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Sí, esperamos la Parusía, como dicen el Espíritu Santo y la Iglesia, y esperamos hacer siempre lo que dicen

El Espíritu y la esposa dicen: «¡Ven!». Y quien lo oiga, diga: «¡Ven!»... «Sí, vengo pronto». Amén. ¡Ven, Señor Jesús! (Ap 22, 17; 20).

Por consiguiente, decimos: ¡Ven!

Por amor a Jesús, el Verbo hecho carne, deseamos que venga ya, sí. Por otro lado, aunque sabemos que puede venir en cualquier momento después de la Ascensión, conocemos también la advertencia divina, por medio de san Pablo, de que antes han de suceder otras cosas:

"No perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por alguna revelación, rumor o supuesta carta nuestra, como si el día del Señor estuviera encima. Que nadie en modo alguno os engañe. Primero tiene que llegar la apostasía y manifestarse el hombre de la impiedad, el hijo de la perdición, el que se enfrenta y se pone por encima de todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, hasta instalarse en el templo de Dios, proclamándose él mismo Dios. ¿No recordáis que, estando aún con vosotros, os hablaba de esto? Sabéis lo que ahora lo retiene, para que se manifieste a su debido tiempo. Porque el misterio de la iniquidad está ya en acción; apenas se quite de en medio el que por el momento lo retiene, entonces se manifestará el impío, a quien el Señor Jesús destruirá con el soplo de su boca y aniquilará con su venida majestuosa. La venida del impío tendrá lugar, por obra de Satanás, con ostentación de poder, con señales y prodigios falsos, y con todo tipo de maldad para los que se pierden, contra aquellos que no han aceptado el amor de la verdad que los habría salvado" (2 Tes 2, 2-10).

Y allí mismo viene la concreción práctica de la advertencia:

"Nos hemos enterado de que algunos viven desordenadamente, sin trabajar, antes bien metiéndose en todo. A esos les mandamos y exhortamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con sosiego para comer su propio pan. Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien" (2 Tes 3, 2-10).

Trabajar mientras tanto para vivir y siempre hacer el bien. Trabajar con sosiego, eso sí. Mientras se pueda, porque, cuando llegue al máximo la persecución anticristiana, no se podrá ni comprar ni vender sin llevar la marca o el nombre del anticristo, como está profetizado en otro lugar:

"Vi otra bestia que salía de la tierra; tenía dos cuernos de cordero, pero hablaba como un dragón, y ejerce toda la autoridad de la primera bestia, en su presencia; y hace que la tierra y todos sus habitantes adoren a la primera bestia, cuya llaga mortal había sido curada. Y realiza grandes signos, incluso hace bajar fuego del cielo a la tierra, en presencia de los hombres. Y engaña a los habitantes de la tierra mediante los signos que se le concedió realizar en presencia de la bestia, diciendo a los habitantes de la tierra que hiciesen una imagen de la bestia que tenía la herida de espada, pero que ha sobrevivido. Se le concedió infundir espíritu a la imagen de la bestia, de modo que la imagen de la bestia pudiera hablar e hiciera morir a cuantos no adorasen la imagen de la bestia. Y hace que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, se les ponga una marca en la mano derecha o en la frente, de modo que nadie pueda comprar ni vender si no tiene la marca o el nombre de la bestia".

Y sobre todo tenemos la gran advertencia general de que no sabemos el día ni la hora de la Parusía, de la segunda venida del Señor, por lo cual debemos estar preparados en todo momento. Y esto es lo que, de la misericordia divina, esperamos con esperanza que se nos conceda, poniendo toda nuestra confianza en el infinito amor misericordioso que Dios nos tiene y nos manifiesta en el Sagrado Corazón de Jesús; puesto que es muy superior a nuestras fuerzas y necesitamos que se nos dé el Espíritu Santo para tener el reinado de Dios en nuestra alma en todo momento. Porque la gran advertencia divina es insistente, reiteradísima, de que estemos preparados siempre, porque no sabemos el día ni la hora:

Mt 24, 36-44. [Mt 24 45-51. Lc 12, 42-46. Sal 105, 21. Sal 104, 27]. Mt 24 32-33. Mc 13, 28-32. Mc 13, 33. Lc 12 , 39-40. Lc 17, 26-27, 34-35. Lc 21, 29-33.  Hch 1, 7. Mt 25, 13. Lc 12, 39-40. 1Tes 5, 1+. 1 Tes 5, 2-6. [Mt 25, 1-13. Lc 12, 35-38]. [Mt 25, 14-30. Lc 19, 12-27. Mc 13, 34]

Y además hay que tener presente que la dimensión personal del reino de Dios, que es la primordial por cierto, ya la concede Dios en plenitud a muchas almas en esta situación anterior a la Parusía e incluso anterior a la gran tribulación en la que culminará la máxima intensidad de la persecución anticristiana que, diciendo actuar en nombre del colectivo humano mundial, impone cada vez más que vivamos como si Dios no existiera y ningunea más y más a los miembros de ese colectivo.

