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La tentación de las antítesis maniqueas. Reflexiones de actualidad

Francisco Canals Vidal. Revista Cristiandad. Barcelona. Año XXVII, núm. 486-487, agosto-septiembre de 1971, págs. 201-204

[Publicado con el título La tentación de la antítesis maniquea. Reflexiones de actualidad en las Obras Completas de Canals, vol 10, 2015, pág 304, sin corregir la errata que aparece en la revista al poner "objetivo" en vez de adjetivo, en las Obras Completas, en la pág 305.
Publicado con el título La tentación de las antítesis maniqueas en la recopilación de artículos políticos de Canals publicada en 1977 por Ed. Acervo con el título Política española: Pasado y Futuro, pág. 46, corrigiendo la errata al poner "adjetivo" y no objetivo en la pág. 47].

Algunas sectas pitagóricas del siglo IV (a. de J. C.) afirmaban, como fundamento del Cosmos, pares de principios opuestos:

BIEN

LUZ

DERECHA

UNIDAD

ESTABILIDAD

CLAUSURA

y

y

e

y

y

y

MAL

TINIEBLAS

IZQUIERDA

PLURALIDAD

MOVILIDAD

APERTURA

Era un "dualismo" del tipo del que profesaron después los maniqueos. El MAL es concebido como esencial, consistente y originario. En consecuencia se afirma que en la realidad se dan elementos y dimensiones que son en sí mismos, por su propia esencia, tenebrosos y malos.

Aquellos pitagóricos eran tal vez "maniqueos" derechistas. Ya que ponían, en serie con la derecha, el bien y la luz, lo unitario, lo inmóvil y lo cerrado. Con lo que merecerían las acusaciones que se dirigen hoy a los aborrecidos conservadores y reaccionarios.

O tal vez eran izquierdistas tan consecuentes y radicales que encontraban aburridos a los bienpensantes y se gozaban ya en las flores del mal. Tal vez hallaban en lo tenebrosos la plenitud de posibilidades de un izquierdismo móvil, pluralístico y abierto.

La mentalidad maniquea es blasfema y desintegradora, ciega para la verdad. Según la verdad es bueno lo que es, en razón de la perfección de su ser, y el mal se da como desorden y carencia privativa.

Frente a los maniqueos de su tiempo tenía que defender San Agustín la licitud para el cristiano del ejercicio de las armas en la milicia al servicio del Imperio.

Enemigos de la autoridad, de la propiedad y del matrimonio institucionalizado y generador, los maniqueos fueron, en una serie secular de sectas expresivas del misterio de iniquidad, "objetores de conciencia", "controladores de la natalidad" y adversarios de la "represión punitiva" en la Iglesia y en el Estado.

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La mentalidad política revolucionaria ha estado cruzada siempre de dualismos maniqueos. Vinieron a ser sinónimos REY y TIRANO; NOBLE y CORRUPTO; (la Marsellesa habla de la "sangre impura"). BURGUÉS fue sinónimo de PATRIOTA. Más tarde habría de serlo de EXPLOTADOR.

En la expresión "los padres podridos" -que leímos hace algún tiempo en el semanario Destino-, el adjetivo no califica o especifica, sino que es sólo explicativo y redundante. Se es podrido en cuanto se es padre. Y en polaridad antitética, se es regenerador y portador de promesas y esperanzas redentoras, en cuanto se pertenece a la juventud de nuestro tiempo. ¡Es grande ser joven!

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El sofisma maniqueo enfrenta la unidad y la multitud al modo del bien y del mal. La democracia revolucionaria -izquierdismo maniqueo- invoca la multitud frente al principio de unidad.

La verdad política es "monárquica": pone la unidad en el principio y explica la participación y referencia a lo uno por parte de lo múltiple. La plenitud y la riqueza de lo bueno atraviesa desde la unidad toda la multitud ordenada bajo su principio.

Pero la unidad y la multitud no son coprincipios. Los principios de la familia no son "los padres y los hijos", sino precisamente los padres. Pero no por ello los hijos son los "malos" (maniqueísmo derechista), ni los"buenos" (maniqueísmo izquierdista). Son sencillamente los hijos de los padres.

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El convencional izquierdismo de nuestro lenguaje periodístico y universitario hace que cuando se mencionan "los estudiantes" se piense casi siempre en ideas y actividades marxistas; aunque precisamente se refuerce esto alegando que son ideas y actividades no promovidas por el Partido, sino surgidas auténticamente de "los estudiantes".

