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La Buena Noticia de la implantación universal del Reino de Dios y la eliminación del actual sistema anticristiano, tras su próxima dominación total

El Evangelio es la Buena Noticia

Y ¿cuál es esa buena noticia?

Que viene el reino de Dios. Está anunciado como una promesa divina absoluta e incondicionada.

Por eso se dice el Evangelio del Reino.

La misión de Jesús, el Verbo hecho carne, y la misión que encomienda a sus apóstoles y demás discípulos es anunciar y predicar el Evangelio del Reino

El reino de Dios es obrar según la voluntad de Dios.

La Buena Noticia es que Dios reinará en todas las almas y en todas las naciones y la eliminación del actual sistema anticristiano, tras su próxima dominación total

El reino de Dios es obrar según la voluntad de Dios y no según la voluntad humana propia o ajena, como quiere Satanás.

“Hacer lo que Dios quiere y querer lo que Dios hace”. (San José María Rubio, el Padre Rubio, S. J. (1864-1929), el santo Padre Rubio, canonizado en 2003)

Obrar según la voluntad de Dios, obedecerle, vivir en el reino de Dios, aceptar su dominio. Es el reino de Dios y será un hecho.

Así lo formuló Pío XI en 1928 al explicar lo que había hecho al establecer la fiesta de Cristo Rey en 1925:

Por las maquinaciones de los impíos, se llegó a despreciar el imperio de Cristo nuestro Señor y a declarar públicamente la guerra a la Iglesia, con leyes y mociones populares contrarias al derecho divino y a la ley natural, y hasta hubo asambleas que gritaban: «No queremos que reine sobre nosotros» (6. Lc 19,14) ... la voz de todos los amantes del Corazón de Jesús prorrumpía unánime oponiendo acérrimamente, para vindicar su gloria y asegurar sus derechos: «Es necesario que Cristo reine (7. 1 Cor 15,25). Venga su reino». De lo cual fue consecuencia feliz que todo el género humano, que por nativo derecho posee Jesucristo, único en quien todas las cosas se restauran (8. Ef 1,10), al empezar este siglo [XX], se consagrara al Sacratísimo Corazón, por nuestro predecesor León XIII, de feliz memoria, aplaudiendo el orbe cristiano.

... En nuestra encíclica Quas primas ...instituimos la fiesta de Cristo Rey...

Cuando eso hicimos, no sólo declaramos el sumo imperio de Jesucristo sobre todas las cosas, sobre la sociedad civil y la doméstica y sobre cada uno de los hombres, mas también presentimos aquel faustísimo día en que el mundo entero espontáneamente y de buen grado aceptará la dominación suavísima de Cristo Rey.
(Encíclica
Miserentissimus Redemptor de Pío XI, 1928; nº 5).

La Buena Nueva, la gran noticia, en la que consiste el Evangelio, es que Jesús, el Verbo hecho carne, va a realizar la plena implantación del reino de Dios primordialmente en todas las almas y derivadamente de ahí en todas las naciones, a partir de Su gloriosa segunda venida, Su Parusía, porque la manifestación de Jesús, el Verbo hecho carne, evidenciará la falta de base del sistema imperante que impone vivir según el hombre y no según Dios, vivir como si Dios no existiera, al quedar patente a la vista de todos su existencia.
Y, eliminadas así las estructuras de pecado, se irá produciendo, mediante
la extraordinaria efusión de gracia que iniciará Jesucristo con su Parusía, la consiguiente recristianización plena de la totalidad moral de la población, con lo que se desarrollará la sociedad cristiana.

Siendo lo primordial el reinado de Dios en plenitud en cada alma, y en consecuencia en toda la sociedad, como explica san Agustín en el libro XIV de La Ciudad de Dios, de acuerdo con lo que enseñó Jesús, el Verbo hecho carne.

Lo que explica en primer lugar san Agustín es que obedecerle a Satanás no consiste en considerarle y venerarle como el ser supremo explícitamente, puesto que a lo que Satanás induce es a que cada uno viva según él mismo y no según Dios.

Así lo explica en La Ciudad de Dios, XIV, cuando aclara aquella doctrina enseñada de parte de Dios por san Pablo que proscribe obrar según la carne (Gal 5,16-25; Gal 6,7-8; 8,5-14).
San Agustín aclara que vivir según la carne, no es solamente vivir según el cuerpo humano o simplemente según los deseos sexuales, sino que es vivir según uno mismo, según sí propio, porque Satanás no tiene cuerpo carnal y es el jefe y modelo de obrar según la carne.

