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Aquí habrá, D.m., textos, noticias y artículos
sobre todas las cosas naturales de la vida humana sin omitir lo que
las humaniza, que es al mismo tiempo lo que las diviniza, su
conexión con el Sagrado Corazón de Jesús y con su reinado.
Y tratarán de todas las cosas así conectadas y regidas. De esta
forma sí que podrán verse sub quaedam specie aeternitatis,
con una perspectiva de eternidad, que es la que permite captar su
realidad; y no como hizo el autor de la frase, el racionalista
Spinoza, justo al revés de lo que dijo: encerrar toda la
filosofía y la vida en la orfandad del naturalismo extremo,
desconectar totalmente de su autor la naturaleza, al pretender
suplantarle, al precio de incapacitar al hombre moderno para
conocer, regir y humanizar la vida y de llevar así la
civilización a la ruina.
Pero de sus escombros hará Jesucristo surgir en la tierra la
civilización del amor en su reinado. "La civilización del
amor debe ser el verdadero punto de llegada de la historia humana"
(San Juan Pablo II, 3.11.1991). El mal está
limitado por el bien ontológica y cronológicamente, como dijo
ese Papa en su libro de 23.02.2005. Y el Papa Benedicto XVI: "La
historia va hacia la humanidad unida en Cristo" (4.01.06).
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Los
pueblos amerindios en Iberoamérica La acepción que utiliza como sinónimos
América Latina e Iberoamérica, es la más frecuentada.
Lenguas amerindias más habladas en Iberoamérica:
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La paz de Cristo
en el Reino de Cristo y la paz del mal menor Desde que se nos dice que la paz vendrá de las reuniones incesantes de las instituciones internacionales y que el requisito para la paz es crear más organismos dedicados a ello, ¿cuánto de ello se ha hecho y se nos ha hecho pagar, cuántas de esas reuniones se han celebrado y cuántos de esos organismos se han creado con nuestro dinero? Y ¿con qué resultado? ¿Hay paz hoy? No dejan de proclamar: "paz, paz"; y no paran de reunirse para seguir proclamando: "paz, paz", y no dejan de crear más y más organismos en los que proclamar: "paz, paz". "La paz a que aspiran los
pontífices romanos, la paz que esperan del Corazón de
Jesús, la paz de Cristo en el Reino de Cristo,
no es aquella paz precaria y circunstancial que puede dar
la diplomacia, o los tratados internacionales. No es una
paz condicionada a las tristes circunstancias actuales.
Esta es la paz del mal menor, a la cual es
prudente acogerse, cuando no puede alcanzarse el
bien mayor. Será una paz que un pontífice romano
admitirá prudentemente, como la habrían admitido tantos
pontífices romanos. Pero no es la auténtica Pax
Romana: la paz de Cristo en el Reino de Cristo". Lo que está pasando en realidad es lo que ya por medio del profeta Jeremías censuró el propio Dios: no dejan de proclamar: "paz, paz", pero no hay paz.
