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Había en la Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo.
(Hch 13,1)

San Pablo anuncia como profeta la conversión de Israel:

No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios (Pr 3,7): el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo, como dice la Escritura: «Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades» (Is 59,20-21). «Y esta será mi Alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados» (Is 27,9).
En cuanto al Evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables.
En efecto, así como vosotros fuisteis en otro tiempo rebeldes contra Dios, mas al presente habéis conseguido misericordia a causa de su rebeldía, así también, ellos al presente se han rebelado con ocasión de la misericordia otorgada a vosotros, a fin de que también ellos consigan ahora misericordia.
Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia.
(Rom 11,25-32).

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11 Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.
12 Pero el asalariado, que no es pastor, a quien no pertenecen las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye, y el lobo hace presa en ellas y las dispersa,
13 porque es asalariado y no le importan nada las ovejas.
14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí,
15 como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
16 También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
17 Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo.
18 Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre».
(Jn 10,11-18. Bibl Jeru)

Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. (Jn 10,14-16. Bibl CEE)

«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas.Yo doy mi vida por las ovejas. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla.
Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».
(Jn 10,11;10,15;10,17-18. Bibl CEE)

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Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia.
A Él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.
(Dan 7,13-14)

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«Se llama santidad a la aplicación que el hombre hace de su mente y de sus actos a Dios. No difiere, por tanto, de la religión en lo esencial, sino tan sólo con distinción de razón. Se le da, en efecto, el nombre de religión por servir a Dios como debe en lo que se refiere especialmente al culto divino, como en los sacrificios, oblaciones o cosas similares; y el de santidad, porque el hombre refiere a Dios, además de eso, las obras de las demás virtudes, o en cuanto que, mediante obras buenas, se dispone para el culto divino».
(Santo Tomás de Aquino, S. Th. II-II q.81, a.8c. Citado en la Encíclica Miserentissimus de Pío XI).

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"El oprobio me ha roto el corazón y desfallezco. Espero compasión, y no la hay, consoladores, y no encuentro ninguno" [(Sal 69,21, según la referencia actualizada) Traducción de la Biblia de Jerusalén].

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«Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.
Está escrito en los profetas: "Serán todos enseñados por Dios [Is 54,13; Jer 31:33-34]". Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a Mí».
(Jn 6,44-45. Bibl Jerusalén)

«Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios [Is 54,13; Jer 31:33-34]. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
(Jn 6,45;59)

Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos.
(Is 54,13)

Grita de júbilo, estéril que no das a luz, rompe en gritos de júbilo y alegría, pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás, y la afrenta de tu viudez no recordarás jamás.
Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama. Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré
Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos.
(Is 54,1;3;5;13)

 

 

1 Grita de júbilo, estéril que no das a luz, rompe en gritos de júbilo y alegría, la que no ha tenido los dolores; que más son los hijos de la abandonada, que los hijos de la casada, dice Yahveh.
2 Ensancha el espacio de tu tienda las cortinas extiende, no te detengas; alarga tus sogas, tus clavijas asegura;
3 porque a derecha e izquierda te expandirás, tu prole heredará naciones y ciudades desoladas poblarán.

4 No temas, que no te avergonzarás, ni te sonrojes, que no quedarás confundida, pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás, y la afrenta de tu viudez no recordarás jamás.
5 Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama.
6 Porque como a mujer abandonada y de contristado espíritu, te llamó Yahveh; y la mujer de la juventud ¿es repudiada? - dice tu Dios.

7 Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré.
8 En un arranque de furor te oculté mi rostro por un instante, pero con amor eterno te he compadecido - dice Yahveh tu Redentor.
9 Será para mí como en tiempos de Noé: como juré que no pasarían las aguas de Noé más sobre la tierra, así he jurado que no me irritaré mas contra ti ni te amenazaré.
10 Porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá - dice Yahveh, que tiene compasión de ti.

