, le tocó en suerte, según el uso del servicio sacerdotal, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la multitud del pueblo estaba fuera en oración, a la hora del incienso.
Se le apareció el Ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verle Zacarías, se turbó, y el temor se apoderó de él. El ángel le dijo:
«No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento, porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre, y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios, e irá delante de Él con el espíritu y el poder de Elías, = para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, = y a los rebeldes a la prudencia de los justos (Ml 3,23-24, Si 48,10-11), para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto»".
(Lc 1,5-17)
He aquí la profecía de Malaquías sobre la actuación de Elías como precursor del Mesías:
"He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema".
(Ml 3,23-24)
Y este es el texto del Sirácida o Eclesiástico sobre Elías:
"¡Qué glorioso fuiste, Elías, en tus portentos!.. Fuiste designado en los reproches futuros, para calmar la ira antes de que estallara, para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y restablecer las tribus de Jacob (Is 49,6)".
(Si 48,4;10-11)
Jesús, el Verbo hecho carne, les confirma a Pedro, Santiago y Juan (Mt 17,10-14), testigos de la Transfiguración del Señor, en la que se les muestra en el esplendor de su gloria, que Juan el Bautista, actuó como el esperado precursor Elías.
"Cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».
Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?»
Respondió Él:
«Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos».
Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista".
Es peculiar e inesperada la expresión de las profecías de Malaquías y del Sirácida y del vaticinio del ángel Gabriel: los tres textos coincidentes atribuyen a Elías que su misión precursora del Mesías será "hacer volver los corazones de los padres a los hijos", y no al revés, la conversión de los hijos a los padres, como se podría pensar. Pero es que no parece que lo anunciado sea simplemente que los hijos superen la rebeldía de la adolescencia. La conversión de los padres a los hijos parece referirse a la conversión de nuestros antiguos padres en la fe, los judíos, creyentes en Dios y en sus promesas del Mesías, al que esperaban con ansia, pero que, cuando llegó el propio Mesías, ellos, en parte ampliamente mayoritaria, principal y predominante, con sus dirigentes a la cabeza, no aceptaron a Jesús, el Verbo hecho carne, como Mesías en su primera venida, pero que, como tienen también reiteradamente profetizada, su conversión después de la Parusía, la segunda venida gloriosa y visible de Jesús, el Verbo hecho carne, que al evidenciar así Su existencia eliminará el imperio del Anticristo colectivo que impone cada vez más vivir como si Dios no existiera.
También fue anunciado por el ángel Gabriel a Zacarías que san Juan Bautista iba a "estar lleno de Espíritu Santo desde el seno de su madre". Y esto se cumplió cuando la Visitación de María, la madre virgen de Jesús, a Isabel la madre de san Juan Bautista:
"En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
Y dijo María:
«Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos».
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa".
(Lc 1, 39-56)
La Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su
segunda venida gloriosa a la vista de todos,
con la que al evidenciar Su existencia,
eliminará el poder anticristiano que,
cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera, ,
y como si nosotros los hombres fuésemos el ser supremo,
todos en un todo, pero cada uno un infinitésimo de ese colectivo
mundial monolítico anticristiano que nos ningunea del todo.
La esperanza de la Iglesia,
proclamada en el Concilio Vaticano II,
de la conversión de Israel al
Mesías, a Jesús, el Verbo hecho carne,
y de la unidad católica mundial
La Ascensión y la Parusía visible y gloriosa
de Jesús, el Verbo hecho carne
Jesús, el Verbo hecho carne,
haciéndose ver en el esplendor de su segunda venida,
como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él
quiere, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder
del Anticristo, el colectivo anticristiano, que cada vez más,
impone vivir como si Dios no existiera, y fuese el ser
supremo ese colectivo cada vez más globalizador de casi
todos los hombres, varones y mujeres, como infinitésimos suyos,
cada vez más ninguneados.