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La buena noticia

 

Dennos ya la buena noticia, por favor

Dennos insistentemente la buena noticia, por favor

Den a todo el mundo la buena noticia

Proclamen la buena noticia

La buena noticia es que Dios nos da nuestro mayor bien, que es reinar Él en nosotros, su reinado en nosotros

Envíennos a dar la buena noticia

La buena noticia = el Evangelio; el Evangelio del Reino = la buena noticia del Reino de Dios (que Dios mismo, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, implantará su Reino en cada alma, en todas las almas y en todas las naciones; y así todos y cada uno de los hombres, varones y mujeres, le obedeceremos a Dios, viviremos según Dios y no según cada uno, como quiere Satanás, y todas y cada una de las naciones invocarán a Dios unánimemente y le servirán hombro con hombro, y Jesucristo, Nuestro Señor, reinará en ese reino, tras su segunda venida o Parusía, cuando venga en gloria a la vista de todos, a reinar en el reino de Dios en la tierra de manera no visible, pero totalmente efectiva, y su reino no tendrá fin, porque continuará en el Cielo.

Como expresa la firme y segura esperanza de la Iglesia proclamada en el Concilio Vaticano II el 28 de octubre de 1965:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4. 28 de octubre de 1965).

Lo cual es proclamar con toda seguridad, como esperanza de la Iglesia, la catolicidad consecuente de todos los pueblos en el futuro, y no mediante la exclusión legal de la libertad religiosa de los no católicos, sino porque toda la población de todos los pueblos será católica, con los judíos a la cabeza de los creyentes en el Mesías Jesús, el Verbo hecho carne.

"Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo"

En el padrenuestro, Jesús, el Verbo hecho carne, nos enseñó a pedirle a Dios Padre, entre otras cosas, "venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo". En ambas peticiones, pedimos vivir y obrar según la voluntad de Dios, que es nuestro máximo bien, el máximo designio divino para con nosotros y lo que más desea Jesús con su corazón de hombre que aceptemos como un retorno de amor receptivo nuestro a su amor donante.
En la primera, "venga a nosotros tu reino", le pedimos al propio Dios, cumplir ya siempre la voluntad divina, le pedimos que nos conceda someternos definitivamente de forma efectiva a la voluntad divina en nuestra propia persona, ya; en la presente situación, en la que cada vez más se impone generalizadamente vivir como si Dios no existiera; se impone generalizadamente, masivamente, en nombre de todo el colectivo humano, ante el cual, cada uno de sus miembros somos cada vez más ninguneados. Y aun así pedimos vivir según Dios cada uno, le pedimos que reine en uno mismo. Y lo pedimos en plural. Pedimos que todos y cada uno vivamos y obremos según Dios. No según el cada vez más enorme colectivo fáctico anticristiano, el Anticristo colectivo.
La otra petición, "hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo" es que reine Dios en todas las naciones, en el colectivo humano mundial. El reino de Dios. Además en la tierra. En el cielo no hay naciones. Pero es que además pedimos explícitamente el Reino de Dios en la tierra. Así nos lo enseñó Jesús. Y lo pedimos no en vano. Se hará. Se nos concederá. Está concedido. Se realizará cuando Dios quiera. En cualquier momento desde la Ascensión, puede ser ya. Y será por intervención divina en el momento peor y de mayor ninguneamiento persecutorio anticristiano.

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Les envió a proclamar el evangelio del reino en los lugares a donde pensaba ir Él después

Iba de ciudad en ciudad predicando, anunciando, el evangelio del reino

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Tenemos que vivir, pensar y obrar según Dios, obedecerle, servirle (v. Sto Tomás de A.); pero tenemos un problema personal encima y otro socio-político

Problema personal

Desde el pecado original estamos insumisos frente a Dios, tenemos insumisas a Dios nuestras potencias, facultades, superiores (entendimiento, voluntad) y sobre todo nuestro yo; y tenemos insumisas nuestras facultades inferiores a las superiores y el cuerpo al alma (v. Sto Tomás de A.)

Vivir y obrar según uno mismo (según la carne, v. san Pablo y s. Agustín), que es lo que quiere Satanás. Vivir sometidos a Satanás. Satanás maneja y causa y fomenta nuestras deficiencias, debilidades, enfermedades, padecimientos; y los otros enemigos del alma

Problema socio-político

La ciudad terrestre sometida a Satanás, príncipe de este mundo.

