Aportaciones urgentes a la teología de la historia: el reino de Dios...Escritos 2022..... Escritos 2021....Artículos......Textos 2022 ....Textos 2021....Textos....Fátima....INDEX.
.Malentendidos sobre la Parusía
El malentendido sobre el fin del mundo
Ni en los textos de san Pablo ni en ningún otro lugar de la Biblia dice que con la segunda venida de Cristo dejará de haber habitantes en el planeta. Al contrario, se distinguen dos tiempos y dos situaciones tras la Parusía de Jesucristo.
"El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor" (1 Ts 4, 16-17).
La Parusía, o segunda venida de Jesús, el Verbo hecho carne, no es el fin del mundo. No es el instantáneo final de la vida humana sobre la tierra. El final de la época del sistema políticamente correcto no es el fin del mundo.
«La Iglesia universal del Dios verdadero confiesa y profesa que Cristo ha de venir del cielo a juzgar a los vivos y a los muertos, y a esto le llamamos nosotros último día del divino juicio, esto es el tiempo último. Pues, por cuantos días se extienda este juicio es incierto: pero las escrituras santas usualmente ponen el término día en lugar de tiempo, como no ignora el que haya leído, por más ligeramente que lo haya hecho, aquellas letras santas. Así pues cuando decimos día del juicio de Dios, añadimos último o novísimo, lo que indica que también ahora juzga y que desde el principio del tiempo juzgó».
(San Agustín: De Civitate Dei lib. XX, cap. 1, núm. 2).
"La venida del Señor al final de
los tiempos" significa que la Parusía de
Jesús, el Verbo hecho carne, la realizará en
la última época o día de la vida humana sobre la
tierra. La Parusía o manifestación de Jesús en su segunda
venida gloriosa, iniciando la última época de la vida humana
sobre la tierra, no lleva consigo la muerte o la transformación
instantánea de los humanos que vivan entonces, pero sí la
eliminación del Anticristo, del imperio de Satanás, del sistema
anticristiano considerado políticamente correcto por Satanás y
los suyos. La Parusía es la última venida de Jesús,
el Verbo hecho carne, y es una venida en gloria y
majestad, a la vista de todos, al fin de los tiempos, es decir en
la última época de la vida humana en la tierra, época llamada
bíblicamente el Día del Señor, que no es un
día de veinticuatro horas de reloj. El momento de la Parusía
inicia esta última época de la vida humana sobre la tierra, que
tendrá, Dios mediante, una duración del mismo orden de magnitud
que las épocas, o tiempos, o días anteriores, de la vida humana
en la tierra; muchos siglos o incluso milenios. Se le puede
llamar el fin del mundo en el sentido de que es
la época final, no el instante final, ni lleva consigo
la terminación de la vida humana sobre la tierra, ni
instantáneamente, ni en breves momentos, ni en unos pocos años.
La creencia de que la Parusía lleva consigo el final
instantáneo de la vida humana terrestre o en breves momentos, no
es un dogma, ni lo puede ser, porque no es ese el plan de Dios
tal como lo ha anunciado en la Revelación, tanto en la Sagrada
Escritura, como en la Tradición.
La Parusía, la
segunda y última venida de Jesús, el Verbo hecho carne,
"que se nos mostrará entonces
lleno de gloria", al evidenciar su existencia, por
el amor misericordioso que nos tiene, eliminará el poder
anticristiano que impone vivir como si Dios no existiera,
eliminará las cada vez más coercitivas estructuras de pecado, y al propio Anticristo; y mediante la extraordinaria efusión de gracia que Jesús,
el Verbo hecho carne, iniciará con su Parusía, iniciará, por el amor misericordioso que nos
tiene, Su reinado en plenitud efectiva Jesucristo en la tierra, y
su reino no tendrá fin, porque continuará en el cielo.
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Mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.
(Sal 90,4).-----------------------
II Pedro 3, 8-14
No olvidéis una cosa, queridos míos, que: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda sino que todos accedan a la conversión.
Pero el día del Señor llegará como un ladrón.
Entonces los cielos desaparecerán estrepitosamente, los elementos se disolverán abrasados y la tierra con cuantas obras hay en ella quedará al descubierto.
Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo ¡qué santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y apresuráis la llegada del Día de Dios!
Ese día los cielos se disolverán incendiados y los elementos se derretirán abrasados.
Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielo nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia.
Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con Él, intachables e irreprochables.
Pero erre que erre dicen que todo eso ocurre en el mismo instante, y sobre este mismo texto insisten en que día significa 24 horas, y se olvidan de lo que Dios por medio de san Pedro les manda:
"No olvidéis una cosa, queridos míos, que: para el Señor un día es como mil años y mil años como un día".
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Esto no es milenarismo, es el Prefacio III de Adviento que tiene en vigor nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica:
"En verdad es justo darte gracias,
es nuestro deber cantar en tu honor himnos de bendición y de alabanza, Padre todopoderoso, principio y fin de todo lo creado.
Tú nos has ocultado el día y la hora
en que Cristo, tu Hijo, Señor y Juez de la historia,
aparecerá, revestido de poder y de gloria,
sobre las nubes del cielo.
En aquel día terrible y glorioso pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva.
El mismo Señor que se nos mostrará entonces lleno de gloria,
viene ahora a nuestro encuentro
en cada hombre y en cada acontecimiento,
para que lo recibamos en la fe
y por el amor demos testimonio de la espera dichosa de su reino".
(Prefacio III de Adviento que tiene en vigor la Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica)
Además de que esto no es milenarismo, otro malentendido nace de que "día" se utiliza en textos como este en dos acepciones: la segunda vez que aparece "día" en este texto significa época, como explica san Agustín que significa en general "día" en la Sagrada Escritura. La primera vez que aparece "día" en este texto del Prefacio III de Adviento significa un período de veinticuatro horas y se refiere al momento de la Parusía, puesto que dice el día y la hora en que "aparecerá" Jesucristo, el Verbo hecho carne, "revestido de poder y de gloria, sobre las nubes del cielo". La segunda vez, día significa la época final, cuya duración, nos es desconocida, pero ciertamente es del mismo orden de magnitud que las épocas anteriores, es decir, no un instante o unos pocos días o años, sino muchísimos años, muchos siglos, o incluso milenios. No sabemos. Pero sí sabemos que en este texto se indica que "pasará la figura de este mundo y nacerán los cielos nuevos y la tierra nueva" en la época final, no en "el día y la hora" de la Parusía.
Aclaración del malentendido entre Parusía e instante final del mundo:
Decía Canals:
"Tendemos a pensar en un instante, la venida del Señor, la conflagración del mundo, la resurrección de los justos y de los pecadores, la salvación de aquéllos y la condenación de éstos y la no existencia de la historia humana.
"Es ahora muy necesario abrir nuestra mente al mensaje contenido en las palabras de San Agustín:
«La Iglesia universal del Dios verdadero confiesa y profesa que Cristo ha de venir del cielo a juzgar a los vivos y a los muertos, y a esto le llamamos nosotros último día del divino juicio, esto es el tiempo último. Pues, por cuantos días se extienda este juicio es incierto: pero las escrituras santas usualmente ponen el término día en lugar de tiempo, como no ignora el que haya leído, por más ligeramente que lo haya hecho, aquellas letras santas. Así pues cuando decimos día del juicio de Dios, añadimos último o novísimo, lo que indica que también ahora juzga y que desde el principio del tiempo juzgó».
(San Agustín: De Civitate Dei lib. XX, cap. 1, núm. 2)."De este tiempo último del Juicio de Dios, de su Advenimiento y de su Reino, cuya duración desconocemos, hemos de sentir según la palabra de Dios que en uno y otro Testamento nos habla".
En el siguiente texto del Catecismo de 1992, la Iglesia Católica emplea la palabra "tiempo" con el significado de "época" cuando habla del "tiempo de la restauración universal" como la época de la restauración universal iniciada por la Parusía o segunda venida de Jesús, el Verbo hecho carne. E incluso cuando habla del "tiempo de la consolación":
674. «La venida del Mesías glorioso en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel"... »San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco... La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica..., hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13).
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La conflagración revelada por san Pedro
El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá. Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, ¿cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y en la piedad, esperando y acelerando la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se disolverán, y los elementos, abrasados, se fundirán?
Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia.