11 Pobrecilla, azotada por los vientos, no consolada, mira que yo asiento en carbunclos tus piedras y voy a cimentarte con zafiros.
12 Haré de rubí tus baluartes, tus puertas de piedras de cuarzo y todo tu término de piedras preciosas.
13 Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos.
14 En justicia serás consolidada. Manténte lejos de la opresión, pues ya no temerás, y del terror, pues no se acercará a ti.

15 Si alguien te ataca, no será de parte mía; quienquiera que te ataque, contra ti se estrellará.
16 He aquí que yo he creado al herrero, que sopla en el fuego las brasas y saca los instrumentos para su trabajo.
17 Yo he creado al destructor para aniquilar. Ningún arma forjada contra ti tendrá éxito, e impugnarás a toda lengua que se levante a juicio contigo. Tal será la heredad de los siervos de Yahveh y las victorias que alcanzarán por mí - oráculo de Yahveh.
(Is 54,1-17)

Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos.
(Is 54,13)

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Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
(Jn 6,51;59)

Disputaban los judíos entre sí:«¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
(Jn 6,52-59)

 

26 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado.
27 Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.»
28 Ellos le dijeron: «¿Qué hemos de hacer para obrar las obras de Dios?»
29 Jesús les respondió: «La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado
30 Ellos entonces le dijeron: «¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: = Pan del cielo les dio a comer.» =
32 Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo;
33 porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo.»
34 Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan.»
35 Les dijo Jesús: «Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.
36 Pero ya os lo he dicho: Me habéis visto y no creéis.
37 Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera;
38 porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
39 Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día.
40 Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.»
41 Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: «Yo soy el pan que ha bajado del cielo.»
42 Y decían: «¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo?»
43 Jesús les respondió: «No murmuréis entre vosotros.
44 «Nadie puede venir a mí, si el Padre que me ha enviado no lo atrae; y yo le resucitaré el último día.
45 Está escrito en los profetas: = Serán todos enseñados por Dios. = Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí.
46 No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre.
47 En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
48 Yo soy el pan de la vida.
49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron;
50 este es el pan que baja del cielo, para que quien lo coma no muera.
51 Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
52 Discutían entre sí los judíos y decían: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?»
53 Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.
54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día.
55 Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida.
56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él.
57 Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí.
58 Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre.»

59 Esto lo dijo enseñando en la sinagoga, en Cafarnaúm.
60 Muchos de sus discípulos, al oírle, dijeron: «Es duro este lenguaje. ¿Quién puede escucharlo?»
61 Pero sabiendo Jesús en su interior que sus discípulos murmuraban por esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza?
62 ¿Y cuando veáis al Hijo del hombre subir adonde estaba antes?...
63 «El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida.
64 «Pero hay entre vosotros algunos que no creen.» Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién era el que lo iba a entregar.
65 Y decía: «Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre.

 

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Escribe esto: Antes de venir como el Juez Justo, vengo como el Rey de Misericordia. Antes de que llegue el día de la justicia, les será dado a los hombre este signo en el cielo.
Se apagará toda luz en el cielo y habrá una gran oscuridad en toda la tierra. Entonces, en el cielo aparecerá el
signo de la cruz y de los orificios donde fueron clavadas las manos y los pies del salvador, saldrán grandes luces que durante algún tiempo iluminarán la tierra. Eso sucederá poco tiempo antes del ultimo día (Diario de santa Faustina Kowalska, 83).

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....La Divina Misericordia y el Sagrado Corazón de Jesús...

 

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La madre de Saumaise, concluido el sexenio de su cargo por esas fechas, es decir, en 1678, se retiró de Paray. En sus escritos dejó este testimonio de Margarita María: en los seis años que vivió familiarmente con ella, jamás se enfrió en su propósito, que ciertamente era que Dios reinase en ella en todo, ante todo y sobre todo; no dio gusto alguno ni a su cuerpo ni a su alma; esta constante fidelidad le consiguió de la divina largueza eximias gracias y singulares favores; estas cosas por contra la movían a buscar cruces, aflicciones y menosprecios con todas sus fuerzas; sin que nadie busque con tanta diligencia los honores y los placeres, como ella deseaba con avidez cruces y desprecios; estas eran sus delicias, aunque a su muy delicada naturaleza le repugnaban y pesadamente las llevaba.

