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"Las creencias no son el añadido, sino la realidad, la realidad más real de nuestra vida” (María Zambrano).

La realidad verdadera es Dios

"La realidad es el cuerpo de Cristo" (Col 2,17).

"Si acaso los llamados filósofos han dicho alguna verdad en armonía con nuestra fe, debemos reivindicarla de ellos para nuestro uso como de injustos poseedores" (San Agustín: II De doctrina Christi, C. 40, ML 34,63. Citado por Santo Tomás de Aquino en Summa Theologiae, I, 84, 5 in c.)

21 de diciembre, san Miqueas, profeta

«¡No babeéis - babean ellos - que no babeen de esa manera! ¡El oprobio no nos alcanzará! ¿Es acaso maldita la casa de Jacob? ¿Se ha cortado el soplo de Yahveh? ¿Es ése su proceder? ¿Es que no favorecen sus palabras a su pueblo Israel?» Sois vosotros los que contra mi pueblo como enemigos os alzáis. Al irreprochable le arrancáis el manto; al que pasa confiado le infligís los desastres de la guerra. A las mujeres de mi pueblo expulsáis de las casas de sus delicias; de sobre sus niños arrancáis mi honor para siempre:
«¡Levantaos, marchad, que esta no es hora de reposo!».
Por una bagatela exigís una prenda agobiante.
Si un hombre anda al viento, inventando mentiras: «Yo babeo para ti vino y licor», ése será el baboso de este pueblo.
(Mi 2,6-11)

Voy a reunir a Jacob todo entero, voy a recoger al Resto de Israel; los agruparé como ovejas en el aprisco, como rebaño en medio del pastizal, harán estrépito lejos de los hombres. El que abre brecha subirá delante de ellos; abrirán brecha, pasarán la puerta, y por ella saldrán; su rey pasará delante de ellos, y Yahveh a su cabeza.
(Mi 2,12-13).

 

Yo dije: Escuchad, pues, jefes de Jacob, y dirigentes de la casa de Israel: ¿No es cosa vuestra conocer el derecho (Mi 3,1).

 

Así dice Yahveh contra los profetas que extravían a mi pueblo, los que, mientras mascan con sus dientes, gritan: «¡Paz!», mas a quien no pone nada en su boca le declaran guerra santa (Mi 3,5).

 

Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él los pueblos, acudirán naciones numerosas y dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus senderos». Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh.

El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete, ¡la boca de Yahveh Sebaot ha hablado!
(Mi 4,1-4 = Is 2,2-4).

 

Aquel día - oráculo de Yahveh - yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado.
De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahveh sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre.(Mi 4,6-7 ).

 

Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño.
Por eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a luz. Entonces el resto de sus hermanos volverá a los hijos de Israel.
El se alzará y pastoreará con el poder de Yahveh, con la majestad del nombre de Yahveh su Dios. Se asentarán bien, porque entonces se hará él grande hasta los confines de la tierra. El será la Paz.
(Mi 5,1-4 ).

 

Y será el Resto de Jacob, en medio de pueblos numerosos, como rocío que viene de Yahveh, como lluvia sobre la hierba, él, que no espera en el hombre ni aguarda nada de los hijos de hombre.
Será entonces el Resto de Jacob entre las naciones, en medio de pueblos numerosos, como león entre las bestias de la selva, como leoncillo entre los rebaños de ganado menor, que si pasa, pisotea, y si desgarra, no hay quien libre.
¡Que tu mano se alce contra los adversarios y todos tus enemigos sean extirpados!
Y sucederá aquel día - oráculo de Yahveh - que yo extirparé de en medio de ti tus caballos, y haré desaparecer tus carros;
extirparé las ciudades de tu tierra, y demoleré todas tus fortalezas;
extirparé de tu mano las hechicerías, y no habrá para ti más adivinos;
extirparé tus estatuas y tus estelas de en medio de ti, y ya no podrás postrarte más ante la obra de tus manos,
arrancaré de en medio de ti tus cipos y aniquilaré tus ídolos.
¡Venganza tomaré con cólera y furor de las naciones que no escucharon!
(Mi 5,6-14).