Pues bien, es frecuente que los anticomunistas acepten también la práctica sinonimia que resume la trampa dialéctica. Hablan -en contra naturalmente- de "los estudiantes" como si el término no se refiriese a una actividad o edad de la vida, sino a la actitud ideológica intrínsecamente perversa que pretende siempre tener de su parte a los estudiantes, los jóvenes y los obreros.

Este desconcertante contagio maniqueo hace a la "derecha" débil e inestable. Al aproximar y confundir los términos significativos de una desviación ideológica y de los miembros integrantes de una institución, se ponen las premisas para que aparezca ya como sensata, realista y exigida por los tiempos la actitud de "apertura" y "diálogo" con los activistas de la revolución. ¿Quién podría negar que es oportuno y necesario "hablar con los estudiantes"?

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Ninguna multitud puede hallar su principio unificador y ordenador desde sí misma, en cuanto multitud. Por esto en las "sociedades perfectas" no hay poder sino por Dios.

La teoría de la voluntad general que se enfrenta al "origen divino del poder" no hace sino divinizar el poder humano. El empeño de poner en la multitud el principio unificante se apoya en un aplastante monismo panteísta.

No sólo prácticamente, con el estatismo jacobino, sino también doctrinalmente, y desde las mismas páginas de El Contrato Social, el principio democrático conduce al totalitarismo izquierdista.

El estatismo jacobino aplastó los Fueros y aniquiló los cuerpos intermedios. Después el espíritu revolucionario, invocando de nuevo el pricipio de la multitud, buscó apoyo en la reacción de la pluralidad social frente al principio de autoridad. Anarquismos y separatismos han sido también movimientos que han proseguido la desintegración revolucionaria.

No se podrían aceptar, pues, los dilemas que condicionan opciones sinsentido. Si quisiéramos optar entre centralismo y separatismo, estatismo totalitario y anarquía, estaríamos inmersos en la dialéctica revolucionaria e injertaríamos de "maniqueísmo" nuestra actitud derechista.

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El sofisma maniqueo pretende enfrentar lo ABIERTO y lo CERRADO al modo del BIEN y del MAL Si el maniqueísmo izquierdista opta por lo abierto, hasta preferir, por aperturismo, lo malo en caso de aceptar que lo cerrado es lo bueno, un derechismo contagiado de mentalidad maniquea puede tender a sospechar el mal en lo abierto.

Pero bueno es lo que es, en la perfección de su ser. Malo es lo desordenado y privado de perfección. De acuerdo con la filosofía perenne y la fe cristiana.

Y así como en el bien está el tiempo de morir y el tiempo de matar -y no el tiempo para el suicidio y el homicidio-; y el tiempo de sembrar y el tiempo de cosechar -pero no el de sembrar cizaña en el campo de trigo, ni el de meter la hoz en la mies ajena-; está también en el bien el tiempo para el movimiento y la quietud -pero no para la agitación inútil ni para la pereza-; en el bien está el cerrar y el abrir -aunque es indecoroso abrir lo que tiene que estar cerrado, e injusto cerrar lo que tiene que estar abierto.

De Cristo Nuestro Señor dice la Escritura que Él, que tiene la llave de David, "cierra y nadie abre; abre y nadie cierra". El orden de la naturaleza y el de la gracia exigen la apertura de la humildad para aceptar el don y de la liberalidad para el dar; y la preservadora clausura que guarda los tesoros nuevos y antiguos en el arca del padre de familia.

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Cuando el pensamiento político tradicional defiende las libertades de expresión; la autarquía de las instituciones docentes y la libertad de enseñanza; la vida espontánea de los cuerpos intermedios y el respeto a las libertades de asociación fundadas en el orden natural; la autarquía de de los municipios y corporaciones locales; nunca falta quien crea ver en estas actitudes como una concesion del tipo de un " también nosotros defendemos la libertad".

Sería disparatado responder a esto con aquello de "hay que reconocer las razones de la revolución", o recordando que "hay que hacer lo justo porque es justo", y no porque lo propugne la revolución y para anticiparse a ella, según se expresó el presidente Kennedy.

Lo que hay que decir es que tenemos que enfrentarnos al estatismo revolucionario y al marxismo, conscientemente enemigos, doctrinal y prácticamente, de toda legítima autarquía social y de la libertad natural y auténtica, aunque utilicen el impulso hacia la libertad como pretexto o aliado.

