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La tarjeta de visita de Jesucristo

«Soy rey», la respuesta de Jesús a la pregunta de Pilato «¿Eres tú el rey de los judíos?»

«Soy rey»

«basileus eimi ego»

«basileus eimi ego»

En el Papiro Rylands P52, de las primeras decadas del s. II, que es el fragmento más antiguo de los evangelios hallado, lo que se contiene es el testimonio de la realeza de Cristo Rey: la pregunta de Pilato y la respuesta de Jesús

Es un fragmento de papiro de 8'9x6 cms, apenas el tamaño de una tarjeta de visita. Resulta ser la tarjeta de visita de Jesucristo.

Anverso del Papiro Rylands

Reverso del Papiro Rylands

[…] los judíos: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?»”.
(Jn. 18, 31-33)
[…] «soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a salir hacia los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en él»”.
(Jn. 18, 37-38)
El Papiro Rylands P52, de la Biblioteca John Rylands de Manchester, data de las primeras decadas del s. II y es el fragmento más antiguo de los evangelios. Fue hallado en Egipto en 1920 y publicado su estudio en 1935. Parece ser de la época de Adriano (117 - 138 d.C.), quizá del año 130, aunque algunos llegan a datarlo en la época de Trajano, por lo tanto anterior al 117.

Como la versión final del Evangelio de san Juan apareció muy lejos de Egipto, en Antioquía o tal vez en Éfeso, se precisaron muchos años para que llegase la copia del papiro Rylands P52 a Egipto; 30 años, según F. M. Braun, lo cual es un mínimo. Por lo que el original de esa versión final del evangelio de san Juan, es anterior al final del siglo I, según Feuillet. El cual explica, siguiendo a F. M. Braun, que este Evangelio fue el resultado de poner por escrito la predicación de san Juan apóstol, en la tierra de Israel y después en Antioquía, primero en arameo, hasta que se le dio la mano final en griego, por el evangelista y sus discípulos, en la propia Antioquía, como parece más probable, según afirma san Efrén: "Juan lo escribió en griego en Antioquía, pues permaneció allí hasta los tiempos de Trajano" [que se inician en el año 98]; o en Éfeso, según lo que puede ser una simple deducción de san Irineo, dice Feuillet, no un testimonio.

La versión final en griego pudo aparecer entre el año 80 y el 90, o tal vez alrededor del 100, según Feuillet y Braun. Las redacciones arameas, parciales o totales pueden ser varias décadas anteriores al año 100.

Aunque san Juan vivió hasta muy viejo, no consta que escribiera su evangelio en su extrema ancianidad, y no es más lógico pensar que lo escribiera, en sus versiones arameas parciales o totales previas, cumplidos los ochenta, que antes de los setenta y cinco, a los que llegó hacia el año 85. Cuando antes del final del siglo I apareció la versión final en griego, redactada materialmente por sus discipulos, san Juan aún vivía, y esto nos lleva a los años cercanos a sus noventa. Al inicio de la época de Trajano, en el 98, tenía ya unos ochenta y ocho años. Y hasta ese año 98 vivió en Antioquía y allí publicó la versión final en griego de su evangelio, según el testimonio de san Efrén. El Apocalipsis es del año 68, según las dataciones actuales. El destierro de san Juan en Patmos, que es cuando escribió el Apocalipsis, es más probable que tuviese lugar durante la persecución de Nerón, que tuvo lugar entre el 64 y 68, cuando san Juan tenía 58 años, que en la persecución de Domiciano, que ocurrió entre el 96 y el 98. Parece menos probable que escribiese el Apocalipsis entonces, cuando tenía 88 años. La versión final en griego del Evangelio de san Juan, que es la que se puso en circulación y la que ha quedado en el canon, es posterior al Apocalipsis, según las referencias.

Hoy en día tenemos la redatación de Robinson, que afirma muy fundadamente que el Evangelio de san Juan en griego es anterior al año 70. Por consiguiente las redacciones en arameo de este evangelio de san Juan son anteriores, y más aún la versión original de la predicación en arameo del evangelio por san Juan apóstol en Antioquía; y aún más la predicación en arameo por san Juan apóstol de su evangelio en la tierra de Israel, porque es inmediata a Pentecostés [días después de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, el Verbo hecho carne].

Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es su Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia Católica Jerárquica, como la denominaba san Ignacio de Loyola. Con lo cual, está claro que "no se debe excluir «la obra de Cristo y del Espíritu Santo fuera de los confines visibles de la Iglesia" como enseña el papa san Juan Pablo II en la Redemptoris Missio,18; y como recuerda el mismo Papa por medio de la Declaración Dominus Iesus, 19, redactada por su Congregación para la doctrina de la Fe y ratificada por él. En cuya Declaración se añade que "por lo tanto, se debe también tener en cuenta que el Reino interesa a todos: a las personas, a la sociedad, al mundo entero" (ib.); mientras recuerda la indisolubilidad entre Reino de Dios, Reino de Cristo e Iglesia.

Y la Iglesia del siglo XXI celebra la fiesta solemne de Cristo Rey (leer más)

"La civilización del Amor es el Reino del Corazón de Cristo"

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia, podrá levantarse la civilización del Amor, el Reino del Corazón de Cristo"
(San Juan Pablo II, 5.10.1986. Carta al General de la Compañía de Jesús. Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843)

"La civilización del Corazón de Cristo"

"Sobre las ruinas acumuladas por el odio y la violencia podrá edificarse la civilización del Corazón de Cristo"
(Benedicto XVI, 15.05.2006, Carta sobre el culto al Corazón de Jesús, repitiendo las palabras de san Juan Pablo II de 5.10.1986, Insegnamenti, vol. IX/2, 1986, p. 843).

"La civilización del Amor, punto de llegada de la historia humana"

"La civilización del amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana"
(San Juan Pablo II, 3.11.1991. Homilía en la Parroquia de San Romualdo de Roma. L'Oss. 21.11.91) a

La democracia tradicional frente a la democracia absoluta

Para que haya democracia y libertad, la ética debe regir la conducta política de los votantes y no sólo de los políticos

La actuación política de los católicos

Caducidad de la sana laicidad

Será también cuando todos crean que Jesucristo es Dios y obren en consecuencia, también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad tal como fue anunciado por el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia, que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, Su segunda venida gloriosa con la que, al evidenciar Su existencia, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Bien entendido que es Dios el que les concederá a todos invocarle y servirle:

«Volveré puro el labio de los pueblos, para que invoquen todos el nombre de Yahveh, y le sirvan bajo un mismo yugo».
(So 3,9).

Mientras tanto:

Reivindicar la sana laicidad es pedir que las propuestas y aportaciones de los católicos sean tenidas en cuenta. Frente al laicismo, que excluye toda presencia de lo católico en la vida pública. Ya sería mucho. Porque algo es más que nada. Pero, cuando se permite que se presenten las propuestas católicas y luego se imponen normas anticristianas y antihumanas como las que legalizan la muerte de niños en el vientre manterno, ¿acaso alguien puede pretender que nos sea lícito a los católicos acatar esas normas anticristianas y antihumanas? La respuesta establecida por Dios es el non possumus. Ni se obedecen, ni se cumplen. Como decía Canals, no se puede aceptar deportivamente el resultado.

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La civilización del amor::El primero que introdujo esta expresión "Civilización del amor" fue el papa san Pablo VI en 1970, el que la desarrolló fue el papa san Juan Pablo II....

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