 

Escuchad ahora lo que dice Yahveh: «¡Levántate, pleitea con los montes y oigan las colinas tu voz!».
¡Escuchad, montes, el pleito de Yahveh, prestad oído, cimientos de la tierra, pues Yahveh tiene pleito con su pueblo, se querella contra Israel:
«Pueblo mío, ¿qué te he hecho? ¿En qué te he molestado? Respóndeme.
¿En que te hice subir del país de Egipto, y de la casa de servidumbre te rescaté, y mandé delante de ti a Moisés, Aarón y María?
Pueblo mío, recuerda, por favor ..., para que conozcas las justicias de Yahveh».
(Mi 6,1-5).

 

«Se te ha declarado, hombre, lo que es bueno, lo que Yahveh de ti reclama: tan sólo practicar la equidad, amar la piedad y caminar humildemente con tu Dios» (Mi 6,8).

 

El hijo ultraja al padre, la hija se alza contra su madre, la nuera contra su suegra, y enemigos de cada cual son los de su casa (Mi 7,6).

 

¿Qué Dios hay como tú, que quite la culpa y pase por alto el delito del Resto de tu heredad? No mantendrá su cólera por siempre pues se complace en el amor; volverá a compadecerse de nosotros, pisoteará nuestras culpas. ¡Tú arrojarás al fondo del mar todos nuestros pecados!
(Mi 7,18-19).


Profecía de Isaías

Lo que vio Isaías, hijo de Amós, tocante a Judá y Jerusalén.
Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán:
«Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos». Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh.

Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos. Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.
Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh.
(Is 2,1-5 = Mi 4,1-4).


18 de diciembre, san Malaquías, profeta

Yahveh es testigo entre tú y la esposa de tu juventud, a la que tú traicionaste, siendo así que ella era tu compañera y la mujer de tu alianza. ¿No ha hecho él un solo ser, que tiene carne y espíritu? Y este uno ¿qué busca? ¡Una posteridad dada por Dios! Guardad, pues, vuestro espíritu; no traiciones a la esposa de tu juventud. Pues yo odio el repudio, dice Yahveh Dios de Israel, y al que encubre con su vestido la violencia, dice Yahveh Sebaot. Guardad, pues, vuestro espíritu y no cometáis tal traición.
(Ml 2,14-16).

Vosotros cansáis a Yahveh con vuestras palabras. - Y decís: ¿En qué le cansamos? - Cuando decís: Todo el que hace el mal es bueno a los ojos de Yahveh, y él le acepta complacido; o también: ¿Dónde está el Dios del juicio?
(Ml 2,17).

He aquí que yo envío a mi mensajero a allanar el camino delante de mí, y enseguida vendrá a su Templo el Señor a quien vosotros buscáis; y el Angel de la alianza, que vosotros deseáis, he aquí que viene, dice Yahveh Sebaot.
¿Quién podrá soportar el Día de su venida? ¿Quién se tendrá en pie cuando aparezca? Porque es él como fuego de fundidor y como lejía de lavandero. Se sentará para fundir y purgar. Purificará a los hijos de Leví y los acrisolará como el oro y la plata; y serán para Yahveh los que presentan la oblación en justicia. Entonces será grata a Yahveh la oblación de Judá y de Jerusalén, como en los días de antaño, como en los años antiguos.
(Ml 3,1-4)

 

Los que temen a Yahveh se hablaron unos a otros. Y puso atención Yahveh y oyó; y se escribió ante él un libro memorial en favor de los que temen a Yahveh y piensan en su Nombre.
Serán ellos para mí, dice Yahveh Sebaot, en el día que yo preparo, propiedad personal; y yo seré indulgente con ellos como es indulgente un padre con el hijo que le sirve.
Entonces vosotros volveréis a distinguir entre el justo y el impío, entre quien sirve a Dios y quien no le sirve.
Pues he aquí que viene el Día, abrasador como un horno; todos los arrogantes y los que cometen impiedad serán como paja; y los consumirá el Día que viene, dice Yahveh Sebaot, hasta no dejarles raíz ni rama.
Pero para vosotros, los que teméis mi Nombre, brillará el sol de justicia con la salud en sus rayos, y saldréis brincando como becerros bien cebados fuera del establo.
Y pisotearéis a los impíos, porque serán ellos ceniza bajo la planta de vuestros pies, el día que yo preparo, dice Yahveh Sebaot.
Acordaos de la Ley de Moisés, mi siervo, a quien yo prescribí en el Horeb preceptos y normas para todo Israel.
He aquí que yo os envío al profeta Elías antes que llegue el Día de Yahveh, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres; no sea que venga yo a herir la tierra de anatema.
(Ml 3,16-24)


3 de diciembre, san Sofonías, profeta

Palabra de Yahveh que fue dirigida a Sofonías... en tiempo de Josías, hijo de Amón, rey de Judá (So 1,1).

