......Las excepciones liberales a la democracia... . .Para que haya democracia y libertad, la ética debe regir la conducta política de los votantes y no sólo de los políticos.... ..INDEX

Occidens contra la Cristiandad

Poner entre los orígenes de Occidente la revolución holandesa de 1568 contra la Iglesia y contra España, la revolución de la Ilustración, la revolución liberal, la revolución francesa, diferencia adecuadamente Occidente de la Cristiandad. Lo malo es elogiar a este Occidente suplantador, falsificador y enemigo de la Cristiandad y lo peor es elogiarlo en una catedral y para más inri en la de Pamplona, reducto que fue de la Cristiandad y de la Hispanidad (la militante, combatiente y expansiva europeidad de la Cristiandad).

Esto es así porque en un twuitter de la exposición Occidens se afirma:

Nos inspiró un libro del filósofo francés Philippe Nemo, que es el hilo narrativo de Occidens.

26 mar.

#Occidens #inspirationMW

www.expo-occidens.es

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Philippe Nemo lo que dice es:

"En primera aproximación, «Occidente» puede ser definido por el Estado de derecho democrático y liberal, la protección de las libertades individuales, la racionalidad crítica, la ciencia y las tecnologías, la economía de mercado", resultado de un proceso histórico en el cual el quinto y último momento consiste, según Nemo, en "las grandes revoluciones democráticas modernas (Hollanda, Inglaterra, Estados Unidos, Francia...)" (Philippe Nemo, La Forme de l'Occident, 2003. Pg. 7-8).

Lo que llama Nemo democracia, al identificarla con el liberalismo, es la democracia sin Dios y, por consiguiente, es la democracia absoluta, lo contrario de la democracia tradicional.

.. La democracia tradicional frente a la democracia absoluta...

Ese Occidente es, según Nemo, el resultado de un proceso de cinco etapas, de las cuales la quinta, a la que Nemo llama "milagro", es la que configura definitivamente lo que es Occidente y es el de las revoluciones protestantes y liberales:

"Seré más breve sobre el quinto «milagro», pues nos es más familiar. Tiende a las grandes reformas democráticas que han acabado de dar su rostro propio al mundo occidental moderno. La revuelta hugonote en Francia, la revolución holandesa, las dos revoluciones inglesas, la Revolución americana, la Revolución francesa de 1789-1791 (no ciertamente la de 1793-1794), el Risorgimento italiano, acontecimientos similares pero más dispersos en Alemania, han creado las instituciones democráticas y liberales de nuestros países occidentales modernos: el parlamentarismo, la separación de poderes, una justicia independiente, una administración neutra, los derechos del hombre, la tolerancia religiosa, la libertad de investigación científica, la libertad de prensa, la libertad económica. Todos estos impulsos reformadores han tenido el mismo eje oculto: promover el pluralismo (ib. 39).

"Je serai plus bref sur le cinquième «miracle», car il nous est plus familier. Il tient aux grandes réformes démocratiques qui ont fini donner son visage propre au monde occidental moderne. La révolte huguenote en France, la révolution hollandaise, les deux révolutions anglaises, la Révolution américaine, la Révolution française de 1789-1791 (non certes celle de 1793-1794), le Risorgimento italien, des événements similaires mais plus dispersés en Allemagne, ont créé les institutions démocratiques et libérales de nos pays occidentaux modernes: le parlementarisme, la séparation des pouvoirs, une justice indépendante, une administration neutre, les droits de l'homme, la tolérance religieuse, la liberté de la recherche scientifique, la liberté de la presse, la liberté économique. Toutes ces poussées réformatrices ont eu le même axe caché: promouvoir le pluralisme" (ib. 39).

Aquí se explícita que la democracia liberal que da su rostro a Occidente está construida sobre lo que rechaza recibir la misericordia de Dios y la autoridad de su Iglesia. Y al pretender construirse sin Dios, lo que hace es construir sobre la arena. Occidente está así construido sobre la arena (Mt 7,26).

Nemo prohíbe creer que esas que llama innovaciones desemboquen en la anomía. Y Nemo emplea la misma palabra que en la Biblia para prohibir creer en lo mismo que Dios manda creer por medio de san Pablo (II Tes 2,7) y los demás redactores de la Sagrada Escritura inspirados por el Espíritu Santo.

"Esas innovaciones han sido duramente combatidas por espíritus que no comprenden el modus operandi de las nuevas instituciones y las creen portadoras de desorden y de anomía".
(Philippe Nemo, La Forme de l'Occident, 2003. Pg. 40).

"Ces innovations ont été durement combattues par des esprits qui ne comprenaient pas le modus operandi des nouvelles institutions et les croyaient porteuses de désordre et d'anomie" (ib.).

No, no, no es políticamente correcto creer que las normas de Occidente son la anomía, pero haberla hayla, crece y se evidencia tanto, que el mundo dominado por Occidente gime viéndose ya sometido a su poder.

La anomía es la ruina anunciada que sobreviene por edificar sin Dios, es decir sobre arena (Mt 7,27).

Eso sí. Sí que ha habido resistencia combatiente contra ese edificar sin Dios de Occidente que está imponiendo la anomía; por ejemplo, la de la Hispanidad, la militante, combatiente y expansiva europeidad de la Cristiandad, que ha prolongado su resistencia a ultranza en las guerras antiliberales del XIX, desde 1793, y en la Cruzada de 1936, y que ha sido y es combatida a muerte por el europeísmo enemigo de la Europa de la Cristiandad y aún más enemigo de la Hispanidad por basarse en el laicismo liberal y socialista.

Nemo insiste cómo no en el habitual desenfoque propagandístico de denominar progresos a todas aquellas lacras y revoluciones. Y exhibe como prueba de la pretendida superioridad de Occidente el colonialismo, hoy prolongado de manera menos visible y más implacable. Sabemos que desde la descolonización impera el neocolonialismo. Con razón decían los Papas que los liberales creían avanzar cuando retrocedían:

"Estos progresos confieren a Occidente una superioridad esplendorosa sobre el resto de las civilizaciones del planeta, que se ha traducido primeramente en la colonización directa y se prolonga hoy todavía bajo la forma de una amplia preponderancia científica, tecnológica y económica. He ahí toda la historia. Occidente no es una especie de gran Satán portador de todos los pecados del mundo, que habría emprendido el sometimiento del planeta por cinismo y maldad, y que procedería ahora reconducirlo al arrepentimiento. (Como lo presenta toda una literatura de Verdes y de militantes antimundialización que han tomado el relevo del tercermundismo de los años 1970 y 1980)" (ib.).

"Ces progrès conférèrent à l'Occident une supériorité éclatante sur le reste des civilisations de la planète, qui se traduisit d'abord par la colonisation directe et se prolonge aujourd'hui encore sous la forme d'une large prépondérance scientifique, technologique et économique. Voilà toute l'histoire. L'Occident n'est pas une sorte de grand Satan porteur de tous les péchés du monde, qui aurait entrepris d'asservir la planète par cynisme et méchanceté, et qu'il s'agirait maintenant de faire venir à résipiscence. (Comme le présente toute une littérature de Verts et de militants anti-mondialisation qui ont pris le relais du tiersmondisme des années 1970 et 1980)" (ib.).

