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Los fejocistas hablaron de España el 26 01 1939 cuando se vieron liberados

La Fed de Jov Cris de Catalunya FJC:
a los fejocistas se les decía que no había que hacer política, sólo hablar de la Patria. Sin decir qué patria, pero sin nombrar jamás a España; mientras que Torras i Bages decía que su única patria era Catalunya. La FJOCe sólo habló de España el último día, el 26.01.1939, cuando se vieron liberados.

Forment trae los textos de Torras i Bages sobre Cataluña como su patria exclusiva

El "regionalismo" de Torras y Bages

Mundet dice que el ideal de Torras i Bages de "la penetración de la cultura catalana por la fe católica, y no al revés" fracasó y que Canals lamentaba ese fracaso.

En vez de triunfar el ideal de Torras i Bages, lo que pasó fue que el catalanismo fue penetrado por el noucentisme [el novecentismo] liberal, laicista y europeísta. Y el que realizó esa penetración fue Eugeni d'Ors, que se convirtió en el ídolo de los jóvenes universitarios catalanistas de la época, como explica Josep Pla que era uno de esos jóvenes que se tragaban todo lo que E. D'Ors en sus Glosas les metía. Después Eugenio D'Ors dejó el catalanismo, porque fue dejado por el catalanismo, dejó Barcelona, se fue a Madrit y acabó, cuando hubo falangismo, convertido en un ultrafalangista exagerado, teatral, de opereta.

Pero fue Eugenio D'Ors el que había hecho fraguar y cristalizar un catalanismo europeísta y laicista. Claro que contaba con un terreno abonado, no sólo por Almirall, Pi y Margall y Rovira, sino por Prat de la Riba y su catolicismo pseudotradicional, indiferentista, etc. Y por Cambó.

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Cristianos para la liberación nacionalista de los pueblos

Francisco Canals Vidal: La democracia atea (Revolución política y ateísmo) 1981

Donoso Cortés en Francia Francisco Canals Vidal. Cristiandad. Barcelona, nº. 229, octubre de 1953.

Los que se oponían en nombre de los principios cristianos al «derecho nuevo» nacido de la gran revolución eran acusados de intentar defender el orden social antiguo con pretextos religiosos; por lo mismo se les presentaba también como enemigos del progreso, de la libertad y de la civilización moderna, y hostiles a la emancipación y elevación de los hombres y de los pueblos frente a las injusticias.

Para escaparse de estos argumentos, ciudadanos católicos, en especial pensadores y dirigentes políticos, y también teólogos y Pastores de la Iglesia, se han sentido impulsados, a pretexto de no confundir la Iglesia con una causa humana -con la causa humana que la revolución toma como blanco de sus críticas: el «Antiguo Régimen», el «Capitalismo»- e invocando por otra parte la exigencia cristiana de apoyo a la justicia y a la libertad, a proclamar prácticamente la identidad de la causa del cristianismo en la historia con el proceso de aquellas revoluciones de inspiración inmanentista.

Así, de una premisa que invoca la trascendencia de la fe cristiana y de la Iglesia sobre las causas humanas y temporales, para negar legitimidad a una defensa política del orden cristiano frente a la destrucción revolucionaria del mismo, se ha venido a deducir en bastantes casos una conclusión inmanentista y política: cristianos para el liberalismo, cristianos para la democracia, cristianos para el socialismo, cristianos para la liberación nacionalista de los pueblos.

En otros muchos casos se ha pretendido soslayar el problema invocando como único principio la llamada «indiferencia» de la Iglesia ante las distintas opciones o partidos políticos.