Yo entonces volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo.
Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi Dispersión, me traerán mi ofrenda.
Aquel día no tendrás ya que avergonzarte de todos los delitos que cometiste contra mí, porque entonces quitaré yo de tu seno a tus alegres orgullosos, y no volverás a engreírte en mi santo monte.
Yo dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre de Yahveh se cobijará el Resto de Israel. No cometerán más injusticia, no dirán mentiras, y no más se encontrará en su boca lengua embustera. Se apacentarán y reposarán, sin que nadie los turbe.
¡Lanza gritos de gozo, hija de Sión, lanza clamores, Israel, alégrate y exulta de todo corazón, hija de Jerusalén!
Ha retirado Yahveh las sentencias contra ti, ha alejado a tu enemigo. ¡Yahveh, Rey de Israel, está en medio de ti, no temerás ya ningún mal!
Aquel día se dirá a Jerusalén: ¡No tengas miedo, Sión, no desmayen tus manos! Yahveh tu Dios está en medio de ti, ¡un poderoso salvador! El exulta de gozo por ti, te renueva por su amor; danza por ti con gritos de júbilo, como en los días de fiesta. Yo quitaré de tu lado la desgracia, el oprobio que pesa sobre ti.
He aquí que yo haré exterminio de todos tus opresores, en el tiempo aquel; y salvaré a la coja y recogeré a la descarriada, y haré que tengan alabanza y renombre en todos los países donde fueron confundidas.
En aquel tiempo os haré venir, en aquel tiempo os congregaré. Entonces os daré renombre y alabanza entre todos los pueblos de la tierra, cuando yo vuelva a vuestros cautivos a vuestros propios ojos, dice Yahveh.
(So 3,9-20).

El Día del Señor, el Día de la Parusía, aquel día, significa en esta terminología bíblica, el tiempo, la época de la liberación, de una duración indeterminada, que puede ser de varias docenas de siglos; época en la que todos los pueblos invocarán el nombre de Yahveh, y todos le servirán, le obedecerán obrando consecuentemente. Como dice el versículo 9 de este capítulo 3 de Sofonías, que es el versículo que cita el Concilio Vaticano II en Nostra Aetate 4, al mismo tiempo que cita también la profecía de san Pablo sobre la conversión de los judíos:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro (So 3,9)"
(Concilio Vaticano II. Nostra aetate, 4).

Lo que es anunciar con plena seguridad que se producirá la confesionalidad de todos los pueblos y que todos ellos obrarán en consecuencia en el futuro, obedeciendo la ley de Dios.


2 de diciembre, san Habacuc, profeta

Oráculo que tuvo en visión el profeta Habacuc (Ha 1,1).

Por haber saqueado a naciones numerosas, te saqueará a ti todo el resto de los pueblos (Ha 2,8).

Es una advertencia a los países que se han constituido en imperios sobre otros. En la época de los Austrias, ya se dieron cuenta nuestros antepasados cuando decían que España eran las Indias de los demás reinos de Europa.

Siguen las advertencias de Yahveh por medio del profeta Habacuc:

¡Vergüenza para tu casa has sentenciado: al derribar a muchos pueblos, contra ti mismo pecas! (Ha 2,10)

¡Ay de quien edifica una ciudad con sangre, y funda un pueblo en la injusticia! ¿No viene de Yahveh Sebaot que los pueblos se fatiguen para el fuego y las gentes se agoten para nada? (Ha 2,12-13)

Y, sobre todo, la promesa del gran día de la venida de Dios liberadora, la Parusía que inicia la época de la liberación:

Viene Dios... Su majestad cubre los cielos, de su gloria está llena la tierra. Su fulgor es como la luz, rayos tiene que saltan de su mano, allí se oculta su poder. (Ha 3,3,4).
¡He oído y mis entrañas se estremecen, a esa voz titubean mis labios, penetra la caries en mis huesos, bajo mí tiemblan mis pasos! Tranquilo espero el día de la angustia, que va a subir sobre el pueblo que nos asalta. ¡Mas yo en Yahveh exultaré, jubilaré en el Dios de mi salvación! Yahveh mi señor es mi fuerza, él me da pies como los de ciervas, y por las alturas me hace caminar.
(Ha 3,16,18-19).


