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Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola en castellano actual

 

21 EJERCICIOS ESPIRITUALES PARA VENCERSE A SI MISMO Y ORDENAR SU VIDA SIN DETERMINARSE POR AFECCION DESORDENADA ALGUNA

PRESUPUESTO...[PRIMERA SEMANA]...[SEGUNDA SEMANA]...[TERCERA SEMANA] ..................

1 ANOTACIONES PARA ENTENDER ALGO LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES SIGUIENTES Y PARA AYUDARSE ASI EL QUE LOS HA DE DAR COMO EL QUE LOS HA DE RECIBIR.

Primera anotación. La primera anotación es que por este nombre de ejercicios espirituales se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente y de otras actividades espirituales según que adelante se dirá. Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales,de la misma manera todo modo de preparar y disponer el alma para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y después de quitadas buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma, se llaman ejercicios espirituales.

2 2.ª La segunda es que la persona que da a otro el modo y orden de meditar o contemplar debe narrar fielmente la historia de dicha contemplación o meditación, recorriendo solamente los puntos con breve o sumaria explicación; porque si la persona que contempla toma el fundamento verdadero de la historia, y discurre por sí misma y halla alguna cosa que explique o haga sentir un poco más la historia (bien sea por el razonamiento propio, o bien en cuanto el entendimiento es esclarecido por la ayuda divina), es de más gusto y fruto espiritual que si el de que da los ejercicios hubiese declarado y ampliado mucho más el sentido de la historia; porque no el mucho saber harta y satisface el alma, sino el sentir y gustar las cosas internamente.

3 3.ª La tercera: como en todos los siguientes ejercicios espirituales usamos de los actos del entendimiento discurriendo y de los de la voluntad ejercitando el afecto, advirtamos que en los actos de la voluntad, cuando hablamos vocal o mentalmente con Dios nuestro Señor o con sus santos, se requiere de nuestra parte mayor reverencia que cuando usamos el entendimiento entendiendo.

4 4.ª La cuarta: aunque para los ejercicios siguientes se toman cuatro semanas, por corresponder a cuatro partes en que se dividen los ejercicios (es a saber: la primera, que es la consideración y contemplación de los pecados, la segunda es la vida de Cristo nuestro Señor hasta el día de Ramos inclusive; la tercera la Pasión de Cristo nuestro Señor, y la cuarta la Resurrección y Ascensión con tres modos de orar), sin embargo no se entienda que cada semana tenga por necesidad siete u ocho días. Porque, como sucede que la primera semana unos tardan más en hallar lo que buscan, es a saber, contrición, dolor, lágrimas por sus pecados; asimismo, como unos son más diligentes que otros en los ejercicios y son más agitados o probados de diversas espíritus, se requiere algunas veces acortar la semana y otras veces alargarla; y así en todas las otras semanas siguientes, tomando unas cosas u otras según la materia correspondiente, pero poco más o menos se acabará en treinta días.

5 5.ª La quinta: al que recibe los ejercicios, mucho aprovecha entrar en ellos con gran ánimo y liberalidad con su Criador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad para que su divina majestad, así de su persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a su santísima voluntad.

6 6.ª La sexta: el que da los ejercicios, cuando siente que al que se ejercita no le vienen algunas mociones espirituales en su alma (por ejemplo consolaciones o desolaciones) ni es agitado de varios espíritus, mucho le debe interrogar acerca de los ejercicios, si los hace a sus tiempos señalados, y cómo; asimismo de las adiciones, si las hace con diligencia, pidiendo cuenta en particular de cada cosa de éstas. (Se habla de consolación de los nn. 316 y 317; de adiciones en los nn. 73-90)

7 7.ª La séptima: el que da los ejercicios, si ve al que los recibe que está desolado y tentado, no se muestre con él duro ni desabrido, sino blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelante, y descubriéndole las astucia del enemigo de la naturaleza humana, y haciéndole prepararse y disponerse para la consolación venidera.

8 8ª La octava: el que da los ejercicios, según la necesidad que sintiere en el que los recibe acerca de las desolaciones y astucias del enemigo, y también acerca de las consolaciones, podrá hablarle de las reglas de la primera y segunda semanas, que son para conocer varios espíritus (nn. 316-324, 328-336).