"No se hizo semejante al diablo el hombre por tener carne, de que carece el diablo; sino por vivir según él mismo, es decir, según el hombre. También el diablo quiso vivir según él mismo, cuando no se mantuvo en la verdad. Y de este modo habló mentira, no de Dios, sino de sí propio, que no sólo es mendaz, sino el padre de la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 3. BAC, 1958, pág. 927).

"Cuando el hombre vive según el hombre y no según Dios, es semejante al diablo. Porque ni el ángel debe vivir según el ángel, sino según Dios, para mantenerse en la verdad y hablar la verdad que viene de Dios; no la mentira que nace de sí mismo... Cuando el hombre vive según la verdad, no vive según él mismo, sino según Dios".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 927).

"El hombre no fue creado recto para vivir según él mismo, sino según su Hacedor, esto es para hacer la voluntad de Dios antes que la suya. No vivir como su condición exigía que viviera, eso es la mentira".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, pág. 928).

San Pablo mismo dice con todas las letras que ser carnal es vivir según el hombre:

«Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?»
(I Cor 3,3).

Y reinar el sagrado Corazón de Jesús, el Verbo hecho carne, en los corazones es la base de Su reinado social. Así lo explica san Agustín, que define la sociedad o ciudad de Dios, la de los hombres que quieren vivir según Dios, que quieren vivir haciendo la voluntad de Dios, en contraposición a la sociedad o ciudad carnal, la de los hombres que quieren vivir según ellos, lo cual es vivir bajo el imperio de Satanás:

"De que hay unos que viven según la carne y otros según el espíritu, se han originado dos ciudades diversas y contrarias entre sí... Con claridad meridiana escribe san Pablo a los de Corinto: «Habiendo entre vosotros celos y discordias, ¿no es claro que sois carnales y vivís según el hombre?» (I Cor 3,3). Luego proceder según el hombre es igual a ser carnal... Poco antes había llamado [hombres] animales a los mismos que ahora llama [hombres] carnales. Dice así: «... El hombre animal no puede hacerse capaz de las cosas que son del Espíritu de Dios, pues para todos son necedad» (I Cor 2, 11-14)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 4. BAC, 1958, págs. 928-929).

"Siendo tantos y tan grandes los pueblos diseminados por todo el orbe de la tierra... no forman más que dos géneros de sociedad humana, que podemos llamar, conformándonos con nuestras Escrituras, dos ciudades. Una es la de los hombres que quieren vivir según la carne, y otra la de los que quieren vivir según el espíritu".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 1. BAC, 1958, pág. 921).

"Dos amores fundaron dos ciudades: el amor propio hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí propio, la celestial. La primera se gloría en sí misma, la segunda, en Dios; porque aquella busca la gloria de los hombres, y esta tiene por máxima gloria a Dios, testigo de su conciencia. Aquella se engríe en su gloria, y ésta dice a su Dios: "Tú, mi gloria..." (Sal 3,4)... En aquella, sus sabios, que viven según el hombre... se desvanecieron en sus pensamientos y su necio corazón se oscureció... En esta, en cambio, no hay sabiduría humana, sino piedad, que funda el culto legítimo al Dios verdadero, en espera del premio en la ciudad de los santos... «con el fin de que Dios sea todo en todas las cosas» (I Cor 15,28)".
(San Agustín, La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. BAC, 1958, pág. 985-986 ).

La manifestación victoriosa de Jesucristo, el Verbo hecho carne, en su Parusía, su segunda venida gloriosa, al evidenciar la falta de base del sistema imperante que impone vivir según el hombre y no según Dios, vivir como si Dios no existiera, al quedar patente a la vista de todos su existencia. quitará ese poder satánico anticristiano en las almas y en la sociedad. Eliminará así las estructuras de pecado
Y, sin ese obstáculo,
la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa, propiciará la tarea de la recristianización mundial, por medio del Corazón Inmaculado de María, para llegar a la universalización de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y de Su reinado, con lo que se desarrollará también la sociedad cristiana. la Cristiandad futura.

Siendo lo primordial el reinado de Dios en plenitud en cada alma, como explica san Agustín en el libro XIV de La Ciudad de Dios, de acuerdo con lo que enseñó Jesús, el Verbo hecho carne.