Profecía de Joel

 

¡Tiemblen todos los habitantes del país, porque llega el Día de Yahveh, porque está cerca! ¡Día de tinieblas y de oscuridad, día de nublado y densa niebla! (Jl 2,1-2).

Es grande el Día de Yahveh, y muy terrible: ¿quién lo soportará?
«Mas ahora todavía - oráculo de Yahveh - volved a mí de todo corazón, con ayuno, con llantos, con lamentos».
Desgarrad vuestro corazón y no vuestros vestidos, volved a Yahveh vuestro Dios, porque él es clemente y compasivo, tardo a la cólera, rico en amor, y se ablanda ante la desgracia. ¡Quién sabe si volverá y se ablandará! (Jl 2,11-14).

¡Promulgad un ayuno! (Jl 2,15).
Entre el vestíbulo y el altar lloren los sacerdotes, ministros de Yahveh, y digan: «¡Perdona, Yahveh, a tu pueblo, y no entregues tu heredad al oprobio a la irrisión de las naciones! ¿Por qué se ha de decir entre los pueblos: ¿Dónde está su Dios?»
Y Yahveh se llenó de celo por su tierra, y tuvo piedad de su pueblo.
Respondió Yahveh y dijo a su pueblo: «No os entregaré más al oprobio de las naciones». (Jl 2,17-19).

No temas, suelo, jubila y regocíjate, porque Yahveh hace grandezas (Jl 2,21).

¡Hijos de Sión, jubilad, alegraos en Yahveh vuestro Dios! (Jl 2,23).

Alabaréis el nombre de Yahveh vuestro Dios, que hizo con vosotros maravillas. (¡Mi pueblo no será confundido jamás!).
«Y sabréis que en medio de Israel estoy yo, ¡yo, Yahveh, vuestro Dios, y no hay otro! ¡Y mi pueblo no será confundido jamás!» (Jl 2,26-27).

 

«Porque he aquí que en aquellos días, en el tiempo aquel, cuando yo cambie la suerte de Judá y Jerusalén, congregaré a todas las naciones y las haré bajar al Valle de Josafat: allí entraré en juicio con ellas, acerca de mi pueblo y mi heredad, Israel. Porque lo dispersaron entre las naciones, y mi tierra se repartieron.
Y echaron suertes sobre mi pueblo, cambiaron el niño por la prostituta, y a la niña la vendieron por vino para beber.»

«Y vosotros también, ¿qué sois para mí, Tiro y Sidón, y distritos todos de Filistea? ¿Queréis exigir paga de mí? Mas, si queréis cobrar de mí, ¡bien pronto he de volver sobre vuestra cabeza vuestra paga! Vosotros que arrebatasteis mi plata y mi oro, que llevasteis a vuestros templos mis mejores alhajas, y a los hijos de Judá y Jerusalén los vendisteis a los hijos de Yaván, para alejarlos de su término.

He aquí que yo los voy a reclamar del lugar donde los vendisteis, y volveré sobre vuestra cabeza vuestra paga: venderé vuestros hijos y vuestras hijas en manos de los hijos de Judá, y ellos los venderán a los sabeos, a una nación lejana, ¡porque ha hablado Yahveh!»
Publicad esto entre las naciones: ¡Proclamad la guerra, incitad a los bravos! ¡Que avancen y suban todos los hombres de guerra!

Forjad espadas de vuestros azadones y lanzas de vuestras podaderas; y diga el débil: «¡Soy un bravo!»
¡Daos prisa, venid, naciones todas circundantes, y congregaos allá! (¡Haz bajar, Yahveh, a tus bravos!)
«¡Despiértense y suban las naciones al Valle de Josafat! Que allí me sentaré yo para juzgar a todas las naciones circundantes.
Meted la hoz, porque la mies está madura; venid, pisad, que el lagar está lleno, y las cavas rebosan, tan grande es su maldad.»