9 9.ª La nona: es de advertir que, cuando el que se ejercita anda en los ejercicios de la primera semana, si es persona no versada en cosas espirituales, y si es tentado grosera y abiertamente (por ejemplo, si se le representan impedimentos para ir adelante en servicio de Dios nuestro Señor, como son trabajos, vergüenza y temor por la honra del mundo, etc.), el que da los ejercicios no le explique las reglas de varios espíritus de la segunda semana porque cuanto le aprovecharán las de la primera semana, les dañarán las de la segunda por ser materia más sutil y más subida de lo que podrá entender.

10 10.ª La décima: cuando el que da los ejercicios ve al que los recibe combatido y tentado por la apariencia de bien, entonces es el momento apropiado para hablarle de las reglas ya dichas de la segunda semana. Porque comúnmente el enemigo de la naturaleza humana tienta más bajo apariencia de bien cuando la persona se ejercita en la vida iluminativa, que corresponde a los ejercicios de la segunda semana, y no tanto cuando se ejercita en la vida purgativa, que corresponde a los ejercicios de la primera semana.

11 11.ª La undécima: al que toma ejercicios en la primera semana aprovecha que no sepa cosa alguna de lo que ha de hacer en la segunda semana; sino que de tal modo trabaje en la primera, para alcanzar lo que busca, como si en la segunda ninguna cosa buena esperase hallar.

12 12.ª La duodécima: el que da los ejercicios ha de advertir mucho al que los recibe que, como en cada uno de los cinco ejercicios o contemplaciones que se harán cada día ha de estar por una hora, de hecho procure siempre que el ánimo quede satisfecho en pensar que ha estado una hora entera en el ejercicio, y antes más que menos. Porque el enemigo no poco suele procurar que se acorte la hora de dicha contemplación, meditación u oración.

13 13.ª La decimotercera: asimismo es de advertir que, como en el tiempo de consolación es fácil y suave estar en la contemplación la hora entera, así en el tiempo de la desolación es muy difícil cumplirla. Por tanto la persona que se ejercita, para hacer contra la desolación y vencer las tentaciones, debe siempre estar algún tiempo más de la hora cumplida; porque no sólo se acostumbre a resistir al adversario sino incluso a derrocarle.

14 14.ª La decimocuarta: el que los da, si ve al que los recibe que anda consolado y con mucho fervor, debe prevenirle para que no haga promesa ni voto alguno inconsiderado y precipitado; y cuanto más le conociere que es de carácter ligero tanto más le debe prevenir y amonestar. Porque aunque justamente puede mover uno a otro a entrar en la vida religiosa, en la que obviamente se hace voto de obediencia, pobreza y castidad, y aunque la buena obra que se hace con voto es más meritoria que la que se hace sin él, mucho se debe mirar el carácter y disposición de la persona, y cuánta ayuda o estorbo podrá hallar en cumplir la cosa que quisiera prometer.

15 15.ª La decimoquinta: el que da los ejercicios no debe mover al que los recibe más a pobreza ni a hacer una promesa que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir más que a otro. Porque, aunque fuera de los ejercicios lícita y meritoriamente podemos mover a toda persona que probablemente tenga capacidad, a elegir continencia, virginidad, entrar en la vida religiosa y cualquier manera de vivir la perfección evangélica, sin embargo en los tales ejercicios espirituales es más conveniente y mucho mejor, al buscar la divina voluntad, que el mismo Creador y Señor se comunique al alma devota suya, abrazándola en su amor y alabanza, y disponiéndola para el modo de vivir en que mejor podrá servirle en adelante. De manera que el que los da no se decante ni se incline a una parte ni a otra, sino estando en medio como el fiel de la balanza, deje obrar, sin intermediario, al Criador con la criatura y a ésta con su Criador y Señor.

16 16.ª La decimosexta: para lo cual (es a saber, para que el Criador y Señor obre más ciertamente en su criatura), si por ventura esa alma siente afecto e inclinación a una cosa desordenadamente, es muy conveniente moverse, poniendo todas sus fuerzas, para venir a lo contrario de aquel afecto desordenado; por ejemplo, si está interesada en buscar y tener un oficio o beneficio eclesiástico no por el honor y gloria de Dios nuestro Señor ni por la salud espiritual de las almas, sino por sus propios provechos e intereses temporales, debe aficionarse a lo contrario, instando en oraciones y otros ejercicios espirituales, y pidiendo a Dios nuestro Señor lo contrario, es saber, que no quiere el tal oficio o beneficio, ni otra cosa alguna, si su divina majestad, ordenándole los deseos, no le mudare el efecto que primero sentía. De manera que la causa de desear o tener una cosa u otra sea sólo el servicio, honra y gloria de su divina majestad.