La apertura de todo lo que ha de ser abierto para que la vida social despliegue su dinamismo al orden natural de Dios, la propugna el pensamiento tradicional, no como ofreciendo su alianza al progresismo izquierdista, o como si mediase a modo de TERCERA FUERZA, sino como una PRIMERA FUERZA, política orientada hacia el orden integral de la sociedad.

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Por esto, si no nos dejamos seducir por la mitología maniquea característica de la mentalidad revolucionaria, y acertamos a pensar en la realidad de las cosas, no nos sorprenderá que un desplazamiento hacia el socialismo se realice a través de un proceso de cerrado monismo. La fórmula de partido único es originariamente "leninista".

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Se nos habla de pluralismo social, a cambio del cierre frente al pluralismo ideológico. Pero no hay pluralismo social sin vida auténtica de todos los "cuerpos intermedios".

Por llamar autónoma a una universidad ni adquiere esta su legítima autarquía, ni adviene siquiera a una existencia real como institución discernible de un ente de razón jurídico-administrativo.

Y en España el pluralismo social quedaría definitivamente arruinado si el "cambio de mentalidad" que orienta la política de la reforma educativa consumase la anulación -a pretexto de supresión de privilegios de la Iglesia- de los derechos de ésta y de la familia cristiana en el ámbito escolar.

Porque no hay que olvidar, si se quiere contemplar de modo realista la situación actual y las perspectivas del futuro, el riesgo de secularización entrañado en la dialéctica de la revisión del Concordato.

Ahora sabemos que la "amistosa separación" que propugna la nueva política -la que se expresó en un proyecto unilateral, diverso del que se había acordado como base de discusión- no es sino un "salto brusco" entre la situación político-religiosa concordada en 1953 y algo a lo que, por lo visto, se tiende consciente y deliberadamente.

La desacertada insistencia exclusiva, por parte del Vaticano, en el tema del nombramiento de los obispos, y el recuerdo de las campañas "paraeclesiales" en favor de algo tan dudoso como el pluralismo sindical, provocan como reacción que actitudes integristas y tradicionalistas estén dando fuerza a un nogibelinismo al servicio de la política de secularización.

Una política de secularización que es contraria a lo más originario y constituyente de los principios e ideales que dieron vida a la Cruzada de 1936, a los que se quieren mantener fieles estos tradicionalistas e integristas.

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Estaríamos perdidos si siguiésemos cayendo en la trampa de la dialéctica maniquea.

Creen unos luchar por la apertura aliándose con la izquierda, sin advertir que su política impulsa y refuerza el monismo y la clausura izquierdistas.

Algunos liberales sinceros lamentan que el régimen se cierre; en parte porque creen que al hacerlo se consolida en la derecha. En todo caso los liberales son impotentes contra una clausura que es obra política de quienes son -a su manera, claro está-, liberales, que les defienden su causa, al cerrar el camino a la temida reacción de los "ultras" del régimen.

Aunque algunos de estos ven también con satisfacción toda "clausura", la que tienden a considerar como una consolidación en la derecha. Podrían estos encontrarse defendiendo lo cerrado, mientras lo cerrado les cierra el camino.

Podrían encontrarse con que se aleje el pluralismo de partidos, pero se marche hacia un monismo y clausura socialista y secularizador. Tal vez incluso nacional y nacionalista; pero antitradicional y destructor de la cristiandad hispánica.

Francisco Canals Vidal

SOCIALISMO Y EDUCACIÓN

El concepto de la sociedad que es característico al socialismo y sobre el cual descansa, es inconciliable con el verdadero cristianismo.

Socialismo religioso, socialismo cristiano, son términos contradictorios; nadie puede al mismo tiempo ser buen católico y socialista verdadero.

Quadragesimo anno, Pío XI

La familia tiene inmediatamente del Creador la misión, y, por lo tanto el derecho de educar a la prole, derecho inalienable por estar inseparablemente unido con una estricta obligación, derecho anterior a cualquier otro derecho de la sociedad civil y del Estado, y por lo mismo inviolable por parte de toda potestad terrena.

Divini illus magistri, Pío XI

Revista Cristiandad. Barcelona. Año XXVII, núm. 486-487, agosto-septiembre de 1971, pág. 204