(II P 3,10-13)
Ocurrirá esta gran conflagración con toda seguridad y certeza en el Día del Señor, que no significa en el instante de la venida de Jesucristo, Nuestro Señor. Aquí Día significa época, no sólo según lo que enseña san Agustín, según el texto copiado más arriba, sino que el mismo san Pedro, en este mismo lugar, emplea el vocablo día con el significado, no de un período de veinticuatro horas de reloj, sino con el significado de un tiempo, o de una época de duración larga que puede ser de varios siglos o milenios:
"Una cosa no podéis ignorar, queridos: que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día". (II P 3,8).
Y lo dice san Pedro empleando una expresión revelada que era ya muy conocida, porque está en los Salmos: ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día.
Porque mil años a tus ojos son como el ayer, que ya pasó, como una vigilia de la noche.
(Sal 90,4).
También respecto a esta gran conflagración revelada por san Pedro en su segunda epístola hay que descartar la interpretación imaginaria de que la Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, hace que instantáneamente se incendie el cosmos y que los elementos se derritan. La gran conflagración ocurrirá el Día del Señor, es decir, en la época que se inicia con la Parusía, la segunda venida gloriosa de Jesucristo, Nuestro Señor. Después de los siglos o milenios que dure esa época, que es la del reinado de Cristo en la tierra con eficacia plenamente consumada.
Los que dicen que la segunda venida de Jesús, el Verbo hecho carne, trae consigo el instantáneo final de la vida humana sobre la tierra se olvidan de que, en ese mismo texto de la segunda epístola de san Pedro, se nos recuerda
"que ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día" (II P 3,8).
De modo que no hay que interpretar las profecías de la Escritura según la propia imaginación, o la propia ocurrencia; así lo prescribe Dios en esta misma epístola de san Pedro:
"Ante todo, tened presente que ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia; porque nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios".
(II P 1,20-21)
Aquí se interpretan las profecías de la Escritura según lo que enseñan san Agustín y san Buenaventura como doctores de la Iglesia que son. Lo que enseña de parte de Dios el Catecismo de la Iglesia Católica. Y lo que enseña Dios en la propia Escritura por medio de san Pedro y san Pablo; de los Salmos; de los Hechos de los Apóstoles y del propio Evangelio del Señor Jesús, el Verbo hecho carne.
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San Pablo habla de la Parusía, la segunda venida gloriosa de Jesús, el Verbo hecho carne
"El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos siempre con el Señor" (1 Ts 4, 16-17).
San Pablo no dice que en el momento de la segunda venida de Cristo morirán todos los habitantes del planeta. Al contrario, distingue dos tiempos y dos situaciones tras la parusía de Cristo. Dice clara y explícitamente que primero resucitarán "los que murieron en Cristo". Y que será "después" cuando serán llevados al cielo los habitantes del planeta. Ese "después", no dice si ocurrirá tras unos instantes -como dicen muchos hoy en día, pero no san Pablo-, o si ocurrirá tras un tiempo más largo, del mismo orden de magnitud que las otras épocas de la historia, como creía y esperaba la inmensa mayoría de los cristianos hasta el siglo IV, hasta la época de san Agustín y de san Jerónimo, porque así lo encontraban en los textos bíblicos y en la predicación transmitida desde los apóstoles. Después de la alarma sembrada por san Jerónimo, horrorizado porque esto le sonaba a judaizante, sólo una minoría de cristianos católicos lo ha seguido entendiendo así, y muchos buenos eclesiásticos también lo rechazaron horrorizados a su vez, porque algunos protestantes decían que el Anticristo era el Papa y que la Gran Ramera de Babilonia era la Roma pontificia. Y así se ha venido sembrando la creencia infundada de que la segunda venida de Cristo trae consigo el fin aniquilador del mundo y de todos sus habitantes. (LEER MÁS).
También san Buenaventura habla de la época final de la Iglesia como posterior a la eliminación del Anticristo por la Parusía de Jesús tras las otras épocas.
