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La profecía del Emmanuel nacido de madre virgen

Los judíos que no aceptaron a Jesús como Mesías en la época de su primera venida y los que siguen sin aceptarlo, cambiaron y cambian el texto de la famosa profecía que recibió el rey Acaz de Isaías de parte de Dios:

"Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel" (Is 7,14)

En vez de una virgen dicen "una joven".

La palabra hebrea es almah, que significa una chica casadera que se presume que es virgen. Pero desde que el mundo oficial judío rechazó e hizo rechazar a Jesús como Mesías, rechazó también el significado de almah como virgen, para así negar el nacimiento virginal de Jesús, el Verbo hecho carne, y este mundillo pasó a traducir almah por una joven. Y así hasta la actualidad. Por ejemplo en la traducción al castellano de la Biblia hebrea, el Tanaj, publicada en 1986 en Tel Aviv, el traductor, Moisés Katznelson pone: "una joven dará a luz un hijo al que llamará Imanuel (Dios es con nosotros)".

Esa traducción no cuadra con la solemnidad del oráculo. Precisamente lo corriente es que las que dan a luz son las jóvenes, no las ancianas. Quizá para mitigar esta trivialidad, el profesor y rabino Abraham Platkin, en el prefacio de esa traducción de la Biblia hebrea, expresa que la traducción apropiada de almá [almah] es doncella y no virgen, como traducen los cristianos. Así lo expresa:

"La intención evangelizadora no se agota en el nombre de Antiguo y Nuevo Testamento. Subyace también en numerosos pasajes de la Biblia, siendo quizás el más conocido el de Isaías, VII-14, donde la palabra hebrea almá ha sido traducida impropiamente por virgen en lugar de doncella. De ahí que los judíos hayan mirado con cierto recelo las traducciones hechas por cristianos, para quienes la Biblia hebrea no es sino un anticipo de la llegada de Jesús el mesías.

El profesor y rabino Abraham Platkin (1930-1996), tan experto en la lingüística y en la Biblia, seguramente sabía muy bien que la Biblia hebrea fue traducida al griego desde el siglo III antes de Cristo hasta el año 60 antes de Cristo también. Y que esta traducción fue hecha por judíos; no había cristianos, nada más que en potencia y en esperanza del Mesías prometido. Esta traducción es conocida como la Septuaginta o Biblia de los LXX, denominación procedente del número aproximado de traductores que se dice que intervinieron. En esta traducción hecha por judíos, la palabra almah [almá] se traduce por partenos que en griego significa virgen, como el profesor y rabino Abraham Platkin sabía muy bien. De modo que tenemos en la Biblia de los LXX, la Septuaginta, el testimonio de que lo que significaba entre los judíos de hace veintitrés siglos la palabra hebrea almah [almá] era propiamente virgen. Y esto sí que es una señal nada trivial: que una virgen conciba y dé a luz un hijo.

Así dice esta traducción, la de los LXX, hecha por judíos:

"Idú he parténos en gastrì hexei kaì téxetai uhión, kaì kalésusin tò ónoma autu Emmanuel" (Is 7,14)
["He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo, y llamará su nombre Emmanuel"
"He aquí la virgen en vientre concebirá y parirá hijo, y llamará su nombre Emmanuel" (traducción ultraliteral de Jünneman)].

Lo de que ella, la madre, le pondrá nombre refuerza la señal de que es una madre virgen.

Bueno, y una doncella se presume que es virgen. La presunción de inocencia, de honorabilidad y de honradez es de obligado cumplimiento.

El padre Bover, en vez de utilizar sus conocimientos para dar pruebas científicas de lo correcto del empleo de la palabra virgen en la traducción, da una prueba que considera con razón que es incomparablemente más valiosa y definitiva, que es la palabra de Dios. San Mateo en su evangelio, después de referir la aparición en sueños de un ángel a san José en la que le revela que el hijo engendrado en María es del Espíritu Santo, declara (Mt 1,22-23):

"Todo esto ha acaecido a fin de que se cumpliese lo que dijo el Señor por el profeta que dice (Is 7,14):

"He aquí que una virgen concebirá y parirá un hijo y llamarán su nombre Emmanuel",

que traducido quiere decir Dios con nosotros.

Y el padre Bover comenta así esta declaración de san Mateo:

"Declara el evangelista que con la generación virginal de María se cumplió la célebre profecía de Isaías. Tal declaración del hagiógrafo divinamente inspirado es una garantía divina sobre el carácter mesiánico del vaticinio. Lo que afirma el hagiógrafo lo afirma Dios".
(Sagrada Biblia de Bover-Cantera, 1ª ed. 1947, nota de Bover en Mt 1,22)

Y tenemos la enseñanza de san Ireneo de Lyon, con su autoridad de doctor de la Iglesia, en Adversus Haereses, Libro III, 3.9.6 y 3.9.9:

"Dios, pues, se ha hecho hombre, el Señor nos ha salvado (Is 63,9) y nos ha dado él mismo el signo de la Virgen. Luego no es verdadera la interpretación de algunos que se atreven a traducir así la Escritura: «He aquí que una joven concebirá en su seno y dará a luz un hijo» (Is 7,14), según han traducido Teodosio de Efeso y Aquila del Ponto, ambos prosélitos judíos; a éstos siguen los ebionitas, quienes afirman que fue engendrado de José, disolviendo la Economía en cuanto está de su parte y frustrando el testimonio que Dios nos ofreció por los profetas.