Entonces, destruido el reinado del colectivo anticristiano por la visualización de la segunda venida de Jesucristo y posibilitada por esa destrucción la generalización de la devoción a su Sagrado Corazón, mediante la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su segunda venida, Su Parusía, todos creerán que Jesucristo es Dios y obrarán en consecuencia, obedeciéndole también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad, tal como fue anunciado y proclamado por el Concilio Vaticano II, como esperanza segura de la Iglesia:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura confesionalidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

La confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia obedeciendo a Dios en el futuro, la Cristiandad futura

Esta confesionalidad consecuente de todos los pueblos y de su organización política regional, nacional y mundial será posible con los medios que aporta la Iglesia, y la aceptación de estos medios, en particular la autoridad de la Iglesia en materias morales como infalible cuandola ejerce, que es lo que define a los Estados confesionales.

Está anunciado en muchos lugares que se trata de todas las naciones:

"Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre" (Sal 86,9)

«Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios Todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de las naciones!
¿Quién no temerá, Señor, y no glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, porque han quedado de manifiesto tus justos designios».
(Ap 15,3-4).

Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono de Yahveh» y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahveh, en Jerusalén, sin seguir más la dureza de sus perversos corazones.
(Jer 3, 15-17).

Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia.
A Él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás.
(Dan 7,13-14)

De lo que se trata es de "la coherencia entre fe y vida, entre evangelio y cultura, recordada por el Concilio Vaticano II". Ser católicos y obrar en consecuencia, en la esfera privada y en la pública, individual y colectivamente, cada persona y la sociedad entera.

Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es su Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, como la denominaba san Ignacio de Loyola, y la Iglesia del siglo XXI celebra la fiesta solemne de Cristo Rey (leer más)

Vino el reino de Dios, proclamado e iniciado, incoado, aunque todavía no consumado, universalizado, generalizado, asumido, profesado y vivido por todos y cada uno y por la sociedad entera.

Las naciones están llamadas a la santidad y a ello se encaminarán en la Cristiandad futura....


Jesucristo quiere a toda costa reinar en cada alma porque ese es nuestro bien

Lo más urgente de todo.

Debemos darle nuestro corazón a Jesús, el Verbo hecho carne, y pedirle el Suyo, su Sagrado Corazón. Esto significa quererle sólo a Jesús y querer sólo lo que Jesús quiere. Que sólo nos interese Jesús y lo que a Él le interesa, nuestro bien, el bien de todas las almas, el bien de todos y de cada uno, que obremos y vivamos según Dios. Esto es el Reino de Dios en nuestra alma. El Reino de Dios en todas las almas. Y, de ahí, el reino de Dios en todas las naciones. Para esto se dejó matar Jesús, el Verbo hecho carne, en el sufrimiento atroz del abandono. Y se volvería a dejar matar. Él ya nos da su Corazón en la Eucaristía, bien infiinito por el que pagó un precio infinito.

Aceptar el reinado de Jesús es ser víctima de su amor

En vez de tener preocupaciones, expresarle amor a Jesús .

La mayor promesa del Sagrado Corazón de Jesús es la de su reinado....
Es una promesa absoluta, no condicionada
. A diferencia de las otras promesas que le hizo Jesús a santa Margarita María Alacoque, ni siquiera está condicionada a una previa devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Al revés, esta devoción triunfará plenamente cuando reine Jesús en todos los corazones y elimine los obstáculos que a ello se oponen, los ahora crecientes obstáculos anticristianos, los ahora crecientes obstáculos del Anticristo, los obstáculos del ahora creciente misterio de iniquidad, los obstáculos del ahora creciente imperio de Satanás.
Más que una promesa es una profecía con todo el aspecto de profecía absoluta, no condicionada. Y santa Margarita María Alacoque tiene todo el aspecto de haber recibido el don de profecía. Podría ser declarada profetisa o profeta por nuestra Santa Madre Iglesia Jerárquica. Esto no debe extrañar si recordamos que hasta el siglo XIII nunca nadie había sido declarado doctor de la Iglesia y ahora ya hay 36 de estos doctores y doctoras de la Iglesia. Y dice Canals: "La Iglesia no ha declarado hasta ahora nunca profeta a un santo. Pero tampoco había declarado doctor a santo alguno antes de 1200. Me pregunto si no llegará algún día en que la Iglesia reconocerá públicamente en algunos santos, su carisma profético ...y si entre estas personas santas declaradas profetas no se contará, en lugar preferente, a santa Margarita María de Alacoque, mensajera del Sagrado Corazón, anunciadora de su Reinado sobre los hombres «a pesar de sus enemigos»". (F.CANALS:
El carisma profético de santa Margarita, CRISTIANDAD, nn 887 - 888. Jun - Jul 2005. Pág. 7). [LEER MÁS]

