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Aquí habrá, D.m., textos, noticias y artículos
sobre todas las cosas naturales de la vida humana sin omitir lo que
las humaniza, que es al mismo tiempo lo que las diviniza, su
conexión con el Sagrado Corazón de Jesús y con su reinado.
Y tratarán de todas las cosas así conectadas y regidas. De esta
forma sí que podrán verse sub quaedam specie aeternitatis,
con una perspectiva de eternidad, que es la que permite captar su
realidad; y no como hizo el autor de la frase, el racionalista
Spinoza, justo al revés de lo que dijo: encerrar toda la
filosofía y la vida en la orfandad del naturalismo extremo,
desconectar totalmente de su autor la naturaleza, al pretender
suplantarle, al precio de incapacitar al hombre moderno para
conocer, regir y humanizar la vida y de llevar así la
civilización a la ruina.
Pero de sus escombros hará Jesucristo surgir en la tierra la
civilización del amor en su reinado. "La civilización del
amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana"
(San Juan Pablo II, 3.11.1991). El mal está
limitado por el bien ontológica y cronológicamente, como dijo
ese Papa en su libro de 23.02.2005. Y el Papa Benedicto XVI: "La
historia va hacia la humanidad unida en Cristo" (4.01.06).
Dice la RAE en la
actualización 2020 de su Diccionario de la Lengua
Española (DLE), a la que llama también edición 23.4,
en una selección de novedades DLE 23.4: carlismo. [Enmienda de artículo]. m. 1. Movimiento partidario del infante don Carlos de Borbón contra la reina Isabel II de España. 2. Doctrina política del carlismo que defendía el absolutismo frente a las corrientes liberales.
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El carlismo,
pese a estar en el bando de los vencedores de la Guerra
de España de 1936, pierde durante la época de
Franco el predominio que había tenido en
Navarra y la gran importacia que había tenido en el
conjunto de España durante un siglo, pese a su derrota
en las tres guerras carlistas. Son factores de este
cambio:
Y no habrá ya una gran fuerza carlista que sirviese de katejon para frenar o estorbar el avance de la Revolución. Sino que se sumaron al progresismo, al izquierdismo y al terrorismo, como comparsas, los que ya no eran carlistas y sus sucesores. Ni honradas, ni masas, ni carlistas. Al ser descristianizadas. Quedó, sin tamaño de katejon, un resto de carlistas de ideas tradicionales que se aglutinaron en formaciones como la Regencia de Estella durante la época de Franco y en la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) posteriormente. |
Los derechos fundamentales se
ven violados masiva y sistemáticamente en las dictaduras y en las
sedicentes democracias imperantes:
al permitir matar legalmente a los niños en el vientre de sus
madres, y más aún si presentan alguna discapacidad, sexo
femenino, etc.;
al no permitir que los niños ni los jóvenes reciban una
educación, ni una enseñanza cristiana;
al imponer estructuras de pecado;
al imponer que se viva como si Dios no existiera;
al tener ya en marcha el programa persecutorio formulado ya desde
hace años;
al aprovechar la plaga de covid, a la que hay que llamar pandemia,
para progresar en ello, reformulado como el gran reinicio
Recemos y demos la vida para contrarrestarlo, viviendo
según Dios y pidiendo Su reinado en nuestra alma, en las de
todos y en todas las naciones
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El Evangelio del
Reino, que anuncia la final sumisión
de todas las cosas a Dios Padre, no cancela la religión:
el deber de justicia, fundado en la dependencia del
hombre como criatura respecto de su Creador y Señor. Pero la religión no es virtud teologal; no tiene a Dios como objeto sino sólo como término de la relación debida por parte hombre. Obediencia a la ley, culto a la majestad divina, son relaciones de respeto que miran a Dios en su excelencia infinita y en su dominio omnipotente. Por esto la religión no deifica al hombre. El respeto y la justicia no superan la alteridad, y mantienen la distancia infinita entre Dios y su criatura. --- El nexo íntimo entre religión y caridad teologal, y la posible antinomia en que podamos caer al ser incapaces de pensarlas en síntesis, nos sugiere tentaciones de rebeldía frente a la «divinidad celosa», o de exigencia de que se abdique la soberanía y omnipotencia para que no repudiemos como insoportable la ofrenda del Amor. El culto y la obediencia que integran la religión no consumarían, en cuanto orden debido de la criatura al Creador, de siervo al Señor, la plenitud a que nos destina la dispensación del don divino. Es en la fe y la esperanza teologales en que se ejercita el dinamismo intelectual y voluntario del corazón al que ha sido enviado el Espíritu de Dios hacia Dios mismo al que abraza desde ahora ya la caridad, amor de correspondencia al Amor que nos invita a la vida eterna, contemplación cara a cara de Dios que es Amor. .... La religión es exigida también por razón de correspondencia al amor. El pecado y la desobediencia a la ley son repudio y cerrazón hacia quien nos ama. «Si me amáis guardad mis mandamientos», y la caridad es debida a quien nos amó primero y nos dio a su Hijo, propiciación por nuestros pecados. El desamor es la máxima injusticia. El amor a Dios, y a nuestros hermanos desde el