Esos movimientos llamados antisistema también son del menú de Occidente. Y el verdadero diablo utiliza como acusador de las maldades a los que, en realidad en este caso, son pobres diablos, no suficientemente antisistema, también constructores sobre arena y parte de la anomía, que es la ruina anunciada (Mt 7,27). Pero las maldades existen, aunque las utilice el demonio. Lo que procede es reconocer la realidad y arrepentirse ciertamente. Es una conversión lo que hace falta. Y volver los ojos a Aquel que puede concederla y la concederá por su misericordia.

."Progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y así nos acerca a la humanidad unida, al verdadero humanismo".(BENEDICTO XVI, AUDIENCIA GENERAL. Miércoles, 4 de enero de 2006)

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La Cristiandad es el conjunto de pueblos consecuentes con su cristianización hasta el punto de edificar todos los aspectos de su vida, incluidos los sociales, económicos, culturales y políticos sobre la base de su fe cristiana vivida, con el reconocimiento de Jesucristo como Dios y Señor y el acatamiento de la autoridad de la Iglesia en los aspectos morales de las leyes y normas de vida personales y sociales en todos sus aspectos. En síntesis, una confesionalidad consecuente, cuya plenitud, que llegará en el futuro, se empezó a constituir en la Europa de la Plena Edad Media (siglos XI-XIII). Aunque apenas se iniciaba, y apenas empezaba a dar sus frutos en el bienestar económico y social, en el desarrollo de las ciudades, en el inicio de la democracia tradicional, en el esplendor artístico y cultural, en la abundancia de las vocaciones de las nuevas órdenes religiosas, entró en crisis, la crisis de la Baja Edad Media (siglos XIV y XV), que acabó cortando, desvirtuando y frustrando aquel inicio medieval de plenitud de la Cristiandad, con la desintegración creciente y progresiva de "aquella síntesis de la religión y de la vida", según la terminología pontificia.

El origen de Europa estuvo en la integración de estos tres elementos: la civilización clásica grecolatina, su cristianización y la integración de los pueblos bárbaros en la civilización clásica cristianizada y al mismo tiempo rescatada y restaurada por la Iglesia tras el hundimiento del Imperio Romano de Occidente. El comienzo de este origen de Europa fue durante el Imperio Romano de la antigüedad y la culminación de esta génesis de Europa tuvo lugar en la Plena Edad Media (siglos XI-XIII) con la incipiente creación de aquella civilización por los pueblos que actuaban en consecuencia con su cristianización. Llega a su plenitud el origen de Europa. No llega a su plenitud Europa. La Cristiandad sólo comienza.

La separación de la religión y de la vida se inicia a finales del XIII en las ideas cesaristas de los legistas y en la falsa filosofía del nominalismo; en las luchas por el poder en cada reino e internacionalmente entre nobles y reyes progresivamente autoritarios; en la corrupción de costumbres en gran parte de ellos y tambien de los eclesiásticos, junto con la deficiente formación de estos; en el afán de lucro por encima de todo por parte de negociantes falsamente o inconsecuentemente cristianos. Cunde el mal ejemplo para el pueblo, oprimido además por aquellas prácticas de los potentados. En estas circunstancias no hay fuerzas morales y espirituales suficientes para afrontar el terrible impacto de la Peste Negra de 1348 y de las que siguen durante más de tres siglos, propiciadas por el enfriamiento climático de la Pequeña Edad del Hielo. El consiguiente hundimiento demográfico no se asimila y desemboca en la crisis social y en el hundimiento económico. Se suma la gran crisis en la autoridad de los Papas, sometidos al cesarismo ejercido por los reyes de Francia, en el cautiverio de Aviñón (1308-1377) y en el Cisma de Occidente (1378-1415), se superpone internacionalmente la Guerra de los Cien Años (1337-1449) y se añade internamente la anarquía nobiliaria neofeudal.

Estos males iniciales de la crisis de la Baja Edad Media producirán la distorsión y la desintegración de aquella síntesis de la religión y de la vida en su plenitud incipiente.

De la crisis de la Baja Edad Media surge el Renacimiento que inicia ya la Edad Moderna.

En cuanto a la divisoria cronológica hay un desfase:

En Italia, el Renacimiento inicial es en el segundo tercio del siglo XIV y su plenitud en el segundo tercio del XV. Todavía estos tiempos se encuadran en la Baja Edad Media (siglos XIV y XV) en lo que es general y común en todos los demás países europeos.

Desde Italia irradia el Renacimiento a las demás naciones europeas y se inicia en ellas en el último tercio del siglo XV.

La Edad Moderna se inicia en el último tercio del siglo XV, porque la modernidad se extiende y generaliza así por toda Europa desde entonces.

La plenitud del Renacimiento llega a su cima en las tres primeras décadas del XVI, inmediatamente antes de que su insuficiencia frente a la revolución protestante lo ponga en crisis desde 1527.

El capitalismo inicial, que es del siglo XV, se caracteriza ya por el afán de lucro por encima de todo, al margen de la moral. Esto es el espíritu burgués en cualquier clase social. Se empieza por realizar de vez en cuando actos de lucro inmorales. Aquí o allá se ven cada vez más a menudo en la vida social. Estas prácticas producen la debilitación del ideal de la moralidad, de la ética, y de la obediencia a Dios liberadora. Después se llegan a convertir en hábito los actos de lucro inmorales. De ahí la separación de fe y vida en una sociedad que aún es cristiana, pero donde ya se empieza a vivir como si no lo fuera en este ámbito económico, como en el cultural, en el artístico, en el político y, ya de entrada, en el sexual. Capitalismo y cristianismo quedan simplemente yuxtapuestos ("Dios y provecho"). Y por consiguiente debilitación de la fe, que realimenta el proceso.

Como lo realimentan en realidad las miserias humanas profundas bajo las formas superficialmente esplendorosas del Renacimiento. La deficiente filosofía y la teología por ella contaminada de nominalismo y de naturalismo, expresadas, eso sí, en un latín que a los intelectuales clérigos y seglares les produce autosatisfacción que buscan incrementar aprendiendo griego. Hambre y guerras en las que se envía a la gente a morir y a matar por incrementar los dominios. Hijos que lamentan su origen extramatrimonial. Mujeres utilizadas para el placer, depreciadas y despreciadas tras ser así utilizadas. Pesados y macizos edificios de una arquitectura que Gaudí llamó "el lamentable Renacimiento". Monarquías autoritarias preabsolutistas basadas ya en la inmoral razón de Estado del maquiavelismo, base de toda inmoralidad política posterior, moderna y posmoderna. Inquisición estatal en los países católicos y en los protestantes...

El antropocentrismo de las mentalidades de los intelectuales de moda se incrementa en el Renacimiento hasta predominar en el ambiente cultural y político.