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La Iglesia del
siglo XXI celebra la
fiesta solemne de Cristo Rey La Iglesia de la época del Concilio Vaticano II y del siglo XXI tiene como festividades con categoría de solemnidad tanto la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, como la fiesta de Cristo Rey. Esta última, además ha sido situada después de dicho Concilio en el último domingo del año litúrgico, porque cuando fue instituida en 1925 se situó en el último domingo de octubre. Es escandaloso que haya eclesiásticos que se nieguen a difundir el significado de ambas solemnidades. Combatir por omisión la devoción a un santo es no sentir con la Iglesia. Pero combatir por omisión la difusión del reinado de Cristo en cada persona y en la sociedad, y la devoción al Sagrado Corazón de Cristo Rey, o reducirla al ámbito individual y de jaculatorias, es hacer algo similar a lo que hacen los lefebrianos. La Iglesia tiene y mantiene la fiesta del Sagrado Corazón con rango de solemnidad y la fiesta de Cristo Rey con rango de solemnidad. Y lex orandi es rex credendi. Lo que está en las celebraciones litúrgicas expresa la fe de la Iglesia. El que combate por omisión al Sagrado Corazón de Jesús y a Cristo Rey hace algo del tipo de los lefebrianos, pero mucho peor en grado. El prefacio de la misa de la solemnidad de Cristo Rey está literalmente en el Concilio Vaticano II (Lumen Gentium, 36). Los lefebrianos dicen todavía repudiar el texto del Concilio Vaticano II y más aún lo hacen los que repudian la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y lo que expresa la solemnidad de Cristo Rey tal como lo indica la Iglesia en la liturgia de la misa de dicha solemnidad, y en los textos conciliares y pontificios: Significado de la fiesta solemne de Cristo Rey: Pío XI, el Papa que instituyó esta fiesta en 1925, explica en 1928 su significado en su Encíclica «Miserentissimus»:
------------------------------------------ La implantación del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo consumado en la Tierra La segunda venida de Jesucristo tendrá como consecuencia, entre otras, el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y no al revés. No es a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia como se producirá la consumación en la Tierra del Reinado Social de Jesucristo por su misericordia y la consiguiente época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia (CIC 677, 673, 672, 675, 674). Este Reinado ha de venir ciertamente. Y será consecuencia de la segunda venida de Jesucristo que producirá con su manifestación gloriosa la ruina de la apostasía y el hundimiento del régimen anticristiano, que ahora ya domina y que aún llegará a imperar de forma total. La segunda venida de Cristo, en gloria y poder, no será precedida, sino seguida por la conversión de Israel, porque será consecuencia suya. Aunque ya algo antes de la segunda venida de Jesucristo se producirá por su gracia misericordiosa la conversión de algunos judíos (Ap 3,9), en la época de la Iglesia de Filadelfia, nuestra época.
Tras la quiebra de la apostasía y el hundimiento del imperio anticristiano a consecuencia de la Parusía de Jesucristo, vendrá sin obstáculo el proceso de recristianización mediante el auge de la devoción a la Virgen María y de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El triunfo de estas devociones tras la segunda venida de Jesucristo traerá la implantación consumada del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo en la Tierra como aseguran respectivamente san Luis María Grignon de Monfort y el padre Orlandis:
El reinado de Cristo Rey en cada alma, la dimensión personal del reinado del Sagrado Corazón, que es la primordial por cierto, se produce ya plenamente como consecuencia de la devoción al Sagrado Corazón. Y ésta sí que llega a su plenitud en las almas a las que Jesús se la concede ya en esta época anterior a su segunda venida. --------------------------------------- El reinado de Cristo ante el laicismo La proclamación de Cristo como rey fue el 11 de junio de 1899 con la consagración del mundo al Sagrado Corazón de Jesús por el papa León XIII. Consagró a todo el género humano al Sagrado Corazón. Incluidos los que no creen en Jesucristo y los que no son miembros de la Iglesia, ni aceptan la autoridad pontificia. La fundamentación teológica de que se consagrase también a estas personas es, como enseñan san Agustín y santo Tomás, que la doctrina de la Iglesia es que aunque los que no católicos no están bajo la autoridad de Jesucristo y de su Vicario en cuanto al ejercicio de su autoridad (quantum ad executionem potestatis), todos los hombres les están sometidos en cuanto a su autoridad en sí (quantum ad potestatem), porque según recuerdan san Agustín y santo Tomás, Jesucristo murió para redimir a todos, como revela el Espíritu Santo por medio de san Pablo: «el Cristo se ha entregado para la redención de todos». Esta doctrina nos da también el significado de la proclamación de la realeza universal de Jesucristo mostrando su Sagrado Corazón. Y es que la autoridad de Jesucristo