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Hay que vivir y obrar según Dios, según la voluntad de Dios; no según uno mismo, como si Dios no existiera

No sólo lo enseña Dios por medio de san Pablo (Gal 5,16-25; 6,7-8; 8,5-14. I Cor 3,3), según explica san Agustín (Civ. Dei, XIV, cap. 3 y 4), sino que lo enseña personalmente en el Evangelio con insistencia el propio Jesús, el Verbo hecho carne:

«No todo el que me diga: "Señor, Señor", entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial».
(Mc 3,31-35)

«Vosotros rezad así: ... Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo».
(Mt 6,10)

«Todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca:
cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena:
cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».
(Mt 7,24-27)

«Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madr.
(Mt 7,21)

"Al entrar en este mundo, dice: = Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo. =
= Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. =
= Entonces dije: ¡He aquí que vengo - pues de mí está escrito en el rollo del libro - a hacer, oh Dios, tu voluntad! =
Dice primero: = Sacrificios y oblaciones y holocaustos y sacrificios por el pecado no los quisiste ni te agradaron = - cosas todas ofrecidas conforme a la Ley -
= entonces = - añade -: = He aquí que vengo a hacer tu voluntad. = Abroga lo primero para establecer el segundo.
Y en virtud de esta = voluntad = somos santificados, merced a la = oblación = de una vez para siempre del = cuerpo = de Jesucristo".
[Hbr 10,5-10 = Sal 40 (LXX)].

«Si me amáis, guardad mis mandamientos».
Jn 14,15

«El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él».
Jn 14,21

«Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor».
Jn 15,20

Lo enseña Dios también mediante san Pedro, recordando lo ya revelado:

Como dice la Escritura: "Seréis santos, porque santo soy yo".
(I Pe 1,16)

Y mediante el apóstol San Juan Evangelista:

«Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él»
1 Jn 2,3-4

«Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado».
1 Jn 3,24

«Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos».
1 Jn 5,3

San Agustín lo explica en el libro XIV de La Ciudad de Dios

Enseña san Agustín que el hombre fue creado para vivir según Dios, para hacer la voluntad de Dios y no para vivir según él mismo:

"El hombre no fue creado recto para vivir según él mismo, sino según su Hacedor, esto es, para hacer la voluntad de Dios antes que la suya. No vivir como su condición exigía que viviera, eso es la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 928).

Y explica san Agustín que vivir según uno mismo y no vivir según Dios, es hacer como Satanás, es ser semejante a Satanás

San Agustín explica aquella doctrina enseñada de parte de Dios por san Pablo que proscribe obrar según la carne (Gal 5,16-25; Gal 6,7-8; 8,5-14).
Aclara que vivir según la carne, no es solamente vivir según el cuerpo humano o simplemente según los deseos sexuales, sino que es vivir según uno mismo, porque Satanás no tiene cuerpo carnal y es el jefe y modelo de obrar según la carne.

"No se hizo semejante al diablo el hombre por tener carne, de que carece el diablo; sino por vivir según él mismo, es decir, según el hombre. También el diablo quiso vivir según él mismo, cuando no se mantuvo en la verdad. Y de este modo habló mentira, no de Dios, sino de sí propio, que no sólo es mendaz, sino el padre de la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 3. BAC, 1958, pág. 927).

"Cuando el hombre vive según el hombre y no según Dios, es semejante al diablo. Porque ni el ángel debe vivir según el ángel, sino según Dios, para mantenerse en la verdad y hablar la verdad que viene de Dios; no la mentira que nace de sí mismo... Cuando el hombre vive según la verdad, no vive según él mismo, sino según Dios".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 927).

San Pablo mismo dice con todas las letras que ser carnal es vivir según el hombre:

«Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?»
(I Cor 3,3).

Vivir según uno mismo y no vivir del todo según Dios, vivir como si Dios no existiera, es lo que quiere Satanás que hagamos; por consiguiente es estar sometido al imperio de Satanás. Intentar compatibilizar vivir según uno mismo con el reino de Dios no es ya vivir del todo según Dios; es darle entrada a Satanás para que nos someta a su Imperio.

San Pablo enseña de parte de Dios que Nuestro Señor, al morir por todos, hizo posible que nosotros vivivamos para Él y no para nosotros mismos, como si Dios no existiera:

"El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron.
Y Cristo murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.
(2 Cor 5,14-15)

Después explica san Agustín la dimensión social del reino de Dios: "Dos amores fundaron dos ciudades".

El imperio de Satanás también es sobre la sociedad, pero conviene insistir en que su raíz más profunda y más sometedora es el sometimiento de cada persona humana a vivir según ella misma y no del todo según Dios. Y vivir según uno mismo lleva a odiar a Dios.

El imperio de Satanás es todo sistema que impone vivir y obrar según uno mismo, vivir como si Dios no existiera. Todo sistema políticamente correcto en la modernidad y en la posmodernidad. Es el imperio de las estructuras de pecado cada vez más ineludiblemente dominantes hoy en lo estatal, en lo económico, en lo cultural, en lo social y en lo personal.

El mismo san Agustín explica que el origen de la dimensión social del imperio de Satanás está en que hay quienes viven según la carne, es decir, viven según sí propio. Y explica que el origen del reino de Dios, la ciudad de Dios, es que hay otros que viven según el espíritu, es decir, según Dios; y en eso mismo explica que está la contraposición y enfrentamiento entre ambas sociedades humanas o ciudades humanas:

"De que hay unos que viven según la carne y otros según el espíritu, se han originado dos ciudades diversas y contrarias entre sí... Con claridad meridiana escribe san Pablo a los de Corinto: «Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?» (I Cor 3,3). Luego proceder según el hombre es igual a ser carnal... Poco antes había llamado [hombres] animales a los mismos que ahora llama [hombres] carnales. Dice así: «... El hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para todos son necedad» (I Cor 2, 11-14)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, págs. 928-929).

"Siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra... no forman más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la de los que quieren vivir según el espíritu".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. I. BAC, 1958, pág. 921).

"Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma, y la segunda, en Dios; porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Aquella se engríe en gloria, y ésta dice a su Dios: "Tú, mi gloria..." (Sal 3,4)... En aquella, sus sabios, que viven según el hombre... se desvanecieron en sus pensamientos y su necio corazón se oscureció... En esta, en cambio, no hay sabiduría humana, sino piedad, que funda el culto legítimo al Dios verdadero, en espera del premio en la ciudad de los santos... «con el fin de que Dios sea todo en todas las cosas»." (I Cor 15,28).
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. BAC, 1958, pág. 985-986).

Tenemos el gran problema de que, siendo preciso que vivamos y obremos según Dios, porque es nuestra obligación absoluta cumplir la divina voluntad, y es nuestro bien, por otra parte ocurre que por las heridas o enfermedades que dejó en nuestra naturaleza el pecado original, nuestra razón no está sujeta a Dios como antes, porque tiende a lo verdadro más debilmente y nuestra voluntad es insumisa respecto a Él y tiende al bien más débilmente; y esas nuestras potencias superiores, a su vez, tienen insumisas a las inferiores.
Las heridas que dejó el pecado original en nuestra naturaleza humana, según santo Tomás (S Th, 1a2ae, q. 85, art 3, c; y textos concordantes).

La ley natural explicada por Benedicto XVI

Llegar a ser santo es la tarea de todo hombre y consiste en vivir como hijos de Dios, a través del camino exigente de la libertad, en la "semejanza" a Él según la cual han sido creados (Benedicto XVI, 1 de noviembre de 2007)

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