La Iglesia consumada en la escatología intrahistórica de San Buenaventura, Francisco Canals Vidal CRISTIANDAD, Barcelona, Año XL, nn 628-631:117, julio-octubre 1983
Explicó Canals en Recuerdos y reflexiones actuales
sobre la teología de la historia del padre Ramón Orlandis, CRISTIANDAD, núm. 728-730, enero-marzo de 1992,
págs. 19 a 23
(Conferencia pronunciada en la
clausura de la XXIX Reunión de amigos de la Ciudad Católica.
Poblet, 14 de octubre de 1990. Publicada en la revista Verbo,
núm. 301-302 (1992), págs. 191-201):
«Las sistematizaciones de Orlandis y de Rovira podrían considerarse más próximas a la que hallamos en el gran doctor franciscano san Buenaventura, en la última de sus obras, las llamadas Collationes in Hexaemeron, serie de sermones predicados en París, ya en vísperas de su muerte, cuyo texto se conserva en una reportatio cuya autenticidad apoyan los críticos más solventes de la obra de san Buenaventura.
»Entre las diversas «seriaciones» de los tiempos de la historia humana en la perspectiva de la salvación, podemos hallar que al doble tiempo: vocación de los gentiles, vocación de los judíos, se corresponden las etapas que llama de la «Iglesia dilatada y de la Iglesia consumada». Mientras que a este período de la Iglesia consumada, coincidente con la vocación de los judíos, se refiere también en otras series la época que llama «la restauración de todas las cosas» y «el tiempo de la paz última».
»Nos resultará alentador leer algunas de las palabras del propio san Buenaventura:
«Que los judíos se convertirán es cierto, por Isaías y por el Apóstol, que aduce su autoridad... Dice Isaías: "Subamos al monte del Señor y a la casa del Dios de Jacob"; y sigue: "No desenvainará la espada un pueblo contra otro, ni se adiestrarán más en el arte de la guerra". Contra esto dicen los judíos que todavía no se ha cumplido; pero el Profeta no se refiere a la primera venida o a la primera vocación, sino a la última, cuando el día del Señor se manifieste sobre todos los soberbios; y no se ha de entender que Dios abandone a aquellas ramas». (San Buenaventura: Collationes in Hexaemeron, Col. XV, 24 y 25).
»Y en otro lugar dice:
«En el futuro tendrá lugar la reedificación de la Ciudad y la reparación del culto divino. Entonces se cumplirá lo profetizado por Ezequiel, cuando descienda del cielo la Ciudad, no por cierto la que es de arriba, sino la que es de aquí abajo, es decir la militante, cuando sea conforme a la triunfante en cuanto es posible en este mundo. Entonces tendrá lugar la edificación de la Ciudad y su restablecimiento como en el principio, y entonces habrá paz». (Col. XVI, 30).
»Para san Buenaventura, la Iglesia estaba en una etapa anterior a aquella a que se refería el pasaje que acabamos de citar. No era previsible el momento en que se cambiase de una edad a otra:
«¿Quién ha dicho cuánto durará? Es cierto que nos encontramos en este tiempo; cierto es también que durará hasta que sea arrojada la Bestia que sube del abismo, y Babilonia sea confundida y derribada, y después se dará la paz; pero primero es necesario que venga la tribulación» (Col. XVI, 19).
»Como en el Padre Enrique Ramiére, o en el Padre Orlandis, o en Rovira, también en San Buenaventura hallamos que el anuncio de las grandes tribulaciones que han de sobrevenir sobre los habitantes de la Tierra se ambienta en una atmósfera de anhelo esperanzado por el Reino de Dios. Dios no permite el mal sino para sacar de él mayores bienes, y la hora de las grandes tentaciones y tribulaciones es también signo que ha de alentarnos a «alzar la cabeza porque nuestra salvación se acerca», según nos anunció el Señor en el Evangelio (Luc. 21, 28).
»El deseo de que estas esperanzas se cumplan, y de que sean abreviados los días de tribulación, y de que el Amor del divino corazón triunfe sobre el imperio de Satanás, impulsa la oración de la Iglesia:
«Que de uno a otro polo resuene únicamente esta aclamación: Alabado sea el divino Corazón por quien hemos alcanzado la salud: a El la gloria y el honor por todos los siglos».
