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Sí, esperamos la Parusía, como dicen el Espíritu Santo y la Iglesia, y esperamos hacer siempre lo que dicen
El Espíritu y la esposa dicen: «¡Ven!». Y quien lo oiga, diga: «¡Ven!»... «Sí, vengo pronto». Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22, 17; 20).
Por consiguiente, decimos: ¡Ven!
Por amor a Jesús, el Verbo hecho carne, deseamos que venga ya, sí. Por otro lado, aunque sabemos que puede venir en cualquier momento después de la Ascensión, conocemos también la advertencia divina, por medio de san Pablo, de que antes han de suceder otras cosas:
"No perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Que nadie en modo alguno os engañe. Primero tiene que llegar la apostasía y manifestarse el hombre de la impiedad, el hijo de la perdición, el que se enfrenta y se pone por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios. ¿No recordáis que, estando aún con vosotros, os hablaba de esto? Sabéis lo que ahora lo retiene, para que se manifieste a su debido tiempo. Porque el misterio de la iniquidad está ya en acción; apenas se quite de en medio el que por el momento lo retiene, entonces se manifestará el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con su venida majestuosa. La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás, con ostentación de poder, con señales y prodigios falsos, y con todo tipo de maldad para los que se pierden, contra aquellos que no han aceptado el amor de la verdad que los habría salvado" (2 Tes 2, 2-10).
Y allí mismo viene la concreción práctica de la advertencia:
"Nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo. A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan. Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien" (2 Tes 3, 2-10).
Trabajar mientras tanto para vivir y siempre hacer el bien. Trabajar con sosiego, eso sí. Mientras se pueda, porque, cuando llegue al máximo la persecución anticristiana, no se podrá ni comprar ni vender sin llevar la marca o el nombre del anticristo, como está profetizado en otro lugar:
"Vi otra bestia que salía de la tierra; tenía dos cuernos de cordero, pero hablaba como un dragón, y ejerce toda la autoridad de la primera bestia, en su presencia; y hace que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya llaga mortal había sido curada. Y realiza grandes signos, incluso hace bajar fuego del cielo a la tierra, en presencia de los hombres. Y engaña a los habitantes de la tierra mediante los signos que se le concedió realizar en presencia de la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hiciesen una imagen de la bestia que tenía la herida de espada, pero que ha sobrevivido. Se le concedió infundir espíritu a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la bestia pudiera hablar e hiciera morir a cuantos no adorasen la imagen de la bestia. Y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, de modo que nadie pueda comprar ni vender si no tiene la marca o el nombre de la bestia".
Y sobre todo tenemos la gran advertencia general de que no sabemos el día ni la hora de la Parusía, de la segunda venida del Señor, por lo cual debemos estar preparados en todo momento. Y esto es lo que, de la misericordia divina, esperamos con esperanza que se nos conceda, poniendo toda nuestra confianza en el infinito amor misericordioso que Dios nos tiene y nos manifiesta en el Sagrado Corazón de Jesús; puesto que es muy superior a nuestras fuerzas y necesitamos que se nos dé el Espíritu Santo para tener el reinado de Dios en nuestra alma en todo momento. Porque la gran advertencia divina es insistente, reiteradísima, de que estemos preparados siempre, porque no sabemos el día ni la hora:
Mt 24, 36-44. [Mt 24 45-51. Lc 12, 42-46. Sal 105, 21. Sal 104, 27]. Mt 24 32-33. Mc 13, 28-32. Mc 13, 33. Lc 12 , 39-40. Lc 17, 26-27, 34-35. Lc 21, 29-33. Hch 1, 7. Mt 25, 13. Lc 12, 39-40. 1Tes 5, 1+. 1 Tes 5, 2-6. [Mt 25, 1-13. Lc 12, 35-38]. [Mt 25, 14-30. Lc 19, 12-27. Mc 13, 34]
Y además hay que tener presente que la dimensión personal del reino de Dios, que es la primordial por cierto, ya la concede Dios en plenitud a muchas almas en esta situación anterior a la Parusía e incluso anterior a la gran tribulación en la que culminará la máxima intensidad de la persecución anticristiana que, diciendo actuar en nombre del colectivo humano mundial, impone cada vez más que vivamos como si Dios no existiera y ningunea más y más a los miembros de ese colectivo.