17 17.ª La decimoséptima: mucho aprovecha que el que da los ejercicios, sin querer preguntar ni saber los propios pensamientos ni pecados del que los recibe, sea informado fielmente de las varias agitaciones y pensamientos que los varios espíritus le traen; porque según el grado mayor o menor de aprovechamiento le puede dar algunos ejercicios espirituales convenientes y conformes a la necesidad de dicha alma agitada así de los varios espíritus.

18 18.ª La decimaoctava: según sea la disposición de las personas que quieren tomar ejercicios espirituales, es a saber, según la edad, cultura o talento que tengan, se han de aplicar los tales ejercicios, porque a quien está poco cultivado y es débil de complexión no deben darse cosas que no pueda descansadamente llevar, y aprovecharse con ellas. Asimismo, se debe dar a cada uno según la disposición a la que quiera llegar para que se pueda ayudar y aprovechar más de los ejercicios. Por tanto, al que se quiera ayudar de ellos para instruirse y llegar a contentar su alma hasta cierto grado, se le puede dar el examen particular (n.24) y después el examen general (n.32); y justamente por media hora a la mañana, el modo de orar sobre los mandamientos, pecados capitales, etc. (n.238), recomendándole también la confesión de sus pecados, de ocho en ocho días; y si puede, la comunión de quince en quince días, y si aspira a más de ocho en ocho. Esta manera es más propia para personas más rudas o sin cultura, explicándoles cada mandamiento y cada uno de los pecados capitales, preceptos de la Iglesia, cinco sentidos y obras de misericordia. Asimismo, si el que da los Ejercicios viere al que los recibe que es poco idóneo o de poca capacidad natural, de quien no se espera mucho fruto, es más conveniente darle algunos de estos ejercicios leves hasta que se confiese de sus pecados; y después, dándole algunos exámenes de conciencia y modo de confesar más a menudo que solía para conservarse en lo que ha ganado, no proceder adelante en materias de elección, ni en ningún otro ejercicio de los que están fuera de la primera semana; mayormente cuando en otros se puede hacer mayor provecho y falta tiempo para todo.

19 19.ª Decimonona: al que estuviere demasiado ocupado en asuntos de gobierno o negocios convenientes, si es culto o de talento, tomando una hora y media para ejercitarse, hablándole de para qué es el hombre criado, se le puede dar asimismo por espacio de media hora el examen particular, y después el mismo general y modo de confesar y comulgar; haciendo tres días cada mañana por espacio de una hora la meditación del primero, segundo y tercer pecado (n.45); después otros tres días a la misma hora la meditación del proceso de los pecados (n.55); después por otros tres haga la meditación de las penas que corresponden a los pecados (n.65); y se le darán en las tres meditaciones las diez adiciones (n.73), siguiendo en los misterios de Cristo nuestro Señor el mismo modo de proceder que se declara más adelante a lo largo de los mismos Ejercicios.

20 20.ª La vigésima: al que está más desocupado y en todo lo posible desea aprovechar, dénsele todos los ejercicios espirituales por el mismo orden que siguen, en los cuales ordinariamente tanto más se aprovechará, cuanto más se apartare de todos los amigos y conocidos y de toda solicitud terrena, así como dejando la casa donde moraba y tomando otra casa o habitación, para habitar en ella cuanto más secretamente pudiere; de manera que esté en su mano ir cada día a misa y a vísperas, sin temor de que sus conocidos le pongan impedimento.
De ese retiro se siguen tres provechos principales, entre otros muchos. El primero es que, al apartarse uno de muchos amigos y conocidos y asimismo de muchos negocios no bien ordenados, por servir y alabar a Dios nuestro Señor, no poco merece delante de su divina majestad. El segundo, que al estar así apartado, y no tener el entendimiento dividido en muchas cosas, sino poniendo todo el cuidado en sólo una, es a saber, en servir, a su Criador y aprovechar a su propia alma, usa de sus potencias naturales más libremente, para buscar con diligencia lo que tanto desea. El tercero, que cuanto más nuestra alma se halla sola y apartada, se hace más apta para acercarse y allegarse a su Criador y Señor; y cuanto más así se allega, más se dispone para recibir gracias y dones espirituales de su divina y suma bondad.

 

 

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