(Pío XI, Consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús, anualmente renovada en la Fiesta de Cristo Rey).«Nos consagramos a Ti, a tu Corazón Inmaculado, oh Madre Nuestra, Reina del mundo, a fin de que tu amor y patrocinio acelere el triunfo del Reino de Dios, y todos los pueblos, pacificados entre sí y con Dios, te aclamen Bienaventurada, y contigo entonen de un extremo a otro de la tierra, el eterno Magníficat de gloria, amor y agradecimiento al Corazón de Jesús, únicamente en el cual pueden encontrar la Verdad, la Vida y la Paz». (Acto solemne de consagración del género humano al Inmaculado Corazón de María por el Papa Pío XII en 1942)».
Los tiempos Le preguntaron: «Señor, ¿es en este
momento cuando vas a restablecer el Reino de
Israel?» «De aquel día y hora, nadie
sabe nada, ni los ángeles de los cielos, ni el
Hijo, sino sólo el Padre. Como en los
días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre...
No se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los
arrastró a todos, así será también la venida del Hijo
del hombre... Velad, pues, porque no sabéis qué
día vendrá vuestro Señor». «De aquel día y hora, nadie
sabe nada, ni los ángeles en el cielo, ni el
Hijo, sino sólo el Padre». 20 Habiéndole preguntado los fariseos cuándo
llegaría el Reino de Dios, les respondió: «En la casa de mi Padre hay muchas
moradas; si no, os lo habría dicho, porque me
voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os
prepare un lugar, volveré y os llevaré
conmigo, para que donde estoy yo estéis también
vosotros». Hermanos, no queremos que estéis en la
ignorancia respecto de los muertos, para que no os
entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza.
Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de
la misma manera Dios llevará consigo a
quienes murieron en Jesús. Os decimos eso como Palabra
del Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos
hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que
murieron. El Señor mismo, a la orden dada por la voz de
un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará
del cielo, y los que murieron en Cristo
resucitarán en primer lugar. Después
nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos
arrebatados en nubes, junto con ellos, al encuentro del
Señor en los aires. Y así estaremos
siempre con el Señor. |
I Cor 15
Cristo resucitó de entre los muertos como primicias de los que
durmieron.
21 Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por
un hombre viene la resurrección de los muertos.
22 Pues del mismo modo que en Adán mueren todos, así también
todos revivirán en Cristo.
23 Pero cada cual en su rango: Cristo como
primicias; luego los de Cristo en su Venida.
24 Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino,
depués de haber destruido todo Principado, Dominación y
Potestad.
25 Porque debe Él reinar = hasta que ponga a
todos sus enemigos bajo sus pies. =
26 El último enemigo en ser destruido será la Muerte.
(I Cor 15,20-26)
I Cor 15
En la resurrección de los muertos: se siembra corrupción,
resucita incorrupción;
43 se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad,
resucita fortaleza;
44 se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual.
Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual.
45 En efecto, así es como dice la Escritura: = Fue hecho el
primer hombre, = Adán, = alma viviente; = el último Adán,
espíritu que da vida.
46 Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo
natural; luego, lo espiritual.
47 El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo,
viene del cielo.
48 Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el
celeste, así serán los celestes.
49 Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre
terreno, llevaremos también la imagen del celeste.
50 Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden
heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la
incorrupción.
(I Cor 15,42-50)
I Cor 15
51 ¡Mirad! Os revelo un misterio: No moriremos todos, mas todos
seremos transformados.
52 En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la
trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos
resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.
53 En efecto, es necesario que este ser corruptible se
revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de
inmortalidad.
(I Cor 15,51-53)
I Ts 4
13 Hermanos, no queremos que estéis en la ignorancia respecto de
los muertos, para que no os entristezcáis como los demás, que
no tienen esperanza.
14 Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la
misma manera Dios llevará con Él a quienes murieron en
Jesús.
15 Os decimos eso como Palabra del Señor:
Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del
Señor no nos adelantaremos a los que murieron.
16 El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y
por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que
murieron en Cristo resucitarán en primer lugar.
17 Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados
en nubes, junto con ellos, al encuentro del Señor en
los aires. Y así estaremos siempre con el Señor.
(I Ts 4,13-17)
I Ts 5
1 En lo que se refiere al tiempo y al momento, hermanos, no
tenéis necesidad que os escriba.