¡Multitudes y multitudes en el Valle de la Decisión! Porque está cerca el Día de Yahveh, en el Valle de la Decisión.
El sol y la luna se oscurecen, las estrellas retraen su fulgor.
Ruge Yahveh desde Sión, desde Jerusalén da su voz: ¡el cielo y la tierra se estremecen! Mas Yahveh será un refugio para su pueblo, una fortaleza para los hijos de Israel.
«Sabréis entonces que yo soy Yahveh vuestro Dios, que habito en Sión, mi monte santo. Santa será Jerusalén, y los extranjeros no pasarán más por ella».

Sucederá aquel día que los montes destilarán vino y las colinas fluirán leche; por todas las torrenteras de Judá fluirán las aguas; y una fuente manará de la Casa de Yahveh que regará el valle de las Acacias.
Egipto quedará hecho una desolación, Edom un desierto desolado, por su violencia contra los hijos de Judá, por haber derramado sangre inocente en su tierra.
Pero Judá será habitada para siempre, y Jerusalén de edad en edad.

«Yo vengaré su sangre, no la dejaré impune», y Yahveh morará en Sión.
(Jl 4,1-21).

 

 


15 de junio, san Amós, «yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de sicómoros. Pero Yahveh me tomó de detrás del rebaño, y Yahveh me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel"».

Profecía de Amós

¡Ay de los que ansían el Día de Yahveh! ¿Qué creéis que es ese Día de Yahveh? ¡Es tinieblas, que no luz!
Como cuando uno huye del león y se topa con un oso, o, al entrar en casa, apoya una mano en la pared y le muerde una culebra...
¿No es tinieblas el Día de Yahveh, y no luz, lóbrego y sin claridad?
Yo detesto, desprecio vuestras fiestas, no me gusta el olor de vuestras reuniones solemnes.
Si me ofrecéis holocaustos... no me complazco en vuestras oblaciones, ni miro a vuestros sacrificios de comunión de novillos cebados.
¡Aparta de mi lado la multitud de tus canciones, no quiero oír la salmodia de tus arpas!
¡Que fluya, sí, el juicio como agua y la justicia como arroyo perenne!
(Am 5,18-24)

Esto me dio a ver el Señor Yahveh: He aquí que él formaba langostas, cuando empieza a crecer el retoño, el retoño que sale después de la siega del rey.
Y cuando acababan de devorar la hierba de la tierra, yo dije: «¡Perdona, por favor, Señor Yahveh! ¿cómo va a resistir Jacob, que es tan pequeño?»
Y se arrepintió Yahveh de ello: «No será», dijo Yahveh.
Esto me dio a ver el Señor Yahveh: He aquí que el Señor Yahveh convocaba al juicio por el fuego: éste devoró el gran abismo, y devoró la campiña.
Y yo dije: «¡Señor Yahveh, cesa, por favor! ¿cómo va a resistir Jacob, que es tan pequeño?»
Y se arrepintió Yahveh de ello: «Tampoco esto será», dijo el Señor Yahveh.
Esto me dio a ver el Señor Yahveh: He aquí que el Señor estaba junto a una pared con una plomada en la mano.
Y me dijo Yahveh: «¿Qué ves, Amós?» Yo respondí: «Una plomada.» El Señor dijo: «¡He aquí que yo voy a poner plomada en medio de mi pueblo Israel, ni una más le volveré a pasar!
Serán devastados los altos de Isaac, asolados los santuarios de Israel, y yo me alzaré con espada contra la casa de Jeroboam.»
El sacerdote de Betel, Amasías, mandó a decir a Jeroboam, rey de Israel: «Amós conspira contra ti en medio de la casa de Israel; ya no puede la tierra soportar todas sus palabras.
Porque Amós anda diciendo: "A espada morirá Jeroboam, e Israel será deportado de su suelo."»
Y Amasías dijo a Amós: «Vete, vidente; huye a la tierra de Judá; come allí tu pan y profetiza allí.
Pero en Betel no has de seguir profetizando, porque es el santuario del rey y la Casa del reino.»
Respondió Amós y dijo a Amasías: «Yo no soy profeta ni hijo de profeta, yo soy vaquero y picador de sicómoros».
»Pero Yahveh me tomó de detrás del rebaño, y Yahveh me dijo: "Ve y profetiza a mi pueblo Israel".
»Y ahora escucha tú la palabra de Yahveh. Tú dices: "No profetices contra Israel, no vaticines contra la casa de Isaac".
»Por eso, así dice Yahveh: "Tu mujer se prostituirá en la ciudad, tus hijos y tus hijas caerán a espada, tu suelo será repartido a cordel, tú mismo en un suelo impuro morirás, e Israel será deportado de su suelo"».
(Am 7,1-17)