Mater de Saumaise, absoluto sexennio sui magisterii, sub eodem fere tempore, idest anno millesimo sexcentésimo septuagesimo octavo, Paraedio decessit: in commentariis suis huiusmodi testimonium reddiderat de Margarita Maria: per sex annos, quibus familiariter ea usa erat, numquam propositum illius refrixisse, quo certum erat, ut in se Deus in omnibus regnaret, ante omnia et prae omnibus; nulli unquam oblectamento aut animi, aut corporis eam induisisse; hac constanti fidelitate, eximias gratias a divina largitate et singularia beneficia sibi conciliasse; haec vicissim, ad cruces, afflictiones, despicientias magno opere persequendas, eam excitasse; exstare neminem, qui tantis studiis honores et voluntates concupiscat, quant a illa aviditate cruces et contemptus appetebat: hac erant eius deliciae, quamquam delicatior natura eius talia stomachabatur et graviter ferebat.

(Bula Ecclesiae consuetudo de canonización por Benedicto XV de santa Margarita María Alacoque de 13 de mayo de 1920, AAS 1920, pág. 495. http://www.vatican.va/archive/aas/documents/AAS-12-1920-ocr.pdf)

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.Bula de canonización de santa Margarita María Alacoque de mayo de 1920 ...

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Breve Auctor nostra fidei, de 1864, de beatificación de Margarita María Alacoque por el beato Pío IX, Papa

Jesús autor y consumador de nuestra fe (Heb 12,2), que, movido por excesiva caridad, después de haber tomado la débil naturaleza mortal, se ofreció á Dios en el ara de la cruz corno víctima inmaculada para redimirnos de la afrentosa esclavitud del pecado, no ha tenido más vehemente deseo que el de encender de todos modos en las almas de los hombres las llamas de caridad que abrasan su Corazón, según vemos en el Evangelio que así lo aseguró á sus discípulos, en los siguientes términos:

"He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!" (Lc 12,49)

Por lo mismo, y a fin de inflamar más y más este fuego de la caridad, ha querido que se estableciese y propagase en la Iglesia la veneración y el culto de su Sagrado Corazón: Y ¿quién habrá tan duro y rebelde que no se sienta movido a volver amor por amor a ese Corazón suavísimo, que fue traspasado y herido por cruel lanzada a fin de ofrecer a nuestra alma un abrigo y un refugio donde pueda estar a cubierto y en seguridad contra los asaltos y las redes del enemigo?

Hemos creído conveniente excitar la piedad de todos los fieles para ... que llenos de fe acudan siempre a nuestro Señor Jesucristo, que con su sangre nos redimió para Dios, y con mucho empeño y constancia pidan a su dulcísimo Corazón, víctima de su ardentísima caridad para con nosotros, que con los lazos de su amor atraiga a sí todas las cosas a fin de que inflamados los hombres con su santísimo amor, caminen según su Corazón dignamente, agradándole a Dios en todo, fructificando en toda especie de buenas obras.

Quocirca omnium fidelium pietatem excitare existimavimus, ut ... in plenitudine fidei semper confugiant ad Dominum Nostrum Iesum Christum, qui redemit nos Deo in sanguine suo, Eiusque dulcissimum Cor flagrantissimæ erga nos caritatis victimam enixe iugiterque exorent, ut amoris sui vinculis omnia ad seipsum trahat, utque omnes homines, sanctissimo suo amore inflammati, secundum Cor Eius ambulent digne Deo per omnia placentes, in omni bono opere fructificantes.obras

(Beato Pío IX, Papa, Encíclica
Quanta Cura, 1864)

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Un fariseo llamado Gamaliel, doctor de la ley, con prestigio ante todo el pueblo, se levantó en el Sanedrín. Mandó que se hiciera salir un momento a aquellos hombres, y les dijo:
«No os metáis con esos hombres; soltadlos. Si su idea y su actividad son cosa de hombres, se disolverá; pero, si es cosa de Dios, no lograréis destruirlos, y os expondríais a luchar contra Dios».
Le dieron la razón y, habiendo llamado a los apóstoles, les azotaron, les prohibieron hablar en nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos, pues, salieron del Sanedrín contentos de haber merecido aquel ultraje por el Nombre. Ningún día dejaban de enseñar, en el templo y por las casas, anunciando la buena noticia acerca del Mesías Jesús.
(Hch 5,34-35, 38-42).