2 Vosotros mismos sabéis perfectamente que el Día del
Señor ha de venir como un ladrón en la noche.
3 Cuando digan: «Paz y seguridad», entonces mismo, de
repente, vendrá sobre ellos la ruina, como los dolores
de parto a la que está encinta; y no escaparán.
4 Pero vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que
ese Día os sorprenda como ladrón,
5 pues todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día.
Nosotros no somos de la noche ni de las tinieblas.
6 Así pues, no durmamos como los demás, sino velemos y
seamos sobrios.
(I Ts 4,1-6)
I Pe 1
10 Sobre esta salvación investigaron e indagaron los
profetas, que profetizaron sobre la gracia destinada a
vosotros,
11 procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se
refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les
predecía los sufrimientos destinados a Cristo y las glorias que
les seguirían.
12 Les fue revelado que no administraban en beneficio propio sino
en favor vuestro este mensaje que ahora os anuncian quienes os
predican el Evangelio, en el Espíritu Santo enviado desde el
cielo; mensaje que los ángeles ansían contemplar.
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Mil años a tus ojos son como el ayer,
que ya pasó, como una vigilia de la noche.
(Sal 90,4).
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II Pedro 3, 8-14
No olvidéis una cosa, queridos míos, que: para el Señor un
día es como mil años y mil años como un día.
El Señor no retrasa su promesa, como piensan algunos, sino que
tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que
nadie se pierda sino que todos accedan a la
conversión.
Pero el día del Señor llegará como un ladrón.
Entonces los cielos desaparecerán estrepitosamente, los
elementos se disolverán abrasados y la tierra con cuantas obras
hay en ella quedará al descubierto.
Puesto que todas estas cosas van a disolverse de este modo ¡qué
santa y piadosa debe ser vuestra conducta, mientras esperáis y
apresuráis la llegada del Día de Dios!
Ese día los cielos se disolverán incendiados y
los elementos se derretirán abrasados.
Pero nosotros, según su promesa, esperamos unos cielo nuevos y
una tierra nueva en los que habite la justicia.
Por eso, queridos míos, mientras esperáis estos acontecimientos,
procurad que Dios os encuentre en paz con Él, intachables e
irreprochables.
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Jesús, el Verbo hecho carne, le encargó a santa Faustina dar algunos
detalles sobre este anuncio que viene ya en Su discurso
escatológico en el evangelio:
Conviene aclarar que, al igual que en la Sagrada Escritura, en este texto de santa Faustina, la expresión "último día" significa última época de la vida humana en la tierra; no hay que imaginar la literalidad material de un día de 24 horas de reloj. Así lo explica san Agustín, como doctor de la Iglesia:
Y Dios mismo deshace el posible malentendido por medio de san Pedro en la Sagrada Escritura:
Y lo dice san Pedro empleando una expresión revelada que era ya muy conocida, porque está en los Salmos: ante el Señor un día es como mil años y, mil años, como un día.
Este es el anuncio de Jesús, el Verbo hecho carne, en Su discurso escatológico del evangelio:
La Santa Romana Iglesia, en su calendario de conmemoraciones, confirma lo referente a la señal del Hijo del Hombre:
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Juan Rovira Orlandis, S. J.,
sobrino del padre Ramón Orlandis, S. J., y como él sacerdote
jesuita, nacido en Palma de Mallorca en 1937, asesinado por odio
a la fe el 3 de noviembre de 1936, durante la persecución
religiosa en la zona roja durante la Guerra de España de 1936
En proceso de canonización: http://newsaints.faithweb.com/martyrs/MSPC01.htm
Autor del estudio El Reino de Cristo
consumado en la tierra
Malentendidos sobre la Parusía ..
El malentendido sobre la visibilidad de Nuestro Señor Jesucristo en su segunda venida gloriosa
.El malentendido sobre el cielo en la tierra tras la Parusía......
El malentendido sobre el milenarismo aclarado por Canals....
El malentendido sobre la duración de los tiempos de la última época
El malentendido sobre el cielo
en la tierra tras la Parusía
No es lo mismo el cielo que el reino de Dios
en la tierra tras la Parusía.
Difieren tanto, como la situación de los que viven
en la tierra difiere de la de quienes viven en el cielo.