He aquí que vienen días - oráculo del Señor Yahveh - en que yo mandaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Yahveh.
Entonces vagarán de mar a mar, de norte a levante andarán errantes en busca de la Palabra de Yahveh, pero no la encontrarán.
Aquel día desfallecerán de sed las muchachas hermosas y los jóvenes.
(Am 8,11-13).

He aquí que los ojos del Señor Yahveh están sobre el reino pecador; voy a exterminarlo de la haz de la tierra, aunque no exterminaré del todo a la casa de Jacob - oráculo de Yahveh.
Pues he aquí que yo doy orden, y zarandearé a la casa de Israel entre todas las naciones, como se zarandea con la criba sin que ni un grano caiga en tierra.
A espada morirán todos los pecadores de mi pueblo, esos que dicen: «¡No se acercará, no nos alcanzará la desgracia!»
Aquel día levantaré la cabaña de David ruinosa, repararé sus brechas y restauraré sus ruinas; la reconstruiré como en los días de antaño,
para que posean lo que queda de Edom y de todas las naciones sobre las que se ha invocado mi nombre, oráculo de Yahveh, el que hace esto.
He aquí que vienen días - oráculo de Yahveh - en que el arador empalmará con el segador y el pisador de la uva con el sembrador; destilarán vino los montes y todas las colinas se derretirán.
Entonces haré volver a los deportados de mi pueblo Israel; reconstruirán las ciudades devastadas, y habitarán en ellas, plantarán viñas y beberán su vino, harán huertas y comerán sus frutos.
Yo los plantaré en su suelo y no serán arrancados nunca más del suelo que yo les di, dice Yahveh, tu Dios.
(Am 9,8-15).

6 de septiembre, san Zacarías, profeta


21 de septiembre, san Jonás, profeta, hijo de Amitay (2Re 14, 25), cuyo nombre lleva un libro del Antiguo Testamento, y su conocida expulsión del vientre del cetáceo es presentada en el propio Evangelio como signo de la Resurrección del Señor (Mt 12, 40).



El templo del cielo

Había cuatro vivientes... Día y noche cantan sin pausa:

«Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso; el que era y es y ha de venir» (Ap 4,8).

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Vi al Señor sentado en un trono excelso y elevado, y sus haldas llenaban el templo. Unos serafines se mantenían erguidos por encima de él... Y se gritaban el uno al otro:

«Santo, santo, santo, Yahveh Sebaot: llena está toda la tierra de su gloria».

Se conmovieron los quicios y los dinteles a la voz de los que clamaban, y la Casa se llenó de humo... Voló hacia mí uno de los serafines con una brasa en la mano, que con las tenazas había tomado de sobre el altar, y tocó mi boca... (Is 6, 1-7).

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Jesús, el Verbo hecho carne es el Sumo sacerdote en el templo del cielo (cfr. Epístola a los Hebreos).

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"Santo, Santo, Santo es el Señor, / Dios del universo. / Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria" (Liturgia de la Misa).

Santo, Santo, Santo es el Señor Dios, el todopoderoso (Salmo responsorial de la misa del 16.11.2016).

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Catequesis del papa san Juan Pablo II, 11.12.1985: https://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/audiences/1985/documents/hf_jp-ii_aud_19851211.html

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“Si tan sólo llegáramos al cielo, qué cosa más dulce y sencilla que estar allí para siempre diciendo con los ángeles y los santos, Sanctus, sanctus, sanctus” (San Felipe Neri).

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Salió otro ángel del santuario... Otro ángel salió del santuario del cielo... (Ap 14,15; 14,17).

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La gloria de Yahveh salió de sobre el umbral de la Casa y se posó sobre los querubines. Los querubines desplegaron sus alas y se elevaron del suelo ante mis ojos, al salir... Y se detuvieron a la entrada del pórtico oriental de la Casa de Yahveh; la gloria del Dios de Israel estaba encima de ellos. Era el ser que yo había visto debajo del Dios de Israel... y supe que eran querubines. (Ez 10,18-20)

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Todos los Angeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo:

«Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén» (Ap 7,11-12).

