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Una de las principales trampas dialécticas tiene como objetivo el Concilio Vaticano II

La versión progre del Concilio Vaticano II afirma elogiosamente que este Concilio ha cancelado y retractado las doctrinas enseñadas anteriormente por la Iglesia, que estas son reprobablemente preconciliares y que por eso hay que descartarlas, así como los textos del propio Concilio Vaticano II que las vuelven a enseñar y los que afirman la vigencia de las demás doctrinas tradicionales que no se reiteran en los documentos de este Concilio. Algunos que pretendieron oponerse a estos progres asumieron también pero hostilmente la creencia de que los documentos del Concilio Vaticano II se oponen a las doctrinas tradicionales de la Iglesia. Estos se oponen dialécticamente a los progres. Caen en la trampa dialéctica. Se contagian de lo mismo para rechazarlo, pero en virtud de la misma falacia. Aquí tenemos a los lefebvrianos y semilefebvrianos y a muchos de los sedevacantistas. (Aunque el propio Lefebvre había firmado las actas del Concilio Vaticano II cuando aún no era lefebvriano).

La tentación de las antítesis maniqueas

Dice Canals, refiriéndose al Concilio Vaticano II:
"La gran asamblea ecuménica contiene en el capítulo mariológico de su Constitución Dogmática sobre la Iglesia, el texto conciliar más importante después de Efeso sobre María, la Virgen Madre de Dios".
(F.C.V.: Bajo la protección de María y José. Un concilio en la era mariana, Cristiandad, Barcelona, abril-junio 1988, pág. 58). [Véase aquí este gran texto mariológico del Concilio Vaticano II]

Decía Canals que el seguidismo o no enfrentamiento de una gran parte del clero a las posturas antitradicionales, sostenidas explícitamente por algunos, evidenciaba que estos eran una secta que marcaba la pauta.

[Los de la masa podían presentir la amenaza de verse declarados integristas o de que "estaban contra el Concilio" o sentir un temor que chantajeaba o coaccionaba].

Las tentaciones de algunos de alegar el hecho del Vaticano II como un punto de partida en una dirección tal, que les permite dejar de lado prácticamente el contenido de sus documentos, y la totalidad del magisterio anterior y posterior al mismo, calificando como «involutivas» y «preconciliares» todas las afirmaciones coherentes con la Tradición de la Iglesia; o las de otros que niegan en nombre del Concilio Vaticano II la vigencia de doctrinas que fueron enseñadas por los Papas, y que ellos entienden retractadas por el Concilio mismo, aunque éste afirme explícitamente su vigencia; o las tentaciones de quienes descalifican el Concilio Vaticano II porque entienden también que ha ignorado o ha destruido la doctrina católica en puntos importantes; parece cierto que podrían ser más fácilmente superadas teniendo siempre presentes, en la realidad del Concilio, aquellas enseñanzas y actitudes en que más directamente brilla el mensaje sobrenatural de la sa:lvación.
(F.C.V.: Bajo la protección de María y José. Un concilio en la era mariana, Cristiandad, Barcelona, abril-junio 1988, pág. 58).

El dogma principal de los lefebvrianos es una afirmación atribuida por ellos y también por los progres al Concilio Vaticano II. La de que es un concilio pastoral y no dogmático. Y la principal norma de los lefebvrianos también se basa en esa versión falsificadora del Concilio Vaticano II en la que coinciden con los progres. Y es que les autoriza, dicen los lefebvrianos, a no creer, ni obedecer nada de lo que se contiene en los documentos que promulgó realmente el verdadero Concilio Vaticano II, porque, en virtud del principal dogma lefebvriano, son documentos pastorales y no dogmáticos, según el pseudoconcilio de los progres y de los lefebvrianos.

 

La Escuela de Bolonia y todos los progres, en mayor o menor grado, proclaman que el Concilio Vaticano II supuso una ruptura con la Tradición de la Iglesia, mostrándose a favor de tal supuesta ruptura.

Los lefebvrianos proclaman que el Concilio Vaticano II supuso una ruptura con la Tradición de la Iglesia, mostrándose en contra de tal supuesta ruptura.

El Papa Francisco manifiesta que "el mejor hermeneuta del Concilio Vaticano II" es Agostino Marcheto, el crítico más irreductible de la Escuela de Bolonia.
https://www.religionenlibertad.com/vaticano/32244/francisco-considera-el-mejor-hermeneuta-del-vaticano-ii-al-gran-rival.html

«Nuestra tarea es trabajar para que el verdadero Concilio, con la fuerza del Espíritu Santo, se realice y la Iglesia se renueve realmente», (Benedicto XVI, 14.02.2013)