El Reinado de Jesucristo consumado en todas las almas y en todas las naciones de la tierra por la acción misericordiosa de su Sagrado Corazón

La plena implantación del reinado de Jesucristo en la tierra

La segunda venida de Jesucristo tendrá como consecuencia, entre otras, el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y no al revés. No es a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia como se producirá la consumación en la tierra del Reinado Social de Jesucristo por su misericordia y la consiguiente época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia (CEC 677, 673, 672, 675, 674). Este Reinado ha de venir ciertamente, pues está reiteradamente prometido y profetizado. Y será consecuencia, como está profetizado, de la segunda venida a la vista de todos de Jesucristo, Nuestro Señor, que, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, producirá, al evidenciar su existencia mediante su manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, la eliminación del régimen anticristiano, que cada vez más impone vivir como si Dios no existiera. Y consecuencia además de la extraordinaria efusión de Gracia Increada, el Espíritu Santo, que realizará Jesús, el Verbo hecho carne, con esa su Parusía, por el amor infinitamente misericordioso que Él nos tiene.

Y a este respecto dice Canals:

"Sería engañoso entender esta actualidad y adecuación del ideal del Reino de Cristo para nuestro tiempo, cual si pudiéramos esperar que se le acepte con fácil popularidad; o que sintonice cómodamente con la sensibilidad masificada por la propaganda, vertida hedonísticamente hacia lo inmediato, o torturada por la soberbia y endurecida rebeldía de los justicialismos y pacifismos «mundanos»...
No afirmamos con seductor naturalismo que la espiritualidad y doctrina del Reino de Cristo por su Corazón se armonice con el sentir de los amadores del mundo de nuestro humanismo secular. Tenemos que reconocer, por el contrario, la estridencia y la tragedia inevitable del choque y de la hostilidad".
(Francisco Canals Vidal, El culto al Corazón de Cristo ante la problemática de hoy, CRISTIANDAD, Año XXVII, Núm. 467, enero de 1970 ).

La segunda venida de Cristo, en gloria y poder, no será precedida, sino seguida por la cristianización de Israel, porque será consecuencia suya. Aunque ya algo antes de la segunda venida de Jesucristo se producirá por su gracia misericordiosa la de algunos judíos (Ap 3,9), en la época de la Iglesia de Filadelfia, nuestra época..

«Te voy a entregar algunos de la Sinagoga de Satanás, de los que se proclaman judíos y no lo son, sino que mienten; yo haré que "vayan a postrarse delante de tus pies" (Is 45,14), para que sepan "que yo te he amado" (Is 60,14)».
(Ap 3,9)

Y además, también, en el desenlace del episodio de la predicación de los dos testigos de Ap, 11, se producirá la vuelta a Dios de los supervivientes del gran terremoto:

"Haré que mis dos testigos profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos de sayal. Estos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra. Y si alguien quiere hacerles daño, sale un fuego de su boca y devora a sus enemigos; y si alguien quisiera hacerles daño, es necesario que muera de esa manera. Estos tienen el poder de cerrar el cielo, para que no caiga lluvia durante los días de su profecía, y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran. Y cuando hayan terminado su testimonio, la bestia que sube del abismo les hará la guerra y los vencerá y los matará. Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad, que se llama espiritualmente Sodoma y Egipto, donde también su Señor fue crucificado. Y gentes de los pueblos, tribus, lenguas y naciones contemplan sus cadáveres durante tres días y medio y no permiten que sus cadáveres sean puestos en un sepulcro. Y los habitantes de la tierra se alegran por ellos y se regocijan y se enviarán regalos unos a otros, porque los dos profetas fueron un tormento para los habitantes de la tierra. Y después de tres días y medio, un espíritu de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron de pie, y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: «Subid aquí». Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos se quedaron mirándolos. Y en aquel momento sobrevino un gran terremoto y la décima parte de la ciudad se derrumbó y siete mil personas murieron por el terremoto y los supervivientes quedaron aterrorizados y dieron gloria al Dios del cielo" (Ap 11, 3-13).

Y, aunque no es lo mismo que la cristianización de los judíos, puede ser su comienzo a partir, por consiguiente de la predicación de Elías y de sus discípulos o de los que constituyan su persona moral y en definitiva de la acción del Espíritu Santo, como siempre.

Tras la quiebra de la apostasía y el hundimiento del imperio anticristiano a consecuencia de la segunda venida de Jesucristo, su Parusía, su manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, (como después de su Resurrección y hasta su Ascensión), vendrá, sin el obstáculo de las estructuras de pecado y, mediante la extraordinaria efusión de Gracia Increada, el Espíritu Santo, que se iniciará con la Parusía, el proceso de recristianización basado en el auge de la devoción a la Virgen María y de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y el triunfo de estas devociones, tras la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, traerá la recristianización universal y la implantación consumada del liberador reinado social de Nuestro Señor Jesucristo en la tierra, por el amor misericordioso que nos tiene, como aseguran respectivamente san Luis María Grignion de Monfort y el padre Ramón Orlandis, S. J.:

“La salvación del mundo comenzó por medio de María y por medio de Ella debe consumarse. María casi no se manifestó en la primera venida de Jesucristo (...) Pero, en la segunda venida de Jesucristo, María tiene que ser conocida y puesta de manifiesto por el Espíritu Santo, a fin de que por Ella Jesucristo sea conocido, amado y servido”
(San Luis María Grignion de Montfort, Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, cap. III titulado María en los últimos tiempos de la Iglesia).

"Como consecuencia del triunfo de esta devoción ha de venir la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el Reinado Social de Jesucristo"
(El padre Orlandis, explicando la devoción al sagrado Corazón en la fiesta de Cristo Rey del 25 de octubre de 1942).

El reinado de Cristo Rey en las almas, en los corazones, la dimensión personal del reinado del Sagrado Corazón, que es la primordial por cierto, se produce ya plenamente en algunos como consecuencia de la devoción al Sagrado Corazón. Y ésta sí que llega a su plenitud en las almas a las que Jesús, el Verbo hecho carne, se la concede ya en esta época anterior a su segunda venida.

La dimensión social del reinado del Sagrado Corazón llegará a su plenitud y consumación en la tierra tras la segunda venida de Jesucristo, su manifestación como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, porque será consecuencia de la recristianización generalizada, mediante la extraordinaria efusión de Gracia Increada, el Espíritu Santo, que se iniciará con la Parusía; y así será implantado su reino consumado en la tierra por la propia acción misericordiosa de Jesucristo, como consecuencia de que será implantado por Él su reinado en todas las almas tras la Parusía, como ya antes reina plenamente por su misericordia en algunas.

San Agustín lo explica en el libro XIV de La Ciudad de Dios

Enseña san Agustín que el hombre fue creado para vivir según Dios, para hacer la voluntad de Dios y no para vivir según él mismo:

"El hombre no fue creado recto para vivir según él mismo, sino según su Hacedor, esto es, para hacer la voluntad de Dios antes que la suya. No vivir como su condición exigía que viviera, eso es la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 928).

Y explica san Agustín que vivir según uno mismo y no vivir según Dios, es hacer como Satanás, es ser semejante a Satanás

San Agustín explica aquella doctrina enseñada de parte de Dios por san Pablo que proscribe obrar según la carne (Gal 5,16-25; Gal 6,7-8; 8,5-14).
Aclara que vivir según la carne, no es solamente vivir según el cuerpo humano o simplemente según los deseos sexuales o dejándose llevar por la gula, sino que es vivir según uno mismo, porque Satanás no tiene cuerpo carnal y es el jefe y modelo de obrar según la carne.

"No se hizo semejante al diablo el hombre por tener carne, de que carece el diablo; sino por vivir según él mismo, es decir, según el hombre. También el diablo quiso vivir según él mismo, cuando no se mantuvo en la verdad. Y de este modo habló mentira, no de Dios, sino de sí propio, que no sólo es mendaz, sino el padre de la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 3. BAC, 1958, pág. 927).

"Cuando el hombre vive según el hombre y no según Dios, es semejante al diablo. Porque ni el ángel debe vivir según el ángel, sino según Dios, para mantenerse en la verdad y hablar la verdad que viene de Dios; no la mentira que nace de sí mismo... Cuando el hombre vive según la verdad, no vive según él mismo, sino según Dios".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 927).

San Pablo mismo dice con todas las letras que ser carnal es vivir según el hombre:

«Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?»
(I Cor 3,3).