Esta profecía tuvo lugar antes de la transmigración a Babilonia, es decir, antes de que los medos y persas gobernaran. Y los mismos judíos lo tradujeron al griego mucho tiempo antes de la venida de nuestro Señor, a fin de que los judíos no hagan recaer sobre nosotros alguna sospecha de que así lo hemos traducido para acomodarlo a nuestro modo de pensar.

...

"Veamos cómo los antiguos [los LXX] tradujeron lo que dijo Isaías:

«El Señor habló de nuevo a Acaz: Pide al Señor tu Dios un signo, sea en la profundidad de la tierra o en lo alto del cielo. Y Acaz respondió: No lo pediré ni tentaré al Señor. Y dijo: Escucha, casa de David, ¿no os parece suficiente tentar a los hombres, para que también tentéis a Dios? Por eso, el mismo Señor os dará una señal. He aquí que la Virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo, y le pondréis por nombre Emmanuel. Comerá mantequilla y miel antes de que conozca y elija el mal, y acogerá el bien. Porque antes de que el niño conozca el bien y el mal, no consentirá en el mal, a fin de elegir el bien» (Is 7,10-16).

...

"Sobre las palabras: «Escucha, casa de David» (Is 7,13), se refería al que Dios prometió a David, cuando le anunció que del fruto de su vientre suscitaría un Rey para siempre (Sal 132 [131],11). Este es el que fue engendrado de la Virgen que es de la raza de David (Lc 1,27). Por eso le prometió un Rey que fuese fruto de su vientre, lo que era propio de una Virgen preñada, y no «fruto de sus lomos y riñones» [«de sus lomos y riñones», eufemismo: de su sexualidad viril], lo que es propio de un varón que engendra y de la mujer que concibe por intervención de [ex] varón. La promesa de la Escritura excluye así la acción genital del hombre, ya que no había de nacer de voluntad de varón (Jn 1,13). A la inversa, establece y confirma el fruto del vientre, declarando que su concepción habría de ser de una virgen, como atestiguó Isabel llena del Espíritu Santo diciendo a María:

«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre» (Lc 1,41-42).

"Por estas palabras el Espíritu Santo significaba, para quienes quisieren escucharlo, que la promesa hecha por Dios de suscitar un Rey del fruto del vientre, se había cumplido en el parto de la Virgen, es decir de María. Así pues, quien interpreta lo que dice Isaías como: «He aquí que una joven concebirá en el vientre», y quiere que Jesús sea hijo de José, cambia enteramente la promesa hecha a David, en la cual Dios le prometió que suscitaría el reino de Cristo, del fruto de sus entrañas, o sea su cuerno [el cuerno del poder: símbolo de la fuerza del toro, aplicado al rey] (Sal 132[131],17). Pero no entendieron; por eso tuvieron la osadía de cambiarlo.

"La expresión de Isaías: «Sea en lo profundo, sea en lo alto» (Is 7,11), quiere significar que «el que descendía era el mismo que ascendía» (Ef 4,10). Y en lo que dice: «El Señor mismo os dará un signo» (Is 7,14), representó lo que era inesperado de esta concepción, la cual no habría sucedido si el Señor Dios de todas las cosas, Dios mismo, no hubiese dado un signo a la casa de David. ¿Pues qué hay de grande, o qué signo puede ser el que una joven conciba de [ex] un varón y dé a luz, cosa que sucede a todas las mujeres que paren? Pero como la salvación de los hombres empezaría a hacerse de manera admirable, con el auxilio divino, por eso el parto de la Virgen fue admirable, dando Dios este signo, sin que el hombre interviniese en la obra".

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San Justino el Filósofo, Padre de la Iglesia y mártir (100-165) había ya argüido:

"¿Qué signo de una intervención especial de Dios podría ser la preñez común de una joven que concibiera como todas las demás?".
(Diálogo con Trifón 84: PG 6, 673).

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Y nosotros tenemos la añoranza y el ansia de que nuestros hermanos mayores en la fe antiguamente reconozcan ya, al Mesías y recuperen su puesto principal en el Pueblo de Dios, como está profetizado, prometido y anunciado. Que Dios bendito se lo conceda. Se lo suplicamos encarecidamente por intercesión de la virgen judía madre virgen de Jesús, el Mesías prometido a los judíos, el Verbo hecho carne; y lo encomendamos a san José, hijo de David, esposo virginal de María y padre de Jesús en la tierra.

Está profetizado, prometido y anunciado; y es la esperanza de la Iglesia profesada en el Concilio Vaticano II:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar la esperanza cierta y segura de la futura catolicidad consecuente de todos los pueblos, con los judíos a la cabeza de los creyentes en Jesucristo; la Cristiandad futura; la futura unidad católica mundial, no por exclusión legal de la libertad religiosa, sino cimentada en la aceptación voluntaria del reinado del Sagrado Corazón de Jesús en todos los corazones movidos por Su gracia divina, la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, iniciará con Su Parusía, la segunda venida visible y gloriosa de Jesús, el Verbo hecho carne con la que, al evidenciar Su existencia, por el infinito amor misericordioso que nos tiene, eliminará el poder anticristiano que, cada vez más, impone vivir como si Dios no existiera.