amor de Dios, que nos amó primero y nos exige que les amemos como Él nos ha amado, es el primer precepto de la ley. La caridad exige la religión. Y la religión exige la caridad. A esta subjetiva e íntima vinculación de las dimensiones de justicia y amor en nuestra vida personal, corresponde la eterna y trascendente unidad del amor y la misericordia y el señorío y la justicia. El objeto del culto es lo excelente y poderoso, pero Dios es, por decirlo así, máximamente adorable y digno de ser obedecido, porque es Amor. Lo más honorable y excelente, lo más poderoso y respetable es el amor. En el culto al Corazón de Cristo, en el que habita corporalmente la plenitud de Dios, se alaba a Dios porque es bueno y su misericordia es eterna. Y se nos llama a reparación por el pecado, al invitarnos a corresponder a su amor, a reparar la injusticia del desamor hacia quien es justo y misericordioso. Consagración y reparación, el doble elemento del culto al Corazón de Cristo conforme a la enseñanza del magisterio de la Iglesia, sintetizan amor y religión en unidad inseparable. La entrega al Amor es acatamiento a la soberanía de Dios; la reparación a la justicia es voluntad de «consolar» el Amor no correspondido. El culto al Corazón de Cristo ante la problemática de hoy por Francisco Canals ......................................................................CRISTIANDAD. Año XXVII. Núm. 467, enero de 1970 |
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Es posible consolar a Dios, así
como fue posible que Dios padeciese y muriese en la cruz y lo es
que padezca hoy, porque no aceptamos nuestro bien, que Él nos da,
que es su reinado en nuestra alma
Jesús, el Verbo hecho carne,
padeció por cada uno de nosotros atroces sufrimientos físicos,
morales y espirituales, los padeció en su naturaleza humana,
pero quien padece es la persona, y en este caso la persona es
divina, es el Hijo, el Verbo de Dios. "Uno de la
Trinidad padeció"; es doctrina de la Iglesia (DS
401, Dz 201). Abismo insondable. Inalcanzable para
nosotros. Tanto mejor. Es lo satisfactorio. Nada más que Dios
nos puede saciar, ni quitarnos la insatisfacción. En cambio esto
sí que es una buena medida colmada, remecida, rebosante (Lc 6,38).
Infinitamente rebosante de nuestra capacidad. Como lo es que
Jesús, el Verbo hecho carne padezca hoy atrozmente porque no le
damos un retorno de amor, aceptando el don de su reinado, que es
nuestro bien y que tanto le costó hacérnoslo accesible. Y aún
más inalcanzable para nosotros comprender que, siendo lo que
somos, le podemos consolar a Jesús, el Verbo hecho carne, pero
Él lo dice y hay que creerle; nos lo pide y suplica y le debemos
consolación, expiación y reparación, consagrándonos a Él,
aceptando agradecidos el reino de Dios, puesto que la reparación es la consagración
al Sagrado Corazón de Jesús.
Cuando la falsedad del
ateísmo práctico y la mentira de vivir como si Dios no
existiera, sean evidenciadas por Jesús, el Verbo hecho
carne, con su Parusía, su segunda venida gloriosa, su
manifestación gloriosa, como cuerpo glorioso, no visible
más que cuando Él quiere, (como después de su
Resurrección y hasta su Ascensión), entonces caerá por
su base todo lo considerado políticamente correcto en la
modernidad y posmodernidad, y el hombre se verá libre de
las estructuras de pecado. Entonces, sobre las ruinas del imperio de Satanás, el hombre, así liberado, podrá, mediante la extraordinaria efusión de gracia que Jesús, el Verbo hecho carne, iniciará con Su Parusía, recibir el mensaje liberador de la misericordia infinita del amor divino expresado en el Sagrado Corazón de Jesús, el evangelio, la buena noticia de que ya es un hecho para todos, por esa misericordia divina, la recepción del reino de Dios, el reinado de Jesús, el Verbo hecho carne, que por darnos el bien de su reinado se dejó matar en los más atroces sufrimientos físicos, morales y espirituales. Y posibilitada la reanudación eficaz de la cristianización de todos, serán también cristianizadas, mediante esa gran efusión de gracia, las estructuras sociales y políticas. Cuando reine Jesús en todos los corazones, reinará en la sociedad, como explica y enseña san Agustín (La Ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28. BAC, 1958, pág. 985-986 ). Y lo que, por medio de santa Margarita María prometió Jesús, el Verbo hecho carne, es «establecer su reinado de amor en todos los corazones y destruir y arruinar el de Satanás». Dice «en todos». Sí, en todos. Y ya estaba escrito:
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Llena de gracia
Venerar y proclamar a María como
Reina, como hace el Concilio y como se proclama cada día en el
quinto misterio de gloria, al rezar la salve regina o el Regina
coeli letare en el tiempo de Pascua, no debería
ser sólo una celebración externa clamorosa y cariñosa, sino
ante todo el acatamiento suplicante de que reine personalmente en
el que lo pide para él, para cada uno de los demás y para todas
las naciones. Esto estaba ya enseñado por san Luis
María Grignion en su cristocéntrica doctrina de la
esclavitud mariana; es urgente aprenderlo y ejercitarlo. Y en el
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, al
final de su primera parte, san Luis María proclama su esperanza
de que por este medio Jesús reinará en los corazones.