Vivir según uno mismo y no vivir del todo según Dios, vivir como si Dios no existiera, es estar sometido al imperio de Satanás. Intentar compatibilizar vivir según Dios y vivir según uno mismo es autoengañarse y darle entrada a Satanás para que domine e impere. No es ya vivir según Dios.

Después explica san Agustín la dimensión social del reino de Dios: "Dos amores fundaron dos ciudades".

El imperio de Satanás también es sobre la sociedad, pero conviene insistir en que su raíz más profunda y más sometedora es el sometimiento de cada persona humana a vivir según ella misma y no del todo según Dios. Y vivir según uno mismo lleva a odiar a Dios.

El imperio de Satanás es todo sistema que impone vivir y obrar según uno mismo, vivir como si Dios no existiera. Todo sistema políticamente correcto en la modernidad y en la posmodernidad. Es el imperio de las estructuras de pecado cada vez más ineludiblemente dominantes hoy en lo estatal, en lo económico, en lo cultural, en lo social y en lo personal.

El mismo san Agustín explica que el origen de la dimensión social del imperio de Satanás está en que hay quienes viven según la carne, es decir, viven según sí propio. Y explica que el origen del reino de Dios, la ciudad de Dios, es que hay otros que viven según el espíritu, es decir, según Dios; y en eso mismo explica que está la contraposición y enfrentamiento entre ambas sociedades humanas o ciudades humanas:

"De que hay unos que viven según la carne y otros según el espíritu, se han originado dos ciudades diversas y contrarias entre sí... Con claridad meridiana escribe san Pablo a los de Corinto: «Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?» (I Cor 3,3). Luego proceder según el hombre es igual a ser carnal... Poco antes había llamado [hombres] animales a los mismos que ahora llama [hombres] carnales. Dice así: «... El hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para todos son necedad» (I Cor 2, 11-14)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, págs. 928-929).

"Siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra... no forman más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la de los que quieren vivir según el espíritu".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. I. BAC, 1958, pág. 921).

"Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma, y la segunda, en Dios; porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Aquella se engríe en gloria, y ésta dice a su Dios: "Tú, mi gloria..." (Sal 3,4)... En aquella, sus sabios, que viven según el hombre... se desvanecieron en sus pensamientos y su necio corazón se oscureció... En esta, en cambio, no hay sabiduría humana, sino piedad, que funda el culto legítimo al Dios verdadero, en espera del premio en la ciudad de los santos... «con el fin de que Dios sea todo en todas las cosas»." (I Cor 15,28).
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. BAC, 1958, pág. 985-986).

Santa Teresita vivía este reinado pleno de Jesús en su alma y atribuía este título de rey a Jesús para expresar esta dimensión primordial del reinado de Cristo Rey:

«Yo no veo el Sagrado Corazón como todo el mundo. Pienso que el Corazón de mi Esposo es para mí sola, como el mío es para Él solo, y le hablo entonces en la soledad de este delicioso corazón a corazón esperando contemplarlo un día cara a cara» (Carta 122, 14 octubre 1890).

"Desde hacía mucho tiempo, Jesús y la pobre Teresita se habían mirado y se habían comprendido... Aquel día no fue ya una mirada, sino una fusión. Ya no eran dos: Teresa había desaparecido como la gota de agua que se pierde en medio del océano. Sólo quedaba Jesús, él era el dueño, el rey. ¿No le había pedido Teresa que le quitara su libertad, pues su libertad le daba miedo? ¡Se sentía tan débil, tan frágil, que quería unirse para siempre a la Fuerza divina...!".
(El día de su Primera Comunión. En Historia de un Alma, Manuscrito A, 35 r).

"Todo está ordenado al bien de cada alma" (Historia de un Alma, Manuscrito A, 3r).

Se trata de que cada uno, en sí mismo ante todo, cumpla el mandato de Jesús:

«Buscad primero el reino de Dios y su justicia» (Mt 6,33)

Ofreciéndose así a recibir este don de Jesucristo de que reine en la propia persona, ofrecíéndose a ser amado, a recibir con amor el amor de Jesús que da su Sagrado Corazón en llamas de deseo ardiente de amor, como se lo expresó a santa Margarita María Alacoque en 1674, en la segunda gran revelación de su Sagrado Corazón, en la que le llega a decir que la ingratitud que recibe de nosotros los hombres, al no recibir con amor su amor, le es mucho más sensible que todo lo que sufrió por nosotros en su pasión y que desea recibir algo de amor por parte nuestra, con tal ansiedad, que estimaría poco todo lo que hizo por nosotros, si recibiese sólo ese algo de amor, y que si lo recibiera, querría hacer aún más, si ello se pudiera.