Caí en éxtasis. Vi que un trono estaba erigido en el cielo, y Uno sentado en el trono.
El que estaba sentado era de aspecto semejante al jaspe y a la cornalina; y un arcoiris alrededor del trono, de aspecto semejante a la esmeralda.
Vi veinticuatro tronos alrededor del trono, y sentados en los tronos, a veinticuatro Ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro sobre sus cabezas.
Del trono salen relámpagos y fragor y truenos; delante del trono arden siete antorchas de fuego, que son los siete Espíritus de Dios.
Delante del trono como un mar transparente semejante al cristal. En medio del trono, y en torno al trono, cuatro Vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
El primer Viviente, como un león; el segundo Viviente, como un novillo; el tercer Viviente tiene un rostro como de hombre; el cuarto viviente es como un águila en vuelo.
Los cuatro Vivientes tienen cada uno seis alas, están llenos de ojos todo alrededor y por dentro, y repiten sin descanso día y noche:

«Santo, Santo, Santo, Señor, Dios Todopoderoso, "Aquel que era, que es y que va a venir"».

Y cada vez que los Vivientes dan gloria, honor y acción de gracias al que está sentado en el trono y vive por los siglos de los siglos, los veinticuatro Ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo:

«Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, no existía y fue creado» (Ap 4,2-11).

Vi, de pie, en medio del trono y de los cuatro Vivientes y de los Ancianos, un Cordero, como degollado; tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete Espíritus de Dios, enviados a toda la tierra. Y se acercó y tomó el libro de la mano derecha del que está sentado en el trono.
Cuando lo tomó, los cuatro Vivientes y los veinticuatro Ancianos se postraron delante del Cordero. Tenía cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfumes, que son las oraciones de los santos.
Y cantan un cántico nuevo diciendo:

«Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes, y reinan sobre la tierra».

Y en la visión oí la voz de una multitud de Ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Su número era miríadas de miríadas y millares de millares,
y decían con fuerte voz:

«Digno es el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza».

Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían:

«Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos».

Y los cuatro Vivientes decían: «Amén»; y los Ancianos se postraron para adorar (Ap 5,6-14).

Miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz:

«La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero».

Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo:

«Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén».

Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo:

«Esos que están vestidos con vestiduras blancas ¿quiénes son y de dónde han venido?»

Yo le respondí:

«Señor mío, tú lo sabrás».

Me respondió:

«Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (Ap 7,9-17).

El Ángel que había visto yo de pie sobre el mar y la tierra, levantó al cielo su mano derecha y juró por el que vive por los siglos de los siglos, el que creó el cielo y cuanto hay en él, la tierra y cuanto hay en ella, el mar y cuanto hay en él:

«¡Ya no habrá dilación! sino que en los días en que se oiga la voz del séptimo Angel, cuando se ponga a tocar la trompeta, se habrá consumado el Misterio de Dios, según lo había anunciado como buena nueva a sus siervos los profetas» (Ap 10,5-7).

Tocó el séptimo Angel... Entonces sonaron en el cielo fuertes voces que decían:

«Ha llegado el reinado sobre el mundo de nuestro Señor y de su Cristo; y reinará por los siglos de los siglos».

Y los veinticuatro Ancianos que estaban sentados en sus tronos delante de Dios, se postraron rostro en tierra y adoraron a Dios diciendo:

«Te damos gracias, Señor Dios Todopoderoso, "Aquel que es y que era" porque has asumido tu inmenso poder para establecer tu reinado. Las naciones se habían encolerizado; pero ha llegado tu cólera y el tiempo de que los muertos sean juzgados, el tiempo de dar la recompensa a tus siervos los profetas, a los santos y a los que temen tu nombre, pequeños y grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra». (Ap 11,15-18).

Luego vi en el cielo otra señal grande y maravillosa: siete Angeles, que llevaban siete plagas, las últimas, porque con ellas se consuma el furor de Dios.
Y vi también como un mar de cristal mezclado de fuego, y a los que habían triunfado de la Bestia y de su imagen y de la cifra de su nombre, de pie junto al mar de cristal, llevando las cítaras de Dios. Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo:

«Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios Todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de las naciones! ¿Quién no temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, porque han quedado de manifiesto tus justos designios».