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Francisco Canals y la tradición catalana. En la estela de Torras i Bages

JOSEP M. MUNDET I GIFRÉ. Cristiandad. Barcelona, marzo de 2009

En 1977, por tanto apenas dos años después de la muerte de Franco y en plena efervescencia política hacia un futuro incierto, salió a la luz pública [en Acervo donde trabajaba Mundet] una antología de escritos del doctor Canals bajo el título de Política española: pasado y futuro. En la introducción o presentación, el propio Canals escribió:

«...los falsos tópicos ocultan la historia real y con ella también muy probablemente los sentimientos más íntimos y profundos, los que todo catalán lleva en la sangre y en la médula, tanto más arraigados cuanto más los convencionalismos le obligan a reprimirlos».

Una antología, por cierto, en cuya cubierta, debajo del título, y a modo de subtítulo o lema, aparecía la aplicación de la frase balmesiana:

«También en política, la verdad es la realidad de las cosas».

Canals buscó esta realidad catalana, aquellos sentimientos más íntimos y profundos reprimidos por los convencionalismos, en la historia. Y no es extraño que en esta tarea acudiera al magisterio de Torras i Bages. El doctor Canals citaba a menudo a Torras i Bages, y casi nunca olvidaba referirse a él como «el santo obispo». Y era frecuente que recordara el elogio que mereció de san Pío X su pastoral Dios y el césar:

«Realmente te muestras en ella como obispo, tal y como lo deseaba el Apóstol».

Canals decía que un elogio tan explícito no era frecuente en boca de un papa y que era como una canonización en vida. La devoción que Canals tenía a Torras i Bages, que compartía con el padre Orlandis, procedía del valor que otorgaba a su ingente tarea episcopal al frente de la diócesis de Vic, y a sus escritos, profundamente teológicos y pastorales; y, también, a los juicios históricos que contenía su obra más citada, La tradició catalana.

Torras i Bages desenmascaró algunos de los tópicos sobre los que el incipiente catalanismo estaba construyendo su bagaje ideológico y táctico. El conocido pasaje de Prat de la Riba, «Una Cataluña libre podría ser uniformista, centralizadora, democrática, absolutista, católica, librepensadora, unitaria, federal, individualista, estatista, autonomista, imperialista, sin dejar de ser catalana», pasaje que producía grima en el padre Orlandis, y en Canals, y que contraponían al lema que informa toda la obra de Torras i Bages, «Cataluña será cristiana o no será», llevaba, por supuesto al sector representado por Almirall y Pi y Margall, pero también al ala «derecha» del nacionalismo, a pasar de puntillas por la Cataluña cristiana medieval, a lamentar el aislamiento respecto a Europa durante el Renacimiento y a considerar como equivocada la elección proaustriacista de los catalanes en 1705. Canals, con Torras i Bages, afirmaba la plenitud de Cataluña en los siglos de la Cristiandad medieval, iluminados por el pensamiento de santo Tomás, y se complacía en el aislamiento respecto de las concepciones antropocentristas del Renacimiento. No es extraño que, tomando prestada una expresión de Elías de Tejada, titulara uno de sus artículos «La Cataluña que pelea contra Europa».

En esta misma línea, Canals dedicó una atención especialísima a la guerra de Sucesión, no como un hecho aislado sino en el contexto europeo, y no sólo como una lucha por las «libertades catalanas» y la sucesión española, sino por considerarla la culminación de un enfrentamiento en el que se implicaban también cuestiones de complejo contenido ideológico, incluso teológico y filosófico. Dos obras son el reflejo de la convicción de Canals de la necesidad, para comprender Cataluña, de conocer la realidad del 11 de Septiembre, de saber por qué lucharon los catalanes y cuáles fueron las consecuencias de la derrota: por una parte, el libro La tradición catalana en el siglo XVIII ante el absolutismo y la Ilustración, en el que, frente a la historiografía al uso que considera el siglo XVIII catalán como una época de decadencia, reivindicaba «conexiones de vivencia y de sentido que muestran viviente en Cataluña una tradición que viene desde la Cristiandad medieval y llega, combatida y encubierta por muchos factores culturales y políticos, hasta nuestros días». Canals simbolizaba esta tradición en dos personajes ilustres: los teólogos dominicos Tomás de Vallgornera y Juan Tomás de Rocabertí, a quienes gustaba llamar «catalanes universales», porque habiendo alcanzado su obra gran resonancia en Europa son silenciados en Cataluña.