Las dos Ciudades

Las estructuras de pecado

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Pero Dios es misericordioso y nos quiere. (Punto 1º, inicial y básico de la buena noticia)

2º punto de la buena noticia:

Dios Padre, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, envió a su Hijo, igual que Él, de la misma naturaleza que Él, el mismo Dios que Él, con el mismo infinito amor misericordioso que Él, (el Verbo eterno engendrado por Él, la Palabra engendrada por Él eternamente, Dios Hijo) a redimirnos, rescatarnos, salvarnos, a hacer posible que vivamos según Dios, a conseguirnos que Dios reine en nosotros y a iniciar y darnos Él ese reino; y para todo ello, le envió, a asumir una naturaleza humana igual que la nuestra, que, al Verbo, sin dejar de ser Dios, le hacía hombre, igual que nosotros en todo menos en el pecado, para poder redimirnos mediante su obediencia hasta la muerte en medio de los más atroces padecimientos.

3er punto de la buena noticia posibilitada por Jesús, el Verbo hecho carne para poder padecer y morir, de la buena noticia causada por Jesús, el Verbo hecho carne, iniciada por Jesús:

El anuncio, la predicación y la proclamación por Jesús y sus discípulos de la llegada del reino, del inicio del reino, de que ya se había iniciado y había llegado el reino de Dios y de que ya podíamos vivir según Dios, y de que Él nos daba su reino mediante su gracia: multitud de gracias actuales y, sobre todo, la Gracia Increada, el Espíritu Santo, Dios como el Padre y el Hijo, que nos iba a enviar, a dar, Jesús, en nombre de su Padre. El reino de Dios nos lo da el propio Dios. Lo cual no quiere decir que nosotros no tenemos que hacer nada. Todo lo contrario. Vamos a hacer todo y a padecerlo todo para hacerlo, porque Dios nos va a dar que lo hagamos todo y lo padezcamos todo.

4º punto de la buena noticia:

En la situación actual, iniciada con el envío del Espíritu Santo, tras el regreso al Cielo de Jesús, que Él visualizó mediante su gloriosa y admirable Ascensión, el tiempo de la Iglesia, la asamblea de los convocados para formar el reino de Dios y extenderlo a todos los hombres, varones y mujeres, y a todas las naciones, ya muchos han ido formando parte del reino de Dios imperfectamente y algunos perfectamente por misericordia divina; incluso en naciones enteras se implantó el reinado social de Dios de forma inicial, la Cristiandad. Aunque apenas iniciada en la Edad Media, comenzó su crisis y su desmoronamiento.
La Cristiandad es el conjunto de Estados que, desde la Edad Media hasta las revoluciones modernas, incipientemente acataban en la fe y en la moral la autoridad de la Iglesia en virtud de su fe en la divinidad de Jesucristo, lo cual proclama como firme esperanza suya la Iglesia, en el Concilio Vaticano II, que se producirá plenamente en el futuro de forma universal:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4. 28 de octubre de 1965).

Lo cual es proclamar con toda seguridad, como esperanza de la Iglesia, la catolicidad consecuente de todos los pueblos en el futuro, y no mediante la exclusión legal de la libertad religiosa de los no católicos, sino porque toda la población de todos los pueblos será católica, con los judíos a la cabeza de los creyentes en el Mesías Jesús, el Verbo hecho carne.

Después en la modernidad se ha ido produciendo la descristianización e incluso la división. Pero incluso en esta situación, muchos han seguido llevando una vida cristiana, una vida según Dios, aunque imperfectamente, y algunos, varones y mujeres, han llegado a una santidad perfecta. Aunque en la época de la actual posmodernidad avanza avasalladoramente la imposición de la vida anticristiana que impone masivamente vivir como si Dios no existiera.

Pero en esta crisis iniciada en la modernidad los y, sobre todo, las que han traido como los antiguos profetas los mensajes de Dios nos han recordado el amor misericordioso de Dios, que en el caso de Dios Hijo, le apremia a Jesús, y nos ha recordado sus promesas de la implantación en la tierra de su reino en plenitud, por intervención divina que se producirá cuando más aplastante sea esa imposición de la vida anticristiana, según lo anunciado en las profecías bíblicas del Antiguo Testamento y del Nuevo, y como está en la enseñanza actual de la Iglesia, sobre todo desde el Concilio Vaticano II.