es universal sobre todos los hombres; y el Papa, su Vicario en la tierra, tiene esta autoridad sobre todos los hombres en materia de fe y de moral, incluidos los aspectos éticos de la política; pero no la ejerce sobre los que no acatan aún la autoridad del Papa y de la Iglesia. Cristo es rey, pero su reinado no ha llegado aún a su plenitud y consumación. Esta doctrina de san Agustín y santo Tomás es también la clave para entender la diferenciación, que data del siglo XIX, entre tesis e hipótesis. La tesis católica es que los pueblos, los Estados con sus gobernantes a la cabeza tienen el deber para con Dios, y necesitan para su buen funcionamiento, acatar la autoridad de Jesucristo ejercida por el Papa, su Vicario en la tierra. Pero esto es posible si toda o casi toda la población es católica. En el siglo XIX, cuando el liberalismo se fue apoderando de los Estados y a consecuencia de ello comenzó la descristianización de los pueblos, se formuló por los teólogos católicos que en la hipótesis de que la población no sea católica, entonces la Iglesia no debe reivindicar la confesionalidad del Estado y debe limitarse a reivindicar la libertad de poder realizar su misión básica de evangelizar. Esta distinción entre
la realeza universal de Jesucristo y la plenitud
aún no realizada del ejercicio de su reinado, o
lo que es lo mismo, la distinción entre
la universalidad de la autoridad del Papa y de la Iglesia
sobre la fe y la moralidad de los actos, incluso
políticos y sociales, y la posibilidad de su
ejercicio y acatamiento, es la clave para
explicar que las autoridades eclesiásticas se limiten a
reivindivar hoy en día, la sana laicidad, mientras que
el Concilio Vaticano II lo que enseña en realidad es: ----------------------------- La tarjeta de visita de Jesucristo: soy rey t..El Reinado de Jesucristo por la misericordia de su Sagrado Corazón....El reinado de Cristo ante el laicismo...El reinado de Dios en las enseñanzas de la Iglesia Jesucristo Rey.. tt..La devoción al Sagrado Corazón de Cristo Reyt.t.La civilización del amor ..... ....Jesucristo anunció el reino de Dios y efectivamente vino el reino de Dios que es su Iglesia .. "La Iglesia es Reina, pues es tu Esposa, oh, divino Rey de reyes..." (Santa Teresa del Niño Jesús: Historia de un Alma, Manuscrito B, 4rº) ----------------------------------------- |
La laicidad en la actual situación de hipótesis constatada por Benedicto XVI
"La
civilización del Amor es el Reino del Corazón de Cristo"
"La civilización del Corazón de Cristo"
"La civilización del Amor punto de llegada de la historia humana"
La civilización del amor es el reinado social en la tierra del Sagrado Corazón de Jesucristo El reinado de Cristo ante el laicismo |
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Jesús afirma su
segunda venida Los judíos creían y esperaban la venida gloriosa del Mesías. San Pablo hace de esta fe y esperanza el nombre del cristianismo. Hoy se rehúye en medios eclesiásticos y políticos y se manifiesta alergia a la segunda venida de Cristo y a sus efectos. Pero el mismo Jesús afirma su segunda venida en el momento cumbre de la verdad plena, que no puede contradecir el tribunal y por la que es crucificado
Estos efectos de la segunda venida a la vista de todos son: dejar en evidencia todo sistema basado en el ateísmo y en el agnosticismo, todo laicismo y hasta evidenciar la caducidad de la sana laicidad. Poner en marcha la cristianización, propiciada por la devoción a la Virgen María, madre de Dios y por la devoción y consagración al Corazón de Jesús, hasta culminar con la plenitud de su reinado, la civilización del amor..
Caducidad de la sana laicidad Será también cuando todos crean que Jesucristo es Dios y obren en consecuencia, también en la vida política, lo cual se producirá con toda seguridad tal como fue anunciado por el Concilio Vaticano II:
Lo que es proclamar con toda seguridad la confesionalidad de todos los pueblos y que obrarán en consecuencia en el futuro. Mientras tanto:
La plena implantación del reinado de Jesucristo en el mundo La segunda venida de Jesucristo tendrá como consecuencia, entre otras, el triunfo de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Y no al revés. No es a consecuencia de un triunfo debido a un proceso de crecimiento de la Iglesia como se producirá la consumación en la Tierra del Reinado Social de Jesucristo por su misericordia y la consiguiente época profetizada de paz y prosperidad en la Iglesia (CIC 677, 673, 672, 675, 674). Este Reinado ha de venir ciertamente. Y será consecuencia de la segunda venida de Jesucristo que producirá con su manifestación gloriosa la liquidación de la apostasía y el hundimiento del régimen anticristiano, que ahora ya domina y que aún llegará a imperar de forma total. La segunda venida de Cristo, en gloria y poder, no será precedida, sino seguida por la conversión de Israel, porque será consecuencia suya. Aunque ya algo antes de la segunda venida de Jesucristo se producirá por su gracia misericordiosa la conversión de algunos judíos (Ap 3,9), en la época de la Iglesia de Filadelfia, nuestra época.
