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Los dos encuentros del doctor Canals con el padre Xiberta

JOSEP M. MANRESA Cristiandad. Barcelona, marzo de 2009

EL doctor Canals en más de una ocasión había afirmado que él había tenido tres grandes maestros: el padre Orlandis, el padre Xiberta y el padre Solà. En este artículo pretendemos estudiar el carácter del discipulado del doctor Canals respecto del padre Xiberta. Canals recordaba que el padre Xiberta era considerado como «el mayor teólogo que el Carmelo ha producido a lo largo de los siglos».1

1. Miscellania en honor del padre Xiberta, In mansuetudine sapientiae, Roma, 1990, 11. (Se refiere al Carmelo calzado, no a la Orden de Carmelitas descalzos).

Canals tan sólo lo trató en dos ocasiones, pero creció entre ellos una admiración y estima mutua. Canals era muy joven la primera vez que lo trató, sólo 33 años, en septiembre de 1955, en Roma, en el IV Congreso Tomista Internacional, mientras que Xiberta se encontraba a sus 58 años en plena madurez doctrinal, después de haber escrito el Tractatus de Verbo Incarnato y la obrita El Yo de Jesucristo, que tanto gustaba a Canals. Entre el trayecto que va del antiguo Colegio San Alberto de Roma y la parroquia Santa María in Transpontina, donde está la residencia de los carmelitas, unos ciento cincuenta metros, la conversación se alargó durante una hora y media, hasta que el padre Xiberta se acordó de que hacía un buen rato que se había acabado ya la comida de la comunidad. En este rato de conversación Canals le planteó algunas cuestiones acerca de cristología y soteriología. Las respuestas precisas e iluminadoras de Xiberta, así como la claridad de sus escritos en estos temas, que Canals estudiaría posteriormente, le llevarían a éste a considerarse en estos dos temas discípulo del padre Xiberta. Siete años después, en verano de 1961, sabiendo Canals que el padre Xiberta había venido a Barcelona y estaba en el convento que es actualmente la parroquia de Santa Joaquima de Vedruna, fue a verlo nuevamente. Canals explica que el teólogo carmelita lo recibió con gran alegría, como si le hubiese visto el día anterior, y se pusieron a hablar continuando la conversación que habían tenido unos años atrás, hablando esta vez de teología antiprotestante, de teología postridentina, de la escolástica segunda, de san Juan de la Cruz, etc. Pero esta segunda conversación tuvo sobre todo como tema central el del escapulario del Carmen, de cuya historia, doctrina y mensaje Xiberta era un gran especialista y devoto. Xiberta le insistió en que llevara el escapulario de tela, le dio un puñado de ellos y le explicó que llevar el escapulario de la Virgen del Carmen, como la Virgen María pidió a san Simón Stock, es hacer un acto constante y sencillísimo de esperanza teologal.2

2. Lo mismo expresa en: Xiberta, «Sobre el sentido íntimo del escapulario de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo», Cristiandad (2001) 829-830.

También esta devoción al escapulario de la Virgen del Carmen reconoce Canals haberla recibido del padre Xiberta. El doctor Canals ya no tuvo ocasión de ver más al padre Xiberta, pero conservaría siempre una estima y agradecimiento al gran teólogo carmelitano, que se convertía en admiración al ir acompañada por la ejemplaridad de vida cristiana del religioso catalán. Posteriormente tendría ocasión de estudiar mejor sus escritos y de recoger otras doctrinas suyas, como las que hacen referencia a las fuentes y al método de la teología, expuestas magistralmente por Xiberta en la Introductio in Sacram Theologiam. Canals las consideraba siempre muy profundas, muy fieles al magisterio de la Iglesia y muy actuales y necesarias, dada la actual situación de general desorientación de la teología en los últimos tiempos. Cuando en 1997 se clausuró en el palacio episcopal de Barcelona el proceso diocesano para la beatificación del padre Xiberta, tuve la oportunidad de acompañar al doctor Canals al acontecimiento, y pude constatar el profundo gozo que sentía por este reconocimiento, que redundaría en gran bien para la Iglesia.