5º punto de la buena noticia:

El cumplimiento, la Parusía y el reinado de Jesucristo Rey en plenitud efectiva en la tierra, en cada uno de sus habitantes, en todos y en todas las naciones, en la Iglesia militante y en cada uno de sus miembros; y su reino no tendrá fin, porque continuará en la Iglesia triunfante, en el Cielo. Y, ya antes de su reinado pleno en la tierra, reinará plenamente en las almas que quiera, si quieren y si para ello les da su gracia, les da, de parte del Padre, la Gracia Increada, el Espíritu Santo, y las gracias actuales que hagan falta. Incluso en el pequeño resto que quede, cuando el cada vez mayor ninguneamiento por el Anticristo colectivo llegue al paroxismo persecutorio, en cuyo máximo e insufrible apuro, regresará Jesús, el Verbo hecho carne, para liberarnos, mediante su Parusía, su segunda venida en gloria y majestad a la vista de todos, con la que al evidenciar su existencia eliminará, quitará por su base, el poder del Anticristo colectivo, que cada vez más impone vivir como si Dios no existiera; y al mismo tiempo iniciará Jesús, de parte del Padre, la potentísima efusión de Gracia Increada, el Espiritu Santo y de todas las demás gracias actuales, mediante las que, liberados de aquel aplastante poder anticristiano, se desarrollará el generalizado proceso de recristianización universal, la reevangelización, mediante la que se cumplirá, hasta colmarse, la esperanza de la Iglesia proclamada el 28 de octubre de 1965 en el Concilio Vaticano II (Nostra Aetate, 4). Y se cumplirá la profecía, el anuncio, de Nuestro Señor Jesucristo:

Y habrá "un sólo rebaño y un sólo pastor", con los judíos a la cabeza de los creyentes en el Mesías Jesús, el Verbo hecho carne, como Él pidió: "Ut unus sint". El ecumenismo pleno.

Jesús, el Verbo hecho carne, nos ama con corazón de hombre, como enseña el Concilio Vaticano II. Es decir, Jesús tiene sed de almas, tiene un ansia inconteniblemente imperiosa de que le demos algún retorno de amor, y no le podemos dar nada que Él no tenga ya. Amarle es recibir su amor, recibir los dones de su amor, que son su reinado en nuestra alma, que le concedamos permiso para reinar en nuestra alma. Él podría con su poder imponernos su reinado en nosotros. No lo va a hacer. Al igual que no nos va a aniquilar, ni dejar caer en la nada, aunque tiene poder para ello. Pero no quiere. Ni quiere reinar en nosotros por la fuerza, aunque lo desea con una sed inmensamente devoradora. Quiere hacernos santos con el mayor nivel de gloria para nosotros. Lo que corresponde es que nos apresuremos a pedirle a Jesús, que nos dé el reino de Dios en nuestra alma y que el mismo Jesucristo, Nuestro Señor, reine en nosotros. Tenemos dos motivos absolutos para pedírselo; primero, que ese es nuestro máximo bien, el reino de Dios en nosotros y que Jesus, el Verbo hecho carne, reine en nosotros del todo; y segundo, pero más importante y apremiante, que Él lo necesita. Necesita nuestro amor, nuestra alma, necesita nuestra libertad, que Él nos ha dado irrevocablemente. Entonces, además de apresurarnos a decirle que queremos su reinado total en nuestro corazón, por Él y por nosotros, y darle nuestro corazón para que se adueñe de él, diciéndole "tuyo es y mío, no", debemos pedirle su gracia para que podamos ser víctimas de su amor y de su reinado, la Gracia Increada, el Espíritu Santo, y las gracias actuales que sean precisas. Si, debemos ofrecernos como víctimas de su amor y víctimas de su reinado, que es lo mismo. Víctimas, sí, porque reinar Jesús en nosotros, lleva consigo que voluntariamente ya no vamos a tener nada por gusto, ni porque nuestro yo lo decida, excepto al propio Dios, Padre, Hijo, y Espíritu santo, lleva consigo que Jesús, va a ser dueño de nuestro corazón, porque se lo daremos diciéndole "tuyo es y mío, no". Y esto nos va costar muchos padecimientos, para que nuestro yo, nuestro corazón, no sea nuestro, sino de Dios; y algunos somos incapaces de soportar nada de esto, de modo que debemos decirle, además de que queremos ser víctimas de su amor y de su reinado, que le suplicamos, que por favor, nos dé al Espíritu Santo y todas las gracias que vamos a necesitar a cada momento, dada nuestra incapacidad total, todo ello como nos enseña nuestra doctora:

JESÚS ANSÍA ADUEÑARSE DE NUESTRO CORAZÓN Y QUE ASÍ SEAMOS SANTOS
“Jesús quiere adueñarse por entero de su corazón, quiere que sea usted un gran santo. Para ello tendrá que sufrir mucho, pero también ¡qué alegría inundará su alma cuando llegue el momento feliz de su entrada en la vida eterna…! (Santa Teresita del Niño Jesús, carta nº244, al Abate Bellière, 9 de junio de 1897).