Después de esto vi que se abría en el cielo el Santuario de la Tienda del Testimonio, y salieron del Santuario los siete Ángeles que llevaban las siete plagas, vestidos de lino puro, resplandeciente, ceñido el talle con cinturones de oro.
Luego, uno de los cuatro Vivientes entregó a los siete Ángeles siete copas de oro llenas del furor de Dios, que vive por los siglos de los siglos.
Y el Santuario se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder, y nadie podía entrar en el Santuario hasta que se consumaran las siete plagas de los siete Angeles. (Ap 15,1-8).

Después oí en el cielo como un gran ruido de muchedumbre inmensa que decía:

«¡Aleluya! La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos; porque ha juzgado a la Gran Ramera que corrompía la tierra con su prostitución, y ha vengado en ella la sangre de sus siervos».

Y por segunda vez dijeron:

«¡Aleluya! La humareda de la Ramera se eleva por los siglos de los siglos».

Entonces los veinticuatro Ancianos y los cuatro Vivientes se postraron y adoraron a Dios, que está sentado en el trono, diciendo:

«¡Amén! ¡Aleluya!»

Y salió una voz del trono, que decía:

«Alabad a nuestro Dios, todos sus siervos y los que le teméis, pequeños y grandes».

Y oí el ruido de muchedumbre inmensa y como el ruido de grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían:

«¡Aleluya! Porque ha establecido su reinado el Señor, nuestro Dios Todopoderoso. Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino deslumbrante de blancura -el lino son las buenas acciones de los santos-».

Luego me dice:

«Escribe: "Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero"».

Me dijo además:

«Estas son palabras verdaderas de Dios» (Ap 19,1-9).

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El Cordero se acercó, y el que estaba sentado en el trono le dio el libro con la mano derecha. Cuando tomó el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron ante él; tenían cítaras y copas de oro llenas de perfume - son las oraciones de los santos -. Y entonaron un cántico nuevo: «Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra» (Ap 5,8-10).

Practicar el derecho y la justicia el Señor lo prefiere a los sacrificios (Prov 21,3)

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides holocaustos ni sacrificios expiatorios, entonces yo digo: «Aquí estoy -como está escrito en mi libro- para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas» (Sal 39,7-8).

Al entrar en este mundo, dice: «Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo -pues de mí está escrito en el rollo del libro- a hacer, oh Dios, tu voluntad!». Dice primero: «Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron» -cosas todas ofrecidas conforme a la Ley-. «Entonces, -añade- he aquí que vengo a hacer tu voluntad». Abroga lo primero para establecer lo segundo (Heb 10,5-9).

«Mi madre y mis hermanos son estos: los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc, 8,21)

Enséñame a cumplir tu voluntad y a guardarla de todo corazón (Al 119,34).

 

Lo que hace totalitarios a los regímenes democráticos según san Juan Pablo II

Doctrina pontificia sobre la democracia

 

Para que haya democracia y libertad, la ética debe regir la conducta política de los votantes y no sólo de los políticos...
"Los principios morales, no dependen, del voto de las mayorías. Lo que está mal, está mal, aunque todos estén errados. Lo que es correcto, es correcto, aún cuando nadie esté del lado correcto" (Obispo Fulton Sheen) ..

. .Las excepciones liberales a la democracia...

"La historia demuestra con gran claridad que las mayorías pueden equivocarse. La verdadera racionalidad no queda garantizada por el consenso"
(
Benedicto XVI, 5 de octubre de 2007).

«Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo» (cardenal Ratzinger, en el Coliseo de Roma, 25-III-2005).

La Ascensión del Señor: «Este mismo Jesús, vendrá así tal como le habéis visto subir al cielo» (Hch 1,11).

Hoy el Señor hace resplandecer su rostro sobre mí (Num 6,25).

El que educa a los pueblos ¿no va a castigar? (Sal 93(94),10)

No sólo escuchar la palabra de Dios, sino además obrar conforme a ella

"Alardeaban de progreso en todos los campos, siendo así que retrocedían a cosas peores"
(Pío XII:
Summi Pontificatus de 1939, nº 24).

San Pablo VI: «La Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de autodemolición» (29-VI-1972)

San Juan Pablo II: «Los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos, e incluso desilusionados. Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre» (6-II-1981)