Temas en los que el doctor Canals se consideraba discípulo del padre Xiberta

Además de la devoción al escapulario de la Virgen del Carmen, el ya entonces reconocido teólogo Xiberta orientó al joven Canals en algunos temas teológicos.

a) La doctrina tradicional católica sobre la encarnación de Cristo.3

3. Cf. F. Canals, «La Tradición Apostólica en la doctrina de los Santos Padres», en Miscellania en honor del padre Xiberta In mansuetudine sapientiae, Roma, 1990, 125-137

El primero de los temas teológicos que Canals recogió de Xiberta es el de la doctrina tradicional de la Iglesia sobre el misterio de Cristo, que tiene a san Cirilo de Alejandría como doctor propio de la Encarnación del Verbo.

Canals refiere lo que Xiberta le explicó en la primera conversación, que por otra parte también aparece reiteradamente en los escritos cristológicos del carmelita.4

4. B. Xiberta, Tractatus De Verbo Incarnato, CSIC, Madrid, 1954; B. Xiberta, El Yo de Jesucristo. Un conflicto entre dos cristologías, Herder, Barcelona, 1954.

Le habló de la autoridad doctrinal normativa de los concilios de Éfeso, de Calcedonia y del II de Constantinopla, de los que no puede decirse que haya contradicción entre ellos, sino verdadera síntesis armónica. Le habló de la autoridad doctrinal, como doctor propio de la Encarnación, de san Cirilo de Alejandría, «que predicó la recta fe de los cristianos»,5

5. Conc. II de Constantinopla (553), Anatemat. sobre los 3 capítulos, can. 14, Dz 227.

y del carácter vinculante de sus doce anatematismos. Xiberta le decía: «Desengáñese, Canals: así como la verdadera doctrina sobre la Trinidad es la de san Atanasio, y la verdadera doctrina de la salvación es la de san Agustín, la verdadera doctrina sobre la Encarnación es la de san Cirilo de Alejandría»6 .

6. Cf. F. Canals, Conferencia «La cristología del P. Xiberta», en audio.

Le habló de la historia concreta de cada uno de ellos, de las rivalidades de Juan de Antioquía y su posterior reconciliación con san Cirilo, de los difíciles avatares del Concilio de Calcedonia, con los legados pontificios «que no sabían griego» y aun así aprobaron una fórmula verdadera, de Teodoreto de Ciro «que remenava les cireres a Calcedònia», o de la «tragedia» que propició al escandalizarse y separarse la parte más fecunda de la Iglesia de aquel tiempo, etc. Canals quedó impresionado de que conociese tan bien la historia concreta de aquella época, y decía después: «Hablando con él uno tenía la sensación de que acababa de llegar de aquellas sesiones conciliares».7

7. ..Mis recuerdos del padre Xiberta..Cristiandad, mayo-junio de 2001, núms. 839-840, pág. 21.

Le habló, en fin, de las exigencias de la fe respecto del misterio de Cristo, tal como está enseñado en la Sagrada Escritura y en la tradición de la Iglesia, especialmente en san Cirilo de Alejandría y santo Tomás de Aquino. Del verdadero Cristo, el Verbo encarnado, nacido de la Virgen María, verdadero Dios y él mismo verdadero hombre, de su unicidad y plenitud divina y humana, de la comunicación real de propiedades entre las dos naturalezas, de su unidad interna ontológica y psicológica, por la cual Jesús en cuanto hombre se sabe el Hijo de Dios y nos conoce perfectamente y nos ama con corazón de hombre, según aquello de san Pablo: «Me amó y se entregó a la muerte por mí» (Gal 2,20), y es el Santo de Dios, lleno de gracia y verdad (Jn 1,14), de cuya plenitud todos hemos recibido (Jn 1,16), que muriendo por nosotros en la cruz y resucitando nos perdona los pecados y nos comunica el Espíritu Santo para que seamos en verdad hijos de Dios.

Y le advertía del error de la ofensiva general que el siglo XX había levantado, en nombre de la autonomía de lo humano, contra la fe tradicional ortodoxa de Cristo, reduciéndolo casi a un mero hombre, que sería sólo metafóricamente capaz de salvarnos, en cuanto que sería sólo un modelo a imitar.