El maquiavelismo es del primer cuarto del siglo XVI. La razón de Estado incrementa el cesarismo de las monarquías autoritarias.

No fue la cultura llamada el humanismo del Renacimiento, sino el antropocentrismo de los humanistas lo que desencadena la crisis de la modernidad y de esta la de la posmodernidad.

La Cristiandad medieval buscaba el bien del hombre y el desarrollo de todo lo humano. Y lo buscaba en la unión de lo humano individual y social con lo divino. En el acatamiento en lo moral de la Iglesia.

Los intelectuales, políticos y príncipes renacentistas también son cristianos, pero cunde en ellos la búsqueda del bien del hombre ya separadamente de lo divino, la creencia en la salvación del hombre por sus solas fuerzas, el ideal de que el bien de la sociedad está en la autoridad cesárea y en la cultura clásica separada de la religión.

De esa desintegración progresiva surge Occidente como suplantación de la Cristiandad. Edificado sobre arena (Mt 7,26), porque al principio se decía cristiano, pero ya no obraba como tal. por eso después ha sobrevenido la ruina de su cristianismo, la descristianización (Mt 7,27).

La revolución protestante pone en crisis el Renacimiento e incrementa la desintegración de aquella síntesis.

El protestantismo es una reacción arcaizante y pesimista frente al optimismo naturalista de los intelectuales renacentistas; pero al final pone la salvación en el esfuerzo por conseguir el éxito económico como indicador de los signos de predestinación, en la fe en el propio esfuerzo religioso y moral, y en la obediencia a los reyes como cabezas de las iglesias protestantes frente a la autoridad liberadora de los Papas, con lo cual contribuye al alejamiento de aquella síntesis de la religión y de la vida iniciada en la Cristiandad medieval y a que quede como un objetivo para después de los siglos modernos y posmodernos en la Cristiandad universal futura.

Europa queda ya como Occidente, con la ruptura de lo que había sido la Europa de la Cristiandad en la Paz de Westfalia de 1648 en la que desembocan las guerras de la revolución protestante, en particular la de Holanda, iniciada en 1568 contra la Iglesia y contra España, que se conmemora y ensalza indebidamente en la exposición Occidens de la catedral de Pamplona ( www.expo-occidens.es ).

También se conmemoran y ensalzan en esa exposición las revoluciones liberales poniéndolas como origen de Occidente, que es lo contrario de la Cristiandad, por consiguiente. Y también está claro que es contrario a la europeidad de la Cristiandad el europeísmo basado en ese liberalismo y en el socialismo que ha venido después, que tienen como núcleo común el laicismo.

También está claro que no es lo mismo el liberalismo que la democracia. Ni el socialismo. Es contraria la democracia absoluta liberal y socialista a la democracia tradicional.

Democracia tradicional. En una tradición que viene de Aristóteles: la democracia es la participación del pueblo en el poder eligiendo gobernantes y siendo elegidos de entre el pueblo y por el pueblo. Una tradición clásica cristianizada. No hay poder absoluto (que quiere decir desligado), sino sometido a Dios (under God, como dirá Lincoln en 1863 al definir la democracia); sometido el ejercicio del poder a la razón y al bien común de la sociedad, bajo la autoridad de la Iglesia en lo moral, son católicos y obran en consecuencia. El pueblo no es tampoco el soberano. Surgen los parlamentos, Cortes, Estados Generales. Pero no hay parlamentarismo. No es un poder absoluto el parlamento en nombre del Pueblo Soberano. Es un parlamento representativo, no absoluto como en el liberalismo.
El mejor sistema político, según Santo Tomás,
es el bien combinado de monarquía, en cuanto a que uno dirige el gobierno honestamente; de aristocracia, en cuanto a que el que dirige el gobierno se sirve de los mejores para que gobiernen honestamente; y de democracia, en cuanto a que el pueblo participa en el gobierno eligiendo gobernantes honestamente y siendo estos gobernantes elegidos de entre el pueblo y por el pueblo honradamente y para que gobiernen honestamente bajo la autoridad de la Iglesia en lo moral.

.. La democracia tradicional frente a la democracia absoluta...

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No es lo mismo el parlamentarismo que la existencia de los Parlamentos.
Los Parlamentos, Cortes, Estados Generales existen desde la Edad Media como expresión inicial de la participación del pueblo en el poder.

La democracia es una idea que existe desde la antigüedad clásica.
La democracia se define en la Edad Media como la participación del pueblo en el poder "eligiendo gobernantes de entre el pueblo y por el pueblo" de forma que actúen todos según la moral al votar y al gobernar, como expresa por ejemplo santo Tomás de Aquino en el siglo XIII. Esta democracia tradicional, muy diferente de la democracia liberal, es una democracia participativa y no la base de un poder absoluto.
Apenas empezaba a formarse en aquellos parlamentos medievales y a perfeccionarse poco a poco, cuando las distorsiones antropocéntricas de la modernidad, empezaron a desvirtuar esa democracia tradicional, con las monarquías autoritarias, con la monarquía absoluta, y más aún con el liberalismo y con el socialismo:
porque la monarquía absoluta suprime el Parlamento,
y el liberalismo proclama el poder absoluto del Parlamento, y después del partido que controla el Parlamento en la democracia liberal,
y en las que se han formulado después con otros adjetivos derivados de las ideologías que han pretendido imponerse de una forma absoluta e incluso totalitaria en nombre de la Nación o de la clase social.
Los sistemas totalitarios basados en el marxismo se denominan "democracias socialistas", o "democracias populares" y dicen actuar en nombre de la "democracia real"; y también los terroristas hablan en nombre de la democracia y del Pueblo.

En realidad, la democracia es para elegir gobernantes que gobiernen según las normas objetivas de moralidad, respetando los derechos de todos, sus libertades y buscando honradamente el bien común; y no para que estos gobernantes manden lo que quieran y hagan lo que quieran, sólo con las normas éticas que cada uno de ellos admitan o consensúen. Puesto que la democracia no es para elegir o cambiar de moral, de modelo de vida, de país o de religión. Así se entiende en sentido tradicional. Con legitimidad de ejercicio.

La europeidad de la Cristiandad está enfrentada al europeísmo.

La Hispanidad es el baluarte de la Cristiandad y su pervivencia. Su reducto es Navarra

La Cristiandad futura es lo bosquejado en la Cristiandad medieval. No se trata de volver a la Edad Media, sino de intentar constantemente "aquella síntesis de la religión y de la vida" y, mientras llega, esperarla con certeza y plena seguridad.

No se trata de buscar la organización social y política de la vida digna del hombre en la vuelta a la Edad Media, sino en "aquella síntesis de la religión y de la vida", como proclamó el papa Pío XII en 1947 cuando canonizó a san Nicolás de Flüe. Esa síntesis conseguida parcialmente en la época medieval, desintegrada en la modernidad hasta la descristianización de la sociedad, de la cultura y de la política, que es su deshumanización, es la tarea de todo cristiano, ha sido alentada constantemente por los últimos Papas y será implantada plenamente por el propio Jesucristo en su reinado.
Porque el Concilio Vaticano II lo que enseña en realidad es:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro"
(Nostra aetate, 4).
Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro.

La tarea de todo cristiano es realizar la síntesis de la religión y de la vida en sí mismo ante todo y, consiguientemente, porque el bien es difusivo, contribuir a su realización en su prójimo, en toda la sociedad y en todos los aspectos de la vida social y política. Debe configurar su vida con Cristo prioritariamente, y, en consecuencia, pero al mismo tiempo, procurar la misma configuración con Cristo en la vida de su prójimo y en todos los aspectos de la civilización y de la cultura de su época. Si los cristianos de la Edad Media lograron que empezase a fructificar el desarrollo de su civilización al cristianizarla aunque imperfectamente, la sociedad cristiana no es algo exclusivamente medieval. La humanización de la vida es el objetivo de todas las épocas, y la cristianización es siempre la clave de la civilización. Así lo expresó en 1947 Pío XII en la indicada ocasión de la canonización de san Nicolás de Flüe ante los peregrinos suizos que honraban a su compatriota:

"¿Caéis en la cuenta, amados hijos de la hora presente y de la dolorosa antítesis que ofrece a nuestros ojos? De una parte nosotros, que cantamos la gloria de los santos de la Edad Media, de aquellos santos que han realizado en sí mismos, en la unidad de la religión y de la vida, la «devoción a Dios», y de la otra, en el polo opuesto, una parte excesivamente grande del Mundo llevando a la práctica la «devoción al Mundo», la idolatría del Mundo hasta la negación de Dios, hasta la profesión del ateísmo más absoluto.
¿Cuál será prácticamente la solución en lo que a vosotros concierne, vosotros que vivís en medio de este desconcierto de los más altos valores espirituales y morales? ¿La vuelta a la Edad Media? Nadie ha soñado con eso: pero sí la vuelta a aquella síntesis de la religión y la vida. Ésta de ningún modo fue un monopolio de la Edad Media: supera infinitamente todas las contingencias y es siempre actual, porque es la clave de arco de toda civilización; el alma que ha de vivificar toda cultura, so pena de que se destruya con sus propias manos y se precipite en el abismo de la malicia humana, que ante sus pasos se abre desde el momento en que con la apostasía comienza a separarse de Dios" (Pío XII, 16.05.1947. Cristiandad, Barcelona, tomo IV, 1947, p. 301).

El papa constata que aquella síntesis realizada en la Edad Media, aunque imperfectamente aún, entre la religión y la vida, se ha disgregado, desintegrado, hasta convertirse en "desconcierto" y producir la "antítesis" de "la profesión del ateísmo más absoluto". La civilización y la cultura van así a la autodestrucción, este es el pronóstico que sigue a ese diagnóstico. Y la solución es la siempre actual síntesis de la religión y de la vida. Esto es lo que vino Cristo a traer y lo que dejó como misión de la Iglesia, no sólo lo sobrenatural propio de su divinidad, sino la inserción de lo sobrenatural, de lo divino, en lo natural humano. Para redimirlo, para sanarlo, para humanizarlo. Y para divinizarlo, para sobrenaturalizarlo, para darle valor de vida eterna. Para habilitar a cada hombre para ir al cielo. Cristianizar también la sociedad para que pueda cumplir el deber de acatar a Dios como tal colectivamente, y porque esto, el reino de Dios en lo personal, en lo social y en lo político, es el bien del hombre, porque creará así el ambiente apropiado para que cada persona pueda llevar una vida cristiana, y por lo tanto, y sólo así, plenamente humana, y porque de ahí vendrá el florecimiento y la fructificación de la civilización y de la cultura en su máximo esplendor terreno. Esta síntesis de la vida humana individual y colectiva y de la vida divina, en la tierra, será realizada en el reinado de Cristo, que Él mismo implantará por su amor ardiente expresado en su Sagrado Corazón.

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La descristianización de la sociedad causada progresivamente por la civilización liberal de Occidente es lo que lleva, en otra vuelta de tuerca, al laicismo. Ante el laicismo la sana laicidad se propugna como mal menor en una sociedad descristianizada progresivamente. Pero en el Concilio Vaticano II la Iglesia asegura la esperanza cierta de que con toda seguridad se llegará a la confesionalidad católica de todos los pueblos y que será consecuente en el futuro(Nostra aetate, 4). Tomar el mal menor como ideal es lo que convierte la dinámica del mal menor en una estructura de pecado.

En el siglo XXI la Iglesia proclama:

«Que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios», porque todas ellas están llamadas «a la salvación operada por Dios a través de su Hijo encarnado» (Benedicto XVI, 5 de septiembre de 2009)

«Cristo llama, justifica, santifica y envía a sus discípulos a anunciar el Reino de Dios, para que todas las naciones lleguen a ser Pueblo de Dios»

«La misión de la Iglesia es la de llamar a todos los pueblos a la salvación operada por Dios a través de su Hijo encarnado»

«La Iglesia entera debe comprometerse en la missio ad gentes, hasta que la soberanía salvadora de Cristo se realice plenamente: “Pero ahora no vemos todavía que todo le esté sometido” (Hb 2,8)»

Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán” (Jn 15,20)»

El papa Benedicto XVI reafirmó esta confesionalidad consecuente y universal futura el 4.01.2006:

"La historia se dirige hacia una humanidad unida en Cristo. Existe el progreso en la historia; progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y nos acerca a la humanidad unida"
"La historia tiene una meta, una dirección. La historia va hacia la humanidad unida en Cristo, va hacia el hombre perfecto, hacia el humanismo perfecto...  Sí, hay progreso en la historia, ...hay una evolución de la historia. Progreso es todo lo que nos acerca a Cristo y así nos acerca a la humanidad unida, al verdadero humanismo. Estas indicaciones implican también un imperativo para nosotros: trabajar por el progreso, que queremos todos. Podemos hacerlo trabajando por el acercamiento de los hombres a Cristo; podemos hacerlo configurándonos personalmente con Cristo, yendo así en la línea del verdadero progreso"
(Benedicto XVI. Audiencia general, 4.01.2006).

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Cristo constituyó a los Apóstoles y a sus sucesores «intérpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural»
(Beato Pablo VI, enc. Humanæ vitae 25-VII-1968, 4).

«La ruptura entre Evangelio y cultura es sin duda alguna el drama de nuestro tiempo, como lo fue también en otras épocas. De ahí que hay que hacer todos los esfuerzos con vistas a una generosa evangelización de la cultura, o más exactamente de las culturas».
(Beato Pablo VI, Evangelii Nuntiandi, 8 de dicembre de 1975, nº 20. Declaración final del Sínodo, 24.10.2015, nº 94).

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Caducidad de la sana laicidad

Será también cuando todos crean que Jesucristo es Dios y obren en consecuencia, también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad tal como fue anunciado por el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro, obedeciendo a Dios. Y a la Iglesia y al Papa cuando enseñan empleando la autoridad infalible que Dios les ha dado en materias de fe y de moral. Y estando la normativa ética de la política entre en las materias sobre las que el Papa tiene autoridad infalible, porque es infalible en materia de fe y moral, lo mismo que lo es la Iglesia Católica.

Mientras tanto:

Reivindicar la sana laicidad es pedir que las propuestas y aportaciones de los católicos sean tenidas en cuenta. Frente al laicismo, que excluye toda presencia de lo católico en la vida pública. Ya sería mucho. Porque algo es más que nada. Pero, cuando se permite que se presenten las propuestas católicas y luego se imponen normas anticristianas y antihumanas como las que legalizan la muerte de niños en el vientre manterno, ¿acaso alguien puede pretender que nos sea lícito a los católicos acatar normas anticristianas y antihumanas? La respuesta establecida por Dios es el non possumus. Ni se obedecen, ni se cumplen. Como decía Canals, no se puede aceptar deportivamente el resultado.

Es una característica de Occidente diferenciadora de la Cristiandad que la sana laicidad, un mal menor frente al laicismo, se presenta como un ideal definitivo, como algo incluso obligatorio de profesar por los católicos. Se presenta así para renunciar a aquella síntesis de la religión y de la vida y a aquella esperanza cierta que proclama con seguridad el Concilio Vaticano II.

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Gobernar es conducir honradamente a la sociedad a su fin, el bien común. No cambiar el fin. A los gobernentes elegidos se les entrega el timón, el gobernalle, para que conduzcan por el trayecto para el que se ha embarcado la gente a su destino , no para que cambien de trayecto y conduzcan a la gente a otro sitio. Gobernar es conducir a los gobernados a su fin, como enseña Santo Tomás:

"Optima gubernatio nihil aliud est quam directio gubernatorum ad finem, qui est aliquod bonum"; literalmente, "la óptima gobernación no es otra cosa que la conducción de los gobernados a su fin, que es algo bueno" (S. Th., 1, 103, 1c y S. Th., 1, 103, 3c) .

La teoría o propaganda constitucional de la democracia liberal y socialista es que la Constitución es el límite para que los políticos no puedan mandar lo que quieran, pero a la vista está que cada vez que han querido imponer algo más allá de esos límites, han cambiado la Constitución, como lo evidencia la colección de Constituciones impuestas y desechadas en España. Llevan dos siglos cambiando la Constitución en España y han demostrado así una y otra vez que la democracia liberal no es democracia, y menos la versión socialista de la democracia liberal. Siempre al margen de la moral.

En los USA, aparentemente la Constitución no ha cambiado, puesto que está hoy vigente allí la Constitución de 1787. Pero, aunque nos olvidemos de los Artículos de Confederación de 1781, la Constitución de 1787 la han ido cambiando a base de añadirle enmiendas constitucionales desde el mismo año 1789 en que entró en vigor y le añadieron las diez primeras enmiendas. En los USA, los que mandan también les han ido imponiendo lo que han querido, sin que la supuesta Constitución se lo haya impedido; también allí si encuentran límites a su poder absoluto los cambian.

Y en Inglaterra no hay constitución escrita, por lo que "ellos", los que mandan, no tienen que molestarse en cambiar los límites a su poder cuando quieren ampliarlo. Los manuales constitucionales británicos decían que el Parlamento inglés puede hacer todo menos cambiar a un hombre en mujer y que podrían decretar la muerte de los niños como Herodes, pero que naturalmente los honorables MP (miembros del parlamento) no lo van a hacer porque ellos son unos gentlemen.

Por desgracia esos caballeros que nos mandan allí y aquí han pretendido cambiar lo que por naturaleza son los sexos y han conseguido que sea legal matar a los niños en el vientre de su madre.

La democracia liberal es democracia absoluta, porque la democracia liberal es tomarse los gobernantes el poder de hacer y mandar lo que ellos quieran con las normas morales que quieran admitir, diciendo que es en nombre del Pueblo o que ellos son el Pueblo ("We the People") y que "ellos, el Pueblo", no tienen nada por encima, ni humano, ni divino. Es atribuirse el poder de cambiar o imponer la moral, la religión, el modelo de vida o la nacionalidad y el país. Absoluta significa desligada. De Dios y del pueblo con minúscula, el pueblo formado por las personas concretas, que, según Rousseau, deben hacer entrega de todos sus derechos al colectivo social. Es un absolutismo mucho mayor que el de la monarquía absoluta. Según Spinoza la democracia es el más absoluto de los sistemas.

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La Hispanidad es la militante, combatiente y expansiva europeidad de la Cristiandad

La Hispanidad es la europeidad de la Cristiandad arraigada constitutivamente en los pueblos de España y de las Indias de Oriente y de Occidente con mucha mayor intensidad y extensión que en las otras naciones por la militancia y combatividad de España en defensa de la Europa de la Cristiandad en la Reconquista, en su resistencia frente al Imperio Islámico turco y frente a la revolución protestante, en su expansión ecuménica por los otros cuatro continentes, y en su prolongación a ultranza en las guerras antiliberales del XIX, desde 1793, y en la Cruzada de 1936. Combatida a muerte por el europeísmo enemigo de la Europa de la Cristiandad y aún más enemigo de la Hispanidad por basarse en el laicismo liberal y socialista, triunfará en el futuro tras la ruina del europeísmo liberal y socialista y de todo laicismo radical y moderado en la Cristiandad mundial futura y, en ella, en la Hispanidad futura.

La Cristiandad es el conjunto de pueblos consecuentes con su cristianización hasta edificar su vida social, económia, cultural y política sobre la base de su fe cristiana, en una confesionalidad consecuente, "síntesis de la religión y de la vida", cuya plenitud, que llegará en todos los pueblos en el futuro, fue esbozada en la Europa de la plena Edad Media (siglos XI-XIII).

Falta evidentemente entre las acepciones de 'hispanidad' insertas en el Diccionario de la Real Academia Española el constitutivo específico de la hispanidad porque algunos, muchos y demasiados individuos de los pueblos de lengua y cultura hispánica son ya contrarios a la hispanidad por ser liberales o socialistas, y por eso suprimieron en España los socialistas la denominación de Día de la Hispanidad, en el decreto de 1987, aunque se dictó en lengua hispánica.

España, que es uno de los conjuntos de reinos que componen la originaria y genuina Europa, la de la Cristiandad, se constituye al irse integrando los pueblos prerromanos hispanos en la civilización clásica grecolatina con la romanización que inicia el origen de Hispania, España, su cristianización, que culmina este origen, y la entrada e integración en esta civilización hispanorromana cristianizada de los invasores bárbaros que se cristianizan y se romanizan también al hispanizarse.

Navarra es España y lo defiende con éxito reiterado frente a los repetidos intentos de Francia de conquistarla y someterla

Los ocho siglos de lucha común para la liberación de los invasores islámicos anticristianos hacen que la unidad de los reinos de España (Hispania) se potencie, aunque tengan distintos reyes.

El origen de España, que se había iniciado en la antigüedad con la romanización y la cristianización, también llega a su inicial plenitud en aquella síntesis de la religión y de la vida que empezó a fraguar en la Edad Media. España es entonces una pluralidad de reinos unidos por la religiosa empresa común de la Reconquista. Llega a su plenitud el origen de España. La plenitud de la Hispanidad vendrá en el futuro.

Con su cruzada de ocho siglos en la Reconquista, España salva del Islam a la Europa de la Cristiandad.

“¡Excelsos destinos los de España en la historia, señores! Dios quiso probarla con el hierro y el fuego de la invasión sarracena; ocho siglos fue el baluarte cuya resistencia salvó la cristiandad de Europa; y Dios premió el esfuerzo gigante dando a nuestro pueblo un alma recia, fortalecida en la lucha, fundida en el troquel de un ideal único, con el temple que da al espíritu el sobrenaturalismo cristiano profesado como ley de la vida y de la historia patria”.
(Apología de la Hispanidad, Cardenal Isidro Gomá).

A pesar del impacto en el Renacimiento del rebrote del antropocentrismo distorsionador de la Cristiandad, la defensa de la Cristiandad católica que asumen los reinos de España durante dos siglos más, con la monarquía hispánica de los Reyes Católicos y los Austrias, los mantiene unidos en su diversidad e intensifica aún más en España su europeidad de la Cristiandad, mientras la extiende por el mundo.

La pertenencia de España a la Europa de la Cristiandad es mucho más intensa que en los otros reinos europeos por la militante combatividad hispana, triplemente potenciada en intensidad en Las Navas, en Mühlberg y en Lepanto. Y exponencialmente aumentada en extensión al expansionarla ecuménicamente por las Indias de Oriente y de Occidente.

La Hispanidad es así lo más intenso y extenso de la Cristiandad.

La batalla de las Navas de Tolosa en 1212, manifestación de que Navarra es España

Esta defensa y extensión de la Europa de la Cristiandad católica la mantuvo España hasta el agotamiento y con el agotamiento a la derrota en el siglo XVII. También se inició así la derrota de la Europa de la Cristiandad por su versión distorsionada y degradada por la desintegración de "aquella síntesis de la religión y de la vida"; desintegración que ha desembocado en el europeísmo laicista que suplanta a la europeidad de la Cristiandad. No sin tener que vencer, por ahora, la resistencia al liberalismo, al laicismo y al socialismo, y extender la infección del europeísmo, que es enemigo de la Europa de la Cristiandad por basarse en el laicismo liberal y socialista.

La Europa del europeísmo es contraria a la Europa de la Cristiandad. El núcleo del europeísmo es el laicismo o en su versión moderada y anestesiante, la sana laicidad presentada como un ideal obligatorio para los católicos y no como un mal menor al que acogerse en sociedades descristianizadas que minorizan a los católicos. El laicismo rechaza hasta la posibilidad de que la Iglesia aporte algo a la vida pública. La sana laicidad es la posibilidad de que la Iglesia aporte propuestas u opciones entre otras. Por eso es enemigo de la Cristiandad el europeísmo tanto en su versión liberal, como socialista, como posmoderna. Y mucho más enemigo de la Hispanidad.

"Occidente" es la suplantación de la Cristiandad por su versión descristianizada y laicizada progresivamente por la implantación en ella del liberalismo.

La Cristiandad es el conjunto de Estados que incipientemente acataban en la moral la autoridad de la Iglesia en virtud de su fe en la divinidad de Jesucristo, lo cual proclama la Iglesia en el Concilio Vaticano II que se producirá plenamente en el futuro de forma universal y consecuente, es decir, de palabra y de obra:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro, obedeciendo a Dios. Esto es la ruina del laicismo y la caducidad de la sana laicidad.

Tras la ruina de la Europa del europeísmo y del poder anticristiano laicista radical y moderado vendrá la Cristiandad mundial futura y la Hispanidad futura.

Miembros de la Hispanidad

Ser partícipe de la hispanidad no es una cuestión de raza o de etnia, o más bien de una combinación étnica determinada, sino, en cualquier combinación étnica que se tenga, ser partícipe de la civilización de la europeidad de la Cristiandad arraigada constitutivamente en los pueblos de España con mucha mayor intensidad y extensión por la militancia y combatividad de España en defensa de la Europa de la Cristiandad en la Reconquista, en la resistencia frente al Imperio Islámico turco y frente a la revolución protestante, mientras la extendía por las Indias de América, Asia, África y Oceanía. La Hispanidad es la extensión por España (Hispania) y las Indias de esta europeidad de la Cristiandad, que en España es mucho más intensa por su militancia y combatividad. Triplemente potenciada en intensidad la pertenencia de España a la Europa de la Cristiandad en Las Navas, en Mühlberg y en Lepanto. Y exponencialmente aumentada al extenderla ecuménicamente por las Indias de Oriente y de Occidente. Combatida a muerte por el europeísmo enemigo de la Europa de la Cristiandad y mucho más enemigo de la Hispanidad por basarse en el laicismo liberal y socialista.

Para los que se creen que ser de la Hispanidad es ser de "pura" ascendencia española vamos a ver qué es "un español puro":

Ser un "español puro" es descender de los

tartesios

vascones

iberos

celtas y celtíberos

fenicios y cartagineses

griegos

romanos

judíos

suevos,

vándalos y alanos

visigodos

árabes

beréberes o moros

negros y eslavos

gascones

franceses

gitanos

etc.

etc.

El que hable de etnias puras es un ignorante puro y duro

Si además de estos ingredientes étnicos se adquiere algún otro en América, Asia o África, sea nahuatl, tolteca, guaraní, tagalo o cualquier otro, sea amerindio, sea afroamericano, sea filipino, ecuatoguineano, etc., se seguirá teniendo una combinación étnica con algún otro ingrediente más entre los que se conocen históricamente, que a su vez son combinaciones de otros anteriores, hasta perderse en la Prehistoria en la que no se conoce a los pueblos por sus nombres.
Si los ingredientes son muchos en los 30 siglos de Historia de España, ¿cuántos más tenemos procedentes de los 30.000 siglos anteriores?
El que hable de etnias puras es un ignorante puro y duro.

Lo hispano se pierde por el cambiazo de la Europa de la Cristiandad por su versión distorsionada y degradadada que ha desembocado en el europeísmo laicista que la suplanta. Los que dan el cambiazo son los ilustrados del XVIII, los liberales del XIX, los socialistas del XX y los posmodernos del XXI cualquiera que sea la combinación étnica que tengan.
Los criollos del XVIII y del XIX, descendientes de españoles o españoles mismos de América,
que constituían y constituyen la alta sociedad y pretenden ser la clase dirigente, reciben y asumen mayoritariamente las ideas de la Ilustración y después del liberalismo, del socialismo y del falsario indigenismo socialista y son los que más han perdido la hispanidad en la medida en que han asumido esas ideas, lo mismo que los españoles de España que han hecho eso mismo.
Han mantenido más la hispanidad los de las clases populares que son en muchos casos indios, mestizos, mulatos, etc.
Y los que hicieron la revolución liberal e independentista fueron criollos que combatieron contra la Hispanidad y además trabajaron para Inglaterra.
Las clases populares han sido llevadas desde arriba en la misma dirección antihispánica desde entonces.
Aunque aún se mantiene y se desarrolla algo en España y en Hispanoamérica la Hispanidad, no es entre los que mandan, que, desde los años 50 del siglo XX, están llevando a España hacia el europeísmo enemigo de la Europa de la Cristiandad y mucho más enemigo de la Hispanidad
por basarse en el laicismo liberal y socialista.

El complejo de inferioridad typical spanish

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¿Europeizar a los españoles?

El contraste más que paradójico sembrado en muchos españoles entre el afán por exhibir conseguir ser europeos y por exhibirlo y la pertenencia de España a Europa desde sus orígenes en la cristianización de los pueblos romanizados, se resuelve en el hecho histórico de que la Europa a la que pertenece España desde su origen es la Europa de la Cristiandad, y no la Europa del europeísmo. El europeísmo se cimenta en el laicismo liberal y socialista.

El europeísmo cimentado en el laicismo liberal y socialista es lo constitutivo de la Unión Europea y se intentó intensificar en su laicismo en la fracasada Constitución del Tratado de 2004, que falsea la historia de Europa al omitir su enraizamiento cristiano, como lo omite el Tratado de 2007 que improvisaron para salir adelante tras aquel fracaso.
Los "padres de la Unión Europea" aún eran confesionales ellos, pero por ser democristianos no hicieron ya confesional su Europa, sino europeísta.
Ahora, tras el Tratado de 2007, como en la fracasada Constitución europea de 2004, quitan hasta la mención del origen histórico de Europa en la civilización grecolatina cristianizada. La UE se cimenta en una falsificación de la historia al omitir las raíces cristianas de Europa. La Europa del europeísmo es contraria a la Europa de la Cristiandad. San Benito, San Cirilo y San Metodio son los patrones de Europa. Esta es la Europa de la Cristiandad destruida y suplantada por el europeísmo.

El afán por europeizarnos cuando ya somos europeos desde los orígenes y desde las raíces de la Cristiandad es porque se trata de imponernos el europeísmo, que es contrario a la Cristiandad y por eso mismo es extraño en España. A este europeísmo sí que somos los últimos en llegar, en la Europa del europeísmo sí que somos unos advenedizos. En esto sí que hay que hacerlo todo por puntillo, por aparentar que somos más europeos europeístas que nadie. Y decirlo todo en el idioma ajeno, a diferencia de ellos que lo dicen todo en su propio idioma.

Al europeísmo contrario a la Europa de la Cristiandad por estar cimentado en el laicismo liberal y socialista,
sí que ha llegado tarde, mal y nunca España, más que nadie en Europa. Porque España, no sólo perteneció desde su origen a la Europa de la Cristiandad como fundadora, sino que con su lucha de ocho siglos contribuyó más que nadie a salvarla de ser islamizada, como lo fueron los países del Norte de África que estaban mucho más civilizados que los de la Europa del Norte, y que, al no poder ser liberados todavía del burka que les ha sepultado, han presentado un lamentable atraso empeorado por el islamismo radicalizado en el que han caído ahora algunos de ellos.

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Se equivoca Messori el 17 de mayo de 2008 sobre el complejo de inferioridad tan typical spanish, que no hispánico

Se equivoca Messori, el complejo de inferioridad tan typical spanish, que no hispánico, no es porque España, como Rusia, esté en la periferia espacial, que no esencial a la Europa de la Cristiandad.

Como Messori sabe muy bien, el origen de Europa se produce por la cristianización de la civilización clásica grecolatina, ya recibida por los pueblos prerromanos, y la entrada de los pueblos bárbaros en esta civilización. Esta es la originaria y genuina Europa, los reinos de la Cristiandad.

Y la civilización de la europeidad de la Cristiandad está arraigada constitutivamente en los pueblos de España (Hispania) desde los orígenes fundacionales de dicha europeidad y con mucha mayor intensidad y extensión por la militancia y combatividad de España en su defensa en la Reconquista y en la resistencia frente al Imperio Islámico turco y frente a la revolución protestante, mientras la extendía por las Indias de América, Asia, África y Oceanía.

El europeísmo, en cambio, es contrario a la Europa de la Cristiandad por estar cimentado en el laicismo liberal y socialista. "Occidente" es la suplantación de la Cristiandad por la implantación en ella del laicismo, liberal y socialista.

En esto sí que acierta Messori. Cuando dice que la ideología de Occidente es el laicismo. Aunque se hace ilusiones con que es el laicismo del siglo XIX y que hoy es anacrónica su radicalización. Por desgracia, como él lamenta constantemente, lo políticamente correcto en el siglo XXI en Occidente es un laicismo mucho más radical que el decimonónico. Las nuevas vueltas de tuerca no han sido sólo las de R. Zapatero. Al destronado Emperador de Austria y rey de Hungría, el beato Carlos de Habsburg, le exigían para recuperar el trono de Hungría que aceptase el matrimonio civil y el divorcio en la legislación. En 2015, lo que exige Occidente es la aceptación por la legislación civil de matrimonios entre personas del mismo sexo, como constata la Declaración final del Sínodo de 2015 sobre la familia:
"El Sínodo considera en cualquier caso del todo inaceptable que las Iglesias locales padezcan presiones en esta materia [la homosexualidad] y que los organismos internacionales condicionen las ayudas financieras a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el "matrimonio" entre personas del mismo sexo".
"Il Sinodo ritiene in ogni caso del tutto inaccettabile che le Chiese locali subiscano delle pressioni in questa materia e che gli organismi internazionali condizionino gli aiuti finanziari ai Paesi poveri all’introduzione di leggi che istituiscano il “matrimonio” fra persone dello stesso sesso".
(Declaración final del Sínodo, 24.10.2015, nº 76).

A este europeísmo sí que somos los últimos en llegar; en la Europa del europeísmo sí que somos unos advenedizos. En esto sí que hay que hacerlo todo por puntillo, por aparentar que somos más europeos europeístas que nadie. Al europeísmo contrario a la Europa de la Cristiandad sí que hemos llegado tarde, mal y nunca; España más que nadie en Europa.

El contraste más que paradójico entre el afán por demostrar que se es europeo y la pertenencia de España a Europa desde sus orígenes en la cristianización de los pueblos romanizados, se resuelve en el hecho histórico de que la Europa a la que pertenece España desde su origen es la Europa de la Cristiandad, y no la Europa del europeísmo.

La Hispanidad es la extensión por España (Hispania) y las Indias de esta europeidad de la Cristiandad, que en España es mucho más intensa por su militancia y combatividad. Triplemente potenciada en intensidad la pertenencia de España a la Europa de la Cristiandad en las Navas, en Mühlberg y en Lepanto, y exponencialmente aumentada al extenderla ecuménicamente por las Indias de Oriente y de Occidente. Y prolongada a ultranza en las guerras antiliberales del XIX y en la Cruzada de 1936. Y la que triunfará en el futuro.

Tras la ruina del europeísmo y de todo laicismo radical y moderado vendrá la Cristiandad futura y la Hispanidad futura.

Vittorio Messori dijo en La Razón y en Religión en Libertad (17.05.2008): "Yo en el zapaterismo veo mucho provincianismo. Aparece un complejo de inferioridad hispánico. España, junto a Rusia, son los extremos de Europa, han sido la periferia geográfica e históricamente. Por ello España siempre ha tratado de ser más europea que los europeos. Así, lo políticamente correcto, que es la ideología de Occidente, aquí se radicaliza porque se quiere ser más europeo que en Europa. Zapatero, pobrecito, ha oído ciertas cosas de la cultura europea, y en ese complejo de inferioridad, quiere ser superior a los maestros. Se inspira en el laicismo francés del XIX y lo radicaliza. Y hoy es un anacronismo. Los inventores del laicismo francés se avergonzarían de lo que está haciendo Zapatero". (Vittorio Messori).

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En el blog de la exposición Occidens se afirma:

Nos inspiró un libro del filósofo francés Philippe Nemo, que es el hilo narrativo de Occidens.

26 mar.

#Occidens #inspirationMW

www.expo-occidens.es

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"En primera aproximación, «Occidente» puede ser definido por el Estado de derecho democrático y liberal, la protección de las libertades individuales, la racionalidad crítica, la ciencia y las tecnologías, la economía de mercado", resultado de un proceso histórico en el cual el quinto y último momento consiste, según Nemo, en "las grandes revoluciones democráticas modernas (Hollanda, Inglaterra, Estados Unidos, Francia...)" (Philippe Nemo, La Forme de l'Occident, 2003. Pg. 7-8).

"Je serai plus bref sur le cinquième «miracle», car il nous est plus familier. Il tient aux grandes réformes démocratiques qui ont fini donner son visage propre au monde occidental moderne. La révolte huguenote en France, la révolution hollandaise, les deux révolutions anglaises, la Révolution américaine, la Révolution française de 1789-1791 (non certes celle de 1793-1794), le Risorgimento italien, des événements similaires mais plus dispersés en Allemagne, ont créé les institutions démocratiques et libérales de nos pays occidentaux modernes: le parlementarisme, la séparation des pouvoirs, une justice indépendante, une administration neutre, les droits de l'homme, la tolérance religieuse, la liberté de la recherche scientifique, la liberté de la presse, la liberté économique. Toutes ces poussées réformatrices ont eu le même axe caché: promouvoir le pluralisme" (ib. 39).

"Ceci s'est traduit par l'épanouissement de la démocratie (c'est-à-dire le pluralisme dans le domaine politique), du libéralisme économique (le pluralisme dans le domaine économique), du libéralisme intellectuel (le pluralisme dans les sciences, les écoles, la presse, la culture en général). Ces innovations ont été durement combattues par des esprits qui ne comprenaient pas le modus operandi des nouvelles institutions et les croyaient porteuses de désordre et d'anomie" (ib. 40).

"Ces progrès conférèrent à l'Occident une supériorité éclatante sur le reste des civilisations de la planète, qui se traduisit d'abord par la colonisation directe et se prolonge aujourd'hui encore sous la forme d'une large prépondérance scientifique, technologique et économique. Voilà toute l'histoire. L'Occident n'est pas une sorte de grand Satan porteur de tous les péchés du monde, qui aurait entrepris d'asservir la planète par cynisme et méchanceté, et qu'il s'agirait maintenant de faire venir à résipiscence. (Comme le présente toute une littérature de Verts et de militants anti-mondialisation qui ont pris le relais du tiersmondisme des années 1970 et 1980)" (ib. 40).

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CM Belagua

@cmbelagua 17 oct.

Philippe Nemo a la @unav y cuantos formamos parte de ella, en nuestro libro de firmas. Muy agradecidos por su visita

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Sólo un Estado confesional católico consecuente acatará lo que proclama el Concilio Vaticano II en su breve decreto de libertad religiosa:
El poder civil debe asumir con eficacia, mediante leyes justas y otros procedimientos adecuados, la tutela de la libertad religiosa de todos los ciudadanos y crear condiciones propicias para fomentar la vida religiosa, para que los ciudadanos puedan realmente ejercer los derechos y cumplir las obligaciones de su religión y la sociedad goce de los bienes de justicia y de paz que dimanan de la fidelidad de los hombres a Dios y a su santa voluntad” (n.6).

Sólo en un Estado confesional católico que actúe en consecuencia pueden ejercer plenamente su derecho a la libertad religiosa los ciudadanos de todas las confesiones religiosas. La tolerancia es una virtud y las virtudes sólo con la gracia, de la que es dispensadora la Iglesia, es posible que arraiguen y se desarrollen socialmente de forma permanente.

Esto no es posible en el liberalismo, y tampoco la democracia, que no es lo mismo que la democracia liberal, sino lo contrario, y menos aún es democracia la versión socialista de la democracia liberal.

La democracia liberal es contraria a la tradición cristiana y a la libertad. El liberalismo ha descristianizado progresivamente a las naciones de occidente. Occidente es la versión desconfesionalizada y progresivamente descristianizada de la Cristiandad. La transición hacia la democracia liberal, hacia la antidemocracia, empieza en el régimen de Franco, que se dejaba proclamar por sus aduladores Centinela de Occidente. La democracia liberal no sólo corta la conexión con las raíces católicas de España y de Europa, sino que excluye hasta la mención de esas raíces cristianas.

El Estado no se define como aconfesional para poder garantizar la libertad de todos los ciudadanos. Y menos en una sociedad católica como España. La libertad de todos los ciudadanos sólo se puede garantizar en un Estado católico. No en un Estado aconfesional, digan lo que digan sus leyes.

Lo que dice el Concilio Vaticano II de la laicidad sólo lo acatará un estado confesional católico. "Con frecuencia se invoca el principio de laicidad, en sí legítimo si se concibe como distinción entre la comunidad política y las religiones" (Gaudium et spes, 36). En lo técnico de cada asunto, los técnicos son los competentes, incluidos los políticos. En lo moral, la autoridad infalible es la de la Iglesia. Las leyes y los políticos deben atenerse a la moral.

El problema es que no se concibe la laicidad "como distinción entre la comunidad política y las religiones" (Gaudium et spes, 36), sino que los eclesiásticos desconfesionalizadores de España en los años 70 conciben la laicidad como separación entre la comunidad política y la autoridad de la iglesia en lo moral, no como distinción, que es lo que enseña el Concilio Vaticano II.

Confesionalidad católica desactivada, inconsecuente e inoperante en la España del XIX y del XX