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Oración colecta de la misa del 12 04 2021, día de san Hermenegildo
Dios todopoderoso, haz que seamos transformados a imagen del Creador del cielo los que, renovados por los sacramentos pascuales, nos hemos librado de la huella del padre terreno.

 

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Un rostro y un cuerpo glorioso de resucitado, no reconocible más que cuando Él quiere

Tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.
Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante
(Lc 9,28-29).

Toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto.
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
(Mt 17,1-2).

Toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos.
(Mc 9,2).

Os hemos dado a conocer el poder y la Venida de nuestro Señor Jesucristo, no siguiendo fábulas ingeniosas, sino después de haber visto con nuestros propios ojos su majestad.
Porque recibió de Dios Padre honor y gloria, cuando la sublime Gloria le dirigió esta voz: «Este es mi Hijo muy amado en quien me complazco».
Nosotros mismos escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el monte santo.
(2P 1,16-18)

Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad.
(Jn 1,14)

Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto.
Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él.
Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»
Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle».
Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo».
Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos».
Sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?»
Respondió él:
«Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo
. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos».
Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.
(Mt 17,1-13).

Tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar.
29 Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante,
30 y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías;
31 los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su éxodo, que iba a cumplir en Jerusalén.
32 Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él.
33 Y sucedió que, al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías», sin saber lo que decía.
34 Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor.
35 Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle».
36 Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo.
(Lc 9,28-36).

Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos,
y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo.
Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.
Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»;
- pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados -.
Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle».
Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de «resucitar de entre los muertos».
Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?»
Él les contestó:
«Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado? Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él.
(Mc 9,2-13).

«La Ley y los profetas llegan hasta Juan; desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino de Dios».
(Lc 16,16).

Iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.
(Lc 8,1-3)

«¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!
Pues bien, se os va a dejar vuestra casa. Os digo que no me volveréis a ver hasta que llegue el día en que digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!»
(Lc 13,34-35)

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!' (Sal 118,26; Lc 13,35; Lc 19,38).

Estaba Él cerca de Jerusalén, y creían ellos que el Reino de Dios aparecería de un momento a otro.
(Lc 19,11, 28).

Marchaba por delante subiendo a Jerusalén (Lc 19, 28).
29 Y sucedió que, al aproximarse a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciendo: «Id al pueblo que está enfrente y, entrando en él, encontraréis un pollino atado, sobre el que no ha montado todavía ningún hombre; desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", diréis esto: "Porque el Señor lo necesita"»
Fueron, pues, los enviados y lo encontraron como les había dicho. Cuando desataban el pollino, les dijeron los dueños: «¿Por qué desatáis el pollino?» Ellos les contestaron: «Porque el Señor lo necesita».
Y lo trajeron donde Jesús; y echando sus mantos sobre el pollino, hicieron montar a Jesús. Mientras él avanzaba, extendían sus mantos por el camino.
Cerca ya de la bajada del monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto.
Decían: «Bendito el Rey que viene en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en las alturas»

39 Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: «Maestro, reprende a tus discípulos.»
40 Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.»
41 Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella,
42 diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos.
43 Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes,

44 y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita.»

Al acercarse y ver la ciudad, lloró por ella, diciendo: «¡Si también tú conocieras en este día el mensaje de paz! Pero ahora ha quedado oculto a tus ojos.
Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te rodearán de empalizadas, te cercarán y te apretarán por todas partes, y te estrellarán contra el suelo a ti y a tus hijos que estén dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has conocido el tiempo de tu visita».
(Lc 19,41-44).

¡Bendito el que viene en nombre del Señor!' (Sal 118,26).

Cuando el pobre grita, Yahveh oye, y le salva de todas sus angustias.
Los ojos de Yahveh sobre los justos, y sus oídos hacia su clamor,
Cuando gritan aquéllos, Yahveh oye, y los libra de todas sus angustias;
(Sal 34,7,16,18)

Gustad y ved qué bueno es Yahveh, dichoso el hombre que se cobija en él.
(Sal 34,9)

Temed a Yahveh vosotros, santos suyos, que a quienes le temen no les falta nada.
(Sal 34,10)

Los ricos quedan pobres y hambrientos, mas los que buscan a Yahveh de ningún bien carecen.
(Sal 34,11)

Yahveh está cerca de los que tienen roto el corazón. Él salva a los espíritus hundidos.
(Sal 34,19)

Muchas son las desgracias del justo, pero de todas le libera Yahveh; todos sus huesos guarda, no será quebrantado ni uno solo.
(Sal 34,20-21)

Yahveh rescata el alma de sus siervos, nada habrán de pagar los que en él se cobijan.
(Sal 34,23)

 

Hablando desde la fe, el papa Benedicto XVI fundamentaba así la esperanza segura de la situación de tesis católica en el reino de Cristo en plenitud, implantado por Él mismo:

"No obstante las oscuridades, al final vencerá Él, como luminosamente muestra el Apocalipsis mediante sus imágenes sobrecogedoras". (Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas est, 39).

Por consiguiente, parece ser que vamos de derrota en derrota*, hasta la victoria final**

* nuestra

** de Jesús, el Verbo hecho carne

Los dos extremos, sí. Confianza total en Dios y desconfianza total en uno mismo

La anunciada conversión de Israel al Mesías, a Jesús, el Verbo hecho carne

 

Cuerpo y rostro glorioso, no reconocible

Somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor Jesucristo.
Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de Su cuerpo glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo. (Fil 3,20-21 Bibl CEE. Lectura de la misa del 6.11.2020)

En la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción; se siembra vileza, resucita gloria; se siembra debilidad, resucita fortaleza;
se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo espiritual. En efecto, así es como dice la Escritura (Gn 2,7): Fue hecho el primer hombre, Adán, alma viviente; el último Adán, espíritu que da vida.
Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural; luego, lo espiritual.
El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo. Como el hombre terreno, así son los hombres terrenos; como el celeste, así serán los celestes. Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste.
Os digo esto, hermanos: La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos: ni la corrupción hereda la incorrupción.
¡Mirad! Os revelo un misterio: No moriremos todos, mas todos seremos transformados. En un instante, en un pestañear de ojos, al toque de la trompeta final, pues sonará la trompeta, los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados.
En efecto, es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este ser mortal se revista de inmortalidad.
Y cuando este ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se revista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita (Is 25,8): La muerte ha sido devorada en la victoria.
(1Co 15, 42-54)

Iban dos de ellos a un pueblo llamado Emaús, que distaba sesenta estadios de Jerusalén, y conversaban entre sí sobre todo lo que había pasado.
Y sucedió que, mientras ellos conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió con ellos; pero sus ojos estaban retenidos para que no le conocieran.
El les dijo: «¿De qué discutís entre vosotros mientras vais andando?» Ellos se pararon con aire entristecido.
Uno de ellos llamado Cleofás le respondió: «¿Eres tú el único residente en Jerusalén que no sabe las cosas que estos días han pasado en ella?»
El les dijo: «¿Qué cosas?»

(...)

...cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando.
Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su lado.
Se dijeron uno a otro: «¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: «¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón!»
Ellos, por su parte, contaron lo que había pasado en el camino y cómo le habían conocido en la fracción del pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando él se presentó en medio de ellos y les dijo: «La paz con vosotros»...
(Lc 24, 13-19; 30-36)

"No obstante las oscuridades, al final vencerá Él, como luminosamente muestra el Apocalipsis mediante sus imágenes sobrecogedoras". (Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas est, 39).

La esperanza de la Iglesia proclamada en el Concilio Vaticano II de la unidad católica mundial:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura confesionalidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la Cristiandad futura; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera. Mientras que la futura confesionalidad consistirá en que todas las naciones obrarán en consecuencia, obedeciendole a Dios; y a la Iglesia y al Papa cuando enseñan con la autoridad que Dios les ha dado en materias de fe y de moral, estando la normativa ética de la política entre las materias sobre las que el Papa tiene autoridad, cuando la ejerce, lo mismo que la Iglesia Católica.

Esto es la síntesis de la religión y de la vida en la Cristiandad futura.

El Apóstol aludido es san Pablo y el profeta allí citado entre los demás, Sofonías.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

Y Canals explica que ese texto del Concilio Vaticano II es el anuncio de la unidad religiosa de toda la humanidad:

"Tratando de la religión judía, y afirmando la futura conversión de Israel, el texto anuncia la futura unidad religiosa de toda la humanidad".
(La teología de la historia del Padre Orlandis, S. I. y el problema del milenarismo, Francisco Canals, CRISTIANDAD, Barcelona. Año LV. Núms. 801-802. Marzo-Abril 1998. Págs. 23-28)

Y es el cumplimiento de la misión de la Iglesia, tal como fue formulada por el papa Benedicto XVI:

"Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios".
(Mensaje de Benedicto XVI para la Jornada Mundial de las Misiones de 2009).

Y la esperanza de la Iglesia reiterada en el Catecismo de 1992

«La Venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) ... San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21)» (CEC 674).

Esta confesionalidad de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible, y se realizará con toda seguridad, con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación, por la gracia de Dios, de estos medios, en particular de la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible, que es lo que define a los Estados confesionales. (Véase: Lo que aporta la Iglesia).

Y destacadamente están llamadas a la santidad todas las tierras de España, Cataluña incluida entre las principales:

«Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes».
(Jesús al beato Bernardo de Hoyos en la acción de gracias de la misa del jueves, 14 de mayo de 1733, fiesta solemne de la Ascensión).

El proceso de cristianización y recristianización consiguiente a la Parusía tendrá como resultado el reinado de Jesús, el Verbo hecho carne, en todos los corazones y en todas las naciones, como está anunciado. Entonces las naciones serán cristianas y estarán en la Iglesia.

Las dos espadas en la Iglesia

Habrá dos poderes en la Iglesia, el de las autoridades políticas y el de la jerarquía eclesiástica con el Papa a la cabeza, el poder o espada de Nuestra santa Madre Iglesia Católica Jerárquica. Dos poderes coordinados y cada uno con su esfera o ámbito de competencias. El poder eclesiástico ejercerá su autoridad en materia de fe y moral.

La situación de tesis católica, el Reino de Cristo, es la aceptación y el acatamiento voluntario por todos los habitantes y todas las naciones del mundo, de la autoridad ejercida por la Iglesia y al Papa según su competencia, en materia de fe y de moral, incluida su autoridad sobre la normativa ética de la política.

Hablando desde la fe, desde la situación de tesis católica, el propio Benedicto XVI fundamentaba así la esperanza segura de la situación de tesis católica en el reino de Cristo en plenitud, implantado por el mismo Cristo:

"No obstante las oscuridades, al final vencerá Él, como luminosamente muestra el Apocalipsis mediante sus imágenes sobrecogedoras". (Benedicto XVI, Encíclica Deus Caritas est, 39).

 

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«La Iglesia universal del Dios verdadero confiesa y profesa que Cristo ha de venir del cielo a juzgar a los vivos y a los muertos, y a esto le llamamos nosotros último día del divino juicio, esto es el tiempo último. Pues, por cuántos días se extienda este juicio es incierto: pero las escrituras santas usualmente ponen el término día en lugar de tiempo, como no ignora el que haya leído, por más ligeramente que lo haya hecho aquellas letras santas. Así pues cuando decimos día del juicio de Dios, añadimos último o novísimo, lo que indica que también ahora juzga y que desde el principio del tiempo juzgó» (San Agustín, De Civitate Dei lib. XX, cap. 1, núm. 2).

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