El doctor Canals vio en esta explicación del padre Xiberta la continuidad con la verdadera exposición del misterio de Cristo, no sólo enseñado en los Evangelios y en los credos de la Iglesia, sino tal como se descubre en la propia liturgia, en el sensus fidei del pueblo cristiano, en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, tal como el magisterio de la Iglesia y el padre Orlandis le habían enseñado.

b) La doctrina tradicional de la eficacia intrínseca de la gracia divina.8

8. Cf. F. Canals, «Gracia y salvación», Cristiandad 1996, núm 779-780.

También Canals se siente deudor de Xiberta en sus opiniones acerca de la eficacia intrínseca de la divina gracia y la concordia con el libre albedrío, así como la historia de las controversias De auxiliis entre los jesuitas y los dominicos (1589-1607).

Xiberta explicó a Canals en relación con estas discusiones postridentinas:

«En torno a “los auxilios de la divina gracia”, afirmó, se implicaron cuestiones que en realidad pertenecían a dos líneas temáticas diversas: Se referían unas a temas pertenecientes a la fe: tales eran las que se referían a la gratuidad, y carácter “antecedente” a la previsión de los méritos, de la providencia salvífica de Dios, y a la eficacia de la gracia “por sí misma e intrínsecamente”. Otras cuestiones, de un orden distinto, en el plano de la explicación teológica y de los instrumentos metafísicos de ésta, se referían a la respectiva afirmación y negación, por los dominicos y jesuitas, de la “predeterminación física”, y al correlativo rechazo o posición de una “ciencia media” sobre los futuros libres condicionados». 9

9. Ídem.

Esta orientación dio a Canals la clave para entender el problema real que se suscitó en dichas controversias. En las explicaciones teológicas, los dominicos, con Báñez a la cabeza, afirmaban la potencia absoluta de Dios y la omnisciencia, mostrando que en ello no se menoscaba la libertad humana. Por ello afirmaban la «predeterminación física» y los «decretos salvíficos previos». En cambio, los jesuitas eran más sensibles a afirmar la realidad de la libertad. Algunos como san Roberto Belarmino y Suárez, los «congruistas», afirmaban la eficacia de la gracia «in acto primo» (es decir, con anterioridad a la determinación libre de la voluntad) y la «premoción» o «concurso simultáneo» de la causa primera sobre la voluntad humana en la acción, así como la «ciencia media» por la que Dios ve los futuribles.

Las controversias se suscitaron porque algunos jesuitas, como Luis de Molina, oponiéndose excesivamente al fatalismo protestante, ensalzaban excesivamente la libertad humana en detrimento de la gratuidad de la salvación y la eficacia de la gracia. Molina pondrá como ejemplo la barca que tiene dos remos, la gracia y la libertad, por los que obra la salvación. Así, parecían renovarse los errores semipelagianos, que presentaban la gracia como una escalera por la que el hombre sube hacia el cielo. Xiberta decía que llevaba a error concebir la gracia a modo de instrumento, y que era mejor entenderla a modo de medicina, que cura y eleva la naturaleza para obrar meritoriamente.10

10. Cf. I. AZCOAGA, En torno a las controversias de auxiliis post-tridentinas, comunicación al Simposium de teología del Seminario de Pamplona (2001).

Sucedió que, mientras en las controversias ante los papas Clemente VIII y Paulo V los jesuitas defendieron el sistema «congruista», posteriormente se fueron haciendo más corrientes en algunos sectores de la Compañía las explicaciones más radicales del «molinismo», que afirmaba la elección divina como «posterior a la previsión de los méritos» del hombre, y la eficacia de la gracia por la libre cooperación de su buena voluntad, lo cual es muy grave, porque es recaer en el semipelagianismo y negar en definitiva la redención de Cristo. Y esto llevaría a posturas en la vida cristiana totalmente desenfocadas: una espiritualidad en la que se prefiere la acción a la contemplación, el esfuerzo ascético a la vida mística, una consideración de los sacramentos más como acciones que requieren nuestro esfuerzo que como dones preciosos dados por Cristo para darnos su vida divina, una vida cristiana centrada más en el propio yo que en el seguimiento de Cristo. Frente a ellos, el protestantismo y los jansenistas acusarán a la Iglesia católica postridentina, en la que la Compañía fue un motor de evangelización importante, de renovar las herejías semipelagianas y de fomentar un humanismo no teocéntrico. Incluso en el siglo XX las críticas de Barth al catolicismo van en esta dirección. Y se acusarán como «jesuíticas» algunas tendencias plenamente católicas, como el «ultramontanismo», la saludable devoción al Corazón de Jesús, etc.