El comienzo de la primera parte del avemaría
recoge el saludo angélico que recibe María antes de quedar
embarazada en la Encarnación de Jesús, el Verbo hecho carne en
sus entrañas:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28).
Corresponde a la santidad total de María desde su Inmaculada
Concepción.
El final de esa primera parte del avemaría, "¡Bendito es
el fruto de tu vientre!" (Lc 1,42), es la aclamación con la
que acoge Isabel a la Virgen María cuando ésta ya lleva a
Jesús, el Verbo hecho carne en su vientre, mientras sigue siendo
virgen. Le llama bendito porque el Verbo hecho carne en su
vientre es Dios, y porque lo ha concebido por obra y gracia del
Espíritu Santo, que es el mismo Dios que el Verbo, y por
decisión del Padre, que es el mismo Dios que las otras dos
divinas personas que comparten dicha decisión.
Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y exclamando con gran voz,
dijo:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito
el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la
madre de mi Señor venga a mí?»
(Lc 1,41-43).
A partir de ahí, de proclamar "bendito", divino, al
fruto del vientre de la siempre virgen María, a ésta se la
llama Madre de Dios en ese mismo versículo del evangelio (Lc 1,43)
y en la segunda parte del avemaría.
Por eso el avemaría es una oración a la que Dios posiblemente
le concede ser infalible"; porque lleva consigo el acto de
fe en que Jesús, hijo de la siempre Virgen María, es Dios.
Los padecimientos de Jesús, el Vebo hecho carne, por nosotros
Sufrimientos espirituales de Jesús, el Verbo hecho carne
Padecimientos espirituales de santa Faustina Kowalska
Jesús, el Verbo
hecho carne tiene la soberanía sobre la
sociedad humana y sobre cada uno de sus miembros y la
ejercerá en plenitud con la voluntaria aceptación de
todos en toda la tierra. Este es el significado de la
fiesta solemne de Cristo Rey, establecida en 1925, como
enseñó el papa Pío XI:
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El carlismo,
pese a estar en el bando de los vencedores de la Guerra
de España de 1936, pierde durante la época de
Franco el predominio que había tenido en
Navarra y la gran importacia que había tenido en el
conjunto de España durante un siglo, pese a su derrota
en las tres guerras carlistas. Son factores de este
cambio:
Y no habrá ya una gran fuerza carlista que sirviese de katejon para frenar o estorbar el avance de la Revolución. Sino que se sumaron al progresismo, al izquierdismo y al terrorismo, como comparsas, los que ya no eran carlistas y sus sucesores. Quedó, sin tamaño de katejon, un resto de carlistas de ideas tradicionales que se aglutinaron en formaciones como la Regencia de Estella durante la época de Franco y en la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC) posteriormente. |
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Hablando desde la fe, el papa Benedicto XVI fundamentaba así la esperanza segura de la situación de tesis católica en el reino de Cristo en plenitud, implantado por Él mismo:
Por consiguiente, parece ser que vamos de derrota en derrota*, hasta la victoria final** * nuestra ** de Jesús, el Verbo hecho carne Los dos extremos, sí. Confianza total en Dios y desconfianza total en uno mismo |
La presencia real de Cristo
en la Eucaristía demostrada por la muerte de Cristo
Jesús, el Verbo hecho carne,
con su muerte autoanunciada, demuestra su presencia real
en la Eucaristía.
Y además, al no huir sabiendo
que le iban a matar ya, demostró su divinidad.
A la manera que Él demuestra las cosas; sin dejarse ver; para
que tengamos el mérito de la fe, como dice santo Tomás.
Jesús, verdadero Dios y
verdadero hombre, obtuvo la victoria de ser
obediente a la voluntad divina, aunque le matasen en la cruz.
Nos dio la victoria
a sus hermanos los hombres (varones y mujeres) de que uno de los
nuestros fue obediente, aunque le matasen en la cruz.
Al padecer su muerte como
hombre en su persona divina, sobrepasó infinitamente la
compensación por todas nuestras desobediencias desde Adán y Eva,
con una medida apretada, remecida, rebosante infinitamente.
Esa victoria que consiguió
Jesús, el Verbo hecho carne, con su muerte desembocó en Su resurrección que es el principio de la plenitud consumada
del Reino de Dios en nuestra alma, en
las de todos los demás y en todas
las naciones
La
Ascensión de Jesús a los Cielos es una prueba que dió
Él, el Verbo hecho carne, de Su presencia real en la
Eucaristía «Yo soy el pan de la vida.
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¿La resurrección de Jesús es lo más
importante?
La Resurrección de Cristo es el principio de la plenitud
consumada del Reino de Dios en nuestra
alma, en las de todos los demás y en todas
las naciones
Si se subraya tanto que Jesús resucitó, se está
testimoniando que primero murió. No se puede
obviar la muerte de Jesús, el Verbo hecho carne. Hay que agradecérselo
en todo momento, pidiéndole su reino. LEER MÁS