El Reinado de
Jesucristo consumado en todas las almas y en todas las
naciones de la tierra por la acción misericordiosa de su
Sagrado Corazón La plena implantación del reinado de Jesucristo en la tierra La segunda venida de Jesucristo tendrá como consecuencia, entre otras, el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y no al revés. No es a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia como se producirá la consumación en la tierra del Reinado Social de Jesucristo por su misericordia y la consiguiente época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia (CEC 677, 673, 672, 675, 674). Este Reinado ha de venir ciertamente, pues está reiteradamente prometido y profetizado. Y será consecuencia, como está profetizado, de la segunda venida a la vista de todos de Jesucristo, Nuestro Señor, que, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, producirá, al evidenciar su existencia mediante su manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, la eliminación del régimen anticristiano, que cada vez más impone vivir como si Dios no existiera. Y consecuencia además de la extraordinaria efusión de Gracia Increada, el Espíritu Santo, que realizará Jesús, el Verbo hecho carne, con esa su Parusía, por el amor infinitamente misericordioso que Él nos tiene. Y a este respecto dice Canals:
La segunda venida de Cristo, en gloria y poder, no será precedida, sino seguida por la cristianización de Israel, porque será consecuencia suya. Aunque ya algo antes de la segunda venida de Jesucristo se producirá por su gracia misericordiosa la de algunos judíos (Ap 3,9), en la época de la Iglesia de Filadelfia, nuestra época..
Y además, también, en el desenlace del episodio de la predicación de los dos testigos de Ap, 11, se producirá la vuelta a Dios de los supervivientes del gran terremoto:
Y, aunque no es lo mismo que la cristianización de los judíos, puede ser su comienzo a partir, por consiguiente de la predicación de Elías y de sus discípulos o de los que constituyan su persona moral y en definitiva de la acción del Espíritu Santo, como siempre. Tras la quiebra de la apostasía y el hundimiento del imperio anticristiano a consecuencia de la segunda venida de Jesucristo, su Parusía, su manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, (como después de su Resurrección y hasta su Ascensión), vendrá, sin el obstáculo de las estructuras de pecado y, mediante la extraordinaria efusión de Gracia Increada, el Espíritu Santo, que se iniciará con la Parusía, el proceso de recristianización basado en el auge de la devoción a la Virgen María y de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y el triunfo de estas devociones, tras la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, traerá la recristianización universal y la implantación consumada del liberador reinado social de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, por el amor misericordioso que nos tiene, como aseguran respectivamente san Luis María Grignion de Monfort y el padre Ramón Orlandis, S. J.:
El reinado de Cristo Rey en las almas, en los corazones, la dimensión personal del reinado del Sagrado Corazón, que es la primordial por cierto, se produce ya plenamente en algunos como consecuencia de la devoción al Sagrado Corazón. Y ésta sí que llega a su plenitud en las almas a las que Jesús, el Verbo hecho carne, se la concede ya en esta época anterior a su segunda venida. La dimensión social del reinado del Sagrado Corazón llegará a su plenitud y consumación en la tierra tras la segunda venida de Jesucristo, su manifestación como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, porque será consecuencia de la recristianización generalizada, mediante la extraordinaria efusión de Gracia Increada, el Espíritu Santo, que se iniciará con la Parusía; y así será implantado su reino consumado en la tierra por la propia acción misericordiosa de Jesucristo, como consecuencia de que será implantado por Él su reinado en todas las almas tras la Parusía, como ya antes reina plenamente por su misericordia en algunas. San Agustín lo explica en el libro XIV de La Ciudad de Dios Enseña san Agustín que el hombre fue creado para vivir según Dios, para hacer la voluntad de Dios y no para vivir según él mismo:
Y explica san Agustín que vivir según uno mismo y no vivir según Dios, es hacer como Satanás, es ser semejante a Satanás San Agustín explica aquella doctrina
enseñada de parte de Dios por san Pablo que proscribe
obrar según la carne (Gal 5,16-25; Gal
6,7-8; 8,5-14).
