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Santa Teresa rectifica lo de que muero porque no muero
Formidable expresión y versos fenomenales.
Esto si que es verdadera expresividad, máxima retórica.
Gran antítesis sin contradicción, sino con gran lógica humana.
Hasta que santa Teresa en su proceso de santificación, de conformarse del todo a la voluntad de Dios y configurarse con ella, viviendo la lógica divina, descubrió por la gracia, que debía seguir sufriendo aquí toda la prolongación de la mala noche en mala posada que Dios dispusiese para ella, sin llamarla a la felicidad del cielo, de estar con Jesús, con su Jesús, nuestro Jesús, el Verbo hecho carne.
Lo lógico, con lógica divina, es vivir según Dios; y no según uno mismo, que es lógica pseudohumana, y en realidad es someterse a Satanás, vivir bajo el yugo del imperio de Satanás; malvivir como un pobre diablo.
Así lo enseñan san Agustín y santo Tomás de Aquino.
Las
heridas que dejó el pecado original en nuestra naturaleza humana,
según santo Tomás
El problema que tenemos es que siendo preciso
que vivamos según Dios, nuestra voluntad, desde el
pecado original, es insumisa respecto a Dios, y a su vez,
nuestras potencias superiores tienen insumisas a las inferiores
Y lo manda en el Evangelio Jesús, el Verbo hecho carne:
No sólo escuchar la palabra de Dios, sino además obrar conforme a ella
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La rectificación del que muero porque no muero aparece ya en el último capítulo del Libro de la Vida o "De las misericordias de Dios", como dice la propia santa Teresa que ella lo intituló:
"Estaba una vez en oración y vino la hora de ir a dormir, y yo estaba con hartos dolores y había de tener el vómito ordinario. Como me vi tan atada de mí y el espíritu por otra parte queriendo tiempo para sí, vime tan fatigada, que comencé a llorar mucho y a afligirme. Esto no es sola una vez, sino -como digo- muchas, que me parece me daba un enojo contra mí misma, que en forma por entonces me aborrezco. Mas lo continuo es entender de mí que no me tengo aborrecida, ni falto a lo que veo me es necesario. Y plega al Señor que no tome muchas más de lo que es menester, que sí debo hacer.
Esta que digo, estando en esta pena, me apareció el Señor y regaló mucho, y me dijo que hiciese yo estas cosas por amor de Él y lo pasase, que era menester ahora mi vida. Y así me parece que nunca me vi en pena después que estoy determinada a servir con todas mis fuerzas a este Señor y consolador mío, que, aunque me dejaba un poco padecer, no me consolaba de manera que no hago nada en desear trabajos. Y así ahora no me parece hay para qué vivir sino para esto, y lo que más de voluntad pido a Dios. Dígole algunas veces con toda ella: «Señor, o morir o padecer; no os pido otra cosa para mí». Dame consuelo oír el reloj, porque me parece me allego un poquito más para ver a Dios de que veo ser pasada aquella hora de la vida". (Santa Teresa, Libro de la Vida 40,20).
Claramente dice santa Teresa que el 22 de julio de 1571, día de santa María Magdalena, se le quitó el deseo de morir al determinar vivir de buena gana sirviendo a Dios [haciendosu voluntad]:
"El deseo y ímpetus tan grande de morir se me ha quitado, en especial desde el día de la Magdalena, que determiné de vivir de buena gana por servir mucho a Dios, si no es algunas veces; que todavía el deseo de verle, aunque más le desecho, no puedo".
(Cuenta de conciencia o merced del 22 de julio de 1571. Obras Completas de Santa Teresa de Jesús. Edición Manual de Fray Efrén de la Madre de Dios y Fray Otger Steggink. BAC. 1962, pág. 444).
Santa Teresa anota cuatro años después, en otra cuenta de conciencia, que el Señor le hizo la merced de darle el deseo de no morir en breve, porque le dijo que le tenía que servir más; y la dejó muy decidida a padecer, como ya ella dejó consignado en el último capítulo de su Vida, que terminó de redactar en 1562-1564:
"Estando el día de la Magdalema considerando la amistad que estoy obligada a tener a nuestro Señor, conforme a las palabras que me ha dicho sobre esta santa y tiniendo grandes deseos de imitarla, me hizo el Señor una gran merced y me dijo que de aquí adelante me esforzase, que le havía de servir más que hasta aquí. Diome deseo de no me morir tan presto, porque hubiese tiempo para emplearme en esto, y quedé con gran determinación de padecer".