Canals explica que esto es anunciar la unidad religiosa de la humanidad:

"Tratando de la religión judía, y afirmando la futura conversión de Israel, el texto anuncia la futura unidad religiosa de toda la humanidad".
(La teología de la historia del Padre Orlandis, S. I. y el problema del milenarismo, Francisco Canals, CRISTIANDAD, Barcelona. Año LV. Núms. 801-802. Marzo-Abril 1998. Págs. 23-28)

El Apóstol aludido es san Pablo y el profeta allí citado entre muchos otros, Sofonías.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle.

La unidad católica mundial en el Concilio Vaticano II

8. Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia santa, comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible [9], comunicando mediante ella la verdad y la gracia a todos. Mas la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales, no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino [10]. Por eso se la compara, por una notable analogía, al misterio del Verbo encarnado, pues así como la naturaleza asumida sirve al Verbo divino como de instrumento vivo de salvación unido indisolublemente a El, de modo semejante la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo, que la vivifica, para el acrecentamiento de su cuerpo (cf. Ef 4,16) [11].

Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica [12], y que nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cf. Jn 21,17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt 28,18 ss), y la erigió perpetuamente como columna y fundamento de la verdad (cf.1 Tm 3,15). Esta Iglesia, establecida y organizada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él [13] si bien fuera de su estructura se encuentren muchos elementos de santidad y verdad que, como bienes propios de la Iglesia de Cristo, impelen hacia la unidad católica.
(Concilio Vaticano II, Lumen Gentium, 8).

La unidad católica mundial en el Credo del Pueblo de Dios

Nosotros también, reconociendo por una parte que fuera de la estructura de la Iglesia de Cristo se encuentran muchos elementos de santificación y verdad, que como dones propios de la misma Iglesia empujan a la unidad católica. (Credo del Pueblo de Dios proclamado por el papa san Pablo VI en 1968, nº 22)

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Las profecías del reconocimiento por los israelíes del Mesías Jesús, el Verbo hecho carne

El Apóstol aludido en Nostra Aetate, 4 es san Pablo y el profeta allí citado entre muchos otros, Sofonías.

Bien entendido que es Dios el que concede a todos invocarle y servirle:

Así dice el Señor:
«Purificaré los labios de los pueblos para que invoquen todos ellos el nombre del Señor y todos le sirvan a una.
Aquel día, ya no te avergonzarás de las acciones con que me ofendiste, pues te arrancaré tu orgullosa arrogancia, y dejarás de engreírte en mi santa montaña.
Dejaré en ti un resto, un pueblo humilde y pobre que buscará refugio en el nombre del Señor.
El resto de Israel no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca.
Pastarán y se descansarán, y no habrá quien los inquiete» (So 3,9; 11-13).

San Pablo anuncia como profeta la conversión de Israel:

No quiero que ignoréis, hermanos, este misterio, no sea que presumáis de sabios (Pr 3,7): el endurecimiento parcial que sobrevino a Israel durará hasta que entre la totalidad de los gentiles, y así, todo Israel será salvo, como dice la Escritura: «Vendrá de Sión el Libertador; alejará de Jacob las impiedades» (Is 59,20-21). «Y esta será mi Alianza con ellos, cuando haya borrado sus pecados» (Is 27,9).
En cuanto al Evangelio, son enemigos para vuestro bien; pero en cuanto a la elección amados en atención a sus padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables.
En efecto, así como vosotros fuisteis en otro tiempo rebeldes contra Dios, mas al presente habéis conseguido misericordia a causa de su rebeldía, así también, ellos al presente se han rebelado con ocasión de la misericordia otorgada a vosotros, a fin de que también ellos consigan ahora misericordia.
Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia.
(Rom 11,25-32).

"Había en la Iglesia fundada en Antioquía profetas y maestros: Bernabé, Simeón llamado Níger, Lucio el cirenense, Manahén, hermano de leche del tetrarca Herodes, y Saulo".
(Hch 13,1)

Y la Iglesia, en el Catecismo de 1992, reitera su esperanza de la conversión y universalización de Israel

«La Venida del Mesías glorioso, en un momento determinado de la historia se vincula al reconocimiento del Mesías por "todo Israel" (Rm 11, 26; Mt 23, 39) ... San Pedro dice a los judíos de Jerusalén después de Pentecostés: "Arrepentíos, pues, y convertíos para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que del Señor venga el tiempo de la consolación y envíe al Cristo que os había sido destinado, a Jesús, a quien debe retener el cielo hasta el tiempo de la restauración universal, de que Dios habló por boca de sus profetas" (Hch 3, 19-21)» (CEC 674).