El otro signo del valor que otorgaba al 11 de Septiembre fue la iniciativa de la publicación de las Narraciones históricas, de Francisco de Castellví, que llevó a cabo la Fundación Francisco Elías de Tejada. En Castellví, en medio del farragoso detalle de los acontecimientos diarios, se halla la clave del sentido de la lucha de los catalanes contra la monarquía borbónica: la lucha por su fe y por sus «cristianas libertades»; la lucha «contra Europa», contra el absolutismo y la Ilustración.

El 11 de Septiembre ha sido piedra de toque para los distintos sectores del catalanismo, y Canals recordaba que Vicens Vives afirmaba el error de los catalanes al alinearse con el Archiduque; y que Rovira i Virgili veía a los austracistas de 1705 como antecesores de los carlistas, cuyas guerras había que olvidar. Por eso la reivindicación de la figura de Rafael de Casanova por parte de muchos suena hoy a falsa.

A los errores que Torras i Bages denunció en sus contemporáneos, Canals añadió los propios del nacionalismo posterior, y entró en diálogo con quienes han tratado y juzgado la historia y la realidad de Cataluña desde diversas perspectivas. A los nombres de Vicens Vives y Rovira i Virgili hay que añadir los de Elías de Tejada, el padre Casanovas, el padre Batllori, Bonet i Baltà, Soldevila o Cambó. Pero el diálogo y la crítica llegaba hasta la contemporaneidad más inmediata. En los años de la transición, sus artículos en la prensa o sus conferencias juzgaban con valentía los errores de los políticos, tanto de la derecha como de la izquierda, que iban a construir una España y una Cataluña otra vez al margen de la tradición, «una Cataluña de papel».

Canals no olvidaba los errores antitéticos. Por eso afirmaba que tan grave era el catalanismo como el anticatalanismo; y recordaba y asumía la frase del padre Orlandis: «Yo no soy ni catalanista ni anticatalanista; soy supercatalanista».

Los juicios de Canals sobre la política, cualquiera que fuera su nivel y su ámbito, contenían un presupuesto «bíblico», tácito o explícito: que hay una teología de la historia, y que esta teología tiene que dar y da razón del proceder de los pueblos y de las naciones en orden a la salvación. Por eso recordaba los hitos de la afirmación tradicional de la historia de Cataluña como manifestaciones de religiosidad: la influencia de las órdenes mendicantes, la penetración del tomismo, la fuerza social de la Cristiandad medieval, la resistencia «antieuropea», las luchas antiliberales del siglo XIX, o el espíritu de cruzada del Tercio de Nuestra Señora de Montserrat.

En la admiración hacia la obra de Torras i Bages no podía faltar la crítica a los que se han apropiado de su figura de pastor para fines políticos. Torras i Bages luchó por el ideal de la penetración de la cultura catalana por la fe católica, y no al revés, como a veces se pretende y, en el fondo, la obra de Canals en este campo es un lamento por el fracaso de este intento del obispo de Vic.

El final del Diario de guerra del Beato Pere Tarrés el 26 de enero de 1939

Pere Tarrés y Claret, fejocista, médico y sacerdote, un buen modelo para nuestros días, por José Vives Suriá. Cristiandad. Barcelona, nn. 821-822, nov. diciembre de 1999, págs. 45-50

El beato Pere Tarrés 1905-1950

Pere Tarrés: la Iglesia al servicio de los enfermos pobres, por Gerardo Manresa Presas y Gerardo Manresa Formosa. Cristiandad. Barcelona, agosto-septiembre de 2004

La liberación de Barcelona el 26 de enero de 1939, datos y testimonios

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