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¿Qué significa "al Reino de Cristo por la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María"?
El culto pertenece a la virtud de la religión, que es la más alta dentro de la virtud cardinal de la justicia. Y mucho más altas están las virtudes teologales. La mayor es la caridad, el amor infinito que Dios nos tiene por su misericordia; el amor de Dios que nos ha sido infundido por el Espíritu Santo que se nos ha dado. El Reino de Cristo en cada uno y en toda la sociedad humana pertenece a la caridad, al misericordioso amor infinito de Dios Padre, al amor que nos tiene Jesús, el Verbo hecho carne, que nos ama con locura, y al infinito amor que se nos da con el Espíritu Santo para que el reino de Dios esté en nuestra alma y en la humana sociedad y se haga la voluntad de Dios en la tierra como en el cielo. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es para encender la caridad en todos y para que así caminemos según su Corazón, como Dios quiere.
El beato papa Pío IX explicó que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús la quiso Nuestro Señor para encender la caridad en todos y para que así caminemos según su Corazón, como Dios quiere:
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es para encender la caridad en todos y que, inflamados de amor, caminemos según su Corazón agradándole a Dios
Así lo enseñó en 1864 el beato Pío IX, Papa, en el Breve de beatificación de Margarita María Alacoque y en la encíclica Quanta Cura que venía con el Syllabus
El propio Jesús, el Verbo hecho carne, le reiteró también a sor María del Divino Corazón que el verdadero núcleo de esta devoción es la unión personal con Él:
"Una vez, hablando de este mismo asunto de las comuniones, dijo que su deseo había sido establecer el culto de su Divino Corazón, y que ahora que este culto exterior estaba introducido por sus apariciones a la bienaventurada Margarita María y extendido por todas partes, Él quería también que el culto interno se estableciese más y más; es decir, que las almas se habituasen a unirse cada vez más con Él interiormente y a ofrecerle sus corazones como morada".
(Soeur Marie du Divin Coeur, Luis Chasle, cap. VIII, pg. 240, ed. 1925, París).
La devoción al Inmaculado Corazón de María es la que lleva a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús a la que está indisolublemente unida. Y es para conseguir que reine María en uno mismo, en cada uno y en la sociedad, y para conseguir obedecerle del todo a María, para conseguir vivir en la esclavitud mariana de san Luis María Grignion de Montfort, que es conseguir que reine Jesús en uno mismo, conseguir el reino de Dios en uno mismo, en todos y cada uno y en la humana sociedad. San Juan Eudes enseñó ya que a Jesús se va por María. Jesús, el Verbo hecho carne, nos dio a su madre, María, como madre nuestra. También nos fue dada por reina: es la madre de Cristo Rey y en el quinto misterio de gloria se contempla la coronación de María como reina del cielo y de la tierra. Una reina que se cuida de cada uno de sus hijos viadores en la tierra y de las almas del purgatorio, a las que quiere llevar ya a todas al cielo, porque eso mismo es lo que quiere Dios. Pero especialmente es a los que peregrinamos ahora en la tierra a los que nos cuida con todo cuidado, secundada por su esposo san José, que todo nos lo alcanza; por todos los santos; y por los millones y millones de docenas de legiones de ángeles y arcángeles que Dios, su Dueño, ha puesto a su disposición con enorme satisfacción de ellos. Y reina sobre nosotros en la tierra de tal manera que, como enseña la oración de san Bernardo, doctor de la Iglesia, jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a la protección de María, implorando su asistencia y reclamando su socorro haya sido abandonado por Ella.
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El lema de la revista Cristiandad de Barcelona es "Al Reino de Cristo por los Corazones de Jesús y María".
"El Corazón de Jesús es el centro del dogma cristiano y de la vida espiritual" (Ramière, Orlandis en Pensamientos y ocurrencias, 1934)
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Cuando se habla del culto al Sagrado Corazón de Jesús, está claro que se habla de la virtud de la religión. Y cuando se habla del Corazón de Jesús, se habla de la caridad que consiste en que´"Dios nos amó primero" (1Jn 4,19); y que le debemos corresponder con amor, con "el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5,5); para corresponderle con un amor verdadero, es decir amor con locura, como el que nos tiene Jesús. Pidiéndole que Él reine en nuestro corazón, para que aceptemos su reinado en nuestra alma como nuestra liberación. Pidiéndole el Espíritu Santo, como Él nos enseñó (Lc 11,13). Pidiéndole que amemos al prójimo como Él nos ha amado. Pidiéndole como enseña santa Teresa del Niño Jesús que nos produzca alegría recibir sufrimientos y contrariedades, porque así tenemos algo para ofrecerle, ya que Él sufrió tanto por nosotros. Y pidiendo, como Él nos enseñó, que venga a nosotros el reino de Dios y que se haga Su voluntad en la tierra como en el cielo (Mt 6,10). Que reine plenamente en la tierra el Sagrado Corazón de Jesús, en todos los hombres, varones y mujeres, y en todas las naciones.
Es indebido e imposible separar y menos
contraponer el amor y la religión en la devoción al
Sagrado Corazón de Jesús:
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"La vida cristiana no se reduce a unos actos de piedad individuales y aislados, sino que ha de abarcar cada instante de nuestros días sobre la tierra. Jesucristo ha de estar presente en el cumplimiento fiel de los deberes de nuestra vida ordinaria, entretejida de detalles aparentemente pequeños y sin importancia, pero que adquieren relieve y grandeza sobrenatural cuando están realizados con amor a Dios. Los mártires alcanzaron la cima de su heroísmo en la batalla en la que dieron su vida por Jesucristo. El heroísmo al que Dios nos llama se esconde en las mil escaramuzas de nuestra vida de cada día".
(Cardenal Saraiva Martins, 28 de octubre de 2007, Homilía en la beatificación de 498 mártires de la persecución en la zona roja durante la guerra de España de 1936).
La devoción al Sagrado Corazón y su crisis
Dios, el que hace todo según Su voluntad
«Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto» (Mt 5,48)
Darle a Dios nuestro corazón. Pedirle que se lo podamos dar
Pedirle a Dios su reinado en nosotros, nuestro mayor bien. Nuestra conversión.