La conversión y universalización de Israel fue anunciada personalmente por el propio Jesús, el Verbo hecho carne, ratificando la profecía de la conversión de Israel:

«Y oirán mi voz, y se hará un sólo rebaño y un sólo Pastor» (Jn 10,16).

Abrió su mente para que comprendieran las Escrituras, y les dijo:
«Así está escrito que el Cristo tenía que padecer y resucitar de entre los muertos al tercer día
y predicarse en su nombre la conversión para perdón de los pecados a
todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto».
(Lc 24,45-48 ).

«Está escrito en los profetas: Serán todos enseñados por Dios [Is 54,13; Jer 31:33-34]. Todo el que escucha al Padre y aprende, viene a mí».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
(Jn 6,45;59)

Jesús, el Verbo hecho carne, y todos los profetas precursores suyos estaban anunciados en su misión de salvación de Israel y de todas las naciones, el Israel cristiano universal:

«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel.
Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra».
(Is, 49,6)

Así al anciano Simeón le es dado comprender que ha visto al Mesías Redentor universal cuando ve al Niño Jesús:

«Ahora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel».
(Lc 2,29-32 ).

Fue en Antioquía de Pisidia donde Pablo y Bernabé se dedican a los gentiles al ser rechazado Jesús por los judíos:

El sábado siguiente se congregó casi toda la ciudad [Antioquía de Pisidia] para escuchar la Palabra de Dios.
Los judíos, al ver a la multitud, se llenaron de envidia y contradecían con blasfemias cuanto Pablo decía.
Entonces dijeron con valentía Pablo y Bernabé:
«Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios;
pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles.
Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra» [Is, 49,6].
(Hch 13,44-47).

La reiterada profecía de la conversión y universalización de Israel:

Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh.
(Is 54,13)

Grita de júbilo, estéril que no das a luz, rompe en gritos de júbilo y alegría, pues la vergüenza de tu mocedad olvidarás, y la afrenta de tu viudez no recordarás jamás.
Porque tu esposo es tu Hacedor, Yahveh Sebaot es su nombre; y el que te rescata, el Santo de Israel, Dios de toda la tierra se llama. Por un breve instante te abandoné, pero con gran compasión te recogeré
Todos tus hijos serán discípulos de Yahveh, y será grande la dicha de tus hijos.
(Is 54,1;3;5;13).

Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos. Dirán:
«Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos».
Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh. (Isaías 2,2-3).

Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él los pueblos, acudirán naciones numerosas y dirán:
«Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus senderos».
Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh. (Mi 4,1-2).

"Pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré... todos ellos me conocerán del más chico al más grande" --oráculo de Yahveh.
(Jer 31:33-34)

«Así dice el Señor Yahveh: Yo os recogeré de en medio de los pueblos, os congregaré de los países en los que habéis sido dispersados, y os daré la tierra de Israel.
Vendrán y quitarán de ella todos sus monstruos y abominaciones;
Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios».
(Ez 11,17-20).

«Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahveh - oráculo del Señor Yahveh - cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos.
Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo.
Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré.
Y os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas.
Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vustro Dios».
(Ez 36,23-28).

«Di a la casa de Israel: Así dice el Señor Yahveh: Conque vosotros os contamináis conduciéndoos como vuestros padres, prostituyéndoos detrás de sus monstruos,
presentando vuestras ofrendas, haciendo pasar a vuestros hijos por el fuego; os contamináis con todas vuestras basuras, hasta el día de hoy, ¿y yo voy a dejarme consultar por vosotros, casa de Israel? Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no me dejaré consultar por vosotros.
Y no se realizará jamás lo que se os pasa por la imaginación, cuando decís: "Seremos como las naciones, como las tribus de los otros países, adoradores del leño y de la piedra".
Por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que yo reinaré sobre vosotros, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado.
Os haré salir de entre los pueblos y os reuniré de los países donde fuisteis dispersados, con mano fuerte y tenso brazo, con furor derramado; os conduciré al desierto de los pueblos y allí os juzgaré cara a cara».
(Ez 20,30-35).