He aquí una de las múltiples formulaciones de las esperanzas de la Iglesia sobre el reinado social de Jesucristo, Nuestro Señor:

"Saludamos la aurora de aquel ansiado día en que la soberanía de Jesucristo será de todos reconocida"
"Nuestro espíritu se abre hoy a la esperanza de que nuestro tiempo, aunque oprimido por infinitas miserias, encuentre su salvación en una más dócil correspondencia a quienes continúan el apostolado de la B. Alacoque. Alabemos a Dios contemplando caídos para siempre en el universal desprecio los ataques que anteriormente los pretendidos sabios osaban lanzar contra la doctrina que revindica para el Corazón de Jesús el culto debido a cualquier miembro de una Persona divina. Alabemos a Dios contemplando cómo se ha aumentado extraordinariamente el número de las congregaciones que tienen por titular al Corazón de Jesús. Suba a Dios nuestra alabanza por los prodigios de caridad que, en unión y por los méritos del Corazón divino, llevan a cabo intrépidos misioneros en páramos lejanos, o tímidas religiosas en cercanos hospitales. Pero de modo especialísimo y con acentos del más vivo agradecimiento, alabemos a Dios contemplando la admirable difusión que hoy ha alcanzado la obra tan santa de la consagración de las familias cristianas al Corazón de Jesús. Si todas las familias se consagrasen al divino Corazón, y si todas cumpliesen las obligaciones que lleva consigo tal consagración, estaría asegurado el reinado de Jesucristo en la sociedad. Y ¿no hemos de alegrarnos al ver puesta la causa de un efecto tan admirable? Nos alegramos tanto de ello, que Nos place deducir de ahí menos lejano el día de la canonización de la B. Alacoque. Si a ésta, en efecto, ha de seguir una más conveniente difusión del culto al Sagrado Corazón, ¿quién no acelerará con el deseo y el trabajo la extensión de este magnífico culto? Por la aurora se vislumbra el mediodía, y Nos, que en la bien recibida práctica de la consagración de las familias al Sagrado Corazón, saludamos la aurora de aquel ansiado día en que la soberanía de Jesucristo será de todos reconocida, repetimos con exultación confiada la palabra de S. Pablo: «Es preciso que él reine» (1 Cor 15, 25)".
(Alocución de Benedicto XV de 6 de enero de 1918 al aprobar dos milagros de la beata Margarita María de Alacoque • CRISTIANDAD, nn 887 - 888. Jun - Jul 2005. Pág. 10).

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Jesús a santa Margarita María Alacoque le suplicaba que le queramos:

Le refería Jesús a santa Margarita María, en 1674, su exceso de amor a los hombres y que a cambio no recibía de ellos más que ingratitudes:

«Esto, me dijo, me es mucho más sensible que todo lo que sufrí en mi pasión:
»tanto que si me diesen algún retorno de amor,
»yo estimaría en poco todo lo que hice por ellos, y querría, si ello se pudiera, hacer aún más;
»pero no tienen para corresponder a todos mis desvelos por procurar su bien, más que frialdad y rechazo».
(Autobiografía, Cap. V. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 118).
(Bougaud: Histoire de la Bienheureuse Marguerite-Marie, pág. 243).

Y que tengamos compasión de Él y participemos en su dolor

A principios de enero de 1681 se presentó Jesús ante santa Margarita María Alacoque cargado con una cruz, cubierto de heridas, y chorreando sangre, mientras decía la divina víctima con voz dolorosamente triste:

«¿No habrá quien tenga piedad de Mí, y quiera compartir y tener parte en mi dolor, en el lastimoso estado en que me ponen los pecadores, sobre todo actualmente»
( P. A. Hamon, S.I.: Vida de la beata Margarita María. Ed. Subirana, 1916, pág 253).

Jesús a santa Margarita María se le quejaba de que nadie le da descanso en su dolor:

"Se me presentó en figura de Ecce Homo, todo desgarrado y desfigurado, y me dijo:
«No he hallado a nadie que haya querido darme un lugar de descanso en este estado de sufrimiento y de dolor»".
(Fragmentos autobiográficos, V. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 198).