(Cuenta de conciencia o merced del 22 de julio de 1575. Obras Completas de Santa Teresa de Jesús. Edición Manual de Fray Efrén de la Madre de Dios y Fray Otger Steggink. BAC. 1962, pág. 449).
Los deseos de morir para poder vivir con Dios en el cielo le venían ya de antiguo. Son rectificados en el último capítulo del Libro de su Vida, que terminó de redactar en 1562-1564. El famosísimo poema "Muero porque no muero es de 1571. Lo escribe a raíz de haber escuchado "un cantarcillo" cantado por la novicia Mª. Isabel de Jesús en las Carmelitas de Salamanca en abril de eses año 1571, durante el domingo de Pascua de Resurrección. El cantarcillo le produjo un gran impacto. Como "estaba ya con pena" por no estar ya con el Señor, la escucha del "cantarcillo de cómo era recio de sufrir vivir sin Dios", le produjo un arrobamiento (un éxtasis) intensísimo, incluso un "traspasamiento" por la pena "tan intolerable". Y así entendió el traspasamiento de pena por no estar con su hijo Jesús "que nuestra Señora tuvo". Todo esto que va entre comillas lo refiere santa Teresa en la Cuenta de conciencia o merced de Salamanca de abril de 1571, en Obras Completas de Santa Teresa de Jesús. Edición Manual de Fray Efrén de la Madre de Dios y Fray Otger Steggink. BAC. 1962, pág. 442. Dice Fray Efrén que se refiere al poema "Muero porque no muero" (ib. pág. 480). Y el mismo año 1571, en julio, rectifica su deseo imperioso de morir mediante la decisión y el propósito de vivir de buena gana y mantener, eso sí, el de padecer, como ya expresó en el Libro de su Vida, y el deseo, eso también, sobre todo, de estar con Dios, con Jesús, el Verbo hecho carne.
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MUERO PORQUE NO MUERO
Vivo
sin vivir en mí,
1
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.
Vivo
ya fuera de mí
después que muero de amor; 5
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí;
cuando el corazón le di
puse en él este letrero:
que muero porque no muero. 10
Esta
divina prisión
del amor con que yo vivo
ha hecho a Dios mi cautivo,
y libre mi corazón;
y causa en mí tal pasión
15
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.
¡Ay, qué
larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
20
en que el alma está metida!
Sólo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.
¡Ay,
qué vida tan amarga 25
do no se goza el Señor!
Porque si es dulce el amor,
no lo es la esperanza larga.
Quíteme Dios esta carga,
más pesada que el acero,
30
que muero porque no muero.
Sólo
con la confianza
vivo de que he de morir,
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza.
35
Muerte do el vivir se alcanza,
no te tardes, que te espero,
que muero porque no muero.
Mira
que el amor es fuerte,
vida, no me seas molesta;
40
mira que sólo te resta,
para ganarte, perderte.
Venga ya la dulce muerte,
el morir venga ligero,
que muero porque no muero. 45
Aquella
vida de arriba
Que es la vida verdadera;
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva; 50
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.
(9)
Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es el perderte a ti
55
para mejor a Él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues tanto a mi Amado quiero,
que muero porque no muero.
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Muero porque no muero de san Juan de la Cruz
(Con el mismo tema de la poesía de Santa Teresa de
Jesús, san Juan de la Cruz hizo la suya)
Vivo sin vivir en mí
y de tal manera espero,
que muero porque no muero.
En mí yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero.
Estando ausente de ti
¿qué vida puedo tener,
sino muerte padecer
la mayor que nunca vi?
Lástima tengo de mí,
pues de suerte persevero,
que muero, porque no muero.
Cuando me pienso aliviar
de verte en el Sacramento,
háceme más sentimiento
el no te poder gozar;
todo es para más penar
por no verte como quiero,
y muero porque no muero.
¡Sácame de aquesta muerte,
mi Dios, y dame la vida;
no me tengas impedida
en este lazo tan fuerte;
mira que peno por verte,
y mi mal es tan entero,
que muero porque no muero.
Lloraré
mi muerte ya
y lamentaré mi vida,
en tanto que detenida
por mis pecados está.
¡Oh mi Dios!, ¿cuándo será
cuando yo diga de vero:
vivo ya porque no muero?