La mano de Yahveh fue sobre mí y, por su espíritu, Yahveh me sacó y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos.
Me hizo pasar por entre ellos en todas las direcciones. Los huesos eran muy numerosos por el suelo de la vega, y estaban completamente secos.
Me dijo: «Hijo de hombre, ¿podrán vivir estos huesos?»
Yo dije: «Señor Yahveh, tú lo sabes».
Entonces me dijo:
«Profetiza sobre estos huesos. Les dirás: Huesos secos, escuchad la palabra de Yahveh. Así dice el Señor Yahveh a estos huesos:
»He aquí que yo voy a hacer entrar el espíritu en vosotros, y viviréis.
»Os cubriré de nervios, haré crecer sobre vosotros la carne, os cubriré de piel, os infundiré espíritu y viviréis; y sabréis que yo soy Yahveh».
Yo profeticé como se me había ordenado, y mientras yo profetizaba se produjo un ruido. Hubo un estremecimiento, y los huesos se juntaron unos con otros.
Miré y vi que estaban recubiertos de nervios, la carne salía y la piel se extendía por encima, pero no había espíritu en ellos.
El me dijo:
«Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor Yahveh: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan».
Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos; revivieron y se incorporaron sobre sus pies: era un enorme, inmenso ejército.
Entonces me dijo: «Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo ha acabado para nosotros.
»Por eso, profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahveh:
«He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas, pueblo mío, y os llevaré de nuevo al suelo de Israel.
»Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío.
»Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; os estableceré en vuestro suelo, y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh».
Así dice el Señor Yahveh:
«He aquí que yo recojo a los hijos de Israel de entre las naciones a las que marcharon. Los congregaré de todas partes para conducirlos a su suelo.
»Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío.
»Haré de ellos una sola nación en esta tierra, en los montes de Israel, y un solo rey será el rey de todos ellos; no volverán a formar dos naciones, ni volverán a estar divididos en dos reinos.
»No se contaminarán más con sus basuras, con sus monstruos y con todos sus crímenes. Los salvaré de las infidelidades por las que pecaron, los purificaré, y serán mi pueblo y yo seré su Dios.
»Mi siervo David reinará sobre ellos, y será para todos ellos el único pastor; obedecerán mis normas, observarán mis preceptos y los pondrán en práctica.
»Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, donde habitaron vuestros padres. Allí habitarán ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos, para siempre, y mi siervo David será su príncipe eternamente.
»Concluiré con ellos una alianza de paz, que será para ellos una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré mi santuario en medio de ellos para siempre.
»Mi morada estará junto a ellos, seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
»Y sabrán las naciones que yo soy Yahveh, que santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para siempre.
(Ez 37,1-14;21-28).

«Derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito.
Aquel día será grande la lamentación en Jerusalén».
(Za 12,10-11).

«Al fin será derramado desde arriba sobre nosotros espíritu. Se hará la estepa un vergel, y el vergel será considerado como selva.
Reposará en la estepa la equidad, y la justicia morará en el vergel;
el producto de la justicia será la paz, el fruto de la equidad, una seguridad perpetua.
Y habitará mi pueblo en albergue de paz, en moradas seguras y en posadas tranquilas».
(Isaías 32,15-18).

"Ahora, pues, escucha, Jacob, siervo mío, Israel, a quien yo elegí.
Así dice Yahveh que te creó, te plasmó ya en el seno y te da ayuda:
«No temas, siervo mío, Jacob, Yesurún a quien yo elegí.
»Derramaré agua sobre el sediento suelo, raudales sobre la tierra seca.
»Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, mi bendición sobre cuanto de ti nazca»".
(Isaías 44,1-18).

Posiblemente la expresión bíblica "conversión de los padres a los hijos" significa que nuestros padres en la fe de Abraham, se convertirán a la Iglesia de Cristo, a los cristianos, los judíos espirituales, como decía san Juan XXIII, hijos espirituales de Abraham, según la fe, según el espíritu, no según la carne, como dice san Pablo de parte de Dios.

Esta expresión, "conversión de los padres a los hijos", aparece reiteradas veces aplicada al profeta Elías y a san Juan Bautista, como ya le dijo a Zacarías, su padre, el ángel Gabriel en el mensaje de Dios que le llevó:

El ángel le dijo: «No temas, Zacarías, porque tu petición ha sido escuchada; Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan;
será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento,
porque será grande ante el Señor; no beberá vino ni licor; estará lleno de Espíritu Santo ya desde el seno de su madre,
y a muchos de los hijos de Israel, les convertirá al Señor su Dios,
e irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, = para hacer volver los corazones de los padres a los hijos [Si 48,10], = y a los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto.».
(Lc 1,13-17 ).

Esta expresión, "conversión de los padres a los hijos", aparece ya en Ml 4,5-6; Si 48, 10:

Voy a enviaros al profeta Elías antes de que llegue el Día de Yahvé, grande y terrible. Él reconciliará a los padres con los hijos y a los hijos con los padres, y así no vendré a castigar la tierra con el anatema.
(Ml 4,5-6).

Fuiste [Elías] designado en los reproches futuros, para calmar la ira antes que estallara, = para hacer volver el corazón de los padres a los hijos [Ml 4,6], = y restablecer las tribus de Jacob [Is 49,6].
(Si 48, 10).

Sobre la creencia judía del retorno de Elías para restaurar y convertir a Israel, Jesús, el Verbo hecho carne, aclara que es una creencia correcta en el sentido de que ese retorno lo han realizado los profetas sucesores de Elías, sobre todo Juan el Bautista:

Pues todos los profetas, lo mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron.
Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir.
(Mt 11,13-14).

Cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: .
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»
Sus discípulos le preguntaron:
«¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero
Respondió él:
«Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo.
Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron.
Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos».
Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.
(Mt 17,9-13 ).

Le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?»
Él les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo; mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será despreciado?
Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él cuanto han querido, según estaba escrito de él».
(Mc 9,11-13 ).

Este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?»
El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo».
Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?».
El dijo: «No lo soy».
- «¿Eres tú el profeta?»
Respondió: «No».
Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?»
Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor [Is 40,3], como dijo el profeta Isaías».
(Jn 1,19-23 ).