Y se le quejaba de que nadie se esfuerce en apagar su sed de ser amado en el Santísimo Sacramento

«Tengo sed, pero una sed tan ardiente de ser amado de los hombres en el Santísimo Sacramento, que esta sed me consume; y no hallo nadie que se esfuerce, según mi deseo, en apagármela, correspondiendo de alguna manera a mi amor».
(Carta 133, cuarta de Aviñón, al Padre Juan Croiset, S. I. del 3 de noviembre de 1689. Vida y obras de Santa Margarita María Alacoque publicadas por J. Mª Sáenz de Tejada, S. I. 2ª ed, 1948. Pág. 464).

Estas palabras de Nuestro Señor están recogidas en la Bula de canonización por Benedicto XV de santa Margarita María Alacoque de 13 de mayo de 1920, como percibidas por ella en 1674:

«Siti excrucior, ut in sanctissimo Sacramento me homines colant: at nullus fere mortalis inventus est, qui restinguere sitim meam conetur et amori meo respondere».

«Me atormenta la sed de ser honrado por los hombres en el Santísimo Sacramento; mas casi ningún mortal se ha encontrado que se esfuerce en apagar mi sed y responder a mi amor».

[Se puede ver y copiar
aquí la Bula de canonización tomada de AAS 1920, págs. 486-514, http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-12-1920-ocr.pdf]
[Y una traducción a partir del libro de Hilario Marín, S. I., Los Papas y el Sagrado Corazón de Jesús, 1961, págs. 382-395; y de la traducción que viene en el tomo III de la Vida y Obras de Santa Margarita María Alacoque de Mons. Gauthey. Primer Monasterio de la Visitación. Madrid. 1921].

Recibir el reinado pleno de Jesús en el alma es corresponderle con amor al amor ardiente con el que nos quiere liberar con su reinado, acatando su voluntad y cumpliendo sus mandamientos, (Jn 14,15; Jn 15,10; I Jn 5,3), pero no aceptarle como rey en el alma es hacer lo que hizo con Él la soldadesca romana, después de azotarle, al coronarle de espinas, proclamarle rey como una burla, torturándole:

«Los soldados del procurador llevaron consigo a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte. Le desnudaron y le echaron encima un manto de púrpura; y, trenzando una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha una caña; y doblando la rodilla delante de él, le hacían burla diciendo: «¡Salve, Rey de los judíos!»; y después de escupirle, cogieron la caña y le golpeaban en la cabeza. Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus ropas y le llevaron a crucificarle.
(Mt 27,27-31).

Recibir el reinado pleno de Jesús en la propia persona es efecto del amor que puede despertar en nosotros, por la acción del Espíritu Santo, verle en la cruz sufrir así para salvarnos. Y en ese sentido se cumple que Jesús reina desde la cruz, como decía Benedicto XVI, en la fiesta solemne de Cristo Rey de 2011:

"Jesús, desde el trono de la cruz, acoge a todos los hombres con misericordia infinita"

Y también en el sentido de que su reino lo implantará Él en todas las naciones de la tierra, en su plenitud consumada, por amor a nosotros. Es la dimensión social del Reinado del Sagrado Corazón de Jesús, que, al igual que la dimensión personal, es consecuencia de los méritos infinitos que nos ganó Jesucristo con su pasión y su cruz, pagando nustro rescate con su sangre preciosa.

León XIII expresaba así en la encíclica Annum Sacrum la consumación del Reinado de Jesucristo en la tierra por la devoción a su Sagrado Corazón:

«Entonces, por fin, podrán sanarse tantas heridas; entonces, todo derecho recobrará su vigor antiguo en provecho de la autoridad, y se restituirán los bienes y el ornato de la paz, caerán las espadas, y las armas se escurrirán de las manos cuando todos acepten de buen grado la Soberanía de Cristo y a Él obedezcan, y toda lengua confiese que Nuestro Señor Jesucristo está en la Gloria de Dios Padre».

Sólo que hay que insistir en que el triunfo mundial de las devociones al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María y la aceptación voluntaria de la soberanía de Jesucristo será posterior a su segunda venida gloriosa y a la ruina que Él, con su manifestación, producirá en el imperio anticristiano, que impone vivir como si Dios no existiera, al evidenciar su existencia Jesús, el Verbo hecho carne, con su venida visible para todos. Tras lo cual, la Virgen María atraerá a todos hacia el Sagrado Corazón de Jesús.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús no se puede decir que ahora, en el siglo XXI, esté aumentando en la tierra, sino que se constata que lo que aumenta es, por el contrario, el proceso de descristianización, la apostasía de los hombres, varones y mujeres, y la apostasía de las naciones y la anomía, la transgresión. No se ve que vaya camino de triunfar dicha preciosa devoción, sin que cause este triunfo una intervención divina extraordinaria. Aunque el saneamiento eclesiástico en parte se ha iniciado desde el pontificado de san Juan Pablo II con el nombramiento de obispos buenos, con el factor común que les caracteriza de su devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Estamos ahora, en el siglo XXI, en aquella situación en la que Jesús tiene encargado que, aunque es rechazado Dios y la autoridad de su Iglesia, hay que anunciar de todas maneras que viene ya el Reino de Dios:

