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La futura fiesta conmemorativa de la Parusía

Con el tiempo, lógicamente se celebrará por todo lo alto la conmemoración anual de la reiteradamente profetizada Parusía de Jesús, el Verbo hecho carne, Su segunda venida gloriosa a la vista de todos, con la que, al evidenciar Su existencia, suprimirá de raíz el cada vez más dominante y globalizador imperio del Anticristo que impone vivir y obrar como si Dios no existiera, como quiere Satanás que vivamos; y, mediante la también reiteradamente profetizada efusión de gracia extraordinaria y continuada que el propio Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará de parte del Padre con Su misma Parusía, propiciará la cristianización universal, culminada en la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a María, su Santísima Madre; y así realizará la implantación de Su prometido Reinado de Amor, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, en todos los corazones y en todas las naciones, con los judíos a la cabeza de los creyentes en el Mesías Jesús, el Verbo hecho carne, inicialmente en su plenitud intrahistórica en la tierra, como Iglesia militante, para continuar y culminar en el cielo, como Iglesia triunfante, por los siglos de los siglos, puesto que el reino de Dios, cuyo rey es Jesucristo, Nuestro Señor, el hijo de David, el Verbo hecho carne, no tendrá fin.

Y en el período de plenitud intrahistórica del reino de Jesucristo, lógicamente se celebrará la conmemoración de la Parusía como una fiesta muy principal.

Por el momento, no es una fiesta, tampoco una simple devoción, es una parte esencial de la esperanza.
Y se nos dice que el sábado santo lo dediquemos a acompañar a María, la Madre de Jesús y Madre nuestra, por legado hereditario de Él. Y a la espera de Su Resurrección.
Y también a la esperanza de Su Segunda Venida, que, después de su admirable Ascensión, es lo siguiente.

Catecismo E.. C. de 1992, n.º 670 Desde la Ascensión, el designio de Dios ha entrado en su consumación. Estamos ya en la "última hora" (1 Jn 2, 18; cf. 1 P 4, 7).

Catecismo E.. C. de 1992, n.º 671 El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía acabado "con gran poder y gloria" (Lc 21, 27; cf. Mt 25, 31) con el advenimiento del Rey a la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal (cf. 2 Ts 2, 7) ...los cristianos piden, sobre todo en la Eucaristía (cf. 1 Co 11, 26), que se apresure el retorno de Cristo (cf. 2 P 3, 11-12) cuando suplican: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 20; cf. 1 Co 16, 22; Ap 22, 17-20).

Catecismo E.. C. de 1992, n.º 672 ...Desde la Ascensión, el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente (cf Ap 22, 20) aun cuando a nosotros no nos "toca conocer el tiempo y el momento que ha fijado el Padre con su autoridad" (Hch 1, 7; cf. Mc 13, 32). Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento (Mt 24, 44: 1Ts 5, 2)

Catecismo E.. C. de 1992, n.º 674 La venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia (cf. Rm 11, 31), se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) del que "una parte está endurecida" (Rm 11, 25) en "la incredulidad" (Rm 11, 20) respecto a Jesús. San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21). Y san Pablo le hace eco: "si su reprobación ha sido la reconciliación del mundo ¿qué será su readmisión sino una resurrección de entre los muertos?" (Rm 11, 5). La entrada de "la plenitud de los judíos" (Rm 11, 12) en la salvación mesiánica, a continuación de "la plenitud de los gentiles (Rm 11, 25; cf. Lc 21, 24), hará al pueblo de Dios "llegar a la plenitud de Cristo" (Ef 4, 13) en la cual "Dios será todo en nosotros" (1 Co 15, 28).

La esperanza de la Iglesia, proclamada en el Concilio Vaticano II,
de la conversión de Israel al Mesías, a Jesús, el Verbo hecho carne,
y de la unidad católica mundial: