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Consecuencias de la Guerra de España de 1936
la guerra civil que propugnaba Largo,
la "revolución" y la "catástrofe" que prefería Azaña antes que aceptar el gobierno de las derechas cuando éstas ganaron las elecciones de 1933.

Los navarros mártires de la persecución religiosa durante la Guerra de España de 1936 y sus precedentes, proclamados como tales por la Iglesia

Los mártires de la persecución religiosa durante la Guerra de España de 1936 y sus precedentes, proclamados como tales por la Iglesia

El asesinato de García Lorca

Se publica en 2015 un informe policial de 1965 sobre el asesinato de García Lorca en 1936 que revela que sobre las prácticas de homosexualismo que se le atribuían "lo cierto es que no hay antecedentes de ningún caso concreto"

La prensa británica destaca el fraude de la foto del miliciano de Robert Capa

Pérdidas demográficas por la guerra

Muertos en acción de guerra: 160.000 (15.000 civiles).

Muertos en la revolución y en su represión, 131.000: 58.000 en la zona nacional y 73.000 en la zona republicana (entre ellos muchos izquierdistas asesinados por otros izquierdistas, especialmente trostkistas y anarquistas asesinados por los comunistas de obediencia soviética).

También es una consecuencia de la guerra que los del Frente Popular o del bando llamado republicano en general, al perder la guerra, perdieron la posibilidad de seguir matando derechistas y sacerdotes, religiosos y seglares católicos.

En la zona nacional, la mayoría de estos muertos no fueron asesinados, sino juzgados y condenados por sus crímenes, lo cual no es lo mismo, aun si las normas aplicadas fueron  muy duras y las garantías escasas, pero muy superiores a las de los "tribunales populares" del bando del Frente Popular o del bando llamado republicano en general. En esta represión cayeron muchos que no habían cometido asesinatos, pero otros eran asesinos juzgados y condenados. 

Instrucciones del general Emilio Mola. Base 5.ª:

“Se tendrá en cuenta que la acción ha de ser en extremo violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado. Desde luego, serán encarcelados todos los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos no afectos al Movimiento, aplicándoles castigos ejemplares a dichos individuos para estrangular los movimientos de rebeldía o huelgas. En este trance de la guerra yo ya he decidido la guerra sin cuartel. A los militares que no se hayan sumado a nuestro Movimiento, echarlos y quitarles la paga. A los que han hecho armas contra nosotros, contra el ejército, fusilarlos. Yo veo a mi padre en las filas contrarias y lo fusilo. Cualquiera que sea abierta o secretamente defensor del Frente Popular, debe ser fusilado".
(Mola: Instrucción reservada n.º 1, 25 de abril de 1936. En Julio Aróstegui: La guerra civil, 1936-1939. La ruptura democrática. Madrid, Historia 16, 1996).

La represión de la posguerra desembocó en 27.966 ejecuciones de condenados a muerte. A otros 80.000 se les conmutó la pena de muerte por la prisión. Los encarcelados fueron más de 200.000 que fueron siendo indultados. En 1943, fueron indultados los que habían sido condenados a menos de 20 años de prisión.

Entre los 73.000 muertos en la zona republicana, destacan los muertos en la persecución religiosa, es decir, asesinados por el solo hecho de ser católicos y no por ser considerados partidarios del enemigo o sospechosos de serlo: son unos 20.000 seglares y 6.832 clérigos y religiosos (4.184 sacerdotes del clero secular, incluidos 12 obispos y un administrador apostólico de una diócesis; 2.365 religiosos y 283 religiosas). La Iglesia los va proclamando mártires y elevando a los altares. El primer mártir fue precisamente un seglar: el hijo del sacristán de la parroquia de San Ramón en el puente de Vallecas, asesinado a sangre fría en el interior del templo el sábado 18 de julio de 1936.

A 6.500 de los 6.832 clérigos y religiosos los mataron en menos de un año. Andreu Nin, jefe del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), dijo el 8 de agosto de 1936: "Había muchos problemas en España. El problema de la Iglesia nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias, los cultos".
Este Andreu Nin, de ideología marxista, políticamente trostkista, fue asesinado por sus rivales marxistas prosoviéticos, los cuales, tras aplicarle la tortura seca, que fracasó con Nin, lo desollaron, es decir, le arrancaron la piel, y le dieron muerte, haciendo desaparecer el cadáver, porque presentaba huellas de la tortura. Parece ser que en las fosas encontradas en 2008 en Alcalá, podría estar su cadáver, pero se ha echado tierra al asunto porque se ve que aún es políticamente incorrecto que se comprueben históricamente los hechos.

Carta colectiva de los obispos españoles a los obispos de todo el mundo con motivo de la guerra en España (1937)

..Asesinatos y destrozos en Montserrat durante la Guerra de España de 1936

El libro “Martirologio matritense del siglo XX”, BAC 2019, recopila las semblanzas de los 427 sacerdotes y seminaristas asesinados por odio a la fe en Madrid en los días de la Guerra de España de 1936

La checa que se adelantó a la Guerra Civil. El Convento de Santa Cristina, en la calle Antillón de Madrid, se convirtió, dos meses y medio antes del golpe del 18 de julio de 1936, en la primera 'cárcel del pueblo' de la que se tiene noticia, según ha documentado el escritor e investigador Sergio Campos Cacho. Fue el 28 de abril de 1936. Y salió anunciado en la prensa: "el comité del círculo socialista del Puente de Segovia de Madrid se incautó del convento de la calle Antillón, número 4, con el fin de crear unas escuelas". (El Mundo, 12.05.2023).

Preston dice en 2011 que «hay pruebas de peso que dejan claro que estuvo totalmente involucrado» Carrillo en las matanzas de Paracuellos

Las 8.352 victímas de la violencia revolucionaria y de las Patrullas de Control de 1936 en Cataluña

La muerte y los muertos de Companys

El TC no anula en 2012 la condena a muerte en 1940 del poeta Miguel Hernández

El borrador del censo de víctimas y desaparecidos de la Guerra Civil elaborado bajo el Gobierno balear de la socialista Francina Armengol no incluye a Juan Huguet y Cardona, sacerdote de la localidad menorquina de Ferreries, asesinado en julio de 1936 por el brigada Pedro Marqués.
En cambio sí incluye a su asesino, que en noviembre de 1939, fue juzgado y fusilado.

Es una de las grandes lagunas de este particular y sesgado censo de víctimas de la Guerra Civil y del franquismo, en fase aún de borrador, y que elaboraba un grupo de expertos designados por la dirección general de Memoria Democrática, en manos del conseller de Unidas Podemos Juan Pedro Yllanes.

Huguet fue asesinado cuando apenas contaba con 24 años, tan solo un mes después de ser asignado a la parroquia de Ferreries, donde fue detenido el 23 de julio de 1936. Fue una de las primeras víctimas de la Guerra Civil en Menorca y murió al negarse a escupir sobre un rosario como le exigió el brigada Marqués, que le disparó por ello dos veces a la cara, causándole la muerte.

El olvido de la figura de Huguet clama al cielo aún más, si tenemos en cuenta que fue beatificado en 2013 y que su figura tiene notable relevancia en Menorca.

Fuente: www.enraizados.org

Que el Gobierno balear de la socialista Francina Armengol reconozca como víctima al asesinado Juan Huguet y Cardona, sacerdote, y no a su asesino, el brigada Pedro Marqués.

Octubre de 2021

Memorándum del 9 de enero de 1937 de Manuel de Irujo sobre la persecución religiosa

Crímenes contra la humanidad durante la Guerra Civil española según el Estatuto de Roma de 1998 de la Corte Penal Internacional

Sobremortalidad por hambre y enfermedades causadas por la guerra (1936 - 1941): 128.000 muertos.

El exilio: 160.000 exiliados (inicialmente se exilian 450.000, pero 290.000 de ellos regresan enseguida.

Las pérdidas demográficas se acrecientan por el déficit de natalidad, los que dejan de nacer, que es el efecto demográfico principal de toda guerra. En este caso acrecentado con el efecto de la revolución. Los que dejan de nacer, el déficit demográfico entre 1936 y 1939 es de 359. 000.

En la 2ª Gª Mundial murieron 7 u 8 mil españoles.

Por las acciones del maquis (1944-1948), murieron 3.600 personas: 2.302 del maquis y 339 miembros de las fuerzas armadas; más 953 civiles asesinados por los del maquis, entre ellos varios izquierdistas no obedientes al comunismo.

Según estos cálculos las pérdidas demográficas a causa de la Guerra de 1936 serían 967.000 habitantes
(291.000 muertos de la guerra
+ 128.000 de sobremortalidad + 27.966 ejecuciones de condenados a muerte tras la guerra + 160.000 exiliados + 7 u 8 mil exiliados españoles muertos en la 2ª Gª Mundial + 3.600 muertos del maquis + 359.000 nacimientos menos).

Pero según otro cálculo esas pérdidas demográficas serían 830.000 habitantes,
porque frente a los 2.370.000 habitantes de aumento de población en la década de 1920 a 1930, más 650.000 emigrantes netos a ultramar,
en la década siguiente de 1930-1940 el incremento de población es de 2.127.000 habitantes, más 63.000 emigrantes netos a ultramar.

Y todavía según otro cálculo, entre 1930 y 1935 se registra un aumento de 1.302.000 habitantes, más 63.000 emigrantes netos a ultramar;
mientras que entre 1935 y 1940 la población española se incrementa en 824.000 habitantes; la diferencia es de 541.000 habitantes, porque el menor número de nacimientos durante la guerra es compensado en parte con la recuperación de la natalidad en 1940.

AÑO NACIDOS Déficit de natalidad MUERTOS Sobremortalidad
1932 670.700   388.900  
1933 667.900   394.800  
1934 637.900   388.800  
1935 632.500   384.600  
1936 613.700   413.600 25.000
1937 565.800 58.000 472.100 84.000
1938 506.100 107.000 484.900 96.000
1939 419.800 194.000 470.100 82.000
1940 627.800   424.900 36.000
1941 507.800 100.000 484.400 96.000
1942 527.700 80.000 384.700  
1943 603.400   349.000  
1944 598.700   345.700  
1945 618.000   327.000  
1946 585.381   353.371  
1947 588.732   330.341  
1948 642.041   305.310  
1949 601.759   321.541  
1950 565.378   305.934  

Los reclusos: sus variaciones numéricas son un indicador de la variación de la dureza de la dictadura de Franco

Población reclusa en España desde 1933 al final de cada año
1933 1939 1940 1943 1945 1950 1955 1960 1983 1988 1992 2004 2007 2008 2009 2010 2011 2012 2013 2014 2015 2016 2017

2018

2019
12.574 270.719 233.373 74.095 43.812 30.610 19.695 15.202 13.999 24.667 35.918 59.375 67.100 73.558 76.079 73.929 70.472 68.597 66.765 65.017 61.614 59.589 58.814

58.883

58.517
Fuente INE http://www.ine.es/jaxi/tabla.do?path=/t38/bme2/t18/a052/l0/&file=0500001.px&type=pcaxis&L=0

En junio de 2020, la población reclusa en España es de 55.973 personas

Fuente: http://www.institucionpenitenciaria.es/web/portal/documentos/estadisticas.html?r=s&asem=2020&msem=6&dsem=3&ts=GENE

El dato del final de 2016 en:http://www.interior.gob.es/web/archivos-y-documentacion/la-poblacion-reclusa-en-espana

El dato del final de 2017 en: http://www.abc.es/espana/abci-tres-cada-diez-presos-espana-extranjeros-201802260257_noticia.html

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El gasto mensual por preso de las instituciones penitenciarias españolas fue de 1.970 euros en 2015.
Cataluña, que tiene transferidas las competencias penitenciarias, dobló la media nacional de gasto por interno. Pero la tasa de mortalidad en las cárceles catalanas superó en 2015 en más del doble a la del conjunto de las españolas con 59,3 fallecidos por cada 10.000 reclusos, solo por detrás de Armenia, Moldavia y Serbia.
Fuente:
https://politica.elpais.com/politica/2018/03/19/actualidad/1521471828_119407.html

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La participación de Navarra en la Guerra de España de 1936

El 75 % de la población de Navarra apoya el Alzamiento. En las elecciones de febrero del mismo año 1936, el Bloque de Derechas había obtenido en Navarra más del 50% de los votos, porcentaje similar al de 1933 (véase gráfica), frente al 21% de los que obtiene el Frente Popular en 1936 (gráfica 5). El Alzamiento lo apoyan incluso una parte de los votantes del PNV, al igual que en Álava y a diferencia de los dirigentes del PNV de Guipúzcoa y Vizcaya.
Navarra aporta a los nacionales 10.761 voluntarios requetés carlistas el 19.07.1936, superando su compromiso con el general Mola que había requerido 7.000 requetés para poder iniciar el golpe. La participación de Navarra es decisiva para la consolidación del alzamiento de los nacionales e incluso para su victoria final.
Navarra aporta a los nacionales 40.000 combatientes en total hasta el final de la guerra. Requetés carlistas, 62 %; 28 %, falangistas. Esta aportación de Navarra a los nacionales es esencial para su victoria. En especial por la intensa combatividad con la que se emplearon, como lo indica el elevado porcentaje de sus bajas. Los combatientes navarros tienen 4.543 muertos en combate. Navarra tenía 345.000 habitantes.

Algunos de los nacionales, en vez de ir al frente, se dedicaron a cometer asesinatos y otros crímenes contra los partidarios reales o supuestos de sus enemigos:
En Navarra, las víctimas de la represión inscritas fueron 998; las reivindicadas por Altafaylla, 1.597 inicialmente y 2.789 en la 3ª edición de su escrito.
Además hubo, 35 muertos por el maquis, 7 miembros de las fuerzas armadas y 7 asesinados por los del maquis.

Aumentar las cifras implica proclamar que se consideran pocos los muertos. E indica que eso no es nada para el que aumenta las cifras. Cuando en realidad cada persona es insustituible.

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En realidad los responsables de los crímenes de la Guerra de 1936 y de los actuales son los que destruyeron y destruyen la cimentación de la ley en la moral y de la moral en los medios para llevarla a cabo, que es lo que aporta la Iglesia. Son los que ceden al liberalismo. (Leer más)

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¿Quiénes fueron los ejecutados en Navarra?
Carta en Diario de Navarra 14/04/2018 Víctor Manuel Arbeloa

Buenos días estos para recordar a las víctimas, a todas las víctimas. Que, en cuanto tales, todas merecen, al menos, respeto y reflexión.

Muchos no saben o no recuerdan que en los años 1977, 1978 y 1979 se hicieron las primeras recuperaciones de restos de los represaliados durante la guerra civil y se celebraron los funerales-homenajes, organizados por los familiares de aquellos y por un grupo de párrocos, que hablaron en términos firmes y solemnes sobre justicia, perdón y reconciliación. Pasados unos años, el alcalde de una villa media de la Ribera, que había recuperado los restos de varios ugetistas, al enterarse de un acto que se preparaba en su pueblo con una “escenografía extraña”, me preguntó si había habido en su pueblo algún “partido vasco”. Le contesté que el único que se había presentado allí a las elecciones de febrero de 1936 había tenido 0 votos. Después, todos hemos visto muchas más escenografías “extrañas”, que a muchos les han creado una cierta confusión.

En la zona llamada republicana, en la que estaban varias provincias contiguas a Navarra, sabemos bien quiénes fueron ejecutados extrajudicialmente: militares, falangistas, tradicionalistas, monárquicos alfonsinos, militantes de la CEDA, republicanos de Lerroux o de Alcalá Zamora, sacerdotes, religiosos, gente de Acción Católica, propietarios, sindicalistas católicos, profesionales liberales…

En Navarra, ¿quiénes fueron los represaliados? Casi nunca se dice su pertenencia política o sindical, cuando la tuvieron. No soy experto en este punto. He preguntado cifras exactas a varios historiadores amigos y tampoco lo saben. Nos queda la noticia dada en 1989 por el historiador Emilio Majuelo, que estudió las muchas violencias de todo tipo, (muertes, heridas, amenazas, estragos…), de unos y otros, durante la II República. Y este es el resumen que hace él de los ejecutados extrajudicialmente durante la guerra civil: 37'4% de izquierdas sin concretar; 36'1% de UGT; 8'9% de CNT-FAI; 7'2% de Izquierda Republicana; 4'1% del PSOE; 3'1% de Juventudes Socialistas; 1'7% del PCE, y 0'8% del PNV. Sabemos también que fueron ejecutados algunos carlistas.

Víctor Manuel Arbeloa

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Las pérdidas económicas y la tarea de la reconstrucción

Pérdida de las reservas de oro y plata del Banco de España. El 25 de octubre de 1936 salió por Cartagena el oro y no regresó. El traslado las reservas de oro y plata del Banco de España a Rusia (510 toneladas de oro; otras 50 estaban ya en Francia. Y 3.000 toneladas de plata). Según otras fuentes, se trasladaron a Rusia 460 toneladas de oro equivalentes a unos unos diez mil millones de euros de 2024
Se decidió en secreto, mediante un decreto reservado del ministro de Hacienda, Juan Negrín, miembro del PSOE y obediente a la Unión Soviética, firmado por Azaña, presidente de la República. España era la cuarta potencia mundial en reservas de oro, como resultado del superávit comercial de la época de la Primera Guerra Mundial. Se precisaron siete trenes de mercancías para trasladar estas reservas en 10.000 cajas a Cartagena, donde se embarcaron en cuatro barcos de la Unión Soviética para ser trasladados a Odesa.

Devastación de la agricultura y la ganadería en la zona republicana-

Hiperinflación en la zona republicana.

Desvalorización de la peseta.

Deudas de guerra.

Pérdida de la vivienda de 4 millones de personas sobre 25 millones de habitantes (24 %).

Ruina de la infraestructura.

Conatos de ruralización. Las ciudades reanudarían su crecimiento después.

Aumento otra vez de la población activa en el sector primario, que se sitúa por encima del 51% de la población activa en 1940; en 1950, el 49%.

La reconstrucción no se completó hasta 1950.
Los niveles de 1929 sólo se sobrepasan:
en 1950, el índice de producción industrial y
en 1951, la renta per cápita de 1929.
La culminación de la industrialización, el despegue hacia el desarrollo, empieza entonces y cristaliza al final del segundo tercio del XX.

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La reconciliación de la posguerra

"Bajo el franquismo, vencedores y vencidos se mezclaron y se casaron entre sí, se reconciliaron; y las pasiones y odios de la guerra desaparecieron. Eso, más la prosperidad económica que legó la dictadura, permitió una transición a la democracia con pocos problemas. Ahora, a algunos demagogos les gusta sentirse herederos de aquel nefasto Frente Popular, y Zapatero se ha proclamado “rojo”. Son estupideces, pero estupideces muy peligrosas", protagonizadas por "antifranquistas… de después de Franco", Pío Moa, 6.04.2007
"El Valle de los Caídos es un símbolo de reconciliación y probablemente el monumento más logrado del siglo XX en Europa", Pío Moa, Libertad Digital, 3 de agosto de 2009.

"La inmensa mayoría de los que habían sido anarquistas, socialistas, republicanos, separatistas, incluso la mayoría de los ex comunistas, habían olvidado sus agitaciones anteriores y se centraban en trabajar para ir superando las duras condiciones de la época. Y eso por dos razones. Porque  habían recibido una paliza de mucho cuidado en la guerra. Y porque habían sufrido el hambre, los expolios, las luchas, represiones y asesinatos entre las propias izquierdas, habían visto cómo los jefes escapaban llevándose enorme tesoros expoliados, y dejaban a sus sicarios y chekistas que  se apañaran como pudieran... ¿Cómo iban a intentar volver a las andadas? Todos los intentos de movilizarlos o de recomponer el Frente Popular fracasaron de modo inmediato. De hecho, solo en el mismo año 1939 habían vuelto a España más de dos tercios de los exiliados del primer momento, y este es un dato muy demostrativo.  Y en los años siguientes siguieron viniendo más".
(Pío Moa:
http://gaceta.es/pio-moa/ortega-gasset-cela-julian-marias-16032017-1913 ).

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Consecuencias políticas de la Guerra de España de 1936

Los izquierdistas le proporcionaron una victoria completa y aplastante a Franco y propiciaron su dictadura de casi 40 años. Fueron los izquierdistas los que eliminaron e imposibilitaron la democracia y la República y la hicieron desembocar o más bien descarrilar en la guerra civil y en la dictadura.

Largo Caballero ya en noviembre de 1933 en la localidad pacense de Don Benito propugnaba el como sea y la bandera roja contra la república:
«Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee, no una bandera tricolor de una Republica burguesa, sino la bandera roja de la Revolución socialista» (El Socialista, 9 de noviembre de 1933).

La dictadura de Franco lo que suprimió fue el poder sanguinario y antidemocrático de los izquierdistas. Y fue lo que encarriló otra vez la situación, férreamente al principio. Pero la dictadura de Franco fue la que dio paso a la democracia liberal reiniciada por los franquistas en la transición, que empezó en la segunda mitad de la dictadura de Franco y se impuso tras su muerte.

Las izquierdas, adueñadas de la II República, la hicieron fracasar en poco tiempo, como hicieron fracasar la I República, sustituyendo la democracia por el sectarismo al excluir a la derecha aunque ésta ganase las elecciones, imponiendo la persecución y la violencia, prefiriendo como decía Azaña cualquier catástrofe antes que ver la República gobernada por las derechas y buscando la guerra civil como decía insistentemente Largo Caballero (véanse sus discursos de febrero de 1936 y anteriores) y provocando con el asesinato de Calvo Sotelo la insurrección de las derechas para aplastarlas.

Pero las guerras se pueden perder y eso es lo que les pasó a los izquierdistas que luego se lamentaban y aún se lamentan de la violencia que habían preferido a ver la República en manos de los monárquicos, según proclamaron. Azaña decía al final de la guerra que si hubiera llegado a saber que la República iba a desembocar en tal catástrofe, habría renunciado a ver jamás la República implantada en España. Pero en julio de 1934 lo que decía era: “Antes que ver la República convertida en sayones del fascismo o del monarquismo preferimos cualquier catástrofe”. Y poco antes decía: "Por encima de la Constitución está la República y, aún más alta, se alza la Revolución".

Fue el propio Manuel Azaña el que vaticinó sin querer la muerte de la II República a causa de la imposición de sus normas anticatólicas. Fue en las Cortes el 13.10.1931, en aquel discurso en el que proclamó aquello de que "España ha dejado de ser católica":

"Tenemos que detenernos en la campaña de reforma de la organización religiosa española allí donde nuestra intervención quirúrgica fuese dañosa o peligrosa. Pensad, señores diputados, vamos a realizar una operación quirúrgica sobre un enfermo que no está anestesiado y que en los debates propios de su dolor puede complicar la operación y hacerla mortal, no sé para quien, pero mortal para alguien".

Alfonso XIII, que manifiestó en 1931 que dejaba el trono porque no quería que se derramase sangre por su causa, dejó así a España a merced de esas izquierdas que trajeron la guerra civil y la sangre de las matanzas en las dos zonas; no sólo en su zona denominada republicana, sino en las dos. También de la que en la otra derramaron algunos de los otros.

La checa que se adelantó a la Guerra Civil. El Convento de Santa Cristina, en la calle Antillón de Madrid, se convirtió, dos meses y medio antes del golpe del 18 de julio de 1936, en la primera 'cárcel del pueblo' de la que se tiene noticia, según ha documentado el escritor e investigador Sergio Campos Cacho. Fue el 28 de abril de 1936. Y salió anunciado en la prensa: "el comité del círculo socialista del Puente de Segovia de Madrid se incautó del convento de la calle Antillón, número 4, con el fin de crear unas escuelas". (El Mundo, 12.05.2023).

Ley de 9 de febrero de 1939 de Responsabilidad Política

«Artículo 1.º Se declara la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas como físicas, que, desde primero de octubre de mil novecientos treinta y cuatro y antes de dieciocho de julio de mil novecientos treinta y seis, contribuyeron a crear o a agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España, y de aquellas otras que, a partir de la segunda de dichas fechas, se hayan opuesto o se opongan al Movimiento Nacional con actos concretos o con pasividad grave.

Art. 2.º Como consecuencia de la anterior declaración [...] quedan fuera de la Ley todos los partidos y agrupaciones políticas y sociales que, desde la convocatoria de las elecciones celebradas en dieciséis de febrero de mil novecientos treinta y seis, han integrado el llamado Frente Popular [...].

Art. 3.º Los partidos, agrupaciones y organizaciones declaradas fuera de la Ley, sufrirán la pérdida absoluta de sus derechos de toda clase y la pérdida total de sus bienes. Estos pasarán íntegramente a ser propiedad del Estado [...]».

Ley de 9 de febrero de 1939 (BOE, 13 de febrero de 1939).

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En noviembre de 1937, José María de Palacio y Abárzuza, conde de las Almenas [+1940] nombró heredero de su finca de Canto del Pico, en Torrelodones (Madrid), de unos 820.000 m2, a Franco, «aunque no tengo el gusto de conocerle, por su grandiosa reconquista de España». En la finca se hallaba un enorme palacete, la Casa del Viento, que el general usó como lugar de descanso. Allí, en sus jornadas de cacería con otros notables del Régimen, el dictador tomará algunas de sus decisiones de gobierno. [M. Sánchez Soler: Los Franco, S.A., 2003, p. 35.]

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En julio de 2016, el Pleno del Tribunal Constitucional declara inconstitucional el decreto de 2005 que modificó la ley de 1986 que regula la restitución de los bienes incautados a los sindicatos en la Guerra Civil y durante el régimen de Franco, pero no suprime los procesos de devolución ya resueltos mediante sentencias o resoluciones administrativas firmes.
En su decisión, el Pleno estima por unanimidad un recurso de inconstitucionalidad presentado por el PP, alegando que al ser una reforma de una ley que no cumplía el requisito de extraordinaria y urgente previsto en el artículo 86.1 de la Constitución, su modificación no debió aprobarse por decreto, sino por el trámite parlamentario.
La Ley de 1986 estableció que todos los bienes y derechos que fueron incautados por el régimen de Franco serían reintegrados a los sindicatos que acreditaran ser los legítimos sucesores de los que en su día existieron. En caso de que dichos bienes no existieran o estuvieran en manos desconocidas, la norma dice que el Estado compensará su valor a los sindicatos, informa Efe.
El Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero benefició con este decreto de 2005 a su sindicato UGT por la dificultad de acreditar la titularidad de los bienes.

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Otra consecuencia política de la Guerra de España de 1936

El carlismo pierde durante la época de Franco, pese a estar en el bando de los vencedores, el predominio que había tenido en Navarra y la gran importacia que había tenido en el conjunto de España durante un siglo, pese a su derrota en las tres guerras carlistas. Son factores de este cambio:

  • Por una parte el objetivo de Franco de anular al carlismo como fuerza diferente del franquismo. El Decreto de Unificación de 1937 fue ya la primera y decisiva medida en este sentido.
  • Por otra parte, algunos eclesiásticos colaboran con los políticos en la operación de eliminar el carlismo. Estos eclesiásticos se dedican a obligar al clero carlista a pasar a la democracia cristiana, prácticamente, porque les planteaban que debían dejar el carlismo para ser de Acción Católica, lo cual contribuía a la visualización en la práctica de esta entidad como si fuese un partido. Junto con el hecho de que Franco obtenía los ingredientes democristianos de sus gobiernos nombrando ministros a dirigentes de la Acción Católica.
  • Otro gran factor decisivo es la política de los príncipes y otros dirigentes que están al frente del carlismo. Tras la muerte sin descendencia en 1936, tras el inicio de la guerra, del rey carlista Alfonso Carlos de Borbón, el príncipe Javier de Borbón Parma, nombrado regente por aquél, aunque había firmado la movilización de sublevación de los requetés carlistas junto a los nacionales en 1936, no era de ideas tradicionales, sino en realidad vaticanistas, es decir, seguidor de la política democristiana de los eclesiásticos dominantes en el Vaticano, que no es lo mismo que la Iglesia, ni muchísimo menos. Su heredero, el príncipe Carlos Hugo de Borbón fue influenciado por los afines a los tecnócratas que hablaban bien de la situación imperante en Yugoslavia bajo la dictadura comunista totalitaria y ponderaban la cogestión que pregonaba el comunismo yugoslavo. Al final los líderes vaticanistas de la Comunión Tradicionalista, darán paso a configurarla como el Partido Carlista, que decía propugnar el "socialismo autogestionario". Algunos de los dirigentes carlistas como el escéptico Rodezno se habían pasado a don Juan. (Éste ya estaba descartado desde 1945 por Franco de sucederle como rey, por lo que el paso dado por Rodezno era meterse en una vía muerta doblemente, como las otras mencionadas). Todas estas distorsiones ocasionan pérdida de espíritu, desmoralización y disidencias y reducción y debilitamiento de los efectivos.

Y no habrá ya una gran fuerza carlista, pero sí progresismo, izquierdismo y terrorismo entre los que ya no eran carlistas y sus sucesores.

Mientras tanto, los carlistas de ideas tradicionales se aglutinaron en formaciones como la Regencia de Estella durante la época de Franco y en la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) posteriormente.


Las otras consecuencias
Las que se detallan en los temas siguientes: el régimen de Franco, dictadura rígida y dura al comienzo, permisiva después. Los izquierdistas le regalaron a Franco la oportunidad del poder dictatorial, de su ensanchamiento y de su perpetuación.
Los colaboradores de Franco, desde cargos nombrados por Franco, realizaron "la transición", la cual lleva a la segunda transición, que tratan de hacer los izquierdistas y nacionalistas antiespañoles:
la primera mirando hacia 1931, la segunda mirando hacia 1936.

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Consecuencias culturales: Véase La cultura de la Edad de Plata del primer tercio del siglo XX

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Consecuencias religiosas

Las iglesias, cerradas en la zona del Frente Popular durante la guerra, volvieron a quedar abiertas hasta nuestros días. Muchas tuvieron que ser reconstruidas.
Durante la guerra (1936-1939), 20.000 iglesias fueron destruídas en la zona republicana del Frente Popular.

De forma inmediata, con la guerra se produce una revitalización religiosa promovida desde la sociedad por iniciativas personales, no por el Estado.

La liberación de Barcelona el 26 de enero de 1939

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La conversión de Manuel Azaña

La muerte cristiana de Manuel Azaña

Dolores Ibárruri murió católica tras confesarse y comulgar según la biografía del padre Llanos publicada por Lamet en 2013

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La reanudación del proceso de descristianización vendría después, al configurarse el régimen de Franco como entroncado, no con la Cristiandad sino con "Occidente", con la "civilización occidental" basada en el liberalismo. "Occidente" es la suplantación de la Cristiandad descristianizada progresivamente por la implantación en ella del liberalismo.

Franco se dejaba llamar por sus aduladores "Centinela de Occidente". Hizo en 1962 que su gobierno firmara la solicitud de entrada en la hoy llamada UE; entonces, las Comunidades Europeas; en las que la doctrina Birckelbach exigía para ser miembro tener un sistema liberal con partidos políticos. Es la conexión con el europeísmo que marca el inicio de la transición. El europeísmo ha sido el vehículo de la transición. La Europa del europeísmo es contraria a la Europa de la Cristiandad. El núcleo del europeísmo es el liberalismo enemigo de la Cristiandad, porque propugna la separación, no la autonomía de la vida política en lo técnico respecto a la autoridad de la Iglesia, a la que debe estar vinculada como autoridad infalible en la moral. y la moral o ética es obligatoria para todos, incluidos los políticos. La Cristiandad es el conjunto de Estados que acataban en la moral la autoridad de la Iglesia en virtud de su fe en la divinidad de Jesucristo, lo cual proclama la Iglesia en el Concilio Vaticano II que se producirá plenamente en el futuro de forma universal:

"La Iglesia, juntamente con los profetas y con el mismo Apóstol, espera el día, que sólo Dios conoce, en que todos los pueblos invocarán al Señor con voz unánime y le servirán hombro con hombro" (Nostra aetate, 4).

Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro. La unidad católica del mundo aplicada y vivida.

Intentar desmarcarse de la dictadura de Franco los eclesiásticos en los años 70, rechazando su vinculación a la Cruzada, era lo mismo que hacían los gobiernos de Franco. Pero declararse enemigos de la guerra era oponerse a lo que apartó la hegemonía del terror sobre la población, abrirle de nuevo el camino.

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Franco no es el salvador de la religión católica ni de España, sino el que se hizo con el poder en la guerra de 1936, lo retuvo e hizo involucionar a España desde el Alzamiento nacional y la Cruzada de los nacionales al Movimiento de los franquistas y luego a su lugar en Occidente y en la Europa del europeísmo, todo ello bajo su dictadura (La transición hacia la actual democracia en España).

La dictadura de Franco se limitó al anticomunismo y desvirtuó la Cruzada, sustituyéndola por un poder personal que se acercó a Occidente, que es la suplantación de la Cristiandad por su versión descristianizada por el liberalismo.
Pero la dictadura de Franco, reducida al anticomunismo, impedía en gran parte que sufriese el terror marxista la población española, en especial los asalariados. Y sin el terror podían trabajar y así hicieron el desarrollo. Y sin el terror el marxismo no pudo hacer nada, porque sin el terror no es nada el marxismo.

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Stanley G. Payne se equivoca en el prólogo de la segunda edición de Requetés (2011), los carlistas no aceptaron el régimen de Franco, ni siquiera como mal menor. Los carlistas rechazaban el Movimiento y consideraban una usurpación la sustitución de la expresión el Alzamiento por la expresión el Movimiento. Que en 1869 los carlistas hubiesen empleado la expresión Glorioso Movimiento Nacional, no demuestra para nada que fuese de origen carlista denominar el Movimiento a la sublevación de 1936, puesto que en cambio hay evidencias constantes de que los carlistas siguieron empleando la expresión Alzamiento precisamente para rechazar la expresión Movimiento, porque rechazaban al Movimiento Nacional como la organización con la que Franco se adueñó del Alzamiento y del poder, usurpando la victoria.

Acierta en cambio Hugh Thomas en el epílogo de esa segunda edición de Requetés (2011), cuando expresa que la victoria resultó "ser usurpadora de los ideales de los que lucharon bajo las banderas de España y de la Cruz de San Andrés, tocados con la boina roja", la usurpación de los ideales por los que lucharon los carlistas, de los que dice que él debe reconsiderar lo que había dicho de ellos en su propio libro famoso sobre la Guerra de España de 1936, "reconsiderar la visión que yo tenía de las personas que, desde esa opción política tan idealista, habían participado en la guerra de España" -dice Hugh Thomas-; que añade que leer ahora este libro de testimonios, Requetés, le ha "transmitido otra imagen de aquellos requetés" y que le "ha hecho valorar y apreciar de otra manera ese contingente de fuerzas voluntarias del bando nacional que tan importante fue por lo que representaba".

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El terror en la zona republicana del Frente Popular

"Desde los primeros días de lucha, un indecible terror reinaba en Madrid, pasear a todo sospechoso o todo enemigo personal se convirtió en el apasionado deporte de los milicianos de retaguardia". La revolución española vista por una republicana, escrito entre octubre y noviembre de 1936 por Clara Campoamor

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Prieto responsabilizado por Massip

Carlos Sáenz de Tejada, sacerdotes y religiosos sufren el martirio por confesar a Cristo,
como en los tiempos de Diocleciano
CarlosSáenzdeTejadaSacerdotes y religiosos sufren el martirio por confesar a Cristo como en los tiempos de Diocleciano

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Matanzas en el Madrid republicano. Paseos, checas, Paracuellos...
Por Agapito Maestre. LIBERTAD DIGITAL. Jueves, 15.06.2006

Reseña del libro de Félix Schlayer: Matanzas en el Madrid republicano. Paseos, checas, Paracuellos... Áltera, 2006; 254 páginas.
Traducción de la obra de 1938 «Diplomat im roten Madrid», (Un diplomático en el Madrid rojo), Por Félix Schlayer, cónsul de Noruega en España.

Este libro es el testimonio de un hombre neutral. La prueba de la existencia de este tipo de hombres es la existencia de este libro. Es un relato duro, no es fácil leerlo de un tirón. Hay que descansar de la lectura, y una vez repuesto volver a enfrentarse a la narración de las barbaridades que aquí aparecen. Es más que un libro. Es un retrato en color sepia del infierno republicano.

Ninguna historia nueva aparece aquí, pero se cuentan de tal modo que parecen nuevas. No tienen pretensiones literarias; sin embargo, la sinceridad, la ecuanimidad y la falta de partidismo del relator las convierte en un documento de primera mano para hacerse cargo del horror republicano.  

Por supuesto, hoy, en 2006, casi nada de lo contado por Schlayer, en 1938, es novedoso. La historia crítica más rigurosa nos ha narrado sucesos que, sin duda alguna, por primera vez nos contó Schlayer, incluso muchos de esos trabajos están inspirados en este libro, que ha tardado más de 65 años en verterse, magníficamente, al castellano. Sin embargo, la perspectiva desde la que se cuenta el horror sigue siendo novedosa para todos nosotros.  

La ubicación del relator es todo. Gracias a su posición, a su destino de cónsul de Noruega en Madrid, Félix Schlayer consiguió, primero, salvar cientos de vidas humanas del terror implantado por los republicanos en el Madrid del 36 y el 37; pero, sobre todo, consiguió contarnos en un libro sólo y exclusivamente lo que vio. Ahí reside su aportación. Escribir en solitario lo visto. Fue su venganza del terror rojo.  

La biografía del autor de esta obra no puede prescindir de dos rasgos: salvó a cientos de hombres de una muerte segura y escribió un libro para que nadie repitiese esas salvajadas. Acumula, pues, méritos suficientes para que nos acerquemos a esta obra con respeto. Se debe leer de principio a fin con el mismo sagrado respeto que tiene el autor por sus lectores: "Lejos de mí cualquier intención propagandística. Sólo espero que cada cual sepa extraer de mi escritos sus propias conclusiones".  

Una de las fosas de Paracuellos del Jarama.Quizá, por seguir hablando de otros méritos del autor, fuera el primero que contó los horrores de esa época de primera mano, sin intermediarios ideológicos o narrativos; tan es así que, cuando los leemos, parece que estamos descubriendo esos sucesos, aunque ya los conociéramos. Contó, pues, al mundo por primera vez las persecuciones, los asesinatos masivos, las torturas de las checas en el Madrid de la revolución del 36.

Quizá fuera también el primero que descubrió la matanza, organizada racionalmente, de presos preventivos del día 8 de noviembre de 1936, en Torrejón de Ardoz y, seguidamente, en Paracuellos del Jarama. La mayor matanza de la Guerra Civil.  

Por todo eso, resulta extraño, por no hablar de la indolencia de nuestras agencias de socialización intelectual, que este libro haya tardado tanto en publicarse en castellano. Reparemos, sí, en la fecha en que apareció por primera vez: 1938, en la lengua materna del autor, el alemán, y preguntémonos por los motivos de este retraso. Las respuestas a esos interrogantes formarán parte de la historia moral o, mejor dicho, inmoral de los intelectuales españoles…  

En cualquier caso, esta obra sigue siendo una buena causa para enterrar definitivamente los fantasmas de aquella guerra atroz. Un motivo para saber que no hay verdadero recuerdo sin previo olvido. Es la gran lección de este libro. Los horrores, las miserias y las barbaridades descritas son para olvidar, para volver a empezar; o sea, para recordar de verdad. No hay, insisto, genuino recuerdo sin olvido, pero es necesario saber lo que sucedió, asumirlo y enjuiciarlo moralmente, no para revisarlo contra nadie sino para reconciliarnos con todos. Quien oculta el recuerdo crítico del pasado corre el riesgo de quedar fijado en el resentimiento.  

Aunque a veces es difícil de seguir, su lectura es terapéutica. Su crudeza obliga a detenernos, insisto, a olvidarnos de lo narrado, a empezar de cero, a largarse de este país, a salir de su historia… Pero es nuestra historia. O la asumimos o fenecemos. Su asunción nunca será sencilla, pero nos da la vida. Por ahí va este libro. Es una inyección para resucitarnos. Quien lea algunos pasajes de este libro y no sienta vergüenza de esos sucesos, de esa guerra, de las atrocidades hispánicas, quizá no entienda jamás que es un ser humano.  

En fin, en el septuagésimo aniversario del inicio de la Guerra Civil, Matanzas en el Madrid republicano tiene que ser un buen punto de apoyo, uno más, para sellar, otra vez, una verdadera reconciliación entre los españoles, que nunca podrá hacerse sobre la base del olvido, de la falsificación histórica o de la abyección moral que se intenta hacer recaer sobre uno de los dos bandos contendientes.    

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"Iba a empezar enseguida una reunión con representantes de los partidos del Frente Popular, en el curso de la cual se iba a nombrar la nueva «Junta de Defensa» de Madrid. Inmediatamente después de su nombramiento nos presentaría al nuevo delegado de Orden Público [...]

Pasado algún tiempo apareció el ayudante con un hombre joven que tendría de 25 a 30 años de edad, un «camarada» robusto con un rostro de expresión más bien brutal, y nos lo presentó como nuevo delegado de Orden Público. Pertenecía a las Juventudes Comunistas, a la más encarnizada e insensible de todas las organizaciones proletarias. Extremó su cortesía con los diplomáticos, con quienes establecía contacto por primera vez en su vida y nos citó para celebrar una entrevista en su nuevo despacho a las siete de la tarde [...].

Dicha autoridad se llamaba Santiago Carrillo. Tuvimos con él una conversación muy larga, en la que recibimos toda clase de promesas de buena voluntad y de intenciones humanitarias respecto a la protección de los presos y al cese de la actividad asesina. Pero la impresión final que sacamos de la entrevista fue de una total inseguridad y falta de sinceridad. Le dije lo que acababa de oír en la Moncloa y le pedí explicaciones. Carrillo pretendía no saber nada de todo aquello, lo cual me parece totalmente inverosímil, como lo demuestra el hecho de que durante la noche y el día siguiente prosiguieron, pese a sus falsas promesas, los transportes de presos sacados de las cárceles. 

Prosiguieron sin que Miaja ni Carrillo intervinieran para nada; y sobre todo, sin que pudieran seguir alegando desconocer unos hechos de los que les acabábamos de informar. [...]

"Tal como pude sonsacarle al miliciano, aquello había transcurrido de la siguiente manera: los autobuses que llegaban se estacionaban arriba en la pradera. Cada 10 hombres atados entre sí, de dos en dos, eran desnudados -es decir, les robaban sus pertenencias- y enseguida les hacían bajar a la fosa, donde caían tan pronto como recibían los disparos, después de lo cual tenían que bajar los otros 10 siguientes, mientras los milicianos echaban tierra a los anteriores. No cabe duda alguna de que, con este bestial procedimiento asesino, quedaron sepultados gran número de heridos graves, que aún no estaban muertos, por más que en muchos casos les dieran el tiro de gracia".

"Luego me dirigí al único que estaba de guardia -un miliciano-, y dando por sabido lo ocurrido, le pregunté sin rodeos dónde habían enterrado a los hombres que fusilaron el domingo. El hombre empezó a hacerme una descripción algo complicada del camino. Le dije que sería mucho más sencillo que nos acompañara y nos enseñara el lugar; me hizo caso, se colgó el fusil y nos condujo hasta ahí. A unos 150 metros del castillo se metió en una zanja profunda y seca que iba del castillo al río, y que llaman «Caz»; era una antigua acequia. Ahí empezaba, en el fondo de dicha zanja, un montón de unos dos metros de alto de tierra recientemente removida. Lo señaló y dijo. «Aquí empieza». Reinaba un fuerte olor a putrefacción; por encima del suelo se veían desigualdades, como si emergieran miembros; en un lugar asomaban botas. No se había echado sobre los cadáveres más que una fina capa de tierra. Seguimos la zanja en dirección al río. La remoción reciente de tierra y la correspondiente elevación del nivel del fondo de la cacera tenía una longitud de unos 300 metros. ¡Se trataba, pues, de la tumba de 500 a 600 hombres!".

Biografía.

Félix Schlayer: Retlingen (Alemania) 1873, Madrid (?). Ingeniero, establecido en España desde 1895 y domiciliado en Torrelodones (Madrid), ocupa en 1936, a los 63 años de edad, el puesto de Cónsul de Noruega, país con el que había establecido, como empresario de maquinaria agrícola, intensas relaciones comerciales. Al encontrarse fuera de España el embajador de Noruega, el 18 de julio de 1936 se pone al frente de la legación de dicho país, cargo desde el cual salvó la vida de los más de mil refugiados acogidos en dicha embajada. En noviembre de 1936, descubrió y dio testimonio de la matanza, en Paracuellos de Jarama, de más de cuatro mil presos preventivos extraídos de las cárceles de Madrid. Habiendo regresado a España al finalizar la guerra, siguió viviendo en nuestro país, donde falleció en fecha desconocida, hallándose enterrado en el cementerio civil de Madrid.

El primero que contó al mundo el horror de las persecuciones, de los asesinatos masivos, de las torturas de las checas en el Madrid de la revolución.

El primero que descubrió la matanza de Paracuellos de Jarama: unos cinco mil presos de diversas cárceles de Madrid asesinados a sangre fría en la mayor matanza colectiva de toda la guerra civil. El primero también que probó la implicación directa de Santiago Carrillo en la masacre.

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Persecución religiosa y guerra civil. La Iglesia en Madrid, 1936-1939. Gloria de la Iglesia en España

Por José Francisco Serrano Oceja. LIBERTAD DIGITAL. Jueves, 15.06.2006

Reseña del libro de José Francisco Guijarro: Persecución religiosa y guerra civil. La Iglesia en Madrid, 1936-1939. La Esfera de los Libros, 2006; 695 páginas.

Más de veinte años estuvo la tesis doctoral del hoy arzobispo emérito de Badajoz, monseñor Antonio Montero, sobre la historia de la persecución religiosa en España entre 1936 y 1939, sin poder reeditarse, después de que se hubieran agotado sus primeras ediciones. Paradójicamente, la editorial responsable era propiedad de la Conferencia Episcopal.

Corrían tiempos en los que la política vaticana, y no poca de la española, estaba en un tiempo muerto ante los procesos de beatificación iniciados con motivo de una de las mayores persecuciones, documentada y bien documentada, que ha sufrido la Iglesia en la época contemporánea. El autor de estas páginas nos recuerda lo que el cardenal Isidoro Gomá escribió, el 30 de marzo de 1937, al entonces secretario de Estado del Vaticano: "Cuando se tenga una relación completa de lo ocurrido, el mundo quedará atónito".  

Eran tiempos de transición y de reconciliación, y parecía que mentar el holocausto hispano suponía poner en la mesa los muertos de una de las siempre inevitables partes. Llegó Juan Pablo II y mudaron las tornas. Venía de un país lejano, que sabe de sangre de mártires y que ha experimentado a lo largo de los siglos y de las épocas las más diversas formas de persecución material o intelectual.  

Ahora, no hace muchos meses, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española ha aprobado un Plan Pastoral en el que se incluye, como uno de sus objetivos, la celebración de una gran beatificación de los mártires de la Guerra Civil. Hay quien considera que esta celebración debe hacerse en Roma, por el contexto político, social y cultural en que nos encontramos. Lo que no debiéramos olvidar es lo que los obispos españoles escribieron en su instrucción pastoral Constructores de la paz:

"No sería bueno que la guerra civil se convirtiera en un asunto del que no se puede hablar con libertad y objetividad. Los españoles necesitamos saber con serenidad lo que verdaderamente ocurrió en aquellos años de amargo recuerdo. Los estudiosos de la historia y de la sociedad tienen que ayudarnos a conocer la verdad entera acerca de los precedentes, las causas, los contenidos y las consecuencias de aquel enfrentamiento. Este conocimiento de la realidad es condición indispensable para que podamos superarla de verdad".  

El sacerdote José Francisco Guijarro, que durante varios años se ha responsabilizado en la archidiócesis de Madrid de los procesos de beatificación de los mártires de la persecución religiosa en España, ha hecho un magnífico trabajo de síntesis del estado de la cuestión en que se encuentra la historiografía sobre este siempre peliagudo acontecer de nuestra historia contemporánea. Para ser justos, hay que recordar los El libron de Guijarrotrabajos que el también sacerdote e historiador Vicente Cárcel Ortí ha venido publicando al respecto, y que han mantenido la mecha encendida de una cuestión que no pocos historiadores quieren pasar de soslayo.  

Este libro es un antídoto contra el nefando grito que aparece en el libro Víctimas de la guerra civil, coordinado por Santos Juliá: "Ellos se lo buscaron: la ira anticlerical". Escribir sobre la persecución religiosa en España, como lo hace nuestro autor y de la forma en que lo hace, es reconocer en primer lugar, y con palabras de Claudio Sánchez Albornoz, que "prevaleció una vez más el sañudo anticlericalismo de los inexpertos republicanos, cuando la República tenía mil problemas mucho más graves y mucho más urgentes".  

De las primeras manifestaciones violentas del anticlericalismo más agresivo, en los días 11, 12 y 13 de mayo de 1931, a la persecución contra lo católico y los católicos en los primeros días del alzamiento en el Madrid republicano hay una línea de continuidad que se va desentrañando en este voluminoso libro, que combina la erudición de la cita documental con la amenidad del relato casi periodístico.  

El autor conoce las fuentes no sólo de primera mano –ha visitado relevantes archivos, algunos de ellos cerrados hasta el presente–, sino que se ha enfrascado en el diálogo con los historiadores del presente y del pasado que han abordado estas materias, para contrastar y clarificar ideas. Es este libro una historia de la Segunda República desde el punto de vista de las relaciones del nuevo régimen con la Iglesia, y lo es al compás de los actores históricos del drama. Significativo es, por ejemplo, el perfil que se incluye del nuncio, monseñor Federico Tedeschini. Y significativa es también la clave de la problemática sobre la enseñanza, que generó no pocos de los procesos en aquella época.  

Que los viejos republicanos fueran masones y "rabiosamente anticlericales" no implicaba que fueran incapaces de controlar los efectos de las ideas que habían sembrado. Y no fue el menor el de la construcción de un imaginario social en el que la Iglesia se convirtió en objeto de las iras de la ignorancia popular manipulada y de la inquina destructora de los sistemas ideológicos marxistas.  

Para concretar más en la sustancia del libro, debemos hablar en números. Fueron, aproximadamente, en toda España, 6.832 los muertos de la persecución religiosa; 4.184 eran sacerdotes del clero secular, incluidos 12 obispos y un administrador apostólico; 2.365 religiosos y 283 religiosas. De ellos, 6.500 recibieron la palma del martirio en menos de un año, en una España dividida en dos mitades.  

La historia que se desgrana, principalmente en lo referido a Madrid –ciudad del principal martirologio, que padeció la anarquía fratricida de los primeros meses– nos induce a preguntarnos, como ya hizo monseñor Montero: "¿Hará falta insistir en que, al margen de la propia guerra civil y con antelación a la misma, estaba minuciosamente previsto el programa de persecución a la Iglesia?".  

Andrés Nin, jefe del Partido Obrero de Unificación Marxista, dijo el 8 de agosto de 1936: "Había muchos problemas en España. El problema de la Iglesia nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias, los cultos". Así, sin matices, como ocurrió con la primera víctima moral por motivos religiosos, de la que ofrece referencia el autor, en el apartado referido al sábado 18 de julio de 1936: el asesinato a sangre fría del hijo del sacristán de la parroquia de San Ramón, en el interior del templo, en el puente de Vallecas.  

Invito al lector a que se encuentre con cada uno de los nombres de mártires que aparecen en estas páginas y que intente reconstruir la historia, si acaso imaginándola. Fueron mártires, no caídos en guerra, porque no fueron a ninguna guerra. No eran más que católicos, religiosos, religiosas, sacerdotes, seminaristas que morían por el hecho de serlo. No fueron víctimas de la represión política porque no hacían más política que la del Evangelio.  

Hay quien se empeña en recuperar la memoria histórica. Aquí tiene un trozo no desdeñable de ella…

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Mártires de la persecución religiosa en España durante la Guerra de 1936 y sus precedentes, proclamados por la Iglesia; los ya beatificados y los 11 ya canonizados

.El icono de los martirizados en Madrid por la persecución en la zona roja durante la guerra de España de 1936...

El Juez Garzón pide en 2008 el certificado de defunción de Franco, de Mola y de otros muchos de los dirigentes de los nacionales

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Payne explica que la Memoria Histórica es una manipulación política
Los asesinatos políticos comenzaron en diciembre de 1930 en la sublevación de Jaca

La revolución de 1934 causó muertos en 23 provincias hasta un total de unos 1.400 en toda España. Según Gerald Brenan la revolución de 1934 fue «la primera batalla de la guerra civil», en la misma apreciación abunda con mucha más autoridad Pío Moa.
En la imagen, un cartel del Socorro Rojo liga la Revolución de 1934 con la Guerra de 1936. Y visualiza la dinamita que vitoreaba el poeta comunista Rafael Alberti :
«Mi mano y mi corazón, / ¡contigo!, que Asturias grita, / como ayer: ¡Viva el Nalón / y viva la dinamita».

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Piden a Garzón que aclare el fusilamiento de 46 republicanos por orden de sus mandos
Garzón recibe un nuevo listado con 982 republicanos fusilados por su propio bando

Fraude en las listas de la memoria histórica en Extremadura

 

 

 

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