La Ascensión y la Parusía visible y gloriosa de Jesús, el Verbo hecho carne

El futuro de la hispanidad

Confesionalidad, Reino de Dios y proselitismo

t.El reinado de Jesucristo consumado en cada alma y en el mundo por la acción misericordiosa de su Sagrado Corazón
La segunda venida de Jesucristo tendrá como consecuencia, entre otras, el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y no al revés. No es a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia como se producirá la consumación en la tierra del Reinado Social de Jesucristo por su misericordia y la consiguiente época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia (CIC 677, 673, 672, 675, 674). Este Reinado ha de venir ciertamente. Y será consecuencia de la segunda venida de Jesucristo, que producirá con su manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible más que cuando Él quiere, la liquidación de la apostasía y el hundimiento del régimen anticristiano, que ahora ya domina y que llegará a imperar de forma total. (
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La civilización del amor es el reinado social del Sagrado Corazón de Jesucristo en la tierra, la civilización cristiana, la ciudad católica, la ciudad de Dios::
El primero que introdujo esta expresión "Civilización del amor" fue el papa san Pablo VI en 1970, el que la desarrolló fue el papa san Juan Pablo II....

«Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes»

La promesa de Jesús, el Verbo hecho carne, al beato Bernardo de Hoyos el jueves, 14 de mayo de 1733, fiesta solemne de la Ascensión del Señor

"Después de comulgar, tuve la misma visión referida del Corazón, aunque con las circunstancias de verle rodeado de la corona de espinas y una cruz en la extremidad de arriba, ni más ni menos que la pinta el P. Gallifet; también vi la herida por la cual parece se asomaban los espíritus más puros de aquella sangre, que redimió el mundo. Convidaba el divino amor Jesús a mi corazón se metiera en el suyo por aquella herida, que aquél sería mi Palacio, mi Castillo, y Muro en todo lance. Y como el mío aceptase, le dijo el Señor: ¿No ves que está rodeado de espinas y te punzarán?, que fue irritar más el amor, que introduciéndose a lo más íntimo, experimentó eran rosas las espinas. Reparé que además de la herida grande, había otras tres menores en el Corazón de Jesús, y preguntándome si sabía quién se las había hecho, me trajo a la memoria aquel favor con que nuestro amor le hirió con tres saetas. Recogida todo el alma en este Camarín Celestial, decía: «Haec requies mea in saeculum saeculi, hic habitabo quoniam elegi eam». Dióseme a entender que no se me daban a gustar las riquezas de este Corazón para mí solo, sino que por mí las gustasen otros. Pedí a toda la Santísima Trinidad la consecución de nuestros deseos, y pidiendo esta fiesta en especialidad para España, en quien ni aun memoria parece que hay de ella, me dijo Jesús: «Reinaré en España, y con más veneración que en otras muchas partes». 

(Autógrafo del P. Juan de Loyola, S. I., L. III, cap. I, p. 116. Véase el autógrafo y la fotografía en Razón y Fe, t. 102, p. 23).

El beato Bernardo de Hoyos consignó por escrito enseguida con la máxima fidelidad el gran mensaje en un manuscrito desaparecido, como todos sus escritos. Pero su director el P. Juan de Loyola, S. I., lo copió fielmente en el manuscrito Autógrafo de su vida. Fallecido Bernardo de Hoyos el 29 de noviembre de 1735, dicho P. Juan de Loyola, S. I. publicó la vida de Bernardo para referir los principios en España de la devoción al Sagrado Corazón en la primera edición del Tesoro Escondido, publicada en 1736 y en todas las siguientes.

El P. Uriarte, S. I. publicó su Vida del P. Hoyos  «arreglada y aumentada de como la escribió y dejó inédita el P. Juan de Loyola». El texto de la promesa del Reinaré en el autógrafo está en la 2ª ed., páginas 250-251.

(Véase el artículo de José Mª. Sáenz de Tejada, S. I., «Reinaré en España y con más veneración que en otras partes», Revista Cristiandad de Barcelona, nº 29, páginas 249-251, 1 de junio de 1945)