«En la ciudad en que entréis y no os reciban, salid a sus plazas y decid:
"Hasta el polvo de vuestra ciudad que se nos ha pegado a los pies, os lo sacudimos. Pero sabed, con todo, que el Reino de Dios está cerca"». (Lc 10,10-11).

La época de paz y prosperidad está profetizada y vendrá con el establecimiento glorioso del Reino mesiánico. Así lo dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1992):

"Cristo afirmó antes de su Ascensión que aún no era la hora del establecimiento glorioso del Reino mesiánico esperado por Israel (cf. Hch 1, 6-7) que, según los profetas (cf. Is 11, 1-9), debía traer a todos los hombres el orden definitivo de la justicia, del amor y de la paz" (CEC 672).

Pero antes de la época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia, coincidente con el Reinado Social de Jesucristo en la tierra, lo que se producirá es una extrema persecución y apostasía, no el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

«El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Te 2,7)». (CEC 671).

«Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en gloria es inminente (cf Ap 22, 20), aunque tal acontecimiento y la prueba final que le ha de preceder estén "retenidos" en las manos de Dios (cf. 2 Te 2,3-12)».
(CEC 673).

«Antes del advenimiento de Cristo, la Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18, 8; Mt 24, 12). La persecución que acompaña a su peregrinación sobre la tierra (cf. Lc 21, 12; Jn 15, 19-20) desvelará el "Misterio de iniquidad" bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es la del Anticristo, es decir, la de un seudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2 Te 2, 4-12; 1Te 5, 2-3;2 Jn 7; 1 Jn 2, 18.22)». (CIC 675).

Y el Reinado Social de Jesucristo no se producirá a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia, que bastante tendrá con sobrevivir, en algún pequeño resto, a la apostasía y a la persecución final, según enseña la Iglesia en su Catecismo de 1992:

«La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente» (CEC 677).

La segunda venida gloriosa de Jesucristo traerá consigo su reconocimiento como Mesías por Israel en el tiempo de la restauración universal:

«La Venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) ... San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21)» (CEC 674).

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Jesús le manifestó a santa Margarita María de Alacoque que Él destruirá el imperio de Satanás y sobre las ruinas del mismo levantará el imperio de su amor y le prometió también:

“Nada temas, Yo reinaré a pesar de Mis enemigos y de todos aquellos que quieran oponerse” (Autobiografía 92).

«Reinará por fin el divino Corazón, a pesar de los que a ello querrán oponerse. Satanás quedará confuso con todos sus partidarios. ¡Dichosos aquellos de quienes será servido para establecer su imperio! Paréceme que Él es semejante a un rey que no piensa en dar sus recompensas mientras va haciendo sus conquistas y triunfando de sus enemigos, pero sí cuando reine victorioso en su trono. El adorable Corazón de Jesús quiere establecer su reinado de amor en todos los corazones y destruir y arruinar el de Satanás» (Carta de Santa Margarita de 1690).

«Yo creo que se cumplirán aquellas palabras que hacía oír de continuo al oído del corazón de su indigna esclava, entre las dificultades y oposiciones que fueron grandes en los principios de esta devoción: “¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos aquellos que se opongan a ello!"» (Carta de Santa Margarita de 1689 al Padre Croisset).

«Él me fortificaba con estas palabras, que oía yo en lo más íntimo de mi corazón con un regocijo inconcebible: “¡Reinaré, a pesar de mis enemigos y de todos los que a ello querrán oponerse!”» (Otra carta de Santa Margarita al Padre Croisset).

Estas revelaciones de Jesús a santa Margarita María de Alacoque de que Él destruirá el imperio de Satanás coinciden con lo declarado por el Concilio Vaticano II:

«Tiene pues, ante sí la Iglesia al mundo, esto es, la entera familia humana con el conjunto universal de las realidades entre las que ésta vive; el mundo, teatro de la historia humana, con sus afanes, fracasos y victorias; el mundo, que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador, esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo, crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que el mundo se transforme según el propósito divino y llegue a su consumación».
(Conc. Vat. II, Gaudium et Spes, 2).