Tras la quiebra de la apostasía y el hundimiento del imperio anticristiano a consecuencia de la Parusía de Jesucristo, vendrá sin obstáculo el proceso de recristianización mediante el auge de la devoción a la Virgen María y de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. El triunfo de estas devociones tras la segunda venida de Jesucristo traerá la implantación consumada del reinado social de Nuestro Señor Jesucristo en la Tierra como aseguran respectivamente san Luis María Grignon de Monfort y el padre Orlandis:
El reinado de Cristo Rey en cada alma, la dimensión personal del reinado del Sagrado Corazón, que es la primordial por cierto, se produce ya plenamente como consecuencia de la devoción al Sagrado Corazón. Y ésta sí que llega a su plenitud en las almas a las que Jesús se la concede ya en esta época anterior a su segunda venida. La dimensión social del reinado del Sagrado Corazón llegará a su plenitud y consumación en el mundo tras la Parusía, la segunda venida de Jesucristo gloriosamente, porque es consecuencia de la Parusía; y así será implantado su reino consumado en el mundo por la propia acción misericordiosa de Jesucristo, como es implantado por Él en cada uno de los que le aman.
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El abandono no es la inacción,
sino por el contrario, aplicarse con todas las facultades
a lo que Dios manda cada día Santa Joaquina Vedruna en una carta a uno de sus nueve hijos le exhortaba al abandono en manos de la divina Providencia. Ahora se oye hablar en ambientes buenos del abandono, pero a la Providencia no se la nombra, al revés de lo que se hacía en la época de esta santa. Y Dios, Padre amoroso, cariñoso y misericordioso sigue actuando providentemente, sigue permanentemente actuando la divina Providencia. San Claudio de la Colombière, propulsor de esta espiritualidad del abandono en la misericordia de Dios, lo concreta luminosamente en la divina Providencia. Y aclara que el abandono no es la inacción, sino todo lo contrario. Esto es muy importante tenerlo claro, porque se oye tanto decir que "lo único" que tenemos que hacer es abrirnos a la gracia, que "lo único" que tenemos que hacer es dejar actuar a la gracia, que nos podría parecer que no tenemos que hacer nada, sino que todo lo hará la gracia, menos abrirnos o abandonarnos, que eso es lo que hemos de hacer nosotros. ¡Como si abrirnos y dejar actuar a Dios no fuese también una gracia! Y algo que sólo podemos hacer movidos por la gracia. Pero es que la gracia nos hace actuar y nos mueve a no parar y a hacer todo lo que está en nuestra mano para cumplir la voluntad de Dios. Esto es lo que se ve que Jesús dice continuamente en los Evangelios: que obremos, que hagamos lo que Dios quiere, lo que Jesús manda. Dice san Claudio de la Colombiére:
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La existencia de Dios es
accesible por la luz natural de la razón. Este
conocimiento aún no es la fe. Es un preámbulo de la fe.
Para la fe en Dios, es decir para creer en Dios por su
autoridad, prescindiendo de los motivos racionales de
credibilidad, hace falta la gracia, no para el
conocimiento de su existencia con la luz natural de la
razón (Santo Tomás de Aquino, S.Th.,
1-2, q. 109 a. 1 ).
LA BEATA KAFKA, MÁRTIR POR NO QUITAR EL CRUCIFIJO La capacidad de la mente humana para conocer a Dios La distinción entre los dones naturales dados por Dios y la gracia |
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La normativa
ética de la política está entre en las
materias sobre las que el Papa tiene autoridad infalible,
porque es infalible en materia de fe y moral, lo mismo
que lo es la Iglesia Católica. La autoridad del Papa para declarar las normas morales es infalible cuando la ejerce con ese carácter, no cuando no la ejerce. Cristo constituyó a los Apóstoles y a sus sucesores «intérpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural» (Beato Pablo VI, enc. Humanæ vitae 25-VII-1968, 4). [Citado por Iraburu en Infocatólica, 14.12.2012] ---------------------------- |
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