Y como dice la declaración final del Sínodo de la sinodalidad: "es Él quien prepara la mesa e invita a comer"(nº. 152).

 

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La misión proclamada en el Sínodo de la sinodalidad. Declaración final del 26 de octubre de 2024

15. Del Bautismo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo surge la identidad del Pueblo de Dios. Esta se manifiesta como una llamada a la santidad y una misión de invitar a todos los pueblos a aceptar el don de la salvación (cfr. Mt 28,18-19). Así, es a partir del Bautismo, en el cual Cristo nos reviste de sí mismo (cfr. Gal 3,27) y nos hace renacer del Espíritu (cfr. Jn 3,5-6) como hijos de Dios, que nace la Iglesia sinodal y misionera. Toda la vida cristiana tiene su fuente y su horizonte en el misterio de la Trinidad, que suscita en nosotros el dinamismo de la fe, la esperanza y la caridad?. [Aprobado por unanimidad el 26.10.2024]

58. Cada bautizado responde a las exigencias de la misión en los contextos en los que vive y opera, a partir de sus propias inclinaciones y capacidades, manifestando así la libertad del Espíritu en la distribución de sus dones. Gracias a este dinamismo en el Espíritu, el Pueblo de Dios, al escuchar la realidad en la que vive, puede descubrir nuevos ámbitos de compromiso y nuevas formas de cumplir su misión. Los cristianos que, en diversas esferas –como la familia, el trabajo, el compromiso cívico, social o ecológico, y en la evangelización del entorno digital–, recorren el mundo y anuncian el Evangelio en sus ambientes de vida, son sostenidos por los dones del Espíritu.

140. En la tarde de Pascua, Cristo otorga a los discípulos el don mesiánico de Su paz y los hace partícipes de Su misión. Su paz representa la plenitud del ser, la armonía con Dios, con los hermanos y hermanas, y con la creación; la misión consiste en anunciar el Reino de Dios, ofreciendo a cada persona, sin excluir a nadie, la misericordia y el amor del Padre. El gesto delicado que acompaña las palabras del Resucitado recuerda el acto creador de Dios. Ahora, en el Cenáculo, con el soplo del Espíritu, comienza la nueva creación: nace un pueblo de discípulos misioneros.

144. La Iglesia cuenta ya con numerosos lugares y recursos para la formación de discípulos misioneros: las familias, las pequeñas comunidades, las parroquias, las asociaciones eclesiales, los seminarios, las comunidades religiosas, las instituciones académicas, además de los espacios de servicio y de trabajo con las personas marginadas, las experiencias misioneras y de voluntariado. En todos estos ámbitos, la comunidad manifiesta su capacidad para educar en el discipulado y acompañar en el testimonio, en un encuentro que a menudo involucra a personas de diferentes generaciones. La piedad popular es también un valioso tesoro de la Iglesia, que enseña al Pueblo de Dios en su camino. En la Iglesia, nadie es únicamente receptor de formación: todos son sujetos activos y tienen algo que ofrecer a los demás.

152. El relato de la pesca milagrosa culmina con un banquete. El Resucitado pidió a los discípulos que obedecieran su palabra, lanzaran las redes y las llevaran a la orilla; sin embargo, es Él quien prepara la mesa e invita a comer. Hay pan y peces para todos, como cuando los multiplicó para la multitud hambrienta. Sobre todo, se siente el asombro y el encanto de Su presencia, tan clara y luminosa que no requiere preguntas. Al compartir la comida con los suyos, después de que lo abandonaron y negaron, el Resucitado vuelve a abrir el espacio de la comunión e imprime en los discípulos el sello de una misericordia que abre al futuro. Por esta razón, los testigos de la Pascua se caracterizan así: "nosotros que comimos y bebimos con Él después de Su resurrección de entre los muertos".