Xiberta, que alababa a los jesuitas tomistas de la Gregoriana, como Billot o M. de la Taille, que, como el mismo padre Orlandis, defendían posturas afines al «congruismo»,11

11. F. Canals, «Gracia y salvación. Homenaje a Bartolomé María Xiberta», Cristiandad (1995), 770-771.

advertía a Canals que «el doctor propio de la gracia en la Iglesia es san Agustín»,12

12. F. Canals, «La Tradición apostólica en la doctrina de los Santos Padres», en Miscellania en honor del padre Xiberta. In mansuetudine sapientiae, Roma, 1990, 125.

y le recordaba algunos textos de grandes autores que precisaban las exigencias dogmáticas que debía tener cualquier explicación en la teología católica:

Paulo V:

«Que una y otra parte concuerden en lo capital de la verdad católica, y enseñen que Dios, con la eficacia de su gracia, nos excita a obrar y hace que queramos, y doblega y cambia las voluntades de los hombres, de lo cual se trata en esta causa; discrepen en el modo de explicarlo».13

13. Nota introductoria a DS 1997.

San Roberto Belarmino:

«Algunos opinan que la eficacia de la gracia se constituye por el asentimiento y la cooperación humana, de modo que por su resultado se llama eficaz la gracia, a saber, porque obtiene su efecto, y obtiene su efecto porque la voluntad humana coopera. Esta opinión es absolutamente ajena a la doctrina de san Agustín, y en cuanto a lo que yo juzgo, incluso ajena a la doctrina de las Divinas Escrituras».14

14. San Roberto Belarmino, De gratia et libero arbitrio, I, cap. XII.

San Alfonso María de Ligorio:

«Podemos concluir que nuestro sistema u opinión se acuerda con la gracia intrínsecamente eficaz con la que nosotros infaliblemente, aunque libremente, obramos el bien… No puede negarse que san Agustín y santo Tomás han enseñado la doctrina de la eficacia de la gracia por sí misma y por su propia naturaleza».15

15. Tratado de la oración, II parte, cap. IV.

Canals vio esta explicación muy coherente con lo que había aprendido del padre Orlandis, basándose en la doctrina de los dones del Espíritu Santo de santo Tomás de Aquino, en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio y en la Historia de un alma, de santa Teresita, de los dos modos de obrar Dios en el alma la vida sobrenatural: uno, de modo «ascético», por el que Dios nos da la gracia para que nosotros nos movamos con nuestras virtudes a obrar según la voluntad de Dios, y así Dios nos mueve con su gracia y nosotros cooperamos con nuestra voluntad, y nos esforzamos al modo humano, como quien rema para avanzar, aunque nuestras buenas obras son en verdad obras de la gracia con nosotros; y otro, de modo «místico», más perfecto, por el que Dios nos da la gracia para que secundemos sus mociones, y Él mismo nos mueve mediante sus dones y nosotros, como poniendo la vela en la barca para que el viento la mueva, «nos sentimos» movidos y llevados por el amor de Dios para obrar su voluntad.

Xiberta y Orlandis dieron así a Canals bases teológicas sólidas para explicar la verdadera naturaleza de la vida cristiana, que viene del don gratuito de Dios que en Cristo nos ha escogido, nos ha infundido su vida de hijos de Dios por el Espíritu Santo que nos ha dado, y nos pide que nos mantengamos unidos a Él para poder dar fruto. La contemplación del misterio de Cristo que los Ejercicios Espirituales exigen para la vida cristiana, la práctica del «abandono confiado a la divina Providencia» que predicó san Claudio la Colombière, apóstol de la devoción al Corazón de Jesús, el camino de «infancia espiritual» de santa Teresita del Niño Jesús, que Canals había recibido del padre Orlandis, se veían reforzadas por esta verdadera comprensión del misterio de la gracia que nos salva.

c) La teología fiel a la tradición y al magisterio de la Iglesia.