San Pablo mismo dice con todas las letras que ser carnal es vivir según el hombre:
Vivir según uno mismo y no vivir del todo según Dios, vivir como si Dios no existiera, es estar sometido al imperio de Satanás. Intentar compatibilizar vivir según Dios y vivir según uno mismo es autoengañarse y darle entrada a Satanás para que domine e impere. No es ya vivir según Dios. Después explica san Agustín la dimensión social del reino de Dios: "Dos amores fundaron dos ciudades". El imperio de Satanás también es sobre la sociedad, pero conviene insistir en que su raíz más profunda y más sometedora es el sometimiento de cada persona humana a vivir según ella misma y no del todo según Dios. Y vivir según uno mismo lleva a odiar a Dios. El imperio de Satanás es todo sistema que impone vivir y obrar según uno mismo, vivir como si Dios no existiera. Todo sistema políticamente correcto en la modernidad y en la posmodernidad. Es el imperio de las estructuras de pecado cada vez más ineludiblemente dominantes hoy en lo estatal, en lo económico, en lo cultural, en lo social y en lo personal. El mismo san Agustín explica que el origen de la dimensión social del imperio de Satanás está en que hay quienes viven según la carne, es decir, viven según sí propio. Y explica que el origen del reino de Dios, la ciudad de Dios, es que hay otros que viven según el espíritu, es decir, según Dios; y en eso mismo explica que está la contraposición y enfrentamiento entre ambas sociedades humanas o ciudades humanas:
Santa Teresita vivía este reinado pleno de Jesús en su alma y atribuía este título de rey a Jesús para expresar esta dimensión primordial del reinado de Cristo Rey:
Se trata de que cada uno, en sí mismo ante todo, cumpla el mandato de Jesús:
Ofreciéndose así a recibir este don de Jesucristo de que reine en la propia persona, ofrecíéndose a ser amado, a recibir con amor el amor de Jesús que da su Sagrado Corazón en llamas de deseo ardiente de amor, como se lo expresó a santa Margarita María Alacoque en 1674, en la segunda gran revelación de su Sagrado Corazón, en la que le llega a decir que la ingratitud que recibe de nosotros los hombres, al no recibir con amor su amor, le es mucho más sensible que todo lo que sufrió por nosotros en su pasión y que desea recibir algo de amor por parte nuestra, con tal ansiedad, que estimaría poco todo lo que hizo por nosotros, si recibiese sólo ese algo de amor, y que si lo recibiera, querría hacer aún más, si ello se pudiera. He aquí una de las múltiples formulaciones de las esperanzas de la Iglesia sobre el reinado social de Jesucristo, Nuestro Señor:
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Recibir el reinado pleno de Jesús en el alma es corresponderle con amor al amor ardiente con el que nos quiere liberar con su reinado, acatando su voluntad y cumpliendo sus mandamientos, (Jn 14,15; Jn 15,10; I Jn 5,3), pero no aceptarle como rey en el alma es hacer lo que hizo con Él la soldadesca romana, después de azotarle, al coronarle de espinas, proclamarle rey como una burla, torturándole:
Recibir el reinado pleno de Jesús en la propia persona es efecto del amor que puede despertar en nosotros, por la acción del Espíritu Santo, verle en la cruz sufrir así para salvarnos. Y en ese sentido se cumple que Jesús reina desde la cruz, como decía Benedicto XVI, en la fiesta solemne de Cristo Rey de 2011:
Y también en el sentido de que su reino lo implantará Él en todas las naciones de la tierra, en su plenitud consumada, por amor a nosotros. Es la dimensión social del Reinado del Sagrado Corazón de Jesús, que, al igual que la dimensión personal, es consecuencia de los méritos infinitos que nos ganó Jesucristo con su pasión y su cruz, pagando nustro rescate con su sangre preciosa. León XIII expresaba así en la encíclica Annum Sacrum la consumación del Reinado de Jesucristo en la tierra por la devoción a su Sagrado Corazón:
Sólo que hay que insistir en que el triunfo mundial de las devociones al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María y la aceptación voluntaria de la soberanía de Jesucristo será posterior a su segunda venida gloriosa y a la ruina que Él, con su manifestación, producirá en el imperio anticristiano, que impone vivir como si Dios no existiera, al evidenciar su existencia Jesús, el Verbo hecho carne, con su venida visible para todos. Tras lo cual, la Virgen María atraerá a todos hacia el Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús no se puede decir que ahora, en el siglo XXI, esté aumentando en la tierra, sino que se constata que lo que aumenta es, por el contrario, el proceso de descristianización, la apostasía de los hombres, varones y mujeres, y la apostasía de las naciones y la anomía, la transgresión. No se ve que vaya camino de triunfar dicha preciosa devoción, sin que cause este triunfo una intervención divina extraordinaria. Aunque el saneamiento eclesiástico en parte se ha iniciado desde el pontificado de san Juan Pablo II con el nombramiento de obispos buenos, con el factor común que les caracteriza de su devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Estamos ahora, en el siglo XXI, en aquella situación en la que Jesús tiene encargado que, aunque es rechazado Dios y la autoridad de su Iglesia, hay que anunciar de todas maneras que viene ya el Reino de Dios:
