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..San José, ejemplo de abandono confiado a la Divina Providencia......José, introductor al evangelio de las Bienaventuranzas

Ejemplaridad cotidiana de san José

Francisco Canals Vidal. CRISTIANDAD. Barcelona, diciembre de 2006

Si san José es, por una parte, un santo escogido para un servicio singularísimo a la obra de la Redención de la humanidad (un servicio esponsal para la Madre Virgen, María, y un servicio paterno hacia Jesús, el Verbo encarnado), por otra es también alguien a quien el plan divino destina a lo ordinario y cotidiano dentro de sus excelsas misiones. El papel de José no es nunca de brillo ni de desarrollo extraordinario de tareas excepcionalmente alejadas de las responsabilidades cotidianas de los hombres.

San José tiene que encontrar en un pesebre situado dentro de una cueva la cuna del Niño Rey que habrá de ser adorado como la esperanza de Israel y del mundo, pero puesto sobre paja y envuelto en pañales. Se habrá de librar de la persecución de Herodes por un silencioso viaje a Egipto, por caminos de silencio y ocultamiento. Huirá y se librará del odio y el orgullo de ambiciosos y grandes por la pequeñez y ocultamiento por los caminos del desierto.

Después de narrarnos los riesgos de aquellas huidas, los Evangelios pueden describir sin detalles una vida de trabajo en familia duradera hasta que se hace cercana la aparición de Jesús. Todos los años de Nazaret podemos contemplarlos en nuestra memoria de algún modo como monótonos o faltos de incidentes.

La Trinidad terrena, como durante siglos llamaron a Jesús, María y José sus devotos, la hemos de contemplar, precisamente por ser terrena, sin atender siquiera a resplandores milagrosos ni a iniciativas inesperadas de la divina Providencia. Lo que está obrando la Providencia de Dios es la presencia de la divinidad en lo más sencillo y cotidiano de la vida humana. La sublimidad del Sermón de la Montaña la hallamos vivida en el silencio y pobreza de la carpintería de Nazaret.

Hemos pasado siglos de cultura cristiana sin que se pusiese en primer término esta vida de Jesús, María y José. La acción de san Francisco de Asís y de sus hijos sobre los fieles cristianos, nos llevó a contemplar aquella sencilla vida doméstica y de trabajo humano, en la que se nos iba a revelar silenciosamente el Rey del universo en su vida de familia y de trabajo sencillo. La modesta vida de vecindario galileo, la cotidianidad que quiso asumir el Hijo de Dios hecho Hijo del Hombre, hijo de Abraham y de David, que era el hijo de José.

Cuando acertemos a mirar las cosas según lo que son y para lo que son destinadas podremos encontrar los más eficaces y sencillos ejemplos de santidad en cada uno de aquellos días que había de vivir Jesús solícitamente atendido por María y por José en su silenciosa casita, sin estridencias ni grandezas humanas.

La sociedad cristiana había de tardar siglos en advertir la ternura, la renuncia, la pobreza y el amor, el amor humano, en que el Amor eterno de Dios quiso manifestarse cuando mostró la benignidad y el amor a los hombres de Dios nuestro Salvador, cuando lo mostró en Dios Niño y joven, en la Virgen Madre, María, en José, el hijo de David, ejerciendo de carpintero de Nazaret.