La estima y agradecimiento del doctor Canals al padre Xiberta lo llevó a estudiar posteriormente otros temas siguiendo la orientación del teólogo carmelita. En especial, en los cursos de teología que dio en la Cátedra Padre Solá en la Balmesiana, entre los años 1993 al 2002, siguió mucho su inmejorable Introductio in Sacram Thelogiam, 16

16. B. Xiberta, Introductio in Sacram Theologiam, Madrid, 1949, 1964

en la que veía un estudio profundísimo sobre la naturaleza de la teología. Recuerdo haberse lamentado como de un error el hecho de que la editorial que publicó este libro de Xiberta primero en latín en 1949 y después en castellano en la segunda edición de 1964, hubiese evacuado de sus almacenes el libro y no pudiese ya encontrarse

Canals estaba muy de acuerdo con Xiberta en afirmar el carácter esencialmente objetivo y cognoscitivo de la divina revelación, así como de la fe y la contemplación, para no caer no sólo en algunos presupuestos relativistas de la Nouvelle Théologie que dudaban de la capacidad de la razón para conocer los misterios de la fe, sino para evitar de raíz la terrible herejía modernista que negaba la misma realidad objetiva de Dios y las realidades sobrenaturales. Como genial filósofo que había dedicado a ello toda su vida, Canals sabía bien cuánta razón tenía Xiberta al afirmar que era necesario para defender la verdadera fe la afirmación del realismo metafísico y gnoseológico de santo Tomás de Aquino y de la «filosofía perenne», y advertir de los nefastos peligros de la introducción de filosofías agnósticas, idealistas y subjetivistas en la teología católica. Además, Canals estaba muy de acuerdo con la concepción xibertiana de la relación entre la Sagrada Escritura y la Tradición apostólica, que carece de órgano propio y que se transmite únicamente por el cauce de la tradición eclesiástica, es decir, por la atestiguación magisterial del carácter y el grado de la autoridad de los Santos Padres, escritores eclesiásticos antiguos y doctores de la Iglesia. Y recordaba que el padre Xiberta explicaba que el Magisterio ordinario a veces, no tiene menos, sino más importancia que el Magisterio extraordinario de la Iglesia, ya que la ausencia de controversias puede ser argumento máximo de autoridad en las verdades propuestas como de fe por la Iglesia. La fidelidad a la Iglesia del teólogo Xiberta era plenamente aceptada y seguida por su discípulo Canals, quien gustaba de recordar también que el padre Xiberta decía que «la moda no es lugar teológico». Y tantas otras ideas sobre el tema.17

17. Cf. B. Xiberta, Introductio in Sacram Theologiam;

En definitiva, Canals veía en las obras del padre Xiberta lo que a menudo es raro en los últimos tiempos: una teología que por su propia naturaleza se subordina y sirve a la fe católica del pueblo de Dios. La teología no puede negar la fe, puesto que la presupone y recibe la evidencia teologal de ella, puesto que nosotros sabemos que lo revelado por Dios es verdad precisamente porque creemos con fe firme que es Dios quien nos lo ha revelado, el cual no puede ni engañarse ni engañarnos. Xiberta hacía una teología especulativa, ortodoxa, maximalista y contemplativa, sin rebajar el misterio sino al contrario manteniendo la realidad sobrenatural e invitando a acoger con fe y meditar en el corazón la Palabra de Dios.18

18. B. Xiberta, Compendio de teología, p. 7.

Y Canals había aprendido también del padre Orlandis y del padre Solá esto mismo.19

19. Cf. F. Canals, San José, Patriarca del Pueblo de Dios, cap.1. Sentido y fundamentos de la teología de san José, 35-62.

Por eso Xiberta y Canals eran tan devotos del Señor y la Virgen.20

20. Cuentan muchos testigos que el padre Xiberta decía a todo el mundo: «Que bons són Jesús i Maria, quan que ens estimen», y vivía «loco» por amar al Señor y a la Virgen. De Canals hemos visto tantas veces su piedad sencilla a Jesús, su amor a la Virgen, su devoción a san José. Ellos vivían aquello de san Pablo, que toda la ciencia no sirve de nada si no se subordina al amor de Dios (cf. 1Cor 13, 1-2).

Por eso su teología se convertía en oración de agradecimiento a los innumerables dones del amor de Dios. Los que hemos recibido tanto de estos maestros, estamos convencidos de que el Buen Dios, que es más grande y más hermoso de todo lo que podamos pensar e imaginar, y que comenzó en ellos la obra buena Él mismo ya la ha llevado a término.