Jesús, el Verbo hecho carne, explica que es el alimento de la Eucaristía lo que da la perdurable vida divina a cada uno y consiguientemente a todo el mundo:

Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
(Jn 6,51;59)

Os pondré pastores según mi corazón que os den pasto de conocimiento y prudencia.
En aquel tiempo llamarán a Jerusalén «Trono de Yahveh» y se incorporarán a ella todas las naciones en el nombre de Yahveh, en Jerusalén, sin seguir más la dureza de sus perversos corazones.
(Jer 3, 15-17).

Vendrán todas las naciones a postrarse ante ti, y a dar, Señor, gloria a tu nombre. (Sal 86,9).

Oraciones en los Salmos responsoriales de la Vigilia Pascual del 3.04.2021

Hiciste de tu siervo Abrahán el padre de todas las naciones

Te pedimos que los hombres del mundo entero lleguen a ser hijos de Abrahán y miembros del nuevo Israel.

«La Santa Cruz es ensalzada como trofeo pascual de la victoria de Cristo y signo que aparecerá en el cielo anunciando a todos su segunda venida».
(Martirologio Romano, 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz).

«Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria».
(Mt 24,11-12;30).

Mirad, viene acompañado de nubes: todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por Él harán duelo todas las razas de la tierra. Sí. Amén (Apoc 1,7).

Esto dice el Señor Dios:
«Recogeré a los hijos de Israel de entre las naciones adonde han ido, los reuniré de todas partes para llevarlos a su tierra. Los haré una sola nación en mi tierra, en los montes de Israel. Un solo rey reinará sobre todos ellos. Ya no serán dos naciones ni volverán a dividirse en dos reinos.
No volverán a contaminarse con sus ídolos, sus acciones detestables y todas sus transgresiones. Los liberaré de los lugares donde habitaban y en los cuales pecaron. Los purificaré: ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios.
Mi siervo David será su rey, el único pastor de todos ellos. Caminarán según mis preceptos, cumplirán mis prescripciones y las pondrán en práctica. Habitarán en la tierra que yo di a mi siervo Jacob, en la que habitaron sus padres: allí habitaran ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos para siempre, y mi siervo David será su príncipe para siempre.
Haré con ellos una alianza de paz, una alianza eterna. Los estableceré, los multiplicaré y pondré entre ellos mi santuario para siempre; tendré mi morada junto a ellos, yo seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Y reconocerán las naciones que yo soy el Señor que consagra a Israel, cuando esté mi santuario en medio de ellos para siempre».
Ezequiel 37, 21-28

He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que yo pactaré con la casa de Israel (y con la casa de Judá) una nueva alianza; no como la alianza que pacté con sus padres, cuando les tomé de la mano para sacarles de Egipto; que ellos rompieron mi alianza, y yo hice estrago en ellos - oráculo de Yahveh -.

Sino que esta será la alianza que yo pacte con la casa de Israel, después de aquellos días -oráculo de Yahveh-: pondré mi Ley en su interior y sobre sus corazones la escribiré, y yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo.
Ya no tendrán que adoctrinar más el uno a su prójimo y el otro a su hermano, diciendo: «Conoced a Yahveh», pues todos ellos me conocerán del más chico al más grande -oráculo de Yahveh- cuando perdone su culpa, y de su pecado no vuelva a acordarme.
(Jer 31,31-34)

«Di a la casa de Israel:
... »Yo santificaré mi gran nombre profanado entre las naciones, profanado allí por vosotros. Y las naciones sabrán que yo soy Yahveh - oráculo del Señor Yahveh - cuando yo, por medio de vosotros, manifieste mi santidad a la vista de ellos.
»Os tomaré de entre las naciones, os recogeré de todos los países y os llevaré a vuestro suelo.
»Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados; de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificar
»Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne.
»Infundiré mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y observéis y practiquéis mis normas.
Habitaréis la tierra que yo di a vuestros padres. Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios».
(Ez 36,22-28).

Saldrá un vástago del tronco de Jesé... Reposará sobre él el espíritu de Yahveh... con el soplo de sus labios matará al malvado... Nadie hará daño, nadie hará mal... porque la tierra estará llena de conocimiento de Yahveh, como cubren las aguas el mar.
Aquel día la raíz de Jesé que estará enhiesta para estandarte de pueblos, las gentes la buscarán... Aquel día volverá el Señor a mostrar su mano para recobrar el resto de su pueblo... Izará bandera a los gentiles, reunirá a los dispersos de Israel, y a los desperdigados de Judá agrupará de los cuatro puntos cardinales.
(Isaías 11,1-12).

Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes y se alzará por encima de las colinas. Confluirán a él todas las naciones, y acudirán pueblos numerosos.
Dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos y nosotros sigamos sus senderos».
Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh. Juzgará entre las gentes, será árbitro de pueblos numerosos.
Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra.
Casa de Jacob, andando, y vayamos, caminemos a la luz de Yahveh.
Los ojos altivos del hombre serán abajados, se humillará la altanería humana, y será exaltado Yahveh solo en aquel día.
Pues será aquel día de Yahveh Sebaot para toda depresión, que sea enaltecida, y para todo lo levantado, que será rebajado:
contra todos los cedros del Líbano altos y elevados, contra todas las encinas del Basán,
contra todos los montes altos, contra todos los cerros elevados,
contra toda torre prominente, contra todo muro inaccesible,
contra todas las naves de Tarsis, contra todos los barcos cargados de tesoros.
Se humillará la altivez del hombre, y se abajará la altanería humana; será exaltado Yahveh solo, en aquel día,
y los ídolos completamente abatidos.
(Isaías 2,2-5; 11-18).