La época de paz y prosperidad está profetizada y vendrá con el establecimiento glorioso del Reino mesiánico. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1992):
Pero antes de la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el Reinado Social de Jesucristo en la tierra, lo que se producirá es una extrema persecución y apostasía, no el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Y el Reinado Social de Jesucristo no se producirá a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia, que bastante tendrá con sobrevivir, en algún pequeño resto, a la apostasía y a la persecución final, según enseña la Iglesia en su Catecismo de 1992:
La segunda venida gloriosa de Jesucristo traerá consigo su reconocimiento como Mesías por Israel en el tiempo de la restauración universal:
---------------------------- Jesús le manifestó a santa Margarita María de Alacoque que Él destruirá el imperio de Satanás y sobre las ruinas del mismo levantará el imperio de su amor y le prometió también:
Estas revelaciones de Jesús a santa Margarita María de Alacoque de que Él destruirá el imperio de Satanás coinciden con lo declarado por el Concilio Vaticano II:
Y por los papas san Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI:
La expresión civilización del amor fue empleada por primera vez por el papa san Pablo VI en Pentecostés de 1970, en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal:
Ese mismo día, el papa san Pablo VI hizo equivalentes la expresión, civilización del amor y la expresión civilización cristiana:
La civilización del amor es la plenitud intrahistórica del reinado social del Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne; es la civilización cristiana, la ciudad católica, la unidad católica mundial plenamente consecuente; la ciudad de Dios en la tierra (LEER MÁS) El reinado del laicismo y del liberalismo se terminará cuando, destruido ese reinado anticristiano por la Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su segunda venida visible y gloriosa a la vista de todos con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera; y, mediante la extraordinaria efusión de Gracia Increada que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, generalizada la devoción a su Sagrado Corazón, todos crean que Jesucristo es Dios y obren en consecuencia, también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad, y así fue formulado como esperanza de la Iglesia por el Concilio Vaticano II:
Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura confesionalidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo, el Mesías Jesús, el Verbo hecho carne, ; la Cristiandad futura; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de Gracia Increada que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida visible y gloriosa a la vista de todos con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera. Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:
Esta unidad católica mundial, la catolicidad de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados católicos. El Concilio Vaticano II enseña que forma parte de la misión de la Iglesia "declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana" (Dignitatis humanae, 14). De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad. Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es incoadamente su Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, como la denominaba san Ignacio de Loyola, y la Iglesia del siglo XXI celebra la fiesta solemne de Cristo Rey (leer más) -------------------------------------------------- Pero Jesús, el Verbo hecho carne, todavía no ejerce su realeza en plenitud en la tierra:
Se necesita la reiteradamente prometida efusión extraordinaria de Gracia Increada para que todos los que vivan entonces obren según Dios y no según cada uno, como bajo el imperio de Satanás:
Pero antes ha de venir Jesús, el Verbo hecho carne, visiblemente a reinar de manera no visible, aunque efectiva; se ha de realizar la anunciada y prometida Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su segunda venida visible y gloriosa a la vista de todos, con la que al evidenciar Su existencia, por el amor que nos tiene, elimine el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera -------------------------------------------------- |