Y por los papas san Pablo VI, san Juan Pablo II y Benedicto XVI:

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, podrá levantarse la civilización del Amor, el Reino del Corazón de Cristo"
(San Juan Pablo II, 5.10.1986. Carta al General de la Compañía de Jesús. Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843)

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo"
(Benedicto XVI, 15.05.2006, Carta sobre el culto al Corazón de Jesús, repitiendo las palabras de san Juan Pablo II de 5.10.1986, Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843).

"La civilización del amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana"
(San Juan Pablo II, 3.11.1991. Homilía en la Parroquia de San Romualdo de Roma. L'Oss. 21.11.91).

La expresión “civilización del amor” fue empleada por primera vez por el papa san Pablo VI en Pentecostés de 1970, en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal:

"Pentecostés es del mismo modo un acontecimiento que interesa también al mundo profano. Brota de él una nueva sociología, la penetrada de los valores del espíritu, ...la que tiene el sentido de la dignidad de la persona humana, ...la que especialmente tiende resueltamente a superar las divisiones... y a hacer de la humanidad una sola familia de hijos de Dios... Lo que Pentecostés inauguró es la civilización del amor y de la paz" (San Pablo VI, Alocución en el rezo del Regina Coeli el 17.05.1970, Domingo de Pentecostés).

Ese mismo día, el papa san Pablo VI hizo equivalentes la expresión, “civilización del amor” y la expresión “civilización cristiana”:

"Pentecostés es la inauguración de la civilización cristiana" (Homilía del papa san Pablo VI el domingo de Pentecostés, 17 de mayo de 1970, en el 50 aniversario de su ordenación sacerdotal).
http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/homilies/1970/documents/hf_p-vi_hom_19700517_it.html

La civilización del amor es la plenitud intrahistórica del reinado social del Sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne; es la civilización cristiana, la ciudad católica, la unidad católica mundial plenamente consecuente; la ciudad de Dios en la tierra (LEER MÁS)

El reinado del laicismo y del liberalismo se terminará cuando, destruido ese reinado anticristiano por la Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su segunda venida visible y gloriosa a la vista de todos con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera; y, mediante la extraordinaria efusión de Gracia Increada que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, generalizada la devoción a su Sagrado Corazón, todos crean que Jesucristo es Dios y obren en consecuencia, también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad, y así fue formulado como esperanza de la Iglesia por el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" .
(Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura confesionalidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo, el Mesías Jesús, el Verbo hecho carne, ; la Cristiandad futura; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de Gracia Increada que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida visible y gloriosa a la vista de todos con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

«Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor, y bendecirán tu Nombre: “Grande eres tú, y haces maravillas. Tú eres el único Dios”».
(Sal 85,10; cf. Tob 13,13; Is 60; Jer 16,19; Dan 7,27; Os 11,10-11; Sof 2,11; Zac 8,22-23; Mt 8,11; 12,21; Lc 13,29; Rm 15,12.).

«Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios, soberano de todo; justos y verdaderos tus designios, Rey de las naciones. ¿Quién no te respetará? ¿quién no dará gloria a tu Nombre, si sólo tú eres santo? Todas las naciones vendrán a postrarse en tu presencia» (Ap 15,3-4).

Esta unidad católica mundial, la catolicidad de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados católicos.

El Concilio Vaticano II enseña que forma parte de la misión de la Iglesia "declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana" (Dignitatis humanae, 14).

De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad.

Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es incoadamente su Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, como la denominaba san Ignacio de Loyola, y la Iglesia del siglo XXI celebra la fiesta solemne de Cristo Rey (leer más)

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Pero Jesús, el Verbo hecho carne, todavía no ejerce su realeza en plenitud en la tierra:

"Al presente, no vemos todavía que le esté sometido todo" (Heb 2,8).

Se necesita la reiteradamente prometida efusión extraordinaria de Gracia Increada para que todos los que vivan entonces obren según Dios y no según cada uno, como bajo el imperio de Satanás:

«Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica , y así sean mi pueblo y yo sea su Dios» (Ez 11,19-20).

Pero antes ha de venir Jesús, el Verbo hecho carne, visiblemente a reinar de manera no visible, aunque efectiva; se ha de realizar la anunciada y prometida Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su segunda venida visible y gloriosa a la vista de todos, con la que al evidenciar Su existencia, por el amor que nos tiene, elimine el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera

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