Sucederá en días futuros que el monte de la Casa de Yahveh será asentado en la cima de los montes, y se alzará por encima de las colinas. Y afluirán a él los pueblos,
acudirán naciones numerosas y dirán: «Venid, subamos al monte de Yahveh, a la Casa del Dios de Jacob, para que él nos enseñe sus caminos, y nosotros sigamos sus senderos».
Pues de Sión saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Yahveh.
El juzgará entre pueblos numerosos, y corregirá a naciones poderosas; forjarán ellas sus espadas en azadones, y sus lanzas en podaderas. No blandirá más la espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.
Se sentará cada cual bajo su parra, y bajo su higuera, sin que nadie le inquiete, ¡la boca de Yahveh Sebaot ha hablado!
Pues todos los pueblos caminan cada uno en el nombre de sus dioses, pero nosotros caminamos en el nombre de Yahveh nuestro Dios, para siempre jamás.
Aquel día - oráculo de Yahveh - yo recogeré a la oveja coja, reuniré a la perseguida, y a la que yo había maltratado.
De las cojas haré un Resto, de las alejadas una nación fuerte. Entonces reinará Yahveh sobre ellos en el monte Sión, desde ahora y por siempre.
(Miqueas 4,1-7).

«Para vosotros en primer lugar ha resucitado Dios a su Siervo y le ha enviado para bendeciros, apartándoos a cada uno de vuestras iniquidades».
(Hch 3,26).

Apartad de vosotros todos vuestros delitos - dice el Señor -, renovad vuestro corazón y vuestro espíritu
Ez 18, 31

En los últimos días vendrán hombres llenos de sarcasmo, guiados por sus propias pasiones, que dirán en son de burla: «¿Dónde queda la promesa de su Venida? Pues desde que murieron los Padres, todo sigue como al principio de la creación»... No se retrasa el Señor en el cumplimiento de la promesa, como algunos lo suponen, sino que usa de paciencia con vosotros, no queriendo que algunos perezcan, sino que todos lleguen a la conversión.
(II P 3,3-4;9)

¿Por qué te quejas de tu quebranto? Irremediable es tu sufrimiento; por tu gran culpa, por ser enormes tus pecados te he hecho esto.
No obstante todos los que te devoran serán devorados, y todos tus opresores, todos ellos, irán al cautiverio; serán tus despojadores despojados, y a todos tus saqueadores los entregaré al saqueo.
Sí; haré que tengas alivio, de tus llagas te curaré - oráculo de Yahveh -. Porque «La Repudiada» te llamaron. «Sión de la que nadie se preocupa».
Así dice Yahveh: He aquí que yo hago volver a los cautivos de las tiendas de Jacob y de sus mansiones me apiadaré; será reedificada la ciudad sobre su montículo de ruinas y el alcázar tal como era será restablecido.
Y saldrá de entre ellos loor y voz de gente alegre; los multiplicaré y no serán pocos, los honraré y no serán menguados, sino que serán sus hijos como antes, su comunidad ante mí estará en pie, y yo visitaré a todos sus opresores.
Será su soberano uno de ellos, su jefe de entre ellos saldrá, y le haré acercarse y él llegará hasta mí, porque ¿quién es el que se jugaría la vida por llegarse hasta mí? - oráculo de Yahveh -.
Y vosotros seréis mi pueblo, y yo seré vuestro Dios.
(Jer 30,15-22)

Habrá un día en que griten los centinelas en la montaña de Efraím: «¡Levantaos y subamos a Sión, adonde Yahveh, el Dios nuestro!»
Pues así dice Yahveh: Dad hurras por Jacob con alegría, y gritos por la capital de las naciones; hacedlo oír, alabad y decid: «¡Ha salvado Yahveh a su pueblo, al Resto de Israel!»
Mirad que yo los traigo del país del norte, y los recojo de los confines de la tierra. Entre ellos, el ciego y el cojo, la preñada y la parida a una. Gran asamblea vuelve acá.
Con lloro vienen y con súplicas los devuelvo, los llevo a arroyos de agua por camino llano, en que no tropiecen. Porque yo soy para Israel un padre, y Efraím es mi primogénito.
Oíd la palabra de Yahveh, naciones, y anunciad por las islas a lo lejos, y decid: «El que dispersó a Israel le reunirá y le guardará cual un pastor su hato.»
Porque ha rescatado Yahveh a Jacob, y le ha redimido de la mano de otro más fuerte.
(Jer 31,6-11)

¿Es un hijo tan caro para mí Efraím, o niño tan mimado, que tras haberme dado tanto que hablar, tenga que recordarlo todavía? Pues, en efecto, se han conmovido mis entrañas por él; ternura hacia él no ha de faltarme - oráculo de Yahveh -.
(Jer 31,20)

