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La Iglesia consumada en la escatología intrahistórica de San Buenaventura

San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino: Escolástica y filosofía cristiana

FRANCISCO CANALS VIDAL

CRISTIANDAD, año XXI, nn 522·523. Agosto - Septiembre 1974. Pág. 213

En sus reglas para sentir con la Iglesia recomienda San Ignacio de Loyola: "alabar la doctrina positiva y escolástica; ... porque es más propio de los escolásticos, así como de Santo Tomás, San Buenaventura y del Maestro de las Sentencias, etc., el definir y declarar para nuestros tiempos todos errores y todas falacias. Porque los doctores escolásticos, como sean más modernos, no solamente se aprovechan de la vera inteligencia de la Sagrada Escritura y de los positivos y santos doctores, más aún siendo ellos iluminados y esclarecidos de la virtud divina, se ayudan de los Concilios, cánones y constituciones de nuestra Santa Madre Iglesia" (Regla 11ª).

Desde los tiempos del Renacimiento y del Protestantismo, la Escolástica ha sido combatida desde dos diversas perspectivas. El humanismo y la modernidad tendieron a ignorarla en su contenido filosófico en nombre de un pensamiento que quería sentirse autónomo y emancipado frente a la teología, la autoridad y la tradición. La reforma protestante consideró con frecuencia la teología escolástica como una contaminación de la teología cristiana por el racionalismo de una filosofía pagana.

Los grandes escolásticos fueron teólogos que, por serlo, fueron filósofos. La escolástica podría definirse, en cuanto a su método, como una teología consciente de la necesidad de asumir a su servicio principios y conceptos racionales y metafísicos.

La citada regla de San Ignacio, que mira a defender los doctores escolásticos, en cuanto teólogos, de las acusaciones protestantes que invocaban un retorno a la antigüedad cristiana, no alude explícitamente a la integración del conocimiento filosófico al servivio de la teología. Pero tiene que sobreentenderse, teniendo en cuenta el contexto histórico y la naturaleza misma de la teología escolástica, en su comparación con la "positiva" contenida principalmente en los escritos de los Santos Padres: "los positivos y santos doctores".

Que San Ignacio estaba convencido de la legitimidad y necesidad de la filosofía ejercida por el teólogo cristiano, se manifiesta en forma explícita, al establecer en las Constituciones de la Compañía de Jesús que: "En la Lógica y Filosofía natural (y Metafísica) y Moral seguirse ha la doctrina de Aristóteles". Se trata tal vez del primer precepto eclesiástico que se refiere directamente a estudios filosóficos y consagra la enseñanza de la filosofía aristotélica.

La filosofía de los teólogos escolásticos tuvo siempre una conexión, concebida y matizada en modos diversos, con la ciencia sagrada. Heredero de una tradición de siglos, en la que se había definido y distinguido progresivamente el doble orden del saber racional y de la teología, el Doctor Eximio Francisco Suárez escribía:

"No siendo posible que alguien llegue a ser perfecto teólogo, sin haber primero puesto firmemente los fundamentos de la Metafísica, creí importante ofrecerte esta obra (sus Disputaciones Metafísicas). De tal manera desempeño en ella la tarea de filósofo, que siempre tengo ante los ojos que nuestra filosofía debe ser cristiana, y servidora de la teología divina"

En nuestro tiempo la filosofía de los escolásticos ha sido discutida en su sentido cristiano y filosófico. Se ha dado la extraña y desconcertante situación de que, por una confluencia de aquella doble hostilidad secular, ha sido combatida por parte de los mismos pensadores en virtud de principios contradictorios.

Ciertos partidarios de la llamada "filosofía cristiana" han juzgado que la filosofía de los escolásticos era imperfectamente filosófica, por no desenvolverse por sus propios principios, y someterse extrínsecamente a la teología; y al mismo tiempo la han acusado de limitarse en su horizonte o contenido, sin abarcar lo misterioso y específico del cristianismo. La filosofía escolástica habría quebrado la unidad de la sabiduría cristiana.

Los riesgos que derivan para los estudios teológicos y filosóficos de apelaciones confusionarias a la necesidad de superar los dualismos entre lo filosófico y lo teológico, lo racional y lo revelado, se agravan por los equívocos con que se desfigura la evolución histórica de los problemas sobre la fe y la razón; se quiere ignorar el progreso que para la conciencia cristiana representó la delimitación "integradora" de la filosofía respecto de la teología sobrenatural.

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La atención a los dos grandes doctores San Buenaventura y Santo Tomás, cuyo séptimo centenario celebramos, puede iluminarnos en la situación contemporánea. El Doctor Seráfico, la más perfecta expresión del franciscanismo, heredero del ideal unitario de San Agustín. Santo Tomás de Aquino, que asumió el aristotelismo al servicio de una síntesis teológico-filosófica.

Uno y otro distinguieron, con muy distinto acento y desde su propia actitud espiritual, el campo de las disciplinas filosóficas y el de la teología de la fe o ciencia sagrada. Uno y otro enseñaron, según su personal estilo, la limitación e insuficiencia de la filosofía, y la legitimidad de que la teología pusiese a su servicio una filosofía sanada e iluminada desde la luz de la fe.

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San Agustín había hablado de "sabiduría" y de "filosofía" cristiana en un sentido unitario y amplio que refería estas expresiones a la plenitud de la verdad que recibimos sólo en Cristo.

San Buenaventura sigue fiel a este espíritu, que impediría reconocer que el hombre sea iluminado por la verdad al margen de la fe y de la vida cristiana.

Pero no utiliza ya de ordinario el término "filosofía", como lo hizo San Agustín, como identificado con la "religión".

Las disciplinas filosóficas, las nueve ciencias que los filósofos enseñaron -gramática, lógica, retórica; física; matemática, metafísica, "monástica" (moral individual), económica (moral familiar) y política pertenecen a la iluminación del alma humana según "la inteligencia dada por la naturaleza". Por ellas se investiga la verdad "escrutable" por principios naturales o adquiridos por la razón.

La filosofía promete la sabiduría, pero en el hombre caído por el pecado, que ciega el "ojo de la contemplación", sólo una iluminación superior a la de la inteligencia natural le podría dar la posibilidad de alcanzarla.

Por encima de la inteligencia dada al hombre por la naturaleza está la visión de la fe. Esta eleva al alma "porque trasciende toda razón o investigación de la razón". La vida del hombre es un itinerario hacia Dios y en esta vía iluminativa que se consuma en la unión estática por el amor, tienen su cabida todas las ciencias y artes humanas:

"La, multiforme sabiduría de Dios, que se manifiesta con claridad en la Sagrada Escritura, se oculta en todo conocimiento y en toda naturaleza. Todo conocimiento presta vasallaje a la teología, que toma ejemplos y utiliza la terminología de todos los géneros del conocimiento. Se muestra así cuán amplia sea la vía iluminativa, y de que manera en lo íntimo de todo lo que sentimos o conocemos está latente Dios mismo".

De ningún modo podría reducirse a "filosofía" el entero camino hacia la contemplación, que por encima, de la investigación racional, y partiendo de la fe, se ejercita por la iluminación de los dones del Espíritu Santo. San Buenaventura dice incluso que para el cristiano "el mayor de todos los peligros está en descender a la filosofía ... ; los maestros deben guardarse de recomendar y apreciar demasiado los dichos de los filósofos, no sea que por esta causa el pueblo vuelva a Egipto, o, a ejemplo de ellos, deseche las aguas de Siloé, en las cuales está la perfección suma, y vayan en busca de las aguas de los filósofos, en las cuales se halla la decepción eterna".

El Doctor Seráfico, "príncipe de la teología mística", como le llamó León XIII, no escribió ninguna obra exclusivamente filosófica. Pero sí tratados "escolásticos" que utilizan al servicio de la teología un espléndido patrimonio metafísico.

Los adversarios "fideístas" y "tradicionalistas" de la escolástica no dejaron de acusarle tampoco de contaminación racionalista. En tiempo de Pío IX se impuso a Bonnetty, uno de los representantes de esta corriente, la obligación de reconocer que: "el método de que usaron Santo Tomás y San Buenaventura, y después de ellos los otros escolásticos, no lleva al racionalismo, ni fue causa de que en las escuelas modernas la filosofía cayese en el naturalismo y el panteísmo. No es lícito por lo tanto recriminar a aquellos doctores y maestros el haber utilizado un método que la Iglesia aprobó" (f. Denzinger 2814).

La teología escolástica de San Buenaventura toma pues a su servicio elementos filosóficos, principalmente recibidos del platonismo agustiniano, sin excluir tampoco algunos elementos aristotélicos. Pero en San Buenaventura la filosofía, expresamente distinguida del saber teológico, es además entendida como limitada, itinerante e indigente. Quien se detuviese en ella no alcanzaría la verdad. No podría darse mayor contrasentido que el de reducir a "filosofía" la íntegra doctrina del Doctor Seráfico. Nacen de aquí los equívocos en que se producen confusiones que están expresamente rechazadas en el contexto de sus obras, y también la incomprensión de quienes le acusan de haber contaminado la filosofía con elementos místicos o teológicos. En la unidad de su vida y de su obra San Buenaventura no es "un filósofo", sino un místico y un teólogo escolástico, que habla a veces un genial lenguaje metafísico.

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Santo Tomás de Aquino, precedido en esto por la obra de San Alberto Magno, define y delimita con precisión un doble orden de verdades alcanzables por el hombre, incluso en el ámbito del conocimiento de Dios.

El hombre está dotado de capacidad racional para elevarse, por un ascenso metafísico a partir del mundo creado, al conocimiento de Dios en cuanto causa primera del mundo. Estas verdades racionalmente cognoscibles no son, en cuanto tales, "artículos de la fe", sino preámbulos de la misma.

La fe supone precisamente, en cuanto a su receptividad por el hombre, la racionalidad y la aptitud metafísica de éste, al modo como la gracia presupone la naturaleza como su propio sujeto al que eleva y perfecciona

La distinción y relaciones entre las disciplinas filosóficas y la teología sagrada tiene en el pensamiento de Santo Tomás una profunda razón tomada de la teología misma. Es una consecuencia de la interpretación correcta de la economía de lo sobrenatural, en su doble carácter de elevación de la naturaleza, y de reparación que sana y perfecciona la misma naturaleza desintegrada por el pecado.

Puesto que la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona y la presupone, de aquí que la teología de la fe sea legítimamente argumentativa y utilice a su servicio conocimientos racionales. Los principios de la teología no son sin embargo conocidos por la luz natural de la razón, sino recibidos por la autoridad de Dios revelante.

Pero el conocimiento racional, presupuesto de la recepción de la fe y de la constitución racional de la teología, tiene sus principios dados al hombre por su luz natural, de que Dios le ha hecho partícipe al crearle dotado de alma espiritual.

Por los principios filosóficos se puede ascender a Dios como causa del mundo, pero no demostrar a partir de ellos los misterios de la vida íntima de Dios o de la salvación del hombre por Cristo. De esta manera la delimitación de la filosofía, su definición como distinta de la teología revelada, sirve también a Santo Tomás para dejar definitivamente fuera y por encima de lo racionalmente demostrable misterios como la Trinidad o la Encarnación.

Pero Santo Tomás no distingue la filosofía respecto de la teología con la intención de separarla de ésta o de emancipar al hombre en cuanto filósofo de la autoridad de Dios que revela. Si la humanidad, dice en la Summa contra Gentiles (1. 1 c. 4), "para llegar a Dios no hubiese tenido a su disposición más que la vía racional, hubiese permanecido el género humano en las máximas tinieblas de la ignorancia". A no ser por la Encarnación de Cristo enviado al mundo para dar testimonio de la verdad "hubiese sido totalmente abolido de la tierra el conocimiento de Dios, la religión, y la honestidad de las costumbres", dice en el tratado sobre el Verbo encarnado en la Summa Teológica.

Nadie ha invocado nunca a Santo Tomás para reducir el misterio revelado a contenido de "filosofía cristiana". Pero tampoco se puede alegar su autoridad para pretender una autosuficiencia "de hecho" del saber racional ni siquiera en su propio campo.

Llega incluso a reconocer que sin el conocimiento del misterio trinitario no habría alcanzado el hombre a conocer con certeza la libertad del acto creador (véase Summa Teológica 1, en la cuestión sobre el conocimiento de las Personas divinas).

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San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino pueden ser para nosotros ejemplo del reconocimiento de la exigencia para el cristiano de no considerar la actitud filosófica como algo que le autorice a cerrarse en el ámbito racional y desconocer la apertura al misterio recibido en la fe.

Pero ni Santo Tomás de Aquino con su insistencia en la distinción entre el doble orden de conocimientos, ni San Buenaventura con su fidelidad a la comprensión más unitaria de San Agustín, pueden ser invocados para desintegrar, en nombre de una supuesta "filosofía cristiana" que se pretende más auténtica que la de aquellos grandes Doctores, el doble campo de la metafísica y de la teología dogmática.

La Iglesia jerárquica, ha aprobado y alabado la doctrina y el método de los escolásticos. El magisterio pontificio ha señalado reiteradamente que "con facilidad se pasa del desprecio de la teología escolástica, al desprecio del mismo magisterio de la Iglesia, que de modo tan patente ha aprobado aquella teología con su autoridad" (Pío XII, Humani generis). Entre las razones explícitas de esta aprobación está la "manifiesta estima que la Iglesia tiene de la razón humana" (ibid). De aquí que la Iglesia haya recomendado y alabado la "filosofía" que "defiende el valor verdadero y recto del conocimiento y los firmes principios metafísicos para el conocimiento de la verdad cierta e inmutable" (ibid).

Se podrían reconocer algunos excesos, tanto en la distinción entre lo filosófico y lo teológico, como en el abuso o preferencia excesiva por algunas cuestiones "de escuela" en las que los tecnicismos recibidos podrían encubrir el sentido de las cuestiones teológicas auténticas. Pero parece indudable que a pretexto de tales deficiencias se ha producido en nuestros días una desorientada reacción. Desconociendo los progresos de los últimos siglos cristianos, y lo ganado en las definiciones de Trento y del Vaticano I, se ha hecho imposible el recoger en continuidad con la tradición doctrinal los frutos de una ulterior maduración de la conciencia cristiana. Pretendiendo una autenticidad y unidad de pensamiento, se ha despreciado el saber racional acorde con la fe, y se ha venido así a hacer imposible una teología especulativa fiel a la consistencia del dogma y congruente en su sistematización y métodos con la racionalidad del hombre cristiano.

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También Francia participó en la iniciación de la neoescolástica: la aportación del P. Ramière .................. Jaime Bofill Bofill

Vid. ¿Filosofía escolástica o filosofía tomista? II, Jaime Bofill ..¿Filosofía escolástica o filosofía tomista? I, Jaime Bofill

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......Santo Tomás de Aquino.....Algunas tesis características de la síntesis filosófica de Santo Tomás [81 tesis tomistas propuestas por Canals en 2003 en RIIAL, incluyendo las 24 de 1914 y las 27 de 2001]
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La síntesis filosófica de santo Tomás de Aquino [y 27 tesis tomistas suplementarias propuestas por Canals en 2001] ...Las veinticuatro tesis [1914] y la síntesis tomista
....Génesis histórica de las veinticuatro tesis tomistas....El neotomismo italiano en la restauración escolástica
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Sobre la recomendación de la doctrina de santo Tomás.

....................Canals, el mejor teólogo y filósofo del siglo XX. .Textos del Padre Orlandis.....Textos de Canals en la revista Cristiandad de Barcelona.E.Textos de Canals...artículos de Cristiandad de Barcelona..Textos......INDEX.