Tú no temas, siervo mío Jacob - oráculo de Yahveh - ni desmayes, Israel, pues mira que yo acudo a salvarte desde lejos y tu linaje del país de su cautiverio; volverá Jacob, se sosegará y estará tranquilo, y no habrá quien le inquiete, pues contigo estoy yo - oráculo de Yahveh - para salvarte: pues acabaré con todas las naciones entre las cuales te dispersé. pero contigo no acabaré; aunque sí te corregiré como conviene, ya que impune no te dejaré.
(Jer 30,10-11)

He aquí que días vienen - oráculo de Yahveh - en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombres y ganados.
Entonces, del mismo modo que anduve presto contra ellos para extirpar, destruir, arruinar, perder y dañar, así andaré respecto a ellos para reconstruir y replantar - oráculo de Yahveh -.
(Jer 31,27-28)

«Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; Os llevaré de nuevo al suelo de Israel. os estableceré en vuestro suelo y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh». (Ez 37,12-14).,

«Aquel día ... derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito». (Za 12, 9-10).

Y será Yahveh rey sobre toda la tierra: ¡el día aquel será único Yahveh y único su nombre!
(Za 14,9).

Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión, pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahveh.
Muchas naciones se unirán a Yahveh aquel día: serán para mí un pueblo, y yo moraré en medio de ti. Sabrás así que Yahveh Sebaot me ha enviado a ti.
Poseerá Yahveh a Judá, porción suya en la Tierra Santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén.
(Za 2,14-16).

Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria; cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria, volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará. Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado alabará a Yahveh: que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra, para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte. Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén, cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh. (Sal 102,16-23).

«Sois una carta de Cristo, redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu de Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones». (2 Cor 3,3)

«Nuestra capacidad viene de Dios, el cual nos capacitó para ser ministros de una nueva Alianza, no de la letra, sino del Espíritu. Pues la letra mata mas el Espíritu da vida». (2 Cor 3,5-6).

Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz y les dijo: «... Es lo que dijo el profeta [Jl 3,1-2]:
Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y yo sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu».
(Hch 2,16-18)

«Derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.
Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días». (Jl 3,1-2).

[A la casa de Israel], «Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica , y así sean mi pueblo y yo sea su Dios».
(Ez 11,19-20).

«Sabréis que yo soy Yahveh cuando abra vuestras tumbas y os haga salir de vuestras tumbas, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en vosotros y viviréis; Os llevaré de nuevo al suelo de Israel. os estableceré en vuestro suelo y sabréis que yo, Yahveh, lo digo y lo haga, oráculo de Yahveh». (Ez 37,12-14).,

«Aquel día ... derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de oración; y mirarán hacia mí. En cuanto a aquél a quien traspasaron, harán lamentación por él como lamentación por hijo único, y le llorarán amargamente como se llora amargamente a un primogénito». (Za 12, 9-10).

Y será Yahveh rey sobre toda la tierra: ¡el día aquel será único Yahveh y único su nombre!
(Za 14,9).

Grita de gozo y regocíjate, hija de Sión, pues he aquí que yo vengo a morar dentro de ti, oráculo de Yahveh.
Muchas naciones se unirán a Yahveh aquel día: serán para mí un pueblo, y yo moraré en medio de ti. Sabrás así que Yahveh Sebaot me ha enviado a ti.
Poseerá Yahveh a Judá, porción suya en la Tierra Santa, y elegirá de nuevo a Jerusalén.
(Za 2,14-16).

Y temerán las naciones el nombre de Yahveh, y todos los reyes de la tierra tu gloria; cuando Yahveh reconstruya a Sión, y aparezca en su gloria, volverá su rostro a la oración del despojado, su oración no despreciará. Se escribirá esto para la edad futura, y en pueblo renovado alabará a Yahveh: que se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra, para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte. Para pregonar en Sión el nombre de Yahveh, y su alabanza en Jerusalén, cuando a una se congreguen los pueblos, y los reinos para servir a Yahveh. (Sal 102,16-23).

Convertiré su tristeza en gozo,
los alegraré y aliviaré sus penas (Jer 31)

«José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados».
(Mt 1,20-21).

Jesús, el Verbo hecho carne, con su segunda venida, eliminará el régimen anticristiano e iniciará una extraordinaria efusión de gracia, causando así la plenitud de su reinado en todas las almas y en todas las naciones, como está reiteradamente prometido y profetizado

"Os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré ... Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir" (Jn 16,7;13).

"El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho" (Jn 14,26).

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La Resurrección de Jesús, el Verbo hecho carne, es el principio de la plenitud consumada del Reino de Dios en nuestra alma, en las de todos los demás y en todas las naciones
Si se subraya que Jesús resucitó, se está testimoniando que primero murió. No se puede obviar la muerte de Jesús, el Verbo hecho carne. Hay que agradecérselo en todo momento, pidiéndole su reino.
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El malentendido sobre el cielo en la tierra tras la Parusía
No es lo mismo el cielo que el reino de Dios en la tierra tras la Parusía.
Difieren tanto, como la Iglesia militante que vive en la tierra, difiere